Ma soeur Anabela, je
t'aime
Martín Rabezzana
Ella
tenía veintiún años y su hermano veinticuatro; se habían conocido hacía cuatro
meses; la chica era poseedora de una dulzura impropia de una mujer hermosa como
era, ya que esas mujeres capaces de crear pasión sin ningún esfuerzo, no
aprecian y hasta desprecian en general a quienes ante ellas se rinden aún
cuando no busquen en ellas sólo la satisfacción de sus necesidades sexuales,
sino también emocionales.
Estaban
sentados a la mesa tomando mate. Él le dijo:
-Vos
sos muy religiosa y yo no sólo no creo en dios, sino que además, de existir, no
creería en su bondad, razón por la cual estaría en su contra.
La
chica le dirigió una mirada bondadosa que demostraba cuánta tolerancia no
religiosa monoteísta tenía ante las opiniones opuestas a las suyas.
-Vos
puedes...
-El
"vos" se usa con el "podés".
La
chica sonrió.
-¡Está
bien hermanita! Ya vas a aprender nuestro castellano.
Ella
volvió seria su expresión.
-Ya
hablo bien, pero cometo todavía algunos errores de principiante.
Permanecieron
en silencio algunos segundos, después él dijo:
-¿Por
qué quisiste conocerme?
-Porque
sos mi hermano. Sos de mi sangre.
Él
dijo con desprecio:
-La
sangre no vale nada.
La
chica pensó un poco antes de decir:
-Mis
padres me enseñaron a apreciar a la familia, para ellos...
-¡Callate,
callate! ¡No quiero escuchar hablar de esos hijos de puta!
-¡No
son unos hijos de puta!
-¡Es
fácil para vos decirlo, ellos no te abandonaron al nacer!; a mí sí.
La
chica lo miró con piedad.
-Se
equivocaron, pero tenés que perdonarlos.
-¡Yo
no perdono nada!... Yo entiendo el desprecio fundado, pero no el deliberado...
Si alguien me conoce ahora y me desprecia, lo entiendo, ¡pero ellos me
despreciaron cuando era bebé!... ¡¿Cómo se puede ser tan basura como para hacer
eso?!... No lo entiendo... ¡Despreciaron a un bebé!
-Por ahí si hablás con ellos...
-¡No!
¡No los quiero ni ver!... ¡Por mí que se mueran!
Anabela llevó una mano al rostro de su hermano
y lo acarició, entonces él denotó en su expresión una gran fragilidad
resultante de su gesto afectuoso; ella le dio un beso y él la alejó. Le dijo:
-Pará.
-¿Qué pasa?
-
Me hace daño tu afecto.
-¿Por
qué?
-Porque yo necesito todo de vos y vos no me lo
querés dar.
Ella
se mostró desconcertada.
-¿Qué
necesitás que yo no te dé?
Tras
algunos segundos él la besó en la mejilla y la abrazó, después acercó sus
labios a los suyos y ella se apartó, entonces le dijo:
-Somos
hermanos
-Somos
"ella y él"... Necesito tu amor.
-¡Ya
lo tenés! ¡Yo te quiero!
Él
tras algunos segundos se levantó y dijo:
-Aunque
"querer" signifique "amar", es el "te amo" una
expresión de amor profundo casi exclusivamente sentimental, y eso es lo que yo
siento por vos... ¡Yo te amo, Anabela!
Ella
no quería lastimarlo. Repitió el argumento de rechazo más obvio y cercano que
tenía.
-Somos
hermanos.
Él
la miró profundamente a los ojos y volvió a decir:
-¡Está
bien, no te preocupés! No voy a volver a
a
intentar besarte nunca más.
Él
se volvió a sentar y ella también; ella dijo:
-Yo te quiero dar el amor que no te dieron mis
padres, pero te puedo dar un amor absolutamente incondicional y profundo de
hermana porque eso es lo que soy; ¡no puedo ser tu hermana y tu novia a la vez!
-¡Sí podés! Si yo no te gusto decímeló, pero
no me digás que no podés sentir amor sentimental por mí por ser mi hermana
porque yo soy tu hermano y lo siento por vos.
Anabela se sintió muy mal; el tener que
rechazar a un hombre era algo que había hecho muchas veces, pero siempre le dolía
porque lejos de molestarle que alguien se interesara en ella, lo apreciaba,
pero esta vez era aún más doloroso porque no se trataba de rechazar a un
extraño ni a un amigo, sino a un hermano al que había querido aún antes de
conocer; "tenés un hermano en Argentina", le había dicho su madre
cuando era adolescente, ella al saberlo sintió la necesidad de conocerlo, razón
por la cual se puso a estudiar castellano y a ahorrar plata para viajar a
Buenos Aires.
Él
después de un extenso silencio le habló.
-Los
sueños son difusos generalmente, pero yo me acuerdo de uno perfectamente;
conocía a mi mamá y le decía: "¡Hola mamá! ¡Me muero de ganas de
abrazarte!" Y ella me miraba con desprecio y se alejaba... ...¿Vos sabés
algo de desprecio?
-Yo
no desprecio.
-No te digo de despreciar, sino de haber sido
vos despreciada... ¿Sabés lo que es que te abandonen al nacer?... yo sí.
La
chica con semblante compasivo dijo:
-Yo
me siento mal por vos y te quiero hacer sentir mejor.
-¡No
te sintás mal por mí! ¡Sentite mal por los que no tienen en dónde vivir, por
los que no tienen qué comer! A mí nunca me faltó nada, lo único malo que me
pasó en la vida es no haber sido querido nunca por ninguna mujer... ni siquiera
por mi mamá.
La
visión de la palidez de su rostro que tanto contrastaba con la oscuridad de su
pelo le encantaba; si bien uno puede enamorarse de alguien cuya personalidad le
resulta desagradable (ya que el enamoramiento es irracional), éste no era el
caso; ella tenía todas las características que a él le gustaban en una mujer;
su dulce expresión era el reflejo exacto de la dulzura de su alma; la compasión
abundaba en ella y eso era algo que lo atraía ya que la misma existe en gran
cantidad en muy pocas personas, y al ser él una de ellas, junto a Anabela no se
sentía más solo.
Ella
con énfasis dijo lo siguiente:
-Si
ninguna mujer te quiso, entonces yo soy la primera... Nunca más vas a sufrir la
falta de amor porque me tenés a mí.
Él
con resignación le dijo:
-No.
No te tengo; el no tenerte como yo necesito me duele mucho, y debido a eso el
verte hace a mi dolor aún mayor...
Ella
permaneció en silencio sin saber qué decir; él dijo:
-No
te quiero ver más.
Ella
se sintió muy dolida y no dudó siquiera un segundo que él hablara en serio;
sabía que lo único que podía hacer para que su relación no terminara ese día
era darle lo que necesitaba, por lo que dijo:
-Si
sólo puedo hacerte feliz entregándome a vos, entonces lo voy a hacer... Pedime
lo que quieras.
Él
no se alegró al escucharla.
-No;
si vos te entregás a mí sólo por compasión, no te puedo aceptar; yo quiero que
vos necesites entregarte a mí por amor, no por compasión... ...¡Sos re buena,
sos re buena persona! Preferís complacer a los demás a complacerte a vos misma,
por eso te amo, pero yo quiero que vos seas feliz y por eso quiero que estés
con aquel que tenga la suerte más grande del mundo que es la de enamorarte...
...Nosotros nos tenemos que alejar.
Anabela
se puso a llorar.
-¡No
llorés mi amor, no llorés!
Él
le extendió los brazos y ella lo abrazó. Él le dijo:
-Vos
vas a ser siempre importante para mí.
-¡Vos también
para mí!
-Ahora
te tenés que ir -él la alejó.
Ella
se arrojó a sus brazos y con los ojos llenos de lágrimas, le dijo:
-¡No
me quiero ir!
Después
de algunos segundos de silencio, él con dolor en su mirar, pronunció lo
siguiente:
-Si
me querés te tenés que ir. ¿Vos me querés?
Ella
asintió.
-Entonces
andate.
Se
contemplaron profundamente sin hablar y después él le dio muchos besos y ella
también a él, tras lo cual se separaron para siempre.
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