Indiana permanece …
Temblaba su adolescencia en el latido de su pecho, mientras su mirada agreste reconocía los frutos que apretaría sobre su rostro en un intento de mejorar su piel.
Nada
hubiera embellecido más a Indiana que las naturales secuencias de su vida.
Cuando nos
hundíamos en la densidad de la noche una suelta de pasiones humedecía la
tierra.
Indiana
tierra. Y luz en las sombras.
Yo quería
demostrarle superioridad y le hablaba de cosas desconocidas por mí: del hossu,
por ejemplo; ella decía -¿qué …? -Yo le respondía, agrandado: -un instrumento
para espantar mosquitos, que usaban los monjes zen- Ella, con naturalidad,
golpeteaba su brazo dejando la huella de un mosquito muerto.
En mi
fantasía, ese insecto había muerto por amor, borracho de sangre ardiente que
suplicaba pasión.
La selva
no me asusta, me dijo una vez.
¿Y los
hombres?, pregunté modulando mi voz de flauta.
Ustedes
no, fue su respuesta suelta de cuerpo. Luego de unos instantes, aclaró: -pero
ellas sí.
-¿Quiénes?
-Las de
uñas rojas y sandalias trenzadas.
Y su
mirada atravesaba misterios.
-Hablame
de ellos -dijo un día.
-¿Quiénes?
-No sé,
los monjes.
Ahí
apareció mi gran imaginación que mezclaba el recuerdo de algún hayku, escuchado
alguna vez, con el aroma del té rojo, que nunca bebí.
Entonces
Indiana me sorprendió diciendo: "En otra vida fui geisha, mis perfumados
kimonos dejaban asomar mis pies danzantes; Yashiro se enamoró de mí pero mi
cultura impedía que yo mostrara toda mi pasión.
Éramos
felices hasta que llegaron ellas, 'las otras'.
Sus uñas
rojas y sus sandalias trenzadas dejaban marcas en Yashiro. Esas escenas me
provocaban temor y decidí hablar con la mujer de la luna nueva; ella me habló
de 'las otras' y sentenció que destruirían a mi amado. Yo debía irme en
silencio, me dijo. Y me fui. Anduve siglos pero aún les temo".
Ahora sé
que nunca comprendí a Indiana, yo sentía que su fresca ignorancia me apasionaba
y no sé, verdaderamente, cuándo comencé esa relación con Juana y Daniela.
Juana
tiene las manos tan bellas que te olvidás de mirarle la cola, sus uñas
almendradas y rojas son un incendio de ceibos en flor.
Daniela
baila reggaetón con sandalias; aunque después de la fogosidad trenzada de sus
sandalias, continúa el baile descalza.
Fue una
locura de flaco loco, la mía.
Me casé
con Indiana, aunque …
Indiana
permanece, como un monolito que se quedó sin Dios.
1 comentario:
Gracias por la difusión.
Va el abrazo rosarino
Betty Badaui
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