jueves, 8 de mayo de 2008

ALICIA INÉS CHILIFONI

CLARINDA

Pensar que pasé tantos años tratando de ignorarte, y como no podía, te menospreciaba. Hasta llegué a llamarte Aparato, y para peor te apellidé Siniestro, sin sospechar que llegaría un día en que me resultarías indispensable. Pasaba al lado tuyo, y aunque no te importaba, te miraba por sobre el hombro con aires de "quién te necesita". Cuando el desorden se volvió incontrolable, tuve que pedirte auxilio. Me costó convencerte, te resistías a ayudarme. Pero era porque no comprendías mi idioma. Parecía que te vengabas, pero sencillamente no me entendías ni jota; ni yo a vos. Por eso, como no pude descifrar tu nombre, te bauticé Clarinda, porque tenés cara de Clarinda y me gusta que los nombres se parezcan a quienes los llevan. Y bué, ya que la montaña no viene a Mahoma... traté de aprender tu lenguaje, por lo menos lo básico. Para recibir, primero hay que dar; y si al fin no recibimos nada, seguir dando. Pero al fin lo logré. Me dejaste todo ordenadito y encuentro todo rápido. Porque siempre estoy apurada, no sé para qué, pero así soy. Así que tengo que pedirte perdón y darte las gracias. Pero, siempre hay un pero, te pediría que te moderes. Consumís demasiado, y cada vez más. Por si no te enteraste, se triplicó el precio de los insumos. Está bien que con sólo apretarte algunos botones tengo una editorial en casa, pero tampoco es cuestión tragar tanto papel y tanta tinta. Moderate, Clarinda, mo-de-ra-te.

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