SÓLO SUYO
Néstor llegó varios años después del casamiento de sus progenitores. La pareja ya había abandonado la búsqueda del hijo que se les negó durante tanto tiempo.
La realidad indicaba que ambos estaban en edad de ser abuelos, pero la vida los ubicó en el punto de partida de la ardua tarea de ser padres y a ella se abocaron con infinito amor.
Osvaldo estaba encantado de que hubiera nacido un varón y de inmediato lo hizo socio de Boca Juniors, el club de sus amores, y ni bien se lo permitió la edad del hijo, lo inició en diferentes disciplinas deportivas.
Así fue que el pequeño jugaba al fútbol, practicaba tenis y natación. Más tarde le tocó patinar y jugar al voley.
Lo anotaron en una escuela bilingüe, porque decían que saber inglés era fundamental y por supuesto, antes de que aprendiera a leer, la computadora ya estaba instalada en su cuarto.
Los años fueron pasando, Néstor crecía fuerte y sano. Era dócil y disfrutaba de la intensa actividad que sus padres programaron para él, a pesar de que nunca lo habían consultado en nada.
Era apenas un adolescente y cada noche al acostarse, cerraba los ojos y el deseo se aproximaba, al principio tímidamente, pero, poco a poco, lo fue haciendo con más fuerza.
Se ubicaba siempre en distintos escenarios, aparecía serenamente llevando su saxo, lo tomaba con ambas manos y surgían de él las notas que iban desgranando hermosas melodías.
Se entregaba a ellas con placer y sentía cómo esa música le acariciaba el alma. Así se dormía y al día siguiente una amplia sonrisa iluminaba su rostro, su deseo seguía vivo y era cada vez más intenso.
Nunca se permitió comentarlo con nadie, era suyo, le pertenecía y decidió atesorarlo secretamente, no compartirlo, seguir disfrutándolo con egoísmo.
Néstor llegó varios años después del casamiento de sus progenitores. La pareja ya había abandonado la búsqueda del hijo que se les negó durante tanto tiempo.
La realidad indicaba que ambos estaban en edad de ser abuelos, pero la vida los ubicó en el punto de partida de la ardua tarea de ser padres y a ella se abocaron con infinito amor.
Osvaldo estaba encantado de que hubiera nacido un varón y de inmediato lo hizo socio de Boca Juniors, el club de sus amores, y ni bien se lo permitió la edad del hijo, lo inició en diferentes disciplinas deportivas.
Así fue que el pequeño jugaba al fútbol, practicaba tenis y natación. Más tarde le tocó patinar y jugar al voley.
Lo anotaron en una escuela bilingüe, porque decían que saber inglés era fundamental y por supuesto, antes de que aprendiera a leer, la computadora ya estaba instalada en su cuarto.
Los años fueron pasando, Néstor crecía fuerte y sano. Era dócil y disfrutaba de la intensa actividad que sus padres programaron para él, a pesar de que nunca lo habían consultado en nada.
Era apenas un adolescente y cada noche al acostarse, cerraba los ojos y el deseo se aproximaba, al principio tímidamente, pero, poco a poco, lo fue haciendo con más fuerza.
Se ubicaba siempre en distintos escenarios, aparecía serenamente llevando su saxo, lo tomaba con ambas manos y surgían de él las notas que iban desgranando hermosas melodías.
Se entregaba a ellas con placer y sentía cómo esa música le acariciaba el alma. Así se dormía y al día siguiente una amplia sonrisa iluminaba su rostro, su deseo seguía vivo y era cada vez más intenso.
Nunca se permitió comentarlo con nadie, era suyo, le pertenecía y decidió atesorarlo secretamente, no compartirlo, seguir disfrutándolo con egoísmo.
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