jueves, 8 de mayo de 2008

MARCOS RODRIGO RAMOS


LA VOZ DE DIOS

Mario subió al colectivo de la línea 202 y se sentó cerca de la puerta trasera. Observó con disimulo las piernas de la chica que estaba al lado suyo. Colocó el estuche entre sus piernas. Ella le preguntó la hora. Diez menos cuarto. Gracias. Las piernas no eran lo único atractivo en ella. Trató de retener su sonrisa en la memoria y su pelo negro suelto le sugirió la imagen de un ángel. Eso le parecía ella, un ángel educado, puro, limpio. Pensó: "Dios no se olvida los ángeles en la Tierra". La mujer intentó hablarle pero al darse cuenta se levantó rápido descendiendo ocho cuadras antes de donde debía bajar. Se detuvo en la esquina quince minutos para evitar toda posibilidad de encuentro.
Más tranquilo se dirigió a la estación de trenes. Sacó el boleto y ya sentado en el vagón se puso a leer un libro, reconoció en el aire olor a marihuana. Del furgón contiguo apareció una chica alta de pelo mal teñido de rubio, botas altas hasta la rodilla, una camisa blanca casi transparente y un falda demasiado corta. Se sentó frente a él con las piernas cruzadas. Cuando él la miró le sonrió guiñándole el ojo
-Me encantan los músicos, los que tocan batería, guitarra, piano, cualquier instrumento. Mi sueño es que un hombre esté tocando su instrumento para mí sola, y yo frente a él, desnuda, lo esté escuchando. Te aseguro que puedo ser muy agradecida. Eso que tenés, ¿es un violín?.
-Es el estuche de un violín, pero no tiene eso. Hay otro instrumento, bastante parecido.
-¿Qué cosa es?
-Cosa no. Es un instrumento como el violín. Cuando toco, en las notas, en la melodía se puede descubrir la voz de Dios, tajante, poderosa, penetrando en el interior de la persona y liberándolo de todo mal. Si querés te puedo dedicar una canción, en mi departamento.
Ella aceptó gustosa la invitación. Caminaron diez cuadras en Castelar hasta llegar a donde él vivía. De la puerta salió un gato que llevaba una laucha viva de la cola con la boca.
-¿Por qué no se la come de una vez?- preguntó ella con repugnancia.
-A los gatos les gusta siempre jugar con la comida.
Cuando fue a buscar los vasos para darle un trago ella sintió la tentación de abrir el estuche. Él la detuvo a tiempo, en forma amable pero a la vez enérgica.
-Quiero mi canción
-Yo tu cuerpo desnudo.
-Perfecto. Voy al baño. Cuando vuelva quiero mi tema, yo voy a darte lo que pediste. Apagá las luces.
Cuando ella se fue abrió el estuche sobre la mesa. Entonces sacó su instrumento. Viéndolo delante suyo pensó que tenía demasiado de violín, dos en vez de cuatro las cuerdas, el doble filo del puñal. Se colocó detrás de la puerta y cuando ella pasó comenzaron a caer las notas. En la melodía Mario la reconoció, como en las otras veces, tajante, poderosa, penetrando en el interior de ese cuerpo y liberándolo de todo mal, a la voz de Dios.

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