Antología de
cuentos cortos
El gato
Julia
del Prado
Toc toc toc suena la aldaba y en esa casa inmensa,
deteriorada por el tiempo, sólo queda como habitante el gato de la abuela, un
gato gordo, inmenso que debe tener como 50 años. Ha tenido más de siete vidas y
como única compañía tiene un espejo.
Toc
toc toc vuelve a repicar la aldaba, el gato raudo intenta abrir la puerta, pero
se choca con el espejo y queda atrapado dentro de él, se le ve como a Walt
Disney le gusta; con las manos en alto, en la mano izquierda una pistola a lo
cowboy y con sus patas abiertas.
Permanece
así con una sonrisa siniestra
Quería escribir
Eduardo Coiro
Él necesitaba escribir.
A
primera hora, cuando los zorzales cantaban a la primavera. Mientras su mujer e
hijos dormían...
Él
quería escribir.
Hasta
la media mañana al menos, cuando empezaba a escuchar a su mujer que protestaba
desde la cocina:
-“A
la carnicería hay que ir con plata”.
-Seamos
vegetarianos y felices –le contestaba a los gritos desde la habitación.
No
tuvieron que cazar para comer perdices.
Ni
dejaron de ir a la carnicería.
Ni
fueron felices.
Él,
no escribió nunca más.
Siempre tarde
Hebert Poll Gutiérrez
-Tarde otra vez -dice enojada la galaxia al
cometa Halley, quien se demoró casi setenta y seis años en llegar al Sistema
Solar.
-Cómprame
una nave espacial y verás -contesta él.
Parece
que la Galaxia no tiene presupuesto para comprar naves espaciales. Han pasado
millones de años y Halley… sigue llegando tarde.
Nihilismo
Julio Carabelli
No
creo en el Hombre definitivamente no creo en él y pienso que de existir vida en
otros planetas el ser humano es una seria amenaza para cualquier tipo de
civilización por eso es que nunca cuchara de madera y no le estreché la mano al
viejo sauce que recibía a la gente en la entrada del subte bajándome del
colectivo decidido a terminar con Mabel quien a pesar de saber que jamás iría
me tenía preparados los barbarismos y mi pantalón favorito con el cual
terminada la escasa cena entré a la universidad para que mis degradados alumnos
supieran cómo salir de allí en bicicletas de silencio para tapar con un gran
cristal el cuerpo degollado de Mabel.
Discusión entre clavos
Luis Alberto Taborda
Dos
clavos discutían acaloradamente entre ellos para saber qué cosa era más importante
en su anatomía, si la cabeza o la punta. No se ponían de acuerdo y en eso
estaban cuando intervino el martillo y con sendos golpes soberanos enterró a
ambos, firme y definitivamente, en la gruesa tabla en que estaban apoyados.
¡Si
me hubieran consultado, vociferó el martillo torpemente, hubiera dicho que para
mí la parte más importante de un clavo es el cuerpo, ya que permite que la
fuerza de un buen martillazo se propague íntegra y total de un extremo a otro!
El funeral
María
Fabiana Calderari
Hacía apenas unas horas que me sentía mejor.
Decidí, por fin, no estar ausente en el funeral.
Cuando
llegué, el olor nauseabundo de las flores de la sala y la muchedumbre entretenida
y atribulada casi me hizo regresar. Con interminables pasos llegué hasta el
féretro. El muerto estaba solo, pálido, frío, desconocido.
Me
di cuenta que en la mano derecha tenía el anillo inconfundible de mi padre. No
pude llorar mi muerte, me sentía mejor.
Magia
Antonio Cruz
"Ahora sacaré un conejo" dijo el
mago tocando la galera con su varita mágica pero no salió ninguno. Como quería
saber lo que ocurría se metió dentro de ella. Desde aquel día, un conejo
recorre el mundo sacando magos de una galera.
Los ojos culpables
Ahmed Ech Chiruani
Cuentan que un hombre compró a una muchacha
por cuatro mil denarios.
Un
día la miró y echó a llorar. La muchacha le preguntó por qué lloraba; él
respondió:
-Tienes
tan bellos ojos que me olvido de adorar a Dios.
Cuando
quedó sola, la muchacha se arrancó los ojos. Al verla en ese estado el hombre
se afligió y le dijo:
-¿Por
qué te has maltratado así? Has disminuido tu valor.
Ella
le respondió:
-No
quiero que haya nada en mí que te aparte de adorar a Dios.
A
la noche, el hombre oyó en sueños una voz que le decía:
-La
muchacha disminuyó su valor para ti, pero lo aumentó para nosotros y te la
hemos tomado.
Al
despertar, encontró cuatro mil denarios bajo la almohada. La muchacha estaba
muerta.
Somos testigos
Maritza Álvarez
Dirás
que son árboles viejos…que su corteza no permanece. Se caen y doblan de a poco.
Se secan al sol en una espera sin sentido, en el ocaso implacable de sus vidas.
Podrás pensar que son como hojas que en el otoño amarillan, marchitan y otras
cosas que no quiero decir.
Y
ellos lo hacen, es cierto, frente a nuestras narices, aventuran la última
posibilidad en las postas de los hospitales, donde se están apagando de a
cuatro por semana y contando…
En
nuestros barrios, solos (qué pocos saludos tienen los viejos!)…
En
alguna pieza al fondo, muy al fondo de la casa de sus hijos, duermen sus
tristezas, se relegan a la incomprensión, se confinan a la vida sin razón.
Hemos internado en el patio trasero a la edad de la supuesta serenidad.
Dirás
que la cordura no es precisamente su fiel compañera…que sus historias cansadas
y repetidas hasta fastidiar los corazones, ya no puedes ni quieres escuchar…
Sector
vejado por nuestra sociedad, casi parias sin derechos, que suplican los pesos de
la jubilación, para pasar un día más.
Una
espera más, en las postas sucias y miserables de nuestra conciencia de “humanidad”.
Azar
Walter Rago
Él creyó ver a su mujer entrando a un hotel
con otro hombre. Cuando recuperó la capacidad de pensamiento, comprendió que,
para ser justo, motivos no le faltaban. Enfermo de trabajo, en los últimos
tiempos la había ido abandonando.
Ella
nunca supo, que el maravilloso y repentino cambio en su vida de pareja, debía
agradecerlo a un azaroso cruce y a una tarde de sexo de una desconocida (aunque
con un corte de pelo idéntico al suyo).
El sanador y los matadores
Rubén Vedovaldi
Un brujo de la selva curaba enfermos de
tabaquismo por sugestión.
Viendo
mermar sus ganancias, la mayor tabacalera intentó disuadirlo por soborno pero
el brujo resultó insobornable.
Entonces
intentaron matarlo pero sobrevivió a todos los intentos de asesinato y siguió curando
fumadoras y fumadores.
Una
Asamblea General de Naciones Unidas lo declaró enemigo de la humanidad, pero el
brujo ni se enteró y siguió curando. Cuando ya no quedó un solo enfermo de
tabaquismo ni fumador pasivo, el brujo intentó curar a los enfermos de
armamentismo belicista, pero murió de viejo sin lograr curar a ninguno.
El harén de un tímido
René Avilés Fabila
Como temía decirles que no, opté por conservar
a todas las mujeres que he amado.
Misterios del tiempo
Alejandro Jodorowski
Cuando
el viajero miró hacia atrás y vio que el camino estaba intacto, se dio cuenta
de que sus huellas no lo seguían, sino que lo precedían.
La decisión
Joan Mateu
No lo decidió de golpe ni a causa de una
reacción visceral. Fue una decisión tomada después de mucho tiempo de ponderar
los pros y los contras. Había llegado el momento de llevarla a la práctica.
-
Salgo un momento, voy a por tabaco - dijo despidiéndose de las demás.
Sabían
que no volverían a verla, era la tercera que hacía lo mismo y la vieron salir
sintiendo algo entre tristeza y envidia.
En
cuanto salió, las cerillas se acostaron más anchas, con cuidado de no rozarse
cabeza contra cabeza, ocupando todo el fondo de la caja.
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