jueves, 10 de enero de 2008

FRANCISCO D. GONZÁLEZ



LOS AMORES DE VICTORIA

Es un hecho que Victoria heredó los ojos, la nariz, la pera, el color del pelo y muchas otras cosas, de la madre. De mí, heredó la boca, la forma de los dedos de los pies, lo grande y alta... Es un hecho que es una beba dulce y hermosa, y nos tiene locos de amor... Con los ojos de la madre, con la boca del padre, con sus aires de cortesana, Victoria habrá de enamorar a un ejército de muchachos que se van a desvivir por conquistarla. Serán tiempos difíciles, pero tengo años, muchos años, para prepararme. Mientras tanto Victoria crece y aún es nuestra y de nadie más. Anoche, primero de enero de 2007, y celebrando además, su primer mes de vida, mi niña tuvo su primer enamorado: Un muchacho de nombre Tiago que estaba en brazos de su madre. Era morocho, de rulos y ojos saltones. Las copas de champagne descansaban arriba de la mesa, al igual que los panes dulces, el tiramisú..., el mar de botellas... Victoria, como una reina, descansaba sobre el sillón, desparramada y contenta, llamando la atención de todos los Terlizzi que la miraban, borrachos de amor. Unos vecinos del barrio llamaron a la puerta y entraron para saludar. "Buenas noches" "Feliz año nuevo"... María les presentó a la beba y a sus padres. Nos felicitaron. Siguieron conversando distraídamente mientras la calle estaba encendida de bengalas y adentro, los ventiladores traían un poco de alivio. Tiago no había dejado de mirar a Victoria en los diez minutos que llevaban en el living. Comprendí que eso era amor. Otros también comprendieron del idilio y sonrieron.... Pregunté la edad del atrevido. "El catorce de febrero, día de los enamorados, cumple un año" -dijo el padre. - O sea que apenas tiene once meses y ya anda mirando a mi niñita- pensé. La madre de Tiago se dio vuelta para hablar y el niño giró todo su cuerpo. Estaba como loco. .. Antes de partir su madre lo acercó para que salude a Victoria, y dos veces tuvo la intención de tirarse de cabeza sobre mi hijita... Pensé en sus próximos amores, en los que sí habrán de preocuparme. Pensé en las cartas, los poemas trasnochados, las serenatas... Y pensé que esta pequeña, infantil y desesperada muestra de amor hacia Victoria, era, además, la primera. Pensé que debía escribirlo, y eso hice.

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