domingo, 26 de marzo de 2017

Ariel Félix Gualtieri

ESTO ES UNA SEÑAL  
Ariel Félix Gualtieri

Como ocurre con otros trastornos mentales, las personas que padecen este desequilibrio poseen una visión distorsionada de la realidad. Pero además, estos individuos son capaces de crear, dentro de la realidad ficticia en la que se desenvuelven, diferentes mundos ilusorios en los que no se vinculan directamente, sino que contemplan como si fuesen espectadores.
Este desorden puede pasar inadvertido fácilmente. De hecho, se piensa que algunos individuos llegarían a sufrirlo durante toda su vida sin ser descubiertos. De ahí que en el lenguaje popular se lo conozca como “locura escondida” o “locura guardada”. Esto se debe a que, salvo por raras excepciones, los sujetos que lo padecen no manifiestan señales externas de desequilibrio. Algo que logran gracias a su particularidad –ausente en individuos “normales”– de creer que están llevando a cabo determinada acción, cuando pueden estar realizando otra completamente diferente. Pero además, también consiguen almacenar los recuerdos de ambas acciones en su memoria. Sin embargo, en su conciencia sólo permanecerá el recuerdo de la acción ilusoria que creen estar realizando; mientras que la verdadera acción que desarrollan quedará registrada en su inconsciente.
Veamos el ejemplo siguiente. Cierto día usted se encuentra con una persona que padece este trastorno y mantienen una conversación sobre el estado del tiempo. Ahora bien, aunque efectivamente se encuentre hablando con usted sobre dicho asunto, el sujeto podría pensar que la charla gira alrededor de alguno de los mundos ficticios que él ha creado; como podría ser, pongamos por caso, cierto incidente en la vida de un hombre invisible. Por otro lado, aunque la persona no perciba en forma consciente la conversación real que está ocurriendo acerca del estado del tiempo, almacenará el recuerdo de la misma en su inconsciente. Pero al mismo tiempo, registrará en su conciencia la conversación imaginaria que cree estar manteniendo con usted acerca del hombre invisible. Por eso, si se vuelven a encontrar al día siguiente y usted hace alusión a la charla que mantuvieron sobre el estado del tiempo, el individuo manifestará –sin darse cuenta de ello– que la recuerda perfectamente; aunque en todo momento pensará que ambos se están refiriendo al asunto del hombre invisible.
Como dijimos anteriormente, la persona que sufre este desequilibrio puede crear mundos de ficción dentro de su percepción –ya distorsionada– de la realidad. Estos escenarios pueden ser de la más diversa naturaleza. Encontramos, por ejemplo, desde situaciones infantiles hasta crueles y aterradoras. Las hay también, entre otras, policiales, románticas, casi realistas e incluso algunas con contenido histórico. Además mencionamos –y es de suma importancia recordarlo, por eso lo repetimos– que el individuo no se vincula directamente en dichas ficciones, sino que las observa mientras permanece “fuera” de ellas. Ahora bien, generalmente no considera que él mismo ha creado todas esas fantasías. Por el contrario, tiende a pensar que la mayoría ha surgido de la mente de otras personas; y que desde las épocas más remotas, muchos hombres se han dedicado a dicha actividad, dejando un registro, generalmente escrito, al que cree tener acceso. El sujeto puede darle un nombre –y en algunos casos hasta una biografía completa– a la persona que identifica como creador de determinadas ficciones. Por ejemplo, podría pensar que, hace unos miles de años atrás, vivió un hombre en alguna antigua colonia griega, quien describió una guerra y una posterior travesía marítima, ambas repletas de elementos irreales. El individuo puede recurrir a la escritura, o a servirse de algún otro medio, para registrar estas situaciones ilusorias; cuando esto ocurre, es muy probable que su desequilibrio quede al descubierto. Seguramente, todos recuerdan el el caso de aquel hombre –una de las pocas excepciones donde el trastorno se manifestó en forma tan notoria– que quiso obtener una filmación de una de sus ficciones, y convocó gente –obviamente sin éxito– para simular el desarrollo de la misma. Sin embargo, la mayoría de las veces el sujeto no deja ningún registro, aunque piensa que lo está haciendo. Por ejemplo, puede creer que está escribiendo acerca de alguno de sus mundos imaginarios, cuando en realidad está redactando una carta comercial. También en este caso –de acuerdo con lo que mencionamos anteriormente– podrá retener los recuerdos de ambas acciones: de la primera en su conciencia; y de la segunda, en su inconsciente. De la misma manera, puede pensar que está leyendo un escrito referente a dichas realidades ilusorias, mientras sus ojos están puestos en un texto de cualquier otro tipo. Así, podría estar frente a un diario, pero creer que se encuentra ojeando algún tipo de publicación donde diferentes personas vuelcan sus descripciones de distintos mundos ficticios. Como podemos suponer, su inconsciente retendrá parte de la información contenida en el diario; mientras que su conciencia registrará las fantasías que haya elaborado su mente.
Como ustedes saben, este trastorno puede llegar a desaparecer espontáneamente. Por razones que aún desconocemos, el sujeto deja de padecerlo y recuerda su etapa de desequilibrio como si hubiese sido un sueño. La mayoría de los conocimientos que tenemos acerca de las características de este desorden mental –todavía escasamente comprendido– provienen de dichos recuerdos; los que aportan muy poca información, debido a que siempre resultan difusos e incompletos. Sin embargo, creemos con optimismo que el desarrollo de futuras investigaciones brindará importantes avances a mediano plazo.


Como es conocido por todos, la cura del sujeto comienza cuando su propia mente genera algún tipo de señal, dentro de alguno de sus mundos ficticios, que puede ser percibida conscientemente por el individuo, y que le hace sospechar que padece este curioso desorden mental.

No hay comentarios: