lunes, 6 de septiembre de 2010

MÓNICA ISCHO


LA MEDALLA

Al mirar entre los objetos esparcidos por la mesa, vislumbré una vieja medalla, tan vieja y gastada que casi no se distinguía lo que significaba.
Me trajo muchos recuerdos, como esas medallas guardadas en una cajita de madera que en la casa de mis padres tenia su lugar en la repisa del comedor. Esas medallas eran acumuladas por diferentes logros: campeonatos de fútbol, campeonatos de tiro, de el mejor alumno (que obviamente ganaba mi hermano).
Pero una medalla en particular llamó mi atención, era aquella que había ganado mi mamá de la Fundación Eva Perón, cuando por ese entonces estaba prohibido hablar.
Con el paso de los años mi madre me contó la historia de esa medalla. Ella, que era enfermera del hospital Casa Cuna, la había recibido como agradecimiento por haber donado sangre a Eva Perón cuando estaba enferma.
Esa figura grabada en la medalla resultó ser de una Virgen, tan simple... tan pura...
Había sido ganada por nada, sólo, tal vez, había sido otorgada con amor y bendiciones.