martes, 8 de junio de 2010

PAULINA FUNES


LA BOCA QUE ERA MOZA

Hay demasiadas cosas que no entiendo. Les hablo a ustedes, aunque no me escuchen. Cerca de esta mesa mugrienta, en la silla más destartalada del bar. Por la ventana no pasa nadie, bah… por la calle no pasa nadie, por el barrio no pasa nadie. ¿No creen?, no, que van a creer ustedes dos, si se ve que no creen en nada, ni nadie. Manga de infelices. Les decía, me siento acá, y no me quejo de la mugre, que conste. Pero si tengo esta molestia, de perder el tiempo al hablar con ustedes, que no me escuchan. Que usted, señor borracho, le digo así debido a que no respondió cuando le pregunté cuál es su nombre, y además, por que es evidente que se inclina por la bebida. Señor borracho, usted me ignora, no es problema, estoy bastante acostumbrada a esto de hablar sola, no termino de entender lo del señor mozo que no me atiende, no me lo explico. Igual les hablo, tanto les hablo y tanto no me escuchan que voy a aprovechar para contarles por qué, así como me ven, estoy en este bar. Primero debería decirles que yo era moza. Digo, era, y no, trabajaba como moza. Pasa que cuando trabajás entre diez o doce horas al día, sentís que sos lo que hacés. A veces, esto, de ser lo que hacés, puede resultar bastante agradable, o todo lo contrario. Mi historia, en eso estaba. Voy a aclarar que, posiblemente, no todo pasó tal cual como lo cuento ahora. Debo admitir que reinvento horas, días y, seguro, hechos. Los reinvento para mí, para que la tristeza no se me haga angustia. Entonces, moza, eso. Levantarme a las seis de la mañana, apurada porque significaba llegar tarde al trabajo. Mojar el cuerpo, que a eso no se le puede llamar bañarse. Tragar el café. Ese día, al que voy a referirme, tenía ganas de quedarme en casa. Es raro que justo aquél día… a lo mejor engaño al recuerdo con lo que sé ahora que vino después. Volvamos, mejor, al día en cuestión. Salí, notarán, apuradísima. Tuve que correr para no perder el ómnibus. Una vez que subí, me quedé parada en esa aglomeración casi pegajosa. Olvidé decir que hacía calor, mucho, era verano. Un poco aturdida y casi con pavor, advertí lo que acababa de pasarme. Mi z no estaba más. Era factible haberla perdido mientras corría al ómnibus, todavía hoy, no estoy segura. Un extraño temblequeo se me enredó en el cuerpo. Se imaginarán lo que pensaba: era ridículo, casi arriesgado, llegar al trabajo sin mi z de moza. Me sentía rara, desubicada. No sabría decir por qué lo hice. El miedo podría servir de alegato, pero ¿para qué engañarse?, sé que algo más profundo y, también, más oscuro me hizo robarle la s a la secretaria del quinto asiento. Lo hice, y ya no podía no hacerlo. La mujer empezó a moverse incómoda, pero sin terminar de entender qué pasaba. Ella no me había visto, en cambio el cura, lo reconocí inmediatamente por la sotana, sí. Avanzaba hacia mí. Yo lo miraba con la s todavía en la mano. Les digo la verdad, sentía angustia, angustia de días, miento, de años. Al rato el cura estaba a mi lado, sin decir nada, sólo mirándome, me colocó su c al lado de la s. Así me convertí en mosca. La gente empezó a darme manotazos hasta sacarme del ómnibus. Afuera luché con mis alas nuevas contra el viento que me hacía revolotear. Terminé por dar contra una ventana. Choqué tan fuerte que se cayeron la m y la s, pero la c del cura no se movió. Al instante estaba llena de plumas y graznando sin control. Las reacciones de las personas fueron muy distintas unas de otras. Todavía me sorprende pensar en algunas: trataron de patearme, me hicieron morisquetas. Otros me llamaban golpeando las manos en el piso. No tienen idea como puede asustar algo tan simple a una oca. También me miraron sin ningún tipo de interés. Hubo quien se asustó, y fue como conseguí la última letra. Una mujer mayor, al verme, corrió despavorida, dejando tirada su bolsa de las compras. Recordé al cura, pero eso no era lo que se dice robar. Con el pico me las arreglé para quedarme con la b de la bolsa. Y entonces me transformé en lo que soy ahora, una boca. A lo mejor a usted, señor borracho, todo esto le parece mentira. Podría hablarme. Una boca y un borracho, perdón, señor borracho, pueden ser buena compañía, ¿no cree?, no, usted no cree, me di cuenta hace rato. ¿Sabe qué?, voy a irme. Puedo encontrar otro bar, y alguien que me atienda… no hay necesidad de decir más, ni de contar, ni siquiera uno, dos, tres, cuatro… me voy, eso… eso y algo más, disculpe, es que no puedo irme sin decir que a lo mejor nunca fui moza, ni mosca, ni oca, ni boca. A lo mejor nunca fui yo, y a lo mejor, nunca estuve en este bar y por eso el mozo nunca me atendió. No sé, hay demasiadas cosas que no entiendo.

lunes, 7 de junio de 2010

LULÚ COLOMBO


EL PASO DE LA NOVIA

En la cumbre del Cerro
hay un paso de corzuela,
aire de poleo fresco, paso de amor.
Es el paso de la novia,
rastro de rojas verbenas,
que al estremecer el aire
arranca al Cerro un suspiro.
Es el paso de la novia,
el paso de Doña Chela,
susurra el Cerro en las tardes
la tristeza de esa pena.

Aquí en el valle amarillo
se casa una niña buena.
Los pájaros del tiempo cantan
en su vestido de nubes
y su cintura de estrellas
es un jazmín florecido.

El mozo que la ha pedido
(al señor del caserío)
lleva unas ropas de viento
huracanado y oscuro
y en sus ojos tormentosos
brilla el vino del amor

Dulce relumbra la sangre,
brilla en la flor el rocío,
y en esos rostros callados,
como las lunas de enero,
brota sencillo el amor.

La muerte ha visto a la novia
con su vestido de nubes
y sus pájaros del tiempo
y su cintura de flor

Doña Chela y Justiniano
finalmente se han casado.
La muerte olvidó el vestido
y se cansó de bailar.

Al tiempo, como una araña,
tejió la muerte la trama
vino a buscar el vestido
y a la novia se llevó.

Al tiempo, como una araña,
tejió la muerte la trama
vino a buscar el vestido
y a la novia se llevó.

Y en el paso de la novia,
el paso de Doña Chela
susurra el Cerro en las tardes
la tristeza de esa pena.

Cerro Colorado, 22 de noviembre de 2009



DESPUÉS DE LA CRUZ
................En memoria de Don Lindor Cisneros

Después de la cruz,
el costado herido del Cerro
(Dios desconsolado por la muerte del indio pintor
que lo adornaba con sus llamitas de fuego,
cóndores y pumas)
Después de la cruz, digo,
el Cerro es una cantera inmensa
de lágrimas bermejas.
Después de la cruz, murieron las fogatas
las sombras
cubrieron los aleros de líquenes,
cesaron los cantos en el valle.
Sólo los brujos musiqueros resistieron
cantando hasta perderse en el tiempo.
Después de la cruz,
las llamas, los pumas y los brujos
bailaron en las piedras
y allí se quedaron
a la sola luz de los soles.
Después de la cruz,
manos mestizas, flores de campo,
hijas de la india mansa
que vio morir a su pueblo,
esas manos mestizas
amasadas en lágrimas...
Un día,
después de muchas lunas,
inventaron canciones
que subían al cielo.
Cantaron canciones
que subían al Cerro
como rojas verbenas
y con las lágrimas rojas
del Cerro malherido
parieron a este pueblo,
que es de sol, de tierra y canto.
Brotaron los oficios como flores
y de las manos callosas
de Don Lindor Cisneros,
surgió el rancho de piedra
que cobija mis sueños
como una madre tierna.
- ¿Cómo está, Don Lindor?
- Aquí ando, "sólido", m´hija.



CANCIÓN PARA JUAN DEL NORTE

Pasando el palmar dormido
que llaman, de Caminiaga,
ahí va caminando el indio
silencioso en la mañana.
Anchas serpientes de piedra
bordadas entre los cerros
esconden llamitas blancas
bajo esos cielos rotundos.

Es piedra el indio en los valles
culebreando entre las pircas
que son quenas y cajitas
cuando les susurra el viento.
Cuando el viento enbravecido
enardece los palmares
hasta las loras inquietas
se acurrucan en los nidos.

Silencio de cinco siglos,
hay silencio en los palmares.
Sepultaron a Ramírez
en tumba de arena y viento.

Es Juan, y lleva en su sangre
la pena del indio parco
que a las llamitas de luna
cobijaba entre las palmas.

Juan, el que se enamoró del árbol
que le iba a quitar la pena.
Por una copa de vino
y una rabia sin palabras,
en el corral de los miedos,
al lado del cementerio,
dejó el aliento en el aire
y partió con su silencio.

Es Juan,
hombre de tiento y de hacha
que se ha quedado en el monte
con su sonrisa de niño.

¡Ay!, Juan... Su corazón perdido
abrió el corral de los miedos
guió la mano cansada
que lo sacó de la pena
y lo ha llevado al olvido
¡Ay! Juan...

entre las pircas y el río.



EL CERRO Y EL RÍO

Alguna vez me he sentado
a contemplar tus orillas
viejo señor de la vida,
antiguo río Los Tártagos.

Alguna vez en tu orilla
una torcaza ha cantado
los amores de un verano
reverberando en el alma.

Tus aguas, como mi vida,
cantan en lecho de piedra,
vienen cuerpeando las penas
cantando, siempre cantando.

Por las arenas del tiempo
bordeando el cerro pintado,
hay una casa de piedra
que allí me estaba esperando.

¡Bello Cerro Colorado!
El indio que te ha pintado
anduvo por esta huella,
mirando el cielo estrellado.

Y en las aguas transparentes
del viejo tapiz de plata,
vio reflejarse en su rostro,
la luz que guardan sus aguas.

Tus aguas son como penas
que por las piedras escapan,
van acariciando el Cerro,
piedra roja desgarrada.

Alguna vez he escuchado
herir la entraña del Cerro
y al viejo tapiz de plata
bramar desde Caminiaga.

Cerro Colorado, 7 de octubre de 2009



POCERO DE LA ÁNIMAS

Se asoma a la muerte
por el pozo de las ánimas.
Va solo.
Descolgándose
como una araña de cobre
por esa boca sin dientes
de luna negra que lo espera
Y es un ojo que se hunde
en lo infinito
que suena a hueco
como el eco del habla de Dios
en los altares ardientes
que nunca ha visto...ni verá.
Y es la sombra despojada
rasgando la tierra
descenso lóbrego
por ese útero estéril
donde el sonido del agua
es una pura nostalgia
de tierras ausentes y de árbol
y allí él es una sola cosa
con la muerte.

Se oye entonces una cadena
y un grito lo devuelve al frío
y a sus huesos alisados
como marfiles de tanto jugar

y a sus huesos alisados
como marfiles de tanto jugar
con la misma muerte
(es juego y jugador)
punzón en mano y hacha.
La muerte rampante,
mujer-tigre de espinas
y escorpiones en el monte
le ha cubierto los brazos
de flores y rubíes.
Una convulsión lo agita, ella
se le ha acercado demasiado.
La boca gigante lo escupe
y sale mojado y tiritando,
casi llorando...
Y trae consigo una estrella
que cansada de su luz,
dormía su sueño infinito
junto al alma del pozo.

Ha vuelto.
Sus alpargatas mojadas brillan
como las patas del puma
cuando baja hambriento
de la sierra. Entonces,
él sonríe y se yergue potente.
Un día más...
Y le ha ganado
a la muerte.

Cerro Colorado, 18 de abril de 2010

DELFINA ACOSTA


LA DOMADORA DE LAS BESTIAS

Era una serpiente pitón, enroscada junto al tronco de un árbol de jacarandá, y yo debía domarla, pues ésa era mi cautela: sujetar la voluntad de las fieras y restregarla ante mi juicio, aunque -interiormente- temblaba como una hoja.
La destreza para domar me salió del piano alemán, al que le arrancaba una gloriosa sinfonía de Beethoven diariamente, a fuerza de descargar mis dedos de fiera (solía romper mis uñas) sobre las teclas de marfil; el instrumento de tres pedales acabó por perder la totalidad de sus dientes, reduciéndose a cumplir una simple finalidad decorativa en la sala.
No olvidaré los arañazos del gato montés durante una práctica. La sangre de mi oreja arrancada caía sobre el suelo, y el gato, sin parpadear, me observaba desde la superioridad de su condición de bestia.
Éramos toro y torero en el ruedo. Pero el animal, después de un tiempo terminó entreteniéndose con mi entrenamiento, de manera que cuando yo le decía que se hiciera el muerto, ya había muerto, y cuando le ordenaba que tomara la leche del platillo, volvía a la vida.
También tuve que domesticar a un águila: Era un ave magnífica, de fuerte musculatura, con pico duro de hierro; no se dejaba convencer y volaba hasta las bisagras del techo de la caballeriza espantando a los caballos; en cierta oportunidad estuvo a punto de arrancarme la cabellera, pues sus picotazos parecían querer desarmar mi sesera. Pero yo le dije que se quedara quieta, como le dije que volara a la paloma moribunda del invernadero; y ella llevó lejos una hoja de canela de mi cantero y sanó regresando con una ramita de olivo en el pico a las seis de la tarde.
El águila empezó a ponerse querendona conmigo.
Desde entonces la gente dejó de faltarme al respeto. Y los hombres me traían sus aves, y yo cobraba el metal justo; el negocio de domesticar me daría dinero más adelante, cuando tuviera en mi poder a aquellos animales que vivían en el bosque, y se acercaban, peligrosamente, al parpadear el crepúsculo, y cubriéndose con la neblina, al pueblo.
Hubo quienes dejaban ante mi presencia caballos desbocados, y sapos de verrugas envenenadas, y lobos de ojos cegados por las chispas del odio, y hasta cabras del monte que echaban un olor espantoso cuando se les cubrían las cabezas con capuchas.
Coloqué un letrero frente a la puerta de mi casa.
"Se domestican animales peligrosos".
Una tarde, una mujer ojerosa y jorobada me pidió que la acompañara a su casa.
Allí estaba el monstruo, sentado junto a la chimenea. Las hormigas y las cucarachas lo presentían e iniciaban una forzada emigración hacia la plaza de los héroes caídos en la guerra. Y eran sus pasos como de eucalipto recién tumbado que arrastraban los leñadores.
La mujer no conseguía acercarle el servicio de café con leche y pan untado con almíbar, porque con un manotazo él hacía volar el pocillo y la bandeja por los aires.
Bajé a su taller. Allí se encontraban sus cuadros paisajistas que reflejaban una naturaleza verdosa, primaveral y caleidoscópica. ¿Cómo entender el hecho de que aquel hombre semejante a un animal pudiera ser capaz de pensamientos que iluminaran la conciencia del arte y que perdiera la paciencia con la servidumbre?
Me intrigó su manera.
Le pedí que se bañara.
Se rió grandemente.
-Con que te has enamorado de mí, dijo.
Entonces acabé por domarlo, pues el hombre me seguía a donde iba, queriendo saber porqué razón deseaba que se duchara.
Y yo no se lo decía.
Y un día, el séptimo de la era de acuario, bañado y acicalado, me pidió que me casara con él. No hubo forma de decirle que no.


-Paraguay-

ROBERTO ROMEO DI VITA


EQUILIBRISTAS

Eran dos equilibristas en finales de un enero húmedo y pegajoso. Eran dos muñecos semidesnudos, bronceados, flacos y de articulaciones elásticas. Manejaban sus herramientas suspendidos en las alturas.
La mayoría de las personas que transitaban la peatonal donde se encontraba el edificio en demolición no podían pasar sin mirar el cuadro que se les presentaba.
El ruido que producía la máquina compresora era casi infernal, ellos cual duendes traviesos y exhibicionistas jugaban peligrosamente con sus herramientas.-No importa que sean paraguayos, chamigo, igual tienen que venir a las reuniones, no pueden seguir trabajando a destajo, sin obra social ni beneficios.
-Mirá, cumpá, en Paraguay no tenemos trabajo y con esto nos sobra para mandar dinero a la patrona, esperá un poco que levantemos cabeza y vamos. Le respondió uno de los dos equilibristas la vez que fueron azuzados por el Negro Lorenzo.
El Negro Lorenzo, corrido por los capataces, querido por los suyos, hombre flaquito casi insignificante como ellos, azulejista de obras, sin paradero fijo; el primero en organizar ollas populares.
Fue cuando el otro se lo sacó de encima casi sin responderle y con una sonrisa cínica le dijo: "Vayan ustedes a esas reuniones, yo no soy de acá y no me interesan."
Lorenzo masticó bronca ese día y se alejó sin responder.
-¡Muy bien paraguayo! ¡Que ese boludo se vaya a joder a otra parte!- lo felicitó el gordo encargado de la demolición y que apareció allí de improviso.
-Patroón, dele más compresión a la máquina que este fierro tiembla y mucho y casi se me va el pie- le gritó uno de los dos con algo de bronca disimulada.
-Bueno, muchachos, métanle fierro, que si a la noche volteamos todo el frente hay un premio extra y cerveza helada.
-¿Y algunas guainas, chamigo?
-Eso lo conseguís vos solito, naranja; platita vas a tener y de la buena cuando terminemos toda la demolición-
-¡¡¡Piujuuu…!!!- retumbó el grito desde las alturas, al compás del repiqueteo atronador de la punta de hierro penetrando la losa. Grito que por un momento casi aventajó a los estruendos del material al caer, a los ladrillos rotos y al polvo del revoque seco.
-¡¡¡Piujuuu!!!- se dispersó alegre y salvaje una vez más por los aires y, ahora sí, los transeúntes miraban con desprecio al paraguayito colgado de las alturas.
-¡Qué reuniones y que mierda, cumpá. Yo solo quiero platita y trabajo! ¡Platita y trabajo, cumpá!
El cumpá no alcanzó a responderle esa vez, un poco abstraído por su propia máquina, un poco porque lo sorprendió la maniobra que estaba realizando su compatriota y que no era habitual. Éste estaba colgado, no del paredón, sino de la malla metálica del encofrado, con un pie en un hierro y el otro en el siguiente peldaño; el martillo automático, de unos treinta kilos de peso, se disponía casi por encima de su cabeza apuntando hacia arriba, con muy poco punto de apoyo, hiriendo al sol, a casi diez metros del suelo.
…A diez metros del suelo, un cuerpo fibroso, de venas color ceniza, un cuerpo tostado, un cuerpo en tensión varias horas al día, un cuerpo de piernas largas que dejan entrever dos testículos sudorosos por falta de calzoncillos y que son vistos con asco no disimulado por las niñas que pasean por la peatonal. Dos manos nerviosas sujetadas rítmicamente al potente martillo automático demoledor, dos pies aferrados cada uno en un hierro dispar, dos pies que quieren ser firmes, ahora no tan firmes, luego del tropiezo, a diez metros de altura.
Diez metros fatales que no aguantaron una caída casi con desprecio por su propio traspié.
A los pocos instantes una multitud de curiosos comentaba el accidente de trabajo sobre la peatonal.
-¡Para hacer ese trabajo hay que estar loco o ser equilibrista, viejo!- comentó alguien y señaló con la mirada la cornisa en demolición.

(Cuento premiado concurso de cuentos Junín, 2008.)

JUAN CARLOS DE ROSA


EL ANTICUARIO

Esa tarde, con el sol tibio, salí a caminar por las callejuelas de Taormina. Una extraña fuerza me impulsó a entrar en el negocio de anticuario ubicado en el número 32 del Corso Umberto.
Una vieja marioneta que pendía en el fondo del angosto local llamó poderosamente mi atención. Pedí al anticuario que me la mostrara. Cuando alzó sus brazos para descolgarla, un pulgar adicional surgió claramente desde el centro de la palma de su mano izquierda. Un fuerte escalofrío recorrió todo mi cuerpo al evocar las clases de mitología griega del colegio secundario. Con gran esfuerzo logré ocultar mi emoción. Me interesé viva y falsamente por otros objetos con el fin de forzar la amistad del anticuario, o, por lo menos, para poder lograr una intimidad que me permitiese trasponer la inhóspita conversación comercial. Lo conseguí.
Esa noche fuimos a cenar juntos. "Me llamo Carlo, nací en Sicilia, pero no en Taormina", dijo a modo de presentación. Su voz era hueca, abismal, profunda como la heroica garganta del Etna. Su mirada semejaba un bastión inexpugnable. Habló poco. Sólo lo necesario para hacerme saber, además, que era soltero y que, a pesar de una salud normal, presentía la cercanía de la muerte.
Con sorprendente habilidad logró esconder siempre la palma de su mano, ocultando el sexto dedo. Por ello no pudo disimular su sorpresa cuando, superando mi temor, le pregunté si el dedo palmario le incomodaba. " No, no me incomoda. Nadie debe sentir incomodidad por su destino. Además, en Taormina ninguno ha logrado verlo. Por eso te ruego que, al menos aquí, a nadie lo menciones.", e inmediatamente dirigió nuestra conversación hacia algo tan intranscendente como el mal tiempo que tapaba la visión del Etna.
Nos despedimos. Lo vi alejarse, para siempre. Un bastón con empuñadura de marfil y plata compartía su indeciso caminar.
De regreso al hotel volví a recordar a Daniel Amato, mi profesor de mitología griega. Amato lo incluía en lo que llamaba categoría de "mitos secundarios", relatos que habían emigrado, sin causa aparente, de la memoria colectiva.
Según las enseñanzas de Amato, de los numerosos hijos de Deucalión y Pirra, tal vez el más importante para la especie humana, si la mitología refiere a dioses verdaderos, haya sido Atamante, el poseedor de un sexto dedo en la mano inhábil.
Zeus profetizó a Deucalión, que éste y Pirra engendrarían un hijo, cuyo nombre sería Atamante y tendría un sexto dedo en la mano opuesta a la de la espada. Atamante, a su vez, procrearía a otro hijo y éste a otro y así sucesivamente por un cierto tiempo, por mil treinta y dos generaciones. Todos y cada uno con un sexto dedo y portando igual nombre que el de sus padres. Cuando el último Atamante muera, cuando no habite en la tierra ningún ser de sextos dedos palmarios, entonces será el final y sobrevendrá el Apocalipsis, reiteraba Amato.
A la mañana siguiente partí de regreso a Buenos Aires. Al llegar al aeropuerto de Palermo sentí la necesidad de despedirme de mi amigo Carlo. Ignorante de su teléfono y su apellido hurgué entre los anticuarios que registraba la guía de Taormina. En un pequeño anuncio pude leer: "Carlo Atamante. Anticuario. Corso Umberto 32, Taormina." Cerré la guía, me senté, y procuré distraerme con la Gazzeta Sportiva mientras mi corazón no cesaba de latir violentamente.

ADRIÁN ESCUDERO

CAÍN

Apareció Caín en La Playa. Dijo: Hay Tigres. Habrá Zarabanda Nupcial y cantos en Paranoia. Y sangre. Caín se ha declarado El ordenador de los Dioses. Como un quásar inmenso, como un agujero negro en el núcleo galáctico de la Humanidad, Caín será El hombre que no quería estrechar las Manos. Matará a su hermano y pondrá a disposición de los Tigres la Imagen de la Muerte. Dirá: Para Owen, el mago de ilusiones y vanas hechicerías. Una ofrenda que transportará en El camión del tío Otto. Como un simple y rutinario Reparto Matutino. El brazo aún le tiembla, y, el sol, se ha retirado de La Playa. Gobierna la autoridad de las Historias Fantásticas, que el ominoso y eterno Stephen King se empeña en dibujar sobre la arena en plenilunio…

JESÚS DÍAZ


EL POLVO A LA MITAD


Una película de polvo lo había cubierto todo, desde el auto hasta nuestro pelo. Habíamos cerrado los cristales, pero el polvo cubría los asientos. No hablábamos, pero nos abrasaba las gargantas. Hacía rato que ni los animales ni los campos tenían color, sólo el polvo. Hacía rato también que el terraplén no se distinguía del resto del campo. El campo todo era un inmenso terraplén con una persistente nube de polvo que no acaba de ascender; se mantenía fija, larga, pegada al camino y a todo cuanto pasaba por el camino que era todo lo que había allí, porque todo era igual, todo terraplén, y todo el terraplén era polvo. Lo otro era el sol. Un sol sin centro ni rayos, un sol esparcido, un sol solo calor. Calor, aquel sol no poseía otro atributo. Lo demás éramos nosotros. Intenté mirar la hora para saber el tiempo que nos faltaba de camino, y el tiempo que llevábamos por aquel terraplén, pero la esfera del reloj estaba cubierta de polvo, y aunque se trataba de polvo seco no logré limpiarla. Nada me ayudaba a orientarme. El sol había desaparecido del cielo para reaparecer en todos los lados, quemante. El aire había quedado fijo en medio del polvo, opaco. Delante del auto quizás quince o veinte metros de polvo cobraba forma, se hacía oscuro, compacto. La presencia que comenzaba a concretarse en la nube avanzó. Detuve el auto.
-Siglos no pasaba nadie por aquí -dijo. Fue una voz terrosa, árida. La forma, al avanzar, fue haciéndose humana. No cabía duda, era un hombre, polvoriento, pero hombre... Alejé mis vagas sospechas al mirarme y mirar a mi mujer, teníamos su mismo aspecto. Entretanto él había montado y yo continué la marcha.
-Siglos llevaba esperando -dijo al rato.
La voz me inquietó. Fue otra vez terrosa y otra vez árida y otra vez cansada y otra vez vieja, como chirrido de bisagra de una puerta cien años sin abrirse.
Miré a mi mujer, pero ella ni siquiera volvió la cabeza. Él regresó a su silencio. Las horas que siguieron me parecieron siglos. Entonces creí entender lo que el hombre había dicho. Siglos después el polvo volvió a hacerse compacto, pero en muchas direcciones. Sólo frente al auto era más claro. A los costados la nube bosquejaba estructuras, descubría formas. Formas de casuchas desvaídas, anaqueles polvorientos en polvorientas bodegas, perros trashumantes, escuela. Aquello era, o debía ser, o debía haber sido, un pueblo.
-Fray Benito.
Dijo la voz terrosa respondiéndome. Quise mirar atrás, mas no fue necesario. El hombre estaba ahora sobre el polvo, al lado del auto.
-Mire -señaló una iglesia estremecida-, ahí bautizaron a Batista, no queda nada, ni yo -dijo.
Se esfumó entre la nube, luego esta se movió por primera vez, arremolinándose alrededor de la iglesia hasta taparla. Arranqué sin esperar a ver más.
-Qué tipo raro -dije a mi mujer.
-¿Cuál tipo? -me preguntó.
-El que se quedó en aquel...
Pero no había pueblo. Sólo una nube fija larga, pegada al camino.
-Creo que el polvo te volvió loco -me dijo.Intenté responderle, pero no pude porque la lengua se me fue deshaciendo mientras sentía un sabor árido en la boca, y una corriente terrosa en las venas.


(Cuba, 1941-2002)

NORMA PADRA


ENTRE PARÉNTESIS


Palabras que están protegidas por esos signos semi-curvos, para aclarar algo, para no dejar lugar a las dudas. Los signos, también pueden abrazar toda una larga frase intercalada, para que no halla malos entendidos. También hay gente que vive entre esos signos. La puntuación, los cobija, quieren disimuladamente, (que no se mal entienda, que desean ser claros y estar a resguardo). En definitiva, estar y sentir ese largo abrazo que los contiene.

ARIEL FÉLIX GUALTIERI


UN INSTANTE

Nadie sabe con certeza cuando ocurrió.
-Puedo hacerlo, estoy seguro que puedo lograrlo.
-No podrás, no eres tan fuerte todavía.
-Pero si lo hago será maravilloso.
-Pero no durará mucho y además morirás indefectiblemente.
-¿Pero no crees que valdrá la pena?
-Sí...
Entonces, aquel hombre, concentró en su corazón toda la tristeza del mundo. Pero solamente duró un instante. Su corazón no aguantó tanto dolor y el hombre murió casi de inmediato. Aunque las penas volvieron a quedar en libertad rápidamente, desparramándose otra vez entre la gente, y pocos llegaron a darse cuenta de lo que había ocurrido; la humanidad completa
-todas y cada una de las personas que andaban por estos lugares en aquellos días- había sido feliz durante aquel fugaz instante.
-¿Oíste eso?
-Sí.
-La música que provenía de abajo, a eso me refiero, ¿la oíste?
-He dicho que sí.
-¿No te sorprende que haya sido tan parecida a la que se oye por aquí?... Pero duró muy poco...
-Lo sé.
-¿Y que más sabes que yo no sé?
-Fue él...
-Ah... ¿Logró sobrevivir?
-No.
-Ah... ¡Qué lástima!... ¿Le habías advertido?
-Sí, pero no le importó.
-¡Qué lastima!...
-Sí, una lástima... Pero... fue maravilloso.
PERDIDOS
-Disculpe usted, ¿podría decirme dónde estoy? Creo que me he perdido.
-Estamos en mí.
-¿En usted? ¿Cómo que estamos en usted? ¿Qué significa eso? Bueno, en fin, no me importa, cada loco con su tema. ¿Podría indicarme, por favor, cómo salir?
-No lo sé, yo también estoy perdido.
-¿Me dice que estamos en usted, y que usted mismo está perdido?
-Exacto. Mi desgracia es que todos los caminos que emprendo son un recorrido por dentro de mí, y aun así, casi siempre me pierdo.

MUNDO FUTURO

Una vez, hace tiempo, caminando por la calle, me llamó la atención lo que rezaba un cartel pegado sobre una puerta:
"Vivimos en un mundo llamado Futuro, donde el presente muere antes de nacer. Y, por supuesto, el pasado no existe. Aquí todo está por comenzar: los corazones, siempre a la expectativa, palpitan veloces; y los ojos no dejan de brillar imaginando lo que será. La culpa y el remordimiento nos son ajenos: ENTRADA GRATIS SÓLO POR HOY."
Cuando quise entrar, un guardia me detuvo diciéndome que estaba prohibido ingresar con cualquier tipo de recuerdo; debiendo dejar en la puerta todos los que llevaba. Seguí entonces mi camino, no entré: no quise olvidarte.

LA PREGUNTA

En mi caso fue diferente. Desperté en un espacio completamente oscuro, donde no se escuchaba ningún sonido y, por supuesto, nada se veía. De repente, una voz susurró en mi oído una pregunta que desde entonces me perturba como un aguijón en el alma: "¿Valió la pena?".
Ya no puedo quedarme más tiempo, perdón… Pero antes de irme quisiera pedirles un favor: no me llamen así, no me llamen fantasma, se los suplico..., duele, duele mucho...

DORMIDOS

-¿Sigue durmiendo el Señor?
-Sí, no ha despertado.
Un día después:
-¿Está despierto el Señor?
-No, aun duerme.
Una semana después:
-¿Puedo ver al Señor?
-No es posible: duerme.
-¿Cuando se levanta?
-No sabría decírselo.
-¿Pero es que no se ha despertado en todo este tiempo? Tu Señor está muerto.
-No lo está.
-¿Cómo lo sabes?
-Respira.
-Entonces despiértalo, ¡es importante!
-No puedo.
-¿Por qué?
-Sus órdenes fueron estrictas.
-¿Y cuáles fueron esas órdenes?
-No puedo decirlo.
Y que por ningún motivo me despierten hasta que el mundo lo haga. Antes sería perder el tiempo. ¿Entendido?
-Perfectamente, Señor.

GRACIELA NÚÑEZ


ME PUDISTE

A último momento y aprovechando el fin de semana largo prepararon unas pocas cosas en sus bolsos y se fueron.
El mar fue el lugar elegido. Con dos reposeras y canasta playera en mano, caminaron esas tres cuadras que separaba al Petit Hotel de la exclusiva playa.
¿Preparo unos mates? dijo Mara.
Dale. dijo Román.
¡No traje nada para comer! ¡Qué cabeza la mía!, rezongó ella.
Pero voy a comprar algo si querés, se adelantó a decir.
¡No! Esta bien ¡Vemos! Si más tarde me da hambre si, exclamó él.
Es un día precioso. No hay nubes. Tendremos que ponernos mucho protector solar, acotó la muchacha.
Si, ya lo creo, respondió sonriendo Román.
Corría una leve brisa que no dejaba transpirar los cuerpos. Ya habían tomado casi todo el termo de mate y el tema de conversación se hacía desear.
¿Estás bien? ¿La extrañás?, rompió el silencio ella.
¡No quiero hablar del tema! Prefiero olvidar, pensar en otra cosa y ver si soporto su ausencia, contestó él.
Ok. ¡Como digas! Sólo quiero que sepas que contás conmigo incondicionalmente. Quiero ayudarte. ¡ Tal vez si lo hablás...!
¿Nos damos un chapuzón? la invitó Román.
El agua estaba cálida, transparente y pocas olas, daba la impresión de mar tranquilo. Nadaron un buen rato. Sólo conversaban del buen día y del despoblado lugar.
¡Dejarla siempre me resultó difícil!, exclamó de repente él. Me viene a la mente una situación parecida a esta que tuve que atravesar cuando tenía dieciséis años. Por ese entonces vivía mi mamá quien fue de mucha ayuda para mi. Hoy después de catorce años vuelvo a enfrentarme con el mismo dilema.
¡Es por tu bien!, sólo eso pudo expresar Mara.
Mirá... ese viejo y usado dicho: "Porque te quiero (o me quiero, en mi caso) te dejo en libertad"... es lo que estoy viviendo ahora.
Sí, me imagino que sí...
O como aquel dicho: "Mejor solo que mal acompañado". ¡Pensalo!
¡Puede ser! ¿Pero cómo dejarla?
Es muy reciente, lo sé, pero yo estoy y estaré siempre a tu lado cuando te lleguen esos síntomas de abstinencia. Además hay profesionales que te puede ayudar a salir de esto.
Lo sé. Ojalá pueda sacarla pronto de mi cabeza y ser yo nuevamente, la consoló él.
El tiempo se tornó gris. Abrazados emprendieron la marcha de regreso al hotel. Esas fueron las últimas palabras que Mara recuerda de esa conversación. Pasó un mes. En los avisos fúnebres del diario leyó: "Fuiste muy valiente en intentarlo. Q.E.P.D Román Gutierrez".

RICARDO ALLIEVI


OSCURO

No está seguro si parpadeó o intentó abrir los ojos pero no pudo por más esfuerzo que hizo y se desesperó. Si lo consiguió, no vio nada. Era la oscuridad más negra, densa y profunda de su vida. Sin cielo, sin luna y sin estrellas. Nunca había visto o imaginado nada igual.
Tenía mucho frío, estaba helado y rígido. No pudo saber si en esa noche que le parecía eterna, estaba vestido con un camisón o un hábito blanco de seda.
Quiso tocárselo pero fue imposible. Tenía las manos a los costados del cuerpo.
Ni siquiera imaginó su palidez cadavérica.
Todo cuanto intentó para moverse, darse vuelta o levantarse fue inútil. Tampoco pudo saber si se murió en ese momento o si estaba muerto desde antes, en medio de un silencio oscuro, sepulcral y macabro.
Pensó que quizás tuviera alguien al lado; pero no podía preguntarle a nadie:

-¿ Ustedes nunca vieron matar a alguien -...?
Supuso que no le hubiera oído porque tenía los tímpanos sellados.
En el aire del atardecer vibraban las primeras campanadas del cementerio que anunciaban la llegada del Angelus. Supuso que no iría nadie porque no las escucharían o estarían tiesos. El las escuchaba atento y con ganas de salir corriendo para preguntar lo que deseaba y disipar sus dudas; pero no pudo levantarse del lecho ni mover sus músculos rígidos.

domingo, 6 de junio de 2010

STELLA MARIS TABORO


UN SUEÑO QUE QUIERE SER REALIDAD


Había nacido una noche en que la luna estaba tan redonda y brillante como moneda de plata, lo llamaron Licanqueo. No fue casual. El jefe de la tribu quiso que su nombre sea tan limpio como las piedrecillas blancas que bañan las cascadas y que supiese desatar los hilos de nubes para que siempre brille el sol.
Sería vida y sueño. Había llegado impregnado con mandatos profundos, que debía cumplir aunque viniesen fuegos alborotados. Escucharía todas las voces, los ecos, las acciones. Andaría como antorcha prendida por todos los caminos, los valles, las sierras y los llanos. Nadie advertiría su presencia.
Así, Licanqueo fue creciendo con ese mandato habitado en él, como guirnalda.
Sabía que había una comunión de sangre en el escenario que recorrería y entonces podría vivir una existencia sin fugas, no serían ignotos los surcos que vendrían, y un oleajes de estrellas serían sus guardianes.
Pero entonces, no había imaginado ver a hermanos enfrentados. Hablaban de Patria, pero de ella se olvidaban y dividían al suelo, en el interior y el puerto.
Y vio batallas y trampas.
Quiso Licanqueo , no ver sangres maniatadas ,ni palomas sollozando .Seguía como eterna antorcha dispersándose como lenta lava y esperanzado buscaba símbolos de paz.
Y veía golpeando en el suelo a la falsa armonía por organizar el Estado y notaba que rodaba una bola aristocrática aplastando a los demás.
Se elevaban murallas entre el gaucho y la "civilización" y sacaban a los indios para enviarlos a la " frontera". Todo un claustro de clarines retumbando. Historias de noches agobiantes, de escondites al filo de los tejados, de gargantas ahogadas en sus llantos y quiebres de alas arrojadas en el mar.
Licanqueo continuaba viviendo en la tibia lluvia de sus sueños, estremecido por las hirientes decisiones de mandones.
Discurría en el agua azul de sus anhelos, por ver cadenas de manos que se unen, ver arroyos de encuentros hermanados. A veces se volvía viento recorriendo de norte a sur a este suelo y el paisaje lo alentaba. Exceptuando a algunos pueblos, los demás sólo cultivaban rosas de hiriente acero.
Le parecía ver un juego siniestro tirando la taba "cargada" en cada acto electoral. No quería la palabra "fraude", pero retumbaba en sus oídos como collar de cascabeles. Despreciaba la palabra " represión" que tenía el sabor de los venenos mortales. Intentó sepultar todos hechos que dejaban a la libertad en una guarida oscura.
Los juegos sangrantes seguían, pero Licanqueo creaba huracanes de sueños. Entonces, cuando el mes de mayo llegaba, sostuvo fuertemente, las doscientas columnas doradas, creadas con el sol de la bandera, y lanzó un grito con sonidos celestes y blancos ,llamando a todos a la unidad.


-Santa Fe-

JÉSSICA de la PORTILLA MONTAÑO


OJOS CERRADOS

Ella ignora si es una uña o si es un colmillo lo que intenta acariciar su cuello. Tal vez sea la yema de un dedo sucio, o esa navaja que él recibiera en su entierro. Ella espera.
Ojos abiertos. Sólo una tela la separa del mundo exterior. Muñecas y tobillos se confunden con cadenas color violeta que la mantienen atada a su suave -pero innegable- prisión.
Ojos cerrados. Ella sigue esperando. La punta de un lápiz le roza un hombro. Tal vez se trate de un cutter, tal vez de un clavo oxidado…
¿Cuál sería la diferencia? Ella espera. Sigue esperando.
Era un colmillo. Sólo era eso. Desde el principio tuvo que serlo, ella no abre los ojos y siente el colmillo encajarse en su rostro. El vapor de un aliento, dos respiraciones violentas, miles de células gritando al ser rasgadas por ese objeto.El colmillo resbala hasta alcanzar el cuello. Siempre es seguido por una larga y filosa lengua... No espera más. Ella nunca abrirá los ojos de nuevo.


-México-

NEGRO HERNÁNDEZ


FIESTAS PATRIAS

La noche húmeda de Barracas nos encontró otra vez en la esquina del Tres Amigos, después de los festejos de los 200 años de Revolución de Mayo.
Estábamos reunidos alrededor de la mesa de café compartiendo un aperitivo y la charla que los viernes se extendía hasta la medianoche. El Mirón bostezaba como siempre y la cabeza se caía hacia atrás abriendo la boca, como esperando que el cura le colocara una ostia. Sandoval sacó el pastillero del portafolio y empezó a seleccionar los remedios que debía tomar a esa hora. "Ando mejor de la presión y la diabetes" dijo, mientras clavaba el escarbadientes en los últimos trozos de salamín. Oliverio trataba de articular una palabra coherente pero el ataque de risa, producto del Gancia, no lo dejaba. Jorge hacía que fumaba jugando con el cigarrillo apagado. "Me gusto el festejo, yo estuve con mi mujer la mañana del 25 y no se podía caminar de la gente que había", comentó. "Lo que no me cierra es el término bicentenario", agregó el Gordo, "Me suena muy postmoderno, como bisexual, binorma, y lo que es peor a bípedo como nos decían en la colimba... ustedes que saben: ¿cómo lo llamarían? "Simplemente 200 años. 200 años suena fuerte, es más masculino, tiene otra identidad", dijo Sandoval.
Después la conversación derivó por otros caminos azules y blancos: el mundial de fútbol, los barras, las botineras y los jugadores de antes y los de ahora. ¿Cómo habrá sido aquel 25 de mayo? preguntó el Mirón que había vuelto de su ausencia. ¿Qué sé yo? Me imagino que la plaza estaría llena de pendejos como en el recital del obelisco, contestó Jorge.
El gallego trajo los cafés habituales después de la picada y el Gordo propuso un truco de seis. Oliverio debido a su estado etílico se excuso de la partida, y yo, que había sido invadido por las imágenes de las fiestas patrias, preferí abstenerme para que descansara mi agitada mente.
La escuela de mi barrio era tan pobre como sus habitantes, pero en las fiestas patrias se vestía de gala para celebrarlas. Nosotros, de pantalón corto, nos formábamos en el patio central cruzado por un viento fuerte que arrastraba las hojas secas de invierno. El frío tiritaba en mis piernas y el abrigo de lana debajo del guardapolvo blanco no alcanzaba para calentarme la cara ni las manos. Frente al mástil contemplaba cómo la bandera era izada mientras catábamos Aurora y me emocionaba hasta las tripas como ahora. Después venia el discurso de la directora y más tarde el chocolate caliente y los churros.
La señorita Esther conversaba un rato con las madres presentes y nos despedía uno por uno con un beso que entibiaba mi mejilla.
Truco, grito el Gordo, retruco dijo Sandoval, dando testimonio de la pasión que nos hermana y me hizo volver a la mesa de naipes. Los que perdían tenían que pagar la cuenta el próximo viernes. En ese espacio entre nosotros se entretejen la fantasía y la realidad, las imágenes se desvanecerán en el instante del juego, pensé.
Entonces todo era más claro, los próceres inmaculados de la patria era modelos a imitar, y creíamos en ellos como en nuestros padres. El sargento Cabral, el negro Falucho, y mi preferido: el tamborcito de Tacuarí eran mis héroes.
Cuando terminó la partida Oliverio se había recuperado y no hizo falta acompañarlo a su casa de Parque Patricios. Nos fuimos despidiendo uno por uno debajo del farol de la esquina que reflejaba su luz en el adoquín empapado, y me fui caminado por la calle blanca que desemboca en el Riachuelo acosado por interrogantes tan amplios como complejos. De los festejos del Bicentenario me llevo múltiples miradas, fragmentos, partes sueltas, piezas para armar, y el mismo deseo de la infancia latiendo con la esperanza de realizarse alguna vez: ser una gran Nación.

IIIº Encuentro Regional Escritores del MERCOSUR

IIIº Encuentro Regional Escritores del MERCOSUR GUALEGUAYCHÚ Unidos por la palabra escrita. 18 y 19 de septiembre de 2010 Inscripción libre y gratuita
Organiza: Sociedad Argentina de Escritores (SADE) (Seccional Gualeguaychú)
Participan: Dirección de Cultura de Gualeguaychú / Asociación Gente de Letras
Auspician: Comisión Central Sociedad Argentina de Escritores. Municipalidad de Gualeguaychú. Cámara de Diputados de Entre Ríos. Ateneo Gualeguaychú. Rotary Club Gualeguaychú.
La Sociedad Argentina de Escritores Seccional Gualeguaychú por Entre Ríos, invita a los escritores a sumarse a este nuevo encuentro en donde septiembre será palabra en nuestra ciudad y los escritores serán los protagonistas en estas dos jornadas de pura literatura. Para participar del mismo rogamos nos envíen los textos que serán leídos (poesías, cuentos, ponencias, ejemplares de libros a presentar) a fin de ser evaluados por el comité de selección, para corroborar si se ajustan a los tiempos estipulados. Los trabajos deben enviarse antes del 20 de agosto a alguno de los siguientes emails:
zulmanicolini@hotmail.com - susanalizzi@yahoo.com,ar - claudialopezletamendi@hotmail.com o por vía postal a SADE GUALEGUAYCHÚ- Urquiza 784 (2820) Gualeguaychú (ER)

Universidad Nacional de Tucumán

Universidad Nacional de Tucumán. Secretaría de Extensión Universitaria

LETRARTE 2010 ® ”V Congreso Internacional de Escritores”
Estimados Escritores
Este V Encuentro Internacional de Escritores a realizarse entre el 14 y el 17 de Julio, en el marco del XII Julio Cultural Universitario. La inauguración se hará a las 10 hs. en la Casa Histórica con una suelta de globos.
Se van a realizar lecturas, conferencias, talleres y seminarios a cargo de escritores y pensadores reconocidos. Este Encuentro, auspiciado por la Secretaría de Cultura de Presidencia de la Nación es considerado el más importante de la Argentina y el segundo en Latinoamérica.
Por favor si eligen presentación de libro o revista mandar título y nombre del presentador. Necesitamos el título de la Performance o de la Ponencia.
Les recordamos que hay un cupo, por favor confirmar depositando los $ 65 de Inscripción en Bco Credicoop Caja de ahorro: 047-545172/3 ó Bco Galicia Caja de Ahorro en $: 40022470-143-0, y mandar FAX con el talón del banco poniendo su nombre al 0381-4203537.
Gracias.
Se va a realizar el concurso “María Elvira Juárez” de poesía, con un Primer Premio ($ 1.000) y Segundo Premio $ 500-. A medida que recibamos las inscripciones enviaremos las Bases del Concurso.El sábado 17 se cerrará con una empanadeada (empanadas de carne, pollo o queso) gratis en el municipio de Yerba Buena, con varios espectáculos.

ESPACIO LITERARIO en "La Subasta"

ESPACIO LITERARIO NORMA PADRA en "La Subasta"

CAFÉ DEL ENCUENTRO DE LOS POETAS EN EL REMANSO DE LOS SÁBADOS...

Queridos amigos tengo el agrado de convocarlos a compartir la lectura
programada en "La Subasta".
No olvides que tu presencia es importante para todos nosotros.
Sábado 19 de junio a las 18.30 hs. y todos los terceros sábados de cada mes.
Río de Janeiro 54
Ciudad de Buenos Aires

LOS INVITADOS DEL 19 DE JUNIO SON:

Zoraida González Arrili
Enrique Bossero
María Chapp
Laura Beatriz Chiesa
Jorge Luis Estrella
Lucila Févola
Mabel Fontau
Horacio Laitano
Silvia Maimó
David Sorville

A continuación se sortearán libros entre los asistentes.

-Entrada libre-
Coordina: Norma Padra
www.revistapapirolas.blogspot.com