sábado, 24 de febrero de 2018

Francisco D. González

              
El mundo teta de Victoria 
 Francisco D. González

Victoria duerme después de haber tomado la teta. Todo su universo es una teta, dos tetas que reclama escandalosamente cada 3 o 4  horas. Cuando tiene hambre no existe canción ni violín ni quena que la puedan calmar. Ella protesta, llora, hace berrinches... naufraga en nuestros brazos que la llevan a la teta. Entonces comienza a chupar, emocionada. Mueve la cabeza y boquea como si fuera un pez fuera del agua, y una vez que se prende y en su desesperación, emula los sonidos de un chanchito. Se ahoga, se atraganta, tose, le da hipo... La madre se asusta y levanta sus brazos. Mi niña hambrienta tarda pocos segundos en reponerse y vuelve a empezar. Cuando termina queda knout, medio borrachita. Extenuada por el esfuerzo y por todos los movimientos de su cuerpo contorsionado. Entonces la tomo en mis brazos y la ayudo con el provecho mientras su madre descansa, va al baño, toma agua y se prepara para el próximo round que ha de llegar en media hora.
La pongo contra mi pecho, la cuelgo del hombro. Con la mano derecha golpeo su espalda unos 5, 10 minutos. A veces la pequeña explosión tarda en llegar... entonces intento con la posición que más le gusta: boca abajo, con mi brazo izquierdo bajo su panza... Ella se queda tranquila, contemplando la habitación... Finalmente las palmas en la espalda hacen su efecto. El provechito de Victoria es como una gota de alegría, de gracia, de alivio y bendición. Es el eructo de la vida... Luego llega el momento más hermoso. El momento de jugar. Ahora está bien despierta y aún no reclama por más leche. Aún tiene hipo y se está quietita... La acuesto en la cama, reviso el pañal y lo cambio si está sucio... Tomo la guitarra y canto "La vaca estudiosa" o "Canción del jardinero" o "Plantita de alelí" o alguna chacarera o zamba que sale del corazón...
La madre ha vuelto de sus quehaceres y se sienta en la cama para hablarle amorosamente. Se miran a los ojos con profundidad y mirarlas es una de las cosas más bellas. Toco la quena y la flauta, quizás para llamar la atención porque estoy afuera de ese universo lácteo. La constelación de pezones que Victoria busca fascinada. Acerco a la niña a mis ojos. Le hago cosquillas en la boca, hago un ruidito agudo. "PRrrrr" insisto, rozo sus mejillas... Victoria al fin sonríe y el mundo es  maravilloso. La risa de Victoria es el triunfo de la vida. La risa santa nos llena de emoción y felicidad. Pero es breve como un suspiro porque ya comienzan en su rostro, rictus de dolor. Ya comienzan los pucheros, los brazos y las piernas que se agitan... Tiene hambre y el llanto no se hace esperar. La madre la toma en brazos, le habla: "¿Qué pasa mamá? ¿Qué son esos caprichos?"... Como una flecha que da en el blanco, un colibrí que encuentra el néctar, la nota justa de un armonía mayor, la palabra reveladora de un poema inspirado... Dos mundos que se buscan en bendita ceremonia. La boca y la teta se vuelven a encontrar y todo comienza nuevamente... El mundo sigue girando mientras mi niña crece feliz y no existe para ella otra razón que dos inmensos pechos llenos de leche y  amor... Luego vendrá la siesta, los cambios de pañales, algún paseo por el patio y los brazos de los amigos que nos vienen a visitar. Vendrán los brazos de la nona, de los abuelos, los tíos... Vendrán los regalos...  Y más guitarreadas, más canciones de la madre, y música de Mozart, Beethoven... Olerá el jazmín que le acerque a su rostro. Sorteará con distinto humor los baños nocturnos y nos dejará dormir según su antojo. Todo, todo, todo, entre teta y teta, entre mamada y mamada. Su madre tendrá jaqueca, cansancio, dolor de muelas y muchas cosas por realizar, pero hace mucho días que ha dejado de ser persona para convertirse en dos tetas que le duelen, que chorrean leche cuando están llenas.
 Les pone crema de caléndula y las tiene todo el día al aire. (Aún no pusimos la cortina, y tengo que andar subiendo y bajando la persiana para que no la vean)
Mi niña dormirá y nos dejará hacer unas poquitas cosas hasta la próxima ingesta que no tardará en llegar, y la rueda volverá a girar junto a la leche brotando como agua fresca del manantial de la vida.


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