martes, 4 de mayo de 2010

ALICIA CHILIFONI


UNA TACITA DE AZÚCAR

Con este frío, dan ganas de cocinar... ¡y de comer!
Voy a preparar scones. Empiezo ya, así cuando vuelve Malén del colegio encuentra algo casero, tibio, para merendar, como cuando mis hijos tenían su edad. Se regocijaban tanto al encontrarse con el bizcochuelo, las rosquitas, o lo que fuera, hecho por mamá!
Tengo que batir la manteca con... ¡ay! ¡Qué macana! No tengo suficiente azúcar. Son las cuatro. El mercado todavía está cerrado. Si espero a que abra, se me corta la inspiración y no hago nada. Eso no sería fiel a mis características taurinas: cuando se me ocurre algo, es sí o sí.
¿Qué hago? ¡Pero claro! ¿Por qué no? Cruzo y le pido a Lucy, mi vecina de enfrente. Y... sí. No podía fallar. Me colgué de los recuerdos. Cuándo era chiquita llamaba a la vecina de al lado por el fondo, donde las casas estaban separadas (¿separadas?) Por un tejido de alambre. La tía Ángela, como la llamábamos mi hermano y yo, me facilitaba el ingrediente faltante, sea cual fuere, y se lo alcanzaba a la mami.
Un rato después volvía a llamarla, esta vez con un plato conteniendo pastelitos, y al verla aparecer le decía "te manda mi mamá, para que pruebes".
Era esa solidaridad, esos pequeños gestos que embellecen la convivencia. Si se siente uno feliz al poder ayudar, tanto o más feliz todavía se siente al pedir, y ser complacido con sincero gusto.
Así, al placer de la merienda casera, se suma el de necesitar de Lucy, y también la alegría con que ella corre, casi, a buscar el paquete de azúcar empezado. Yo extiendo la taza vacía. "¡No! Lleváte el paquete", me dice, y sé que está contenta de poder hacer algo por mí.
Al final es una suerte no haber tenido azúcar. Mis scones serán mucho más ricos, con estos ingredientes invisibles que se van incorporando a la masa, aparte de los que se ven a simple vista. Ingredientes que me cambiaron el enfoque del día, al recordarme que formo parte de un todo que me contiene. Al sentir que nunca estoy sola. Y para eso sólo necesité pronunciar esa frase: "¿me prestás una tacita de azúcar?". Es tan poca cosa, qué serán, ¿doscientos gramos?
Parece tan poca cosa y sin embargo significa tanto para mí, que alcanza, ella solita, para endulzarme el alma.

-Buenos Aires-

1 comentario:

Analía Pascaner dijo...

Muy bonito cuento, un gusto leerte, Alicia.
Recibí mi cariño
Analía