LA LUNA DE BETO
....................¿De quien sos?
......................................De yo.
.......................................Gaby
Aunque trató de esconderse, lo vi pasar y sonreí. Estaba segura que haría lo que cada mañana le causaba tanto placer.
El grupo de chicos, aliados en esa ceremonia secreta, se hicieron los desentendidos y continuaron prestando atención.
El intruso rodeó agachado la mesa en donde se desarrollaba la actividad de apoyo escolar y como quien llega a un altar, se arrodilló frente al armario. Sin hacer ruido, abrió el cajón de los CD y mirándome de reojo, buscó tranquilo el tema que tanto le gustaba.
-Zeño - susurró a mi lado.
-Campeón ¿Qué pasa? - contesté sonriendo, sabiendo de antemano la intención.
-¿Me lo pone? - los dedos morenos sostenían la caja de plástico a la altura de su nariz.
-Esperá un poquito - y sin mas, continué con la explicación de matemáticas interrumpida por el pequeño invasor.
Dispuesto a conseguir lo que quería, se sentó contra la ventana que daba al patio de recreo sin sacarme la vista de encima. Cuando lograba atraer mi atención, señalaba con su mejor sonrisa el CD, luego se inundaba de paciencia y continuaba inmóvil a la espera de torcer mi ruta.
Fortachón, de espaldas anchas, cabellos negros indomables, piel oscura y reluciente, los brillantes ojos de almíbar relamían la acidez de su pequeña historia. Una nariz de querubín de estampita se destacaba en su cara regordeta. La sonrisa jamás lo abandonaba.
La "z", dueña de casi todas sus palabras, surgía triunfante en cada petición, reclamo o comentario, era como una marca de nacimiento.
Conformaba una familia donde todos los hermanos tenían sólo el referente maternal.
Él, tan distinto al resto, se hacía notar.
Mi relación con el pequeño se fue dando de a poco. Día tras día jugaba y jugaba incansablemente en el inmenso patio. Era como si quisiera agotar su parte lúdica, limitada desde el nacimiento.
En una gran caja de cartón solía colocar todo aquello que encontraba a mano: cajas desarmadas y dobladas en los pliegues laterales, autitos de plástico, muñecos de peluche, escobas, trapos, la rejilla de la canaleta, mangueras, libros de cuentos, etc.
Cuando ya no quedaba espacio, empujaba muy concentrado la caja de un lado a otro sobre las baldosas, como un resabio del trabajo familiar.
Cierta mañana, mientras se desarrollaba la clase de apoyo, puse de fondo el CD de las grandes orquestas propuesta por los chicos. El pequeño, en su ir y venir rozaba las rejas al pasar, ahogando con el ruido la melodía de turno.
Un día, cansado vaya a saber por qué, se detuvo a escuchar y se le iluminó la cara. Fue como si hubieran nacido dos soles en plena primavera. Los grandes clásicos serenaron su espíritu y de ahí en más, pasó a ser un devoto oyente.
El tema que lograba transportarlo era "Claro de luna" de Beethoven.
-¿Qué hez? - ya la confianza le había marcado el camino hacia el equipo musical. Jugueteó con la caja del CD sin entender nada.
-La luna de Beto - aclaré sin preámbulos.
El pequeño nunca dejó de arrastrar su caja de cartón por el patio de recreo pero cuando el cansancio lo vencía, se acercaba como esa mañana, entraba despacito, elegía el tema y esperaba con santa paciencia la pregunta tan esperada.
-Campeón ¿Qué elegiste hoy?
......................................De yo.
.......................................Gaby
Aunque trató de esconderse, lo vi pasar y sonreí. Estaba segura que haría lo que cada mañana le causaba tanto placer.
El grupo de chicos, aliados en esa ceremonia secreta, se hicieron los desentendidos y continuaron prestando atención.
El intruso rodeó agachado la mesa en donde se desarrollaba la actividad de apoyo escolar y como quien llega a un altar, se arrodilló frente al armario. Sin hacer ruido, abrió el cajón de los CD y mirándome de reojo, buscó tranquilo el tema que tanto le gustaba.
-Zeño - susurró a mi lado.
-Campeón ¿Qué pasa? - contesté sonriendo, sabiendo de antemano la intención.
-¿Me lo pone? - los dedos morenos sostenían la caja de plástico a la altura de su nariz.
-Esperá un poquito - y sin mas, continué con la explicación de matemáticas interrumpida por el pequeño invasor.
Dispuesto a conseguir lo que quería, se sentó contra la ventana que daba al patio de recreo sin sacarme la vista de encima. Cuando lograba atraer mi atención, señalaba con su mejor sonrisa el CD, luego se inundaba de paciencia y continuaba inmóvil a la espera de torcer mi ruta.
Fortachón, de espaldas anchas, cabellos negros indomables, piel oscura y reluciente, los brillantes ojos de almíbar relamían la acidez de su pequeña historia. Una nariz de querubín de estampita se destacaba en su cara regordeta. La sonrisa jamás lo abandonaba.
La "z", dueña de casi todas sus palabras, surgía triunfante en cada petición, reclamo o comentario, era como una marca de nacimiento.
Conformaba una familia donde todos los hermanos tenían sólo el referente maternal.
Él, tan distinto al resto, se hacía notar.
Mi relación con el pequeño se fue dando de a poco. Día tras día jugaba y jugaba incansablemente en el inmenso patio. Era como si quisiera agotar su parte lúdica, limitada desde el nacimiento.
En una gran caja de cartón solía colocar todo aquello que encontraba a mano: cajas desarmadas y dobladas en los pliegues laterales, autitos de plástico, muñecos de peluche, escobas, trapos, la rejilla de la canaleta, mangueras, libros de cuentos, etc.
Cuando ya no quedaba espacio, empujaba muy concentrado la caja de un lado a otro sobre las baldosas, como un resabio del trabajo familiar.
Cierta mañana, mientras se desarrollaba la clase de apoyo, puse de fondo el CD de las grandes orquestas propuesta por los chicos. El pequeño, en su ir y venir rozaba las rejas al pasar, ahogando con el ruido la melodía de turno.
Un día, cansado vaya a saber por qué, se detuvo a escuchar y se le iluminó la cara. Fue como si hubieran nacido dos soles en plena primavera. Los grandes clásicos serenaron su espíritu y de ahí en más, pasó a ser un devoto oyente.
El tema que lograba transportarlo era "Claro de luna" de Beethoven.
-¿Qué hez? - ya la confianza le había marcado el camino hacia el equipo musical. Jugueteó con la caja del CD sin entender nada.
-La luna de Beto - aclaré sin preámbulos.
El pequeño nunca dejó de arrastrar su caja de cartón por el patio de recreo pero cuando el cansancio lo vencía, se acercaba como esa mañana, entraba despacito, elegía el tema y esperaba con santa paciencia la pregunta tan esperada.
-Campeón ¿Qué elegiste hoy?
-La luna de Beto, Zeño.
1 comentario:
Un gusto leerlo.Precioso.
Saludos
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