SE ACABÓ LO QUE SE DABA
Un caserón en Flores y la puerta abierta. Sin apuro, la curiosidad me invita a entrar al hall. Me roza una inmensa telaraña rota que cuelga al costado. En el ángulo del techo, su hacedora muerta, coronada por las víctimas. Los marcos delatan que hubo un vitral. Al lado, el patio con un cantero; la manguera adentro y el agua rebalsando. Una mujer que llega vestida formalmente se ofrece a guiar mi recorrido. Gracias, prefiero por mi cuenta. Tres maceteros volcados, una herradura en la pared, la jaula con plumas sin el pájaro, y un gato siamés dormido; la puerta inexistente mostrando un comedor enorme, con paredes que descascaran los sucesivos colores, y una mesa grande de caoba. El mantel de hilo bordado a mano que dejaron las antiguas glorias, y la mancha granate todavía húmeda, y vasos y copas por todos lados, y botellas vacías de champán en un rincón, y otras sin abrir sobre el aparador, y jarras incompletas en la mesa, y media torta con una velita quizás soplada en tres deseos, y las sillas desvencijadas, y más allá un sillón de cuero ajado que fue blanco, y una bombacha de encaje violeta abandonada cerca de una babucha de odalisca, y un equipo de música repitiendo una y otra vez el flamenco que Lole y Manuel cantan a las breves bellezas muertas, y bandejas con canapés de caviar, salmón y huevo duro, y sándwiches de miga con las orejas levantadas, y restos de crema en los platos, y papas fritas pisoteadas sobre la alfombra que revela tramos de pinotea. Dos hebillas nacaradas sobre un sofá, y un zapato de taco aguja colgado de la araña sin caireles, y el compañero clavado en el colchón desnudo del dormitorio principal; una puerta que tampoco está, y el cuarto de al lado y la jarra con las últimas cerezas del clericó, y los puchos apagados antes de tiempo en el piso, y la novia del felino lamiendo un plato; un antifaz rojo tirado al lado de una boquilla de mujer. Al fondo, en la fuente del jardín, flotan guirnaldas y profilácticos. Hay matracas, caretas de goma, papel picado, bonetes y cornetas esparcidos entre más copas y botellas, y los jirones de dos capas de Batman y Robin, y un camino de lajas negras vomitado.
Al salir, la mujer de traje reparte unos folletos del tribunal que está a cargo del remate judicial. Entre los detalles, se lee "…desocupada, en el estado en que se encuentra."
Un caserón en Flores y la puerta abierta. Sin apuro, la curiosidad me invita a entrar al hall. Me roza una inmensa telaraña rota que cuelga al costado. En el ángulo del techo, su hacedora muerta, coronada por las víctimas. Los marcos delatan que hubo un vitral. Al lado, el patio con un cantero; la manguera adentro y el agua rebalsando. Una mujer que llega vestida formalmente se ofrece a guiar mi recorrido. Gracias, prefiero por mi cuenta. Tres maceteros volcados, una herradura en la pared, la jaula con plumas sin el pájaro, y un gato siamés dormido; la puerta inexistente mostrando un comedor enorme, con paredes que descascaran los sucesivos colores, y una mesa grande de caoba. El mantel de hilo bordado a mano que dejaron las antiguas glorias, y la mancha granate todavía húmeda, y vasos y copas por todos lados, y botellas vacías de champán en un rincón, y otras sin abrir sobre el aparador, y jarras incompletas en la mesa, y media torta con una velita quizás soplada en tres deseos, y las sillas desvencijadas, y más allá un sillón de cuero ajado que fue blanco, y una bombacha de encaje violeta abandonada cerca de una babucha de odalisca, y un equipo de música repitiendo una y otra vez el flamenco que Lole y Manuel cantan a las breves bellezas muertas, y bandejas con canapés de caviar, salmón y huevo duro, y sándwiches de miga con las orejas levantadas, y restos de crema en los platos, y papas fritas pisoteadas sobre la alfombra que revela tramos de pinotea. Dos hebillas nacaradas sobre un sofá, y un zapato de taco aguja colgado de la araña sin caireles, y el compañero clavado en el colchón desnudo del dormitorio principal; una puerta que tampoco está, y el cuarto de al lado y la jarra con las últimas cerezas del clericó, y los puchos apagados antes de tiempo en el piso, y la novia del felino lamiendo un plato; un antifaz rojo tirado al lado de una boquilla de mujer. Al fondo, en la fuente del jardín, flotan guirnaldas y profilácticos. Hay matracas, caretas de goma, papel picado, bonetes y cornetas esparcidos entre más copas y botellas, y los jirones de dos capas de Batman y Robin, y un camino de lajas negras vomitado.
Al salir, la mujer de traje reparte unos folletos del tribunal que está a cargo del remate judicial. Entre los detalles, se lee "…desocupada, en el estado en que se encuentra."
1 comentario:
HOLA MONICA. ESPERO QUE TE GUSTE... Y TE FELICITO!!!
NORMA PADRA
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