martes, 18 de agosto de 2009

HÉCTOR CEDIEL


CARTAS DE AMOR DE UN ENFERMO DEMENCIALMENTE LOCO
Dedicado a ISABEL TORO "ISATOLUP"

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Soy un animal enamorado por el vino de las estrellas; un demente enfermo de locura y amartelado al aroma de tu piel; me has acompañado como la lepra durante un rico manojo de años. Se que te han herido algunos versos, pero muchos te acompañarán durante como las sombras de las largas jornadas, así solo haya sido un accidente en tu historia. Mi alma conoció contigo la claridad y la magia de la demencia carmín de los sueños, en una modesta y solitaria habitación, que ya llevo grabada para siempre en mi corazón; alquilada a extraños forasteros, a medrosos pasajeros que siempre ingresan sin más equipaje que los disfraces que llevan puestos… nómadas siempre sin un rumbo por destino… solo deliran sus pasos errabundos… como el cansancio de las huellas que dejan estampadas el dolor y el desencanto los enfermos mentales, por los pasillos de los sanatorios… Revoloteamos como caballos de fuego y te amé de rodillas… y te amé así o asa en silencio y te adore con palabras soeces. Me conmoviste con embarazos indescriptibles y culilleros; atemorizantes como todos los compromisos no deseados con el futuro; y sin embargo, te seguí jineteando como a una ardorosa sierva salvaje. Te resucité como a una sonata muerta; bramamos como animales retozando o como las ramas de los árboles otoñales o las alas de las mariposas cuando se abren al abandonar las crisálidas; como un glúteo furioso cuando ansía ser empalado y escarmentado por la saliva del fuego; o los labios vaginales al rendirse sin capitular al deseo. Tus sentimientos de mármol, pudren al verde de mis risas; me he impregnado con la alegría de los pájaros, con el musgo de las llamas virginales de las durmientes que en la oscuridad se ensalvajan. Me ha derruido el silencio del amor; florece la tristeza como el amarillo de una tarde de invierno, cuando el dolor no es más que una sonrisa loca, extasiada por las mentiras piadosas que intentan en vano mitigar el daño. El fin solo nos muestra el rostro otoñal de la vida que se escapa como una rata murte acobardada por la vergüenza. Ya no eres la mujer bella y apacible que conocí; siento apagado el fulgor de tu pasión y sin sentido tus ligeros azores... esas necedades que devastan mi deseo por ti.

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Escucho la voz de una sociedad inexistente; de una decadencia que se empina sobre el estiércol para comprender al odioso lenguaje, de una sociedad muda o que se acobarda frente a la agresividad de los malandros murtes. Nadie es maestro de nadie, porque todos a nuestra manera, tenemos que aprender de nuestros errores y aciertos; nos seduce el paganismo que brota de un absurdo pragmatismo, que crea dioses a su conveniencia y realidades que se engendran del delirio desbocado, de las pasiones de aquellos rebaños que piensan con un cerebro seco, un cerebro que desconoce el canto de los pájaros y la música melodiosa de las tempestades místicas del viento. La naturaleza engendra versos que brotan del oscurantismo que intenta descifrar los conceptos de los jeroglíficos y de los absurdos crucigramas de los pensamientos de las sensaciones, que rompen los esquemas de la lógica de los discursos y de esa morbosidad con la que el pensamiento, hila los eslabones que conectan a los sentidos con el absurdo de una realidad que delira, con el fulgor invernal de los arreboles del verano o de los neurotransmisores cuando se excitan con las caricias de las feromonas, cuando se deslizan sobre sus genitales raptando.
Cuestiono la ceguera de los sentidos que intentan descifrar a su manera, los versos de ese dulce paganismo que nos reduce a casi todos, a aprendices de orfebrería, a neófitos novicios en el arte amatorio de la seducción. Es curioso que un verso encierre tantas interpretaciones o facetas como los visos que deslumbran, a las interpretaciones del pensamiento. Un cuerpo vestido, encierra a un alma castrada, fosilizada, emparedada por un doloroso desasosiego que la desnuda; un cuerpo desnudo, regresa al naturismo puro, a la esencia más franca, real y auténtica

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Más que un vaticinador que ve o imagina el futuro; que un profeta que pregona lo que sucederá con una seguridad casi fanática y sin dudas… que un mago que saca de la manga soluciones fantásticas… o un vidente que no sabe como explicar lo que sucederá… o como un pronosticador que deduce… que cree en formulas o procesos… en hechos que responden a patrones o comportamientos… a formulas por lo general científicas… o brujos y hechiceros que embaucan con el miedo que inspiran a sus diezmadores… un vate analiza o dispone de su lucidez al servicio de lo que ve, de lo que vive, de lo que toca y le estremece. El escribano auténtico tiene que consumirse dentro de su propia realización, dentro de ese holocausto, donde hay que ser victima y victimario. No importa pensar ni ser pensado; simplemente hay que desenmascarar a ese Dios que hemos enmascarado, disfrazado, creado y manipulado a nuestra imagen
y semejanza, así nuestros espíritus sean vacíos y carezcan de una razón de ser. Todos fingimos o somos frutos de lo inauténtico; importamos y usurpamos dones, cualidades, imágenes, huellas y a veces, hasta absurdos gritos de otras culturas. Todas las respuestas que se logran como un proceso cognoscitivo o de aprendizaje, pueden ser erradas; nada es nada y sin embargo, lo puede ser todo para algunos, por más que nos despersonalicemos. A veces admiro el valor de las enseñanzas que nos deja la sabiduría empírica de la locura; solo la locura desciende hasta el infierno para desenredar las huellas de ese animal que produjo la naturaleza humana o esos bastardos murtes que afloraron del alcohol del detritus, para desafiar el poder de las palabras; somos engendros divinizados por el ego; somos hijos adoptados por el alter ego, somos ese extraño que no reconocemos, cuando nos desnudamos frente al espejo como una manimota enmonada parodiando a las damas de las callejuelas. El desasosiego es un delicioso delirio; se que todos fingimos realidades y sentimientos, para engendrar versos conjugados por las deducciones lógicas de un azar dadaísta, que nos construye a la vez una realidad surrealista, para que soportemos sin pensar en el suicidio a esta absurda realidad. No es fácil sentir, la calidez de las llamas del desencanto absoluto que nos deshilacha como a la lepra, que nos arranca con sus colmillos las ilusiones, los sueños o esa mutación que nos permite ser la interpretación absoluta de los pensamientos.

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Para nadie es fácil desdoblarse como una sombra sobre el blanco de una hoja oscura. Existe un gran desencanto en las almas que no encuentran una razón lógica o lúcida como un cuadro abstracto, que justifique el sacrificarse dentro de un cuerpo transeúnte. Solo las demencias auténticas, nos permiten confrontarnos con nosotros mismos. No me interesa sostener la música en los tonos de los versos, que nos permiten conocer los pensamientos de un alma que debe existir y aceptarse como una realidad lógica, como algo real. Los versos cuando se fatigan, ellos mismos se apagan; se borran como huellas grabadas sobre el azul de los arenales de los desiertos rojos. Las arboledas en los desiertos son una ilusión perfecta de un mar banal de colores alucinadores; de esa vida que nos finge que nos pertenece y que esta a merced de las necedades, de nuestra mal criada voluntad consumista y facilista. No somos más que animales que sentimos y pensamos cuando rumiamos como omnívoros, mares de palabras y conceptos, que se supone que nos culturizan. El hombre desencantado, siempre ha pensado más que un hombre feliz; un hombre feliz pierde la visión o desproporciones de la realidad; un hombre feliz solo ve lo que le interesa ver y es más invidente, que un ciego testarudo. No importa que los pensamientos se confundan con las ideas; creo en la lucidez automática de las palabras que se expresan o que simplemente escapan, cuando abrimos las ventanas de las jaulas, que impiden que las cosas sean tal como son o deberían ser. Jamás el hombre había vivido más apresado entre rejas invisibles o espacios amurallados, que hoy en día. No me importa desconocer las respuestas, que puedan descifrar los rasgos de las ideas; lo importante siempre es la cosa, porque tenemos que aprender a ver al mundo tal cual es y desnudo, sin aspavientos o vergüenzas bizantinas; así como a las personas, porque desnudas se capta su esencia pura, sin permitirle pensar o sonreír a nuestros sentidos, con una malicia perversa; es diferente desnudarnos a desarroparnos o simplemente desvestirnos… el hombre tiene que redescubrir la magia y el encanto del naturismo… debe ir y sentir a la naturaleza como parte de ella, acariciarla, tocarla… compenetrarse… tenemos que asumir nuestros compromisos como Ángeles de luz… ante todo somos vates y como tales tenemos que vaticinarle al viejo hombre, las opciones para que sea feliz, si desea salvarse; salvarse o ponerse a salvo, no es simplemente sobrevivir… es vivir con plenitud la vida… debe derrumbar esos muros o esas cárceles invisibles, que le han impedido ser él mismo… los invito a visitar la revista virtual NUDELOT, para conocer un poco de la luz del naturismo… El Loco

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No es fácil despojarnos de los mojones que estacan a los conceptos que empalizamos, como una incultura acondicionada por los preconceptos, que crean universos utópicos, ensueños nihilistas, fantasías místicas que le temen a los conceptos acondicionados por el prejuicio obsesivo de los ciegos; siempre intentan interpretar, lo que no conocen o dominan; que intentan ponerle voz, al silencio de las cosas o a los mismos pensamientos de los silenciosos taciturnos; no es aprender a ver, sino ver para poetizar y después si se puede ver a medida que se poetiza. La palabra evoluciona y crece cuando germina. El desasosiego más que ser el pensamiento de un mar de desencantos, debe permitirle ver al ermitaño, al asceta que piensa y es maldecido por no compartir la oscuridad de su cueva. Las sombras se convierten en cuervos, en buitres carroñeros que le arrancan con sus garras los ojos a la naturaleza. Una naturaleza sin ojos, ve con más amor a los hombres que la ultrajan, que la violan sin goce, sin la magia de ese placer libidinoso, sensual, amoroso… o inclusive ese éxtasis cuando nos masturbamos… por ser para muchos la única opción de felicidad e intimidad. No es fácil aprender a sentir y a enamorarnos sin sentimiento; un sentimiento sin emociones ni estremecimiento, es frío y seco como el cadáver de un sin sentido; que se burla del sentido que debe tener el fuego, como elemento básico de vida. Si no nos pertenecemos a nosotros mismos ¿Por qué permitimos que nos agrupen en rebaños o en colectivos y un solo camino, como opción de única de vida? El desencanto absoluto, siempre termina por engendrar guerras; conflictos absurdos que brotan de esa paz que desespera, que angustia, que enloquece y parece ir contra lo lógico o racional de la vida; que nos rompe los nervios y nos destempla el sosiego o esa absurda felicidad que hastía y nos patea los testículos. Amén y ámense… pero primero aprendamos a desnudarnos completamente frente a la vida y frente a las personas con un corazón limpio…

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