viernes, 8 de agosto de 2008

MARCOS RODRIGO RAMOS


LOS ALFABETOS DE LAS 221 PUERTAS


Sediento de saber lo que Dios sabe
Juda León se dio a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
y al fin pronunció el Nombre que es la clave.
Golem, Jorge Luis Borges

Este relato se basa en parte de mi diario, en lo escrito en el verano de 1969. He corregido, dejado afuera datos superfluos y resumido períodos que hubiera sido innecesario detallar.
Valeria del mar, 13 de marzo de 1969
Por fin he llegado al departamento. El viaje fue agotador pero valió la pena. Éste va a ser un año muy duro para mí, alejado de parientes y amigos, pero es una oportunidad que no puedo desaprovechar, demasiado dinero. El domingo debo presentarme. Atender a un viejo de 85 años que se haya postrado en la cama, nada nuevo para mí teniendo en cuenta que llevo más de 10 años trabajando en geriátricos.
15 de marzo
Todo salió muy bien. Cuando llegué a la casa del profesor Roshental me recibió su hija Érica, una rubia altísima de ojos celestes que me dio todos los detalles del estado de salud de su padre. Me consultaba en forma permanente como si fuera una autoridad y yo, ante sus encantos, me prestaba al juego. Era un típico caso de arteriosclerosis múltiple con locura senil. Sencillo, debía cuidarlo las doce horas de mi turno y, ante el mínimo percance, llamar de inmediato a su médico de cabecera.
18 de marzo

Por primera vez tuve oportunidad de conocer al doctor Runemberg. Su parquedad era tal que eliminó en mí todo deseo de extenderle la mano. Canoso, petiso y panzón tenía un aspecto tan desagradable como su carácter. Luego de darme las indicaciones generales se fue deprisa dejando impregnado en la habitación el tremendo olor a húmedo de su ropa.
20 de marzo
Aproveché mi primer franco para dar una vuelta. En las calles de Valeria del mar parecía reinar el mismo silencio típico de los pueblos que viven del turismo veraniego en invierno. Decidí caminar por la playa en dirección a Villa Gesell. Cuando ya anochecía divisé frente a mí una silueta pequeña. Se trataba de un muchacho pequeño, por su contextura deduzco que de 10 años o menos, estaba de espaldas, totalmente desnudo, flaco pero con el vientre hinchado, miraba al mar. El sólo verlo así me erizó la espalda pues hacía mucho frío. Quise hablarle. Al notar mi presencia giró y entonces asombrado observé que sus ojos eran blancos como los de un ciego. Salió huyendo hacia los médanos y enseguida lo perdí de vista.
25 de marzo
Cuidar al profesor Rosenthal es casi lo mismo que cuidar un vegetal. Me parece increíble que aquel despojo humano hasta hace poco tiempo era una eminencia internacional en investigaciones genéticas. Por suerte la casa cuenta con una biblioteca muy grande. De todos los libros que hay, uno me ha llamado la atención en particular: se halla dentro de una vitrina con candado y tiene cobertura de cuero rojo. Pregunté pero el personal de servicio me dijo que sólo el doctor y Érica eran los únicos autorizados para leerlo. No insistí pero, cada vez que paso frente a él, no puedo dejar de leer las letras color dorado de la tapa: "Los alfabetos de las 221 puertas"
8 de abril
Visité temprano la biblioteca municipal de Ostende. Sorprendido encontré colgado en una de sus paredes el cuadro de una mujer con idénticos ojos a los del chico de la playa, aparecía desnuda; detrás suyo una sombra espectral la abrazaba metiéndole las manos, o garras, dentro del vientre que sangraba. En sus manos tenía lo que parecían dos ojos humanos arrancados de sus cuencas. En el suelo había dos palabras escritas: "met" y "emet". Su mirada vacía me trasmitía tristeza y a la vez horror. Salí corriendo como un loco del lugar y todavía aún sigo sin entender muy bien por que huí así.
29 de abril
El doctor Runemberg citó a todo el personal para una reunión extraordinaria. En cuatro días partiríamos al casco de la estancia del profesor Rosenthal en Gualeguaychú por tiempo indeterminado. Si bien no especificó los motivos, los intuyo por el estado de salud cada vez más calamitoso del viejo. Habrá paga doble así que nadie se quejó del traslado.
30 de abril
Llegué demasiado temprano a la casa con las valijas. Entré y esperé a los demás en la biblioteca. Sorprendido descubrí el libro de los "Alfabetos" abierto sobre el escritorio. Me acerqué a ojearlo. Había un dibujo de un hombre atlético con los mismos ojos blancos de la mujer y el niño. Escritos con tinta roja, a su lado, había una serie de signos y símbolos que no entendía, entre ellos reconocí dos palabras: "met" y "emet", las mismas que había visto en el cuadro. Una mano delicada tomó la mía y cerró el libro. Quise disculparme, Érica colocó "Los alfabetos" dentro del escaparate y cerró el candado. Al verla sentada, con los anteojos negros y cabizbaja, comprendí que el motivo real de su preocupación no era el libro. Me preguntó por su padre, creo que fui demasiado duro al contestarle pues le dije que no duraría más de dos semanas. Se paró y comenzó a llorar ahogándose, le quise acercar un pañuelo y me abrazó con todas sus fuerzas, era impropio pero sentía un irrefrenable deseo de besarla, intenté acariciarle el pelo pero me apartó con los brazos y se fue corriendo.
Ahora me siento confundido, más por mis sentimientos hacia Érica que por lo que vi en el libro.
1°de mayo
Por problemas técnicos partimos un día después de lo programado. De las cosas que empacaron me llamó la atención una canasta grande llena de círculos blancos parecidos a las hostias que utilizan los cristianos en la ceremonia de la "comunión".
Gualeguaychú, 3 de mayo
Por la noche, el capataz de la estancia organizó un asado de bienvenida. Se carneó un ternero para los treinta comensales que había. No asistieron, aunque se los esperaba, ni Érica ni el doctor Runemberg. La atención fue excelente, comimos y tomamos vino sin parar. Ya cuando la somnolencia me estaba venciendo, vi a tres chicos, de no más de 7 años y de aspecto andrajoso, que le pedían algo al asador. Éste los echó con un palo como si fueran perros. Cuando pasaron corriendo cerca mío pude reconocer esa expresión de ojos blancos que me tenía tan intrigado en ellos también.
La borrachera nos suele dar una lucidez que no tenemos estando sobrios. En vez de perseguirlos tomé tres panes y les chisté. Se detuvieron al oírme y se acercaron. Eran un calco en miniatura del chico del mar, la misma contextura física, el vientre prominente, los ojos blancos. Un hilo de baba salía de la boca del más alto que fue el único que se animó a estirar la mano. Abrí los tres pedazos de pan y coloqué carne en ellos. Les pregunté cómo se llamaban pero no respondían. Cuando les dije si querían un sánguche los ojos de los tres parecieron brillar, creo que estaban llorando de la emoción, sonriendo abrían sus bocas a más no poder dejando entrever sus dentaduras incompletas. Les di la comida. Fue entonces que vi que se acercaba el asador con una barilla. Temí por ellos y les hice señas para que se fueran corriendo. El más alto antes de irse me dio un beso en la mejilla. Intercepté al asador a tiempo, la imaginación y la borrachera me permitieron crear una serie de alabanzas al asado dignas del mejor de los poetas que lo dejaron tan anonadado que se olvidó de perseguir a los chicos. La noche era cálida, no recuerdo a que hora me acosté pero si que dormí feliz.
8 de mayo
El doctor Runemberg llevó al viejo a realizar unos estudios especiales al hospital de Gualeguaychú así que tuve mi primer franco forzoso en la estancia. Caminé sin rumbo fijo y a las tres horas estaba perdido. Comenzaba a anochecer. Vi un resplandor detrás de una lomada y me dirigí hacia él.
En la depresión se hallaba una serie de casitas muy precarias, la mayoría de chapa. En el centro de aquella pequeña villa había una gran fogata con personas a su alrededor. Me acerqué confiado pero grande fue mi sorpresa cuando descubrí que todos tenían los mismos ojos blancos que el chico de la playa. Quise escapar pero sin que me diera cuenta ya me habían rodeado, hilos de baba caían de sus bocas. Les gritaba pero ninguno me contestaba acercándose cada vez más. De repente se detuvieron, de entre la muchedumbre aparecieron los tres chicos del asado y me tomaron de la mano. Nos dejaron salir. Juntos fuimos hasta el casco de la estancia y se despidieron con un beso en la mejilla. Cuando vieron al capataz acercarse salieron corriendo. Me preguntó que me había pasado. Sólo le dije que me había perdido. Nada más.

10 de mayo
El cuerpo del doctor Rosenthal está dando claras señales de no resistir más de dos días. Al terminar mi turno descubrí a Érica frente al molino con dos caballos. Me hizo un ademán para que me acercara. Gustoso acepté la invitación a cabalgar, no porque me gustara la equitación (la odio) sino para disfrutar de su compañía. Distendida comenzó a hablarme de su padre, embriagado por su perfume la escuchaba atento.
-Mi padre pertenece a la sexta generación de científicos de la familia. Siempre se vanagloriaba de que entre nuestros antepasados más lejanos se hallaban alquimistas y hasta incluso brujos. Casi por tradición, mi padre con sus investigaciones buscaba descubrir lo mismo que sus antepasados, el origen de la vida humana.
Me preguntó si sabía lo que era un "golem", le dije que sólo había leído el poema de Borges.
-La palabra "golem" proviene de una vieja leyenda judía. En el siglo XVII un rabino construyó un hombre artificial con barro. Éste era distinto a los demás. Vivía gracias a una inscripción que le ponía su creador y que atraía a las fuerzas del universo. Cierta noche el rabino olvidó quitar la inscripción y el golem corrió por las calles cometiendo crímenes abominables. El rabino lo capturó y lo volvió otra vez una estatua de barro. Para darle vida se exige el conocimiento de "Los alfabetos de las 221 puertas", se coloca de una manera especial sobre su frente la palabra "emet" que significa "verdad", para destruirlo se borra la letra inicial porque así queda "met" que significa "muerto". En cierta medida el objetivo de mi padre y de toda la genética actual con sus investigaciones sobre la clonación es hacer lo mismo que hizo el rabino, poder crear vida; ser, aunque sea por un momento, Dios.
Le pregunté por aquel pueblo de gente de ojos blancos que encontré el día anterior. Me dijo que era "los hermanos", que eran raros pero inofensivos. Era voluntad de su padre que estuvieran allí. Algo en su voz había cambiado cuando les pregunté por ellos así que decidí dejar de hablarle por un momento. Regresamos en silencio y se despidió dándome un beso muy cerca de los labios.


10 de mayo
Desperté sobresaltado por un relámpago. La lluvia caía copiosamente. Fui hasta la habitación y no encontré al profesor Rosenthal, su cama estaba tendida. Tampoco había nadie en toda la casa. Desde la ventana del segundo piso pude ver un camino de pisadas numerosas que se dirigían al sur.
Caminé siguiendo el sendero de las huellas que a pesar de la lluvia era bastante nítido. A las tres horas llegué a una lomada que reconocí de inmediato, detrás de ella ya no estaba la villa de "los hermanos", sino algo bien diferente; tarde me daría cuenta de lo terrible que estaba por ocurrir en ese lugar.
Cientos de "hermanos" de ojos blancos se hallaban formando una ronda alrededor de un altar de piedra en el que pude reconocer el cuerpo tendido del profesor Rosenthal.
Mantuve distancia y oculto observé como una mujer alta envuelta en una toga negra repartía unas monedas blancas parecidas a hostias. Cuando terminó de darles una a todos se colocó frente al altar, elevó los brazos emitiendo un grito agudo y desgarrador y, en ese grito reconocí la voz. Todos se metieron la hostia dentro de la boca y sentados se quedaron con la cabeza gacha.Corrí desesperado hacia ellos cuando vi que comenzaban a caer desplomados uno por uno. Cuando llegué ya era tarde, tendido junto al altar se hallaba el cuerpo de Érica. Le tomé el pulso pero ya estaba muerta al igual que todos "los hermanos" que estaban a nuestro alrededor. Llorando le quité los anteojos negros y, por primera vez, vi sus inmensos ojos blancos (los reales, los otros serían lentes de contacto) hermosos como los de los niños de la playa, como los de la mujer del cuadro, como los de los chicos del asado, como los de "los hermanos", "sus" hermanos. La besé por primera y última vez en la boca y al correr el pelo de su frente descubrí que tenía en ella escrito con sangre la palabra "met".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, muy buen blog, saludos!!

Luis