TRAS SU MANTO DE NEBLINA
Tristán de borde a borde
recorría la sala del consultorio.
a paso redoblado,
taco, punta y taco,
con andar gallardo y sobrio.
En los rincones
juntando los dos talones,
giraba sobre sus pasos.
Volvían a sus retinas
estaqueadas en el horizonte,
aquellas islas heladas,
tras su manto de neblina.
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