lunes, 24 de noviembre de 2014

Marta Becker









Animas Traviesas   
Marta Becker

El enorme edificio de tres plantas ubicado en la esquina de Independencia y Rincón había sido a principios del siglo XX un hospicio donde iban a parar los locos, los desvalidos y algunos detenidos políticos, cuando no se sabía dónde ubicarlos.
Era una mole gris, cuadrada, con ventanas enrejadas y el arquitecto que la construyó no puso ningún esmero para que parezca algo bello. Carecía de todo estilo arquitectónico y era evidente que se levantó con un solo fin, albergar almas perdidas.
La historia que pasó por tres generaciones cuenta que una noche un loco, en un arranque de ira, comenzó un fuego en la lavandería. El incendio se propagó al resto del edificio. Como la unidad de bomberos no estaba bien organizada en esa época, no alcanzaron a apagar rápido la combustión y murieron calcinados casi todos los internados.
La propiedad fue cerrada por las autoridades y quedó todo abandonado.
Desde ese momento quedó en la leyenda que las ánimas de los  fallecidos en la tragedia circulaban por el edificio huyendo de las llamas. Durante años surgieron testimonios de vecinos que aseguraban escuchar durante la noche risas y cantos mezclados con gritos de dolor. Nadie pudo nunca confirmar la veracidad de estos dichos, pero cuando la gente andaba por la zona, se cruzaba a la vereda de enfrente para no pasar delante del edificio, temerosos de oír las voces.
En varias oportunidades se declaró en el inmueble un principio de incendio. Los habitantes de las casas vecinas llamaban a los bomberos, que acudían presurosos para combatir el siniestro, pero cuando llegaban ya no había rastros de fuego, ni siquiera restos de cenizas calientes como señal de que se había apagado.
La hipótesis que esgrimían los servidores públicos era que quedaban restos del fuego que prendían durante la noche algunos vagabundos que pernoctaban en el viejo edificio y que lo abandonaban durante las mañanas.
Cada vez que los bomberos se retiraban, las ánimas estallaban en carcajadas mientras esgrimían en sus manos fósforos encendidos como si fueran velitas de cumpleaños. Se sentían felices como los chicos cuando hacen travesuras, conscientes de que está mal pero son divertidas.
El último aviso de incendio ocurrió en la Nochebuena de 2011. Los vecinos llamaron a los bomberos, pero éstos estaban tan ocupados apagando los fuegos producto de los festejos que cuando llegaron a la casa las llamas ya habían consumido lo que quedaba del inmueble y se produjo el derrumbe.
Sólo quedaron escombros, pero los que presenciaron el siniestro aseguran que vieron una columna blanca que comenzó a elevarse en forma de espiral mientras escuchaban llantos y voces de lamento.
No muchos creen en esta historia, pero los pocos que lo hacen sugieren que si alguien tiene una propiedad abandonada esté muy atento a los acontecimientos y a los fuegos, ya que las ánimas traviesas están en la búsqueda de un nuevo hogar.

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