domingo, 7 de septiembre de 2008

RICARDO ALLIEVI


UN HOMBRE DE PALABRA

¡Cómo maneja Cacho!... Se dice interiormente por primera vez.
¿Es un reconocimiento o un remordimiento?... se pregunta.
Lo piensa solo, apoyado un la barra de un bar perdido un la ruta. Pide una ginebra para recomponerse de lo pasado y vivido juntos.
El siempre fue un hombre de palabra, jamás faltó a su promesa y siempre cumplió.
¡Cómo maneja Cacho...! Vuelve a decir en voz alta y se toma la segunda ginebra.
El mozo lo mira y escucha decir eso, pero lo ve solo. Sabe que Cacho está en el baño porque los vio entrar juntos y los observó cuando dejaron la ruta y estacionaron el auto en la puerta.
Se apresta a poner otra copa y deja la botella pensando que, cuando llegue Cacho también tomará una ginebra.
¡Cómo maneja Cacho! El mozo le oye decir otra vez, pero Cacho no viene.
Aburrido sin clientes a esa hora intenta iniciar una conversación mostrando interés en esas palabras de admiración para saber qué pasó. Le pregunta si les sucedió algo en la ruta y recibe esta respuesta: -Otra ginebra... por favor - y le cuenta...
Salimos de Buenos Aires a las cinco de la madrugada. Era una noche cerrada, sin luna, oscura y densa. Al llegar a Dolores empezó a llover torrencialmente. Era una lluvia de espesos flecos de agua. Parecía que iba a caer por mucho tiempo y que no aclararía nunca.
Los limpiaparabrisas empezaron a fallar. No veíamos casi nada. Había mucho tránsito especialmente camiones de carga. Cuando amainó la lluvia, la ruta se cubrió de una densa niebla. Teníamos apuro. Debíamos llegar temprano, antes de las ocho de la mañana para empezar un trabajo muy importante.
La decoración de un hotel. Los dos estábamos nerviosos y alertas. El agua y el barro salpicaban el parabrisas y tapaban el cristal de adelante.
¡Cómo maneja Cacho!... Salvaba todos los obstáculos y los inconvenientes eficazmente... Hasta esa curva peligrosa. Ahí se equivocó. El apuro por pasar a varios autos hizo que traspusiera la línea amarrilla que indicaba no adelantarse. Pisó el acelerador a fondo, llegó a ciento sesenta kilómetros y se lanzó a pasar a todos.
Ahí se equivocó. Estábamos en mitad del avance, en mitad de la curva pronunciada, cuando vimos aparecer de frente, en sentido contrario, un camionazo con acoplado, un Scania que nos advertía el peligro haciéndo nos luces desesperadas. Sentimos que la desgracia se nos venía encima. No podíamos intercalarnos en la fila de ida ni hacernos un lugar en la de vuelta. En la desesperación, creyendo sólo en el accidente y nuestras muertes, le dije:
-Cacho, si salimos de ésta te doy un beso en la boca.
... Y lo logramos con suerte y porque Cacho maneja muy bien...
Y yo soy un hombre de palabra y he cumplido siempre la palabra dada. Estamos acá buscando algo fuerte para salir de la tensión y recuperarnos de lo sucedido.
Por eso repito ¡Como maneja Cacho!
Sirva dos ginebras. Creo que ya vendrá del baño si se aflojó por completo y se recuperó del susto y del chupón en la boca que me salió del alma... porque yo siempre cumplo mi palabra y esta vez lo hice con más ganas.
¡Qué bien manejas Cacho!...Vení, sentate y tomate una ginebra. Te invito para que brindemos por nosotros y no olvidemos lo que nos pasó en la ruta.

No hay comentarios: