LA BARCAZA
Clausuraron de un golpe las puertas y quedaron apenas las ventanas redondas para que el sol las lamiera en las mañanas. Pero no, sólo la lluvia. Adentro sonidos diversos y ellos. Eran pocos para atenderlos y acostumbrarse a sus modos naturales. Primero fueron plumas las que le tocaron la cara, después un lomo enorme que sintió junto al olor a cueros y al relincho. También rozaban cabezotas firmes y ojos que miraban mansos.
Fue mucho y continuado en días sucesivos. -¿Y el sol?- se pregunta a sí misma, como nuera reciente invitada a acomodar su "yo" en la barcaza.
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