Las causas están en
estudio
Fernanda Olinika
Atardeceres
como éste eran muy comunes en la ciudad. Los naranjas y grises se desparramaban en el cielo destellando luces pequeñas. Desde
la tierra se dejaban ver. Cada vez se iban aproximando más, resultaban muy
extrañas. Aparentemente comentaban por la radio que una lluvia de partículas
entrará en nuestro espacio estelar. Le piden a la población que se resguarden
hasta tener en claro que está sucediendo. Calculan que por la velocidad con la
que se van acercando, estarán aquí en tres o cuatro horas. Todo era
incertidumbre, nadie sabía con certeza que estaba sucediendo. Mirando al cielo,
en la oscuridad de la noche, las pequeñas bolas de fuego cada vez más próximas
a generar caos. Acá abajo una sensación extraña, pensar a donde se puede
escapar, no hay sitio. En la radio había mucha interferencia, perdíamos señal.
Pasada la hora invadió el silencio y la oscuridad. Completamente aislados de
toda comunicación. Los lugares que podíamos visibilizar dentro de esa profunda
oscuridad, solo era de caos. Al rato comienzan a oírse explosiones. En el
aire un perfume muy agradable que llena cada espacio, no se puede ver pero sí
percibir ese aroma intensamente rico. Eso fue lo último que recuerdo. Al
despertar, con el amanecer, el sol radiante hacia brillarlas verdes hojas de la
frondosa primavera. Y el canto de los pájaros anunciaba un nuevo día.
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