lunes, 25 de diciembre de 2017

Fernanda Olinika

             
Las causas están en estudio  
Fernanda Olinika 

Atardeceres como éste eran muy comunes en la ciudad. Los naranjas y grises se desparramaban  en el cielo destellando luces pequeñas. Desde la tierra se dejaban ver. Cada vez se iban aproximando más, resultaban muy extrañas. Aparentemente comentaban por la radio que una lluvia de partículas entrará en nuestro espacio estelar. Le piden a la población que se resguarden hasta tener en claro que está sucediendo. Calculan que por la velocidad con la que se van acercando, estarán aquí en tres o cuatro horas. Todo era incertidumbre, nadie sabía con certeza que estaba sucediendo. Mirando al cielo, en la oscuridad de la noche, las pequeñas bolas de fuego cada vez más próximas a generar caos. Acá abajo una sensación extraña, pensar a donde se puede escapar, no hay sitio. En la radio había mucha interferencia, perdíamos señal. Pasada la hora invadió el silencio y la oscuridad. Completamente aislados de toda comunicación. Los lugares que podíamos visibilizar dentro de esa profunda oscuridad, solo era de caos. Al rato comienzan a oírse explosiones. En el aire  un perfume muy agradable que  llena cada espacio, no se puede ver pero sí percibir ese aroma intensamente rico. Eso fue lo último que recuerdo. Al despertar, con el amanecer, el sol radiante hacia brillarlas verdes hojas de la frondosa primavera. Y el canto de los pájaros anunciaba un nuevo día. 


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