martes, 25 de diciembre de 2018

Marta Zabaleta



                                      Señora  
Marta Zabaleta
                                                                                                
                          Dedicado a quien fuera la nanita de mi hija, Silvia Ibalde, en Buenos Aires

Carlos Omar:
Quisiera en este día dedicado a ellas, saludar a las empleadas domésticas que estén escuchando (sean mujeres u hombres), y que realizan el importante trabajo de substituirnos parcialmente, cuando realizan parte de nuestro rol de amas de casa.
El suyo es, en términos económicos, la base de la economía nacional. Y cuánto menos problema que los poderosos (del tipo 'el campo'), le hacen a nuestro país…
A mí las niñeras primero, y mucamas, cocineras y/o planchadoras después, me cuidaban mientras mi madre daba clase, porque ella era maestra, y mi padre trabajaba en una oficina, y yo era una nena. Por eso querría poder apretarlas hoy a todas ellas en un gran abrazo.
Siempre me acuerdo al respecto de una especial anécdota de mi infancia.
Vivíamos en el campo, en un campamento del Ministerio de Obras Publicas (MOP), a 5 kms. de Bouquet, provincia de Santa Fe. Tendría yo unos siete u ocho años, y estaba sentada en la cama grande de mis padres, jugando con un perrito y conversando con la Señora que planchaba a mi costado, mientras me contaba de sus tres hijos.
Yo no tenía hermanitos ni hermanitas, así que la escuchaba fascinada.
Y de repente, le pregunté:
- ¿Y quién se los cuida?
- Nadie- dijo ella. Porque yo te vengo a cuidar a vos. Y padre cerca no tienen.
Luego de unos minutos, le respondí:
- Entonces, cuando yo sea grande, me voy a hacer doctora, para cuidar a mujeres como usted y sus chicos.
Ella me tocó la cabeza con ternura, y me dijo:
- Sí, Martita, no me cabe duda de que vas a llegar a ser doctora. Pero entonces, si me cruzás en la calle, ya no te vas a acordar más de mí… Pero yo… te voy a ver pasar… y voy a estar orgullosa de saber quién sos. Y voy a decir: - Miren, allí va la doctora Zabaleta.
Bueno, Señora, de cuyo nombre ya no me puedo acordar. Pero por favor, escúcheme bien. Ya ve usted que muchas décadas después, yo desde el exilio en Inglaterra, adonde me mandaron como todo lo que hacen ellos, a la fuerza, los que mandaban allí en noviembre del 1976, la recuerdo. Y le escribo para contarle:
- Ya soy doctora, ¿sabe? Y trabajo justo para defender a mujeres argentinas como usted, y otras personas como Usted y sus hijos e hijas.
Y muy, en especial, su bello y curtido rostro, todavía vive grabado en mi corazón. Y en él, y en las enseñanzas mientras me cebaban mate con leche y escuchábamos radioteatro en Radio Belgrano, todavía me inspiro. Y como ustedes me hablaban tanto de Eva Duarte, y me hacían escuchar su radioteatro 'Mujeres famosas' creo que en Radio Belgrano, de grande escribí un libro sobre eso, que me llevó casi 20 años de estudio.
Y aunque su nombre, entero, de verdad… no me lo acuerdo. (Rosita? Doña Juana?) Señora, perdóneme.
Y por eso mismo, vaya este recuerdo que comparto con todas las empleadas domésticas de Comodoro Rivadavia. Y todos, todas, quienes nos escuchen.
Esto también se lo debo a Usted. Gracias, Señora.
Muy afectuosamente.


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