CAPERUCITA NEGRA
La palabra es de ocho letras pero tiene tres consonantes, es un molusco de las Indias Occidentales, es la última que me falta, hace una semana que estoy preguntando y nadie sabe, no lo puedo terminar y ando con esto de un lado para otro. No sé, nunca hice crucigramas, bueno, voy a tratar, pero no le aseguro, capaz que la pego. Mirá, ya llamé a ese muchacho que es periodista, sabés que siempre estamos cambiando revistas usadas, él es campeón en eso, pero no la sabe, vos que estudiás esas cosas seguro que te va a ser fácil.
Empujó la frazada deshilachada con que se envolvía las piernas y se levantó. Es gracioso, desde que descubrí los crucigramas, no puedo dejar de hacerlos y tengo que terminarlos porque es algo que me pone muy nerviosa. Mirá éste, lo tengo hace casi dos meses, es una sola palabra y no hay nadie que me la pueda decir.
Revolvió unas bolsas de plástico ajadas y sacó una revistita rasgada y llena de tachones. Aquí está, a lo mejor vos sabés, vos que sos tan inteligente. Bueno, no sé, es que tengo que terminar de arreglarle la puerta que está electrificada y ya son las dos. Sí, pero esta palabra, seguro que la sabés. Y la uña negra me señalaba tres cuadraditos vacíos en una hoja arrugada. Mirá lo que dice: "lo más inútil y despreciable de cualquier cosa". Qué podrá ser, y lo peor es que tiene dos vocales juntas al final, es raro, nunca me encontré con una palabra así, no me coincide con la zeta de la primera vertical, porque pensé en trasto, pero no me entra, resto, tampoco, sobra, ves, ninguna tiene dos vocales seguidas. Pero tengo que arreglar la puerta, es peligroso. Bueno, ya lo vas a hacer, no te preocupes, mirá, mirá si no es difícil. Si, claro, difícil, es que me tengo que ir a ver otro cliente y si alguien toca el timbre, aunque no suena, puede pasar algo serio. No, si aquí no viene nunca nadie. Antes cuando daba clases de francés, venía mucha gente, todo el mundo quería en esa época saber francés y yo tenía muchos alumnos y salía a dar clase a colegios muy importantes, mucha gente que debe estar paseando por París fue mi alumna. Yo amaba el francés, y hasta me gané una beca, era en la época de la posguerra. En serio, pregunté. Si, yo soñaba con entrar a París sentada en el capó de los camiones de los aliados que entraban a la ciudad y la gente que los esperaba con banderitas y pocas chicas tenían medias de seda. Si querés te canto la Vie en Rose, me sé todo el repertorio de La Piaff. Quién es ésa, dije. No puede ser que no conozcas a la Piaff, vení que te la voy a hacer escuchar. No, pero la puerta... la palabra... no quería que vea si conozco la palabra, y me tengo que ir, además. Si, ya sé.
Prendió la luz en un rincón del cuarto, una luz dulzona de mostacillas de colores y las pupilas verdes me señalaron un aparato que no conocía, era la vitrola. Puso música. Esta es La Piaff, vení a bailar. El batón floreado se estiraba en el vientre. Es que se hace tarde. No, si son las tres. Bueno, pero una sola, no le puedo dejar la puerta así, es peligroso. No, si no se va a morir nadie, me dijo, y me agarró y el olor a sueño viejo me mareó. Aquí vivió mucha gente, así como lo ves, y la Piaff que ahora conozco nos mecía en la penumbra. Esto es música, no las porquerías que se escuchan ahora. Bueno, hace un tiempo que dejé de escuchar radio, se me rompió y para lo que sirve, estoy mejor así. El hálito intocado como una garra en la garganta. Sólo veo la novela. No me la pierdo. Después hago palabras cruzadas.
Terminó la música y me solté. Ahora voy a ver la puerta. No, primero mirá si me encontrás la palabra. No sabés como me gusta escribir, hace poco descubrí que yo debería haber sido periodista. Se acercó a la puerta que daba al patio y entreabrió un postigo, la tarde intentó entrar con poco éxito. Pero te voy a dar un café, no podés ir a trabajar sin tomar un café, quedate aquí. No, si puedo empezar ya, voy a ver donde están los fusibles. No, antes, un café. Yo estoy acostumbrada a los buenos modales, quedate aquí. Me miró como si yo fuera traspasable e inmaterial y sentí un malestar difuso. Quedé solo, rodeado de polvo, revistas apiladas, marcos ovalados con señores de bigote y mirada asombrada y no sabía como salir.
La puerta estaba tan cerca y para mí tan lejos. Pensé rápidamente cómo adivinar la palabra para poder irme, pero no se me ocurría nada. Creía que estaba pensando. Entró arrastrando flacideces y hablando en francés, me extendió una taza, sonrió como una niña vieja y me estremecí.
Lo que estaba recitando era Rimbaud, me dijo, pero mejor es Baudelaire, lo tenés que conocer, escuchá esto. Pero, ya son las casi las cuatro. Sí, pero no te vas a ir sin tomar el café, además, no puede ser que hayas vivido hasta ahora sin conocer a Baudelaire. Desató a recitar en francés, la puerta cerrada a sus espaldas y el postigo otra vez aplastando la cortinita color té, y la luz confitada de mostacillas. Y yo parado tomando un café de olor extraño y sabor ácido. No me atrevía a despreciarlo, ella mandaba con los ojos. Terminó el recitado, que no entendí. Te voy a contar por qué yo debería haber sido periodista y no profesora. Bueno, pero otro día... yo vengo con tiempo... Pero si es sólo un minuto, escuchame bien. Otra vez una historia. Yo no me podía concentrar y quería salir, pero ya sabía que la puerta estaba electrificada porque ella me lo había avisado y para poder entrar hice un puente y pasé. Ahora no encuentro mis herramientas, estoy mirando y no las veo, quiero abrir la ventana, ella no se mueve... y entonces me fui a los diarios y llevé una nota... tengo que salir ... mirá en ese rincón vas a ver la carpeta, tengo todo, me llevó nueve años... Me tengo que ir, me parece que me estoy enfermando, tengo miedo... Miedo de qué ... la puerta, no se puede pasar ... Que te puede hacer una señorita como yo, creo que no estás bien, vení, recostate aquí. Apartó unas cubiertas manchadas y me desplomé. No recuerdo cuanto tiempo. Ella seguía hablando en la luz acaramelada... y ellos se asustaron... se creyeron que yo soy ingenua... uno de ellos está preso... hay otro que tuvo un infarto cuando fue descubierto... me lo dijo la señora del carnicero ... Y el sueño que no me deja levantar... hace un tiempo, no lo recuerdo vino un muchacho como vos, era rubio, buen muchacho, arreglaba lavarropas, pobre... descansá... tampoco sabía la palabra... y lo tengo que terminar porque cuando no termino un crucigrama me pongo muy nerviosa.
*Lulú Colombo. Escritora. Primer Premio Nacional de Creatividad en Prosa de la Secretaría de Cultura da la Nación por “Encrucijada y otros cuentos”. 2004. Autora de “Protextos”. Poesía Social. 2004; “La coreografía de los Mares” .2002. “Haycus”. 2003. “Gente de tierra, de agua y de aires”. 2006.
Premio “Cuentistas Rosarinos”. 1998-1999-2000. UNR Editora. Universidad Nacional de Rosario. Premio UNL Conmemoración Aniversario de la Facultad de Química. 1999.
Premio “Cuentistas Rosarinos”. 1998-1999-2000. UNR Editora. Universidad Nacional de Rosario. Premio UNL Conmemoración Aniversario de la Facultad de Química. 1999.
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