LA BICICLETA PERDIDA
No estuvo perdida, se la encontró en la memoria, en todas las memorias de los habitantes de Rosario que quisieron verla.
La encontraron los amigos de Cachilo que salieron a buscarlo; la madre de Cachilo que guardó la bicicleta como una prolongación de su hijo.
De la novia de Cachilo, que alguna vez paseó por el Parque Independencia o el Parque Urquiza, pedaleando en esa bicicleta de leyenda. De Raúl García el maestro que la tomó prestada y llevó cuadernos para los pibes de su escuelita Cabín 9; en esos cuadernos escribió.: "Existen seres humanos que soñaron más allá del sol y con un país mejor".
Vieron la bicicleta de Cachilo, los canallas y los leprosos, los gorriones y los actores de conciencia rosariogasinos.
La vio el negro Fontanarrosa y no puso contener una lágrima. La vio Olmedo desde su banco y su escultura sobre wheelwright y la saludó con tristeza.
La bicicleta solitaria de Cachilo, el muchachito que hace treinta años se dirigió a una cita militante y nunca más volvió; se lo llevaron los inefables oscuros de la muerte.
Pero quedó como testimonio su amiga bicicleta, dibujada en las paredes de Rosario, de San Martín y de otras ciudades. Está en las canciones, en la memoria; todos la ven aún. Es la bicicleta perdida de Cachilo, el pibe que no volvió; todos la verán menos los que se tapan los ojos.
La encontraron los amigos de Cachilo que salieron a buscarlo; la madre de Cachilo que guardó la bicicleta como una prolongación de su hijo.
De la novia de Cachilo, que alguna vez paseó por el Parque Independencia o el Parque Urquiza, pedaleando en esa bicicleta de leyenda. De Raúl García el maestro que la tomó prestada y llevó cuadernos para los pibes de su escuelita Cabín 9; en esos cuadernos escribió.: "Existen seres humanos que soñaron más allá del sol y con un país mejor".
Vieron la bicicleta de Cachilo, los canallas y los leprosos, los gorriones y los actores de conciencia rosariogasinos.
La vio el negro Fontanarrosa y no puso contener una lágrima. La vio Olmedo desde su banco y su escultura sobre wheelwright y la saludó con tristeza.
La bicicleta solitaria de Cachilo, el muchachito que hace treinta años se dirigió a una cita militante y nunca más volvió; se lo llevaron los inefables oscuros de la muerte.
Pero quedó como testimonio su amiga bicicleta, dibujada en las paredes de Rosario, de San Martín y de otras ciudades. Está en las canciones, en la memoria; todos la ven aún. Es la bicicleta perdida de Cachilo, el pibe que no volvió; todos la verán menos los que se tapan los ojos.
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