lunes, 23 de agosto de 2010

TALLER

TALLER DE ESCRITURA CREATIVA
REDES DE PAPEL
Todos los lunes de 18 a 20 hs.
En LA SUBASTA - Río de Janeiro 54 – C.Bs.As.
Coordina: Carlos Margiotta
Informes: 4857- 5119

jueves, 5 de agosto de 2010

MARISA PRESTI


..............SABORES

El azúcar de tu corazón se fue tamizando con indiferencia hasta abofetearme con el sabor agrio del limón maduro. Yo no quise beberlo, mi paladar ansiaba las frescas frutillas de tu boca, como antes, cuando mezclábamos los elixires del amor en el fuego siempre encendido de la pasión y los vapores nublaban nuestros sentidos.
Nos amasamos juntos, de a poco, con las manos tímidas primero, temerosos de arruinar esa textura suave de los cuerpos nuevos, que no se conocen pero se intuyen. Y los dedos se volvieron sabios, apretaron con fuerza, extendieron la masa de sexo una y otra vez sobre la horizontalidad de la cama. Tu levadura se fue desprendiendo sin darme cuenta; engrandeció mi deseo y extendió tus cavernas hasta perderme en apetitos. Probamos las mejores recetas, inventamos otras, nos batimos en melazas hasta disolvernos en un universo glaseado, mientras mi almíbar te coronaba de goces.
Fuiste la fruta que nunca había probado, de pulpa jugosa y cáscara liviana, que en la manada de tu pelo rojo encendió mi lengua con papilas nuevas. No eras ajena a las temperaturas que encendimos, condimentaste al extremo tus placeres con azafranes y canelas para enloquecer mi instinto.
Se que nos comimos mutuamente, por meses no hubo alimento más que nuestros cuerpos sedientos fundiéndose al calor. Un día, mi paladar se violentó al no encontrarte, hurgué con mi lengua buscando los gustos de mi deseo, pero sólo tuve la decepción de un sabor insípido que parecía invadirte. Desde ese momento te noté distinta, perdieron redondeces tus pechos de manzana; tus ojos empezaron a mirarme como uvas secas, sin luz. Y la pimienta de tu voz se convirtió en soja. Entre tus piernas creció una tisana virginal que puso una barrera entre tu ingle y la mía, suave pero sólida, resistió todos mis embates.
Lloré lágrimas de vinagres viejos, escondido a tu presencia. Indagué en libros centenarios el origen de tus males en noches de insomnio, consulté curanderas y adivinas, pero el hambre de tenerte crecía tanto como el vacío de respuestas. Hubo otros labios de guindas maduras que quisieron reemplazarte, pero el ayuno de mi alma fue más fuerte que las nueces y los mariscos.
Volví a tu fuego apagado con la certeza de una pequeña esperanza. Te unté con mantecas ardientes, te calenté bajo las brasas de mis versos, derramé licores hindúes entre tu boca entreabierta. Y fue en ese momento cuando cantó el pájaro de ajenjo, el que solía ser testigo mudo de nuestros amores. Te miré, y esquivaste la mirada. Los trinos eran amargamente tristes, colándose en mi corazón desvariado hasta fundirlo en un grito.
Mezclé todo en el bool. de mi memoria, sacudí como pude los cascotes del olvido hasta pulverizarlos, agregué un poco de cilantro y unas gotas de sudor, y pude comprender el canto. El que vos también comprendías, callando.
La receta era fácil, pero amarga. Con dolor, obedecí la revelación que me había sido concedida. Te levanté en brazos; no me costó mucho doblar tus brazos y tus piernas, te habías consumido como las salsas sobre el fuego. Acomodé tu cabeza con amor y sobre tu última mirada abrí la puerta del freezer.

ALICIA CHILIFONI


SE LLAMA PEPE

Camino a la escuela, todas las mañanas lo vemos. Enorme y cabezón, no parece un perro. Es muy especial.
A mí, que no soy afecta a las mascotas caninas, sólo me han simpatizado unas pocas. Sobran los dedos de una mano para contarlas.
Le hablamos y nos mira cansino, con su carota resignada, aburrida, el cuero sobrante arrugándole el ceño. Su color es indefinido, se diría marrón, pero un marrón raro, agrisado, nada común.
Empezamos a llamarlo Pacho, por lo pachorriento. Me propuse averiguar su nombre, no sé para qué. Ésas ocurrencias mías. Y hoy se me dio la oportunidad.
Cuando pasábamos por la vereda, mientras como siempre alias Pacho nos miraba con su habitual desidia, noté la luz encendida y la puerta del frente abierta. Alguien barría el umbral, saliendo hacia el pequeño jardincito tras las rejas.
-Disculpe, buenos días. Me gustaría saber cómo se llama este "bichito" - dije, y lo señalé, pues siempre está acompañado de otros varios congéneres que nunca despertaron mi interés. No les veo nada especial. Además, Pacho se destaca por su tamaño.
-Se llama Pepe. Cuando lo compré, decidí ponerle ese nombre, porque tengo una nieta con problemas. Es autista. No habla. Pronuncia algunas sílabas. Entre ellas, sabe decir "pe". Con ese nombre, trato de que ella llegue a tener algún tipo de conexión con el perro … a lo mejor… nombrándolo …
Se acercaba la hora del timbre de entrada a clase, y nos quedaba por recorrer todavía una cuadra para llegar al colegio, de modo que le di las gracias y nos fuimos apuradas.
Pensé que al preguntar, podría haberme encontrado con una mirada de fastidio y una contestación desganada. O por desconfianza, hay quien ni siquiera responde. A veces me pasa, pero no puedo contenerme cuando me propongo saber algo. En cambio la dueña de Pepe pareció disponerse de inmediato para una buena charla con una total desconocida. De haberla encontrado a la vuelta en vez de a la ida, la conversación se hubiera estirado, y hasta podía haber sido el germen de una amistad. Era evidente que le hacía bien contar su preocupación, y lo hacía sin dramatizar, con toda naturalidad, hasta sonriendo con ternura.
Vale la pena correr el riesgo de ser vista como inoportuna, o desubicada, toda vez que se me ocurre una de estas "aliciadas". Porque en la mayoría de los casos ocurre como en éste. La gente tiene una enorme necesidad de comunicación. Pese a vivir todos amontonados, muchas veces estamos tan solos y tan necesitados de ser oídos …
Ahora sí sé para qué quise conocer el nombre del singular pichicho: para que su dueña aliviara su carga emotiva. Lástima que a mi regreso, ya había terminado de barrer, y la puerta estaba cerrada.
Me contenté con decir "chau Pepe", lo que no es para nada poca cosa, pensando en esa niña que tal vez nunca sepa, al pronunciar esa sílaba, que lo está nombrando a él.


JUAN CARLOS DE ROSA


EL HUERFANITO

Sarita se encarga de cuidarme desde que murió mamá, hace seis meses.
Sarita es buena. No sé si verdaderamente me quiere, pero lo aparenta.
Sarita me cambia los pañales, me baña, me da de comer el puré de batata bien caliente, como a mi me gusta.
Pero yo sigo extrañando mucho a mi mamá. Sin ella me siento desamparado.
Papá murió en un accidente apenas yo nací. Mamá para mí era todo. Extraño sus caricias, sus besos, su sonrisa. Por eso lloro mucho, y me da rabia que Etelvina, la enfermera, se enoje y me diga: "Miren a este viejo idiota que se pasa el día entero lloriqueando por su mamita".

ELENA TEROL SABINO


CABALLERO ALONSO

Alonso había crecido oyendo a sus padres contar historias acerca de las aventuras de su bisabuelo en sus viajes por las Américas y el deseo de emularle le había acompañado desde siempre. Sin embargo no fue hasta el verano del 2009 que se decidió a dejar su pueblecito manchego, alentado por decenas de episodios de "Españoles en el Mundo", la disponibilidad de unos meses en paro hasta que su empresa lo contratara de nuevo al final del verano y el hecho de que un antiguo compañero de estudios le hubiera quitado a su novia Raquel. Estaba convencido de que el susodicho, que nunca había despertado ningún interés entre las féminas, había conseguido tal éxito gracias a unos tatuajes que se había hecho en Londres. Le pareció que si esa ciudad le había servido tan bien al insulso de Tomás, él podría abrirse camino allí sin problema, así que reservó un billete de avión y a los pocos días allí estaba, solo, con todos sus ahorros escondidos en una riñonera extrafina, metida por dentro del pantalón.
El diminuto aeropuerto de Luton se ubicaba en esa tierra de nadie en que además de aeropuertos habitan multicines, algunas estaciones de tren y muchos centros comerciales, tan idénticos en cualquier lugar del mundo que confunden a quien quiera recordar dónde vio tal o cual película, a qué ciudad estaba llegando en cierta ocasión o dónde compró aquella camisa que le favorece tanto. Alonso tuvo la sensación de no haber llegado a ninguna parte hasta que al medio día se vio en Camden, el barrio donde Tomás se había hecho los tatuajes y donde, según contaba, había compartido casa con un cantante de rock, dos directores de cine y un escritor. Era sábado y la calle vibraba con la energía de cientos de personas que habían decidido tomar la vía alternativa al mismo tiempo. Sus aceras hacían las veces de centro terapéutico donde ejercitar comportamientos y deseos ocultos, ya fuera por vergüenza propia o censura de los demás. Por ella paseaba gente con pelos de todos los colores y perforaciones cutáneas a veces tan extensas parecían haberse hecho en un ataque compulsivo. Con ellos convivían unos cuantos "punkis" italianos, apostados en la partmás transitada y encarándose con todas las turistas japonesas que les echaban fotos al pasar. Alonso era feliz caminando por allí y estaba del mejor humor del mundo cuando se encontró con Carlota en un bar cercano a la estación de metro. Ella era lo más parecido que había visto nunca a un dibujo japonés. Tenía unos ojos enormes y el pelo azul. Se dirigió a Alonso directamente en español; tan acostumbrada estaba a distinguir a sus compatriotas del resto de la clientela. Al rato, ya le había hablado de la habitación libre que tenía en su casa compartida y una hora más tarde, Alonso se había mudado allí.
Era la primera vez que Alonso compartía piso y su nerviosismo se vio avivado por la actitud de desdén de los otros tres españoles, que además de Carlota, vivían allí. Paula, Jorge y Marcos le parecieron el tipo de personas que cultiva una imagen hostil con el fin de parecer interesantes. Una imagen que les impedía mostrarse naturales, simpáticos o arriesgarse a hablar mucho y alguien descubriera si bajo tanto misterio existía personalidad alguna. No iba a ser fácil que aceptaran a Alonso y desde luego él no lo iba a lograr desde unos simples vaqueros y una camiseta de Rosendo. Decidido a encajar se paseó por la calle principal en busca de ideas y, cuando empezaba a considerar algún tipo de mutilación tribal que le distinguiera a ojos de sus compañeros de piso, algo en el escaparate de una tienda de segunda mano le llamó la atención. Allí se exhibía un juego de fuentes metálicas, de color cobrizo. Se acordó de sus lecturas del Quijote y disipó sus dudas sobre si llevar una palangana sobre su cabeza resultaría ridículo al ver un tipo pasar con varias piezas de metal acopladas al cuero cabelludo, a modo de cresta.
La palangana gustó a todos menos a Paula. Ella no sólo no le hizo comentario alguno a Alonso, sino que se negó a probar la cena que, contento con su éxito, él cocinó para todos. Alonso no se la podía quitar de la cabeza. No iba consentir que ella le aguara su aventura inglesa. Sospechaba que en realidad se trataba de una chica de buen corazón. Tras una gruesa capa de maquillaje y un pelo fucsia, probablemente intentaba ocultar su fealdad y se protegía de la burla de los demás. Tras la tacañería que le hacía comer únicamente la leche y el pan que se compraba con el fondo común, se hallaba un problema de anorexia. Tras su actitud pútrida, según había estado leyendo en internet, seguramente se escondería un pasado miserable en que no había recibido el suficiente calor humano. Concluyó que lo que ella necesitaba era amor.
Así que, al día siguiente, le compró un ramo de flores del supermercado, la rodeó con sus brazos y le dijo al oído lo mucho que se alegraba de haberla conocido. Fue inútil tratar de explicar sus intenciones al novio de Paula. Por suerte, la palangana amortiguó algunos de los golpes que le propinó.
Aquello le magulló más el ánimo que el cuerpo, aunque no lo suficiente para darse por vencido. La oportunidad de resarcir su orgullo y ganarse de una vez el respeto de todos sus compañeros de piso se le ocurrió gracias al "cling, cling" que producían las gotas de lluvia al caer en un cubo situado bajo el boquete del techo de su cuarto. Siempre que llovía ocurría lo mismo y también siempre le tocaba a Alonso, por ser el nuevo, vaciar el cubo que, debido a un boquete aún mayor, se llenaba en el cuarto de baño. Estaba claro: si conseguía arreglar esos agujeros, todos le tendrían que estar agradecidos y Paula no podría continuar con su actitud.
Con el albor se acercó a la diminuta oficina de su casero. Estaba situada en un edificio de ladrillos oscuros, que rescataba de su memoria el Londres descrito por Dickens y esa mañana resultaba aún más tétrico que de costumbre por estar mojado por la lluvia,. El interior no reflejaba la riqueza de un hombre que era dueño de edificios enteros en una zona céntrica de la metrópoli. Sobre la mesa, un par de teléfonos mugrientos y a un lado, una vieja máquina de fotocopias. Ni ordenador, ni ventanas. Quizá por ello Leo, el casero, era incapaz de entender que Alonso demandara ningún arreglo. Al fin y al cabo, sólo caía agua dentro del piso cuando llovía. Bastaba con poner un cubo bajo el agujero y abrir las ventanas con frecuencia para que no hubiera humedad. Según él, el alquiler de dos mil quinientos euros al mes incorporaba el descuento proveniente del tener un par de agujeros en el techo y la prueba de que sí se podía vivir así era que llevaban allí años y él siempre había encontrado gente dispuesta a alquilar el piso.
Alonso salió de allí con el cuerpo dolorido por la humillación. Temblaba de rabia consigo mismo por no haber podido solucionar el problema. Por haber dejado que aquel hombrecillo le ninguneara. Por haber sentido que era completamente vulnerable a la injusticia. De aquel temblor que le nacía en el estómago surgió la determinación de no dejar el asunto por zanjado. No podía consentir que aquel hombre se aprovechara de ellos, especialmente de Carlota, que tenía asma y a quien las humedades del piso le hacían respirar cada vez peor. Él se ocuparía de darle una lección y entonces se convertiría en un héroe, Paula le sonreiría por fin y Carlota...Carlota le empezaría a mirar con otros ojos...ojos más tiernos. Así que se presentó en el ayuntamiento y, después de dejar su sombrero-palangana en manos del guardia de seguridad de la entrada, consiguió sortear todas las oficinas equivocadas a las que le mandaron sucesivamente y llegar al funcionario que les podía ayudar. Tomaría cartas en el asunto.
Una semana después Alonso caminaba hacia casa absorto en elucubraciones en las se veía con Carlota del brazo y no se percató cuando uno de los chavales del barrio pasó por su lado con una camiseta del Espárrago Rock. Ni tampoco se sorprendió cuando, a los pocos metros, otro llevaba una idéntica a la que él se había comprado en un concierto de Reincidentes. Cuando ya se encontraba cerca del portal, un crío que montaba en bici le despertó de su ensimismamiento dándole una colleja. Fue sólo entonces cuando vio su mochila tirada en el suelo. Cerca algunos restos. Cepillo de dientes, gomina para el pelo, un sombrero. Sintió náuseas y al alzar la vista, para buscar algo que le confirmara lo que ya intuía, les vio a los cuatro observarle desde el portal.
El funcionario del ayuntamiento había hablado con su casero pero sólo había conseguido que esa misma tarde Leo les informara de que necesitaba el piso con urgencia. Oficialmente disponían de unos días para desalojarlo pero él tenía una copia de las llaves y no pararía de hacerles la vida imposible hasta que se fueran. A Alonso le llovieron los insultos de Paula, los gritos de Jorge y Marcos, la mirada despectiva de Carlota. Según ellos, a nadie le molestaban tanto los agujeros del techo. De hecho los preferían a tener que embarcarse en la ardua búsqueda de otra casa que por el mismo precio no tuviera ratones. Carlota no abría la boca y Alonso lo interpretó como una muestra de comprensión. Una lealtad ligada al hecho de que hubiera sido ella quien le había invitado a vivir en aquella casa. Quizá incluso se podía deber a un sentimiento de cariño profundo.
Sus esperanzas aumentaron cuando ella permaneció en el portal a pesar de que el resto hubiera subido ya las escaleras. Alonso se animó a acercarse. Le cogió la manó, la miró suplicante y vio una sonrisa esbozarse en los labios de ella. Entonces sonrió aliviado y por unas fracciones de segundo sus ojos se cerraron, para acompañar esa sonrisa de alivio. No vio venir el escupitajo que ella le echó en la cara. Antes de que pudiera pedirle explicaciones se vio con la puerta en las narices. Mientras se alejaba de allí con la mochila a la espalda, oyó cómo Paula, asomada a la ventana, le anunciaba que se iban a quedar con el dinero que tenía guardado en el cajón de su mesita de noche, por las molestias causadas. Hubiera jurado que su tono de voz por fin se había ablandado.
Unos días después, cuando Alonso reflexionaba sobre qué hacer, desde su exilio en un albergue juvenil, le llegó un correo electrónico de Raquel. En él le contaba que había roto con Marcos y le rogaba que volviera con ella. Se convenció a sí mismo de que no huía, sino que acudía al rescate de su amada, que le suplicaba su retorno.
En el aeropuerto de Stansted intentó abrirse paso entre una muchedumbre distribuida en filas indias. Encontró la fila que le correspondía y pensó que en realidad era un tío con suerte, por poder volver a casa tan pronto gracias al billete que le habían comprado sus padres y al mismo tiempo tener anécdotas que contar. Observó a su alrededor. Los niños suficientemente pequeños descansaban encaramados a las maletas de sus padres. Los demás, apoyaban su peso en su pierna derecha, luego en la izquierda. Algunos leían, otros escuchaban música en su ipod. De vez en cuando, el empleado de alguna compañía aérea vociferaba desde el principio de la cola y enseguida se transmitía entre los pasajeros más alejados el pánico de no saber si habría dicho algo relacionado con su vuelo y si corrían el riesgo de quedarse en tierra. Un niño empezó a llorar. Un anciano aguantaba de pie derecho con cara de desvalido. Finalmente le llegó el turno a la mujer que iba delante de él. Al acercarse al mostrador se encontraba agitada y las palabras salían de su boca amontonándose unas encima de otras. El hombre al otro lado del mostrador arrugó el gesto exageradamente para pedirle que repitiera lo que había dicho. A Alonso le pareció que la ofuscación de aquella mujer le deleitaba. Oyó que ella temía estar a punto de perder su vuelo y pedía que le ayudara. Entornó los ojos con fastidio e informó a la mujer de que ya no podía facturar, miró a Alonso y le pidió que fuera hacia adelante. Como si la mujer ya no estuviera allí. Como si no la estuviera viendo llorar.
Alonso no se movió. Al principio oyó sus propias palabras como si las estuviera pronunciando otra persona. Aquella mujer tenía derecho a que le escucharan después de haber esperado en la cola durante horas. Todos merecían un trato más digno. No podían despreciarles de esa manera, clamaba, a un volumen que podía ser escuchado por sus compañeros de fila, sus pulmones repletos de aire insuflado por el correo de Raquel. Repetía sus objeciones al tiempo que prestaba atención para detectar los deseados comentarios de apoyo. Sólo oyó a una treintiañera susurrarle a su amiga que seguramente Alonso llevaba esa cosa en la cabeza porque regresaba de una despedida de soltero. Ellos eran muchos y los empleados del aeropuerto muy pocos, prosiguió. Había un silencio absoluto. Hasta el rumor de voces había desaparecido. La mujer que iba delante de él en la cola había dejado de llorar y tras él se había abierto un espacio que lo separaba del resto de la cola. Mientras oteaba indagador el horizonte de cabezas, las miradas de desviaban hacia otro lado. Alonso clamó más alto, como un radar que busca una señal en el espacio, pero sus palabras rebotaron en el vacío; en la pared de silencio apretado en que se había convertido la fila de pasajeros. Entonces un murmullo se originó al final de su fila y prendió, llegando a él. "Cállate y déjanos coger nuestro vuelo", decía. La gente era una contradicción unísona. Su enfado estaba directamente relacionado con la humillación y la espera sufridas en el aeropuerto pero lo dirigían a la única persona que había reclamado acerca de ambas. El ruido se elevó y la masa comenzó a empujar hacia adelante. Mientras lo hacían uno pensaba en el taxista grosero que le había timado de camino al aeropuerto, otro en el jefe que le había humillado en la oficina, otro en la pareja que le había abandonado un día antes de su comenzar sus vacaciones en una isla griega. También los había que empujaban sin saber por qué y, sin saber también, lo hacían cada vez con más furia. A medio día todo el mundo había embarcado en sus vuelos. El aeropuerto presentaba su faz de caja de metal. Sólo entonces encontraron el cuerpo de Alonso. Yacía inerte, su mochila hecha jirones a su vera y un poco más allá su palangana de metal.


-Almería, España-

JORGE PRIETO


ÁLBUM DE ESPERAS Y OTROS ASUNTOS


Sólo la espera hace atractivo el final

En aquellos mediodías indefensos
sin distancia en las miradas
ni señal alguna de pájaro
el viento
contra todo lo esperado
alejó mis tristezas.

Pura suerte

Todo el tiempo
cada vez tan sin rumbo
iba sin mi.
Aquel día,
arrastrado por el viento
una cierta musiquita
me trajo a vos.

Autocrítica

Volví
con el blindaje
atado al hombro,
porque esta guerra
no termina,
nunca va terminar.
Vení cerrame tu herida.

Te quiero, menos mal que te quiero


De tanto temblar
en los rincones,
me salí.
Acá, de espaldas a todo
hundiéndome sin hundirme
algo desabrigado pero entero
tu sonrisa
me lleva a todos lados.

Esperando dentro de la niebla

Hacia el final del día
pego mis oídos a las puertas;
incansables palabras van y vienen.
Los demás no están
el tiempo se fue.
Sin haber vivido,
a pura espera comienzo a morir.

Inquilinos de una duda

Amontonados o dispersos
con la ternura lastimada
y el viento de testigo,
avanzamos por la vida
llenos de nada.
Esperando en una
sola dirección.

Hundo mis dedos en tu piel

A cualquier hora
me adueño de vos
y te celebro;
te reinvento
aunque no estés.
Aunque no lo sepas
te desnudo,
beso tu arriba
tu abajo,
tus silencios
beso.

El tiempo es más largo que la espera


Sentado sobre un árbol caído
viendo cómo se desarma la tarde
al pasar la mano por el viento
y con tanta vida por usar
¿sabré cuándo comienza el futuro?


Del Libro del mismo nombre editado por El Mono Armado

EVARISTO RODRÍGUEZ


.............EL VUELO

A pesar de que durante la noche había tenido sueños nada tranquilizadores, se vistió, desayunó y luego tomó la valija, que había vuelto a revisar para asegurarse que nada iba a faltarle. La llevó hasta el baúl de su auto y partió.
Dos horas más tarde estaba preparado para iniciar el vuelo, y se alegró de encontrarse con varios amigos a los que no veía desde hacía tiempo, con quienes charló un rato y compartió un café.
Ahora el avión estaba levantando vuelo, y su placer parecía mezclarse con algo de nervios, tal vez porque hacía meses que no volaba. Al principio todo pareció andar bien y el carreteo fue suave y silencioso. Pero luego de que el tren de aterrizaje dejó de tomar contacto con la pista, la máquina comenzó a moverse en forma extraña, como si no estuviera respondiendo a los mandos. Daba la impresión de que le costaba elevarse y que un imán la estaba atrayendo hacia la tierra. Su corazón se aceleró de inmediato y miles de agujas se clavaron en su piel. No podía creer que todo fuera a terminar con un accidente que ni siquiera había imaginado cuando partió de su casa.
Después de unos segundos la máquina perdió altura definitivamente y se estrelló en el final de la pista. Los que corrieron al lugar del siniestro pudieron apreciar que el avión había quedado totalmente destruido y que ya nada quedaba por hacer.
Juntó uno por uno los trozos de la máquina y los guardó en la valija, salvo el pequeño motor diesel, que puso en el bolsillo de su chaqueta. Luego comenzó a caminar hacia el auto con un gesto de resignación.

-Tomado de la Revista Sensibles del Sur, dirigida por Ernesto Bavio-

ARIEL GUALTIERI

LA LUNA

Eran cuatro hermanos. El mayor era el mago, los otros dos eran un adivino y un gigante: se amaban. Cuando el mago desapareció, el adivino y el gigante no creyeron, ni por un instante, que se había separado de ellos por su propia voluntad; y desde el primer momento sospecharon que algo malo podría haberle ocurrido. Lo buscaron por todas partes, hasta que al fin hallaron su cuerpo sin vida, empalado en una estaca en el claro de un bosque. "Sin duda", pensaban ambos, "la fuerza que ha aniquilado al mago debe ser muy poderosa, ya que logró vencer a su extraordinaria magia."
El adivino y el gigante juraron vengarse del asesino. El adivino consultó a los astros y estos le revelaron la identidad del criminal. "Pero no podía ser… él no podía ser...", se decía. "Y aunque hubiese querido, jamás habría podido vencer al mago." Entonces les preguntó a las Setenta y Ocho; y en sucesivas tiradas, ellas le dieron la misma respuesta que los astros. Igualmente lo hicieron las piedras y las aves. Resignado a creerlo, pensó que debía decírselo al gigante. Pero no llegó a hacerlo: el mismo asesino que había empalado al mago lo mató antes.
El gigante lloró amargamente. "Un brujo poderoso debe ser el asesino", pensaba, "ya que también ha logrado engañar al adivino, impidiéndole ver el peligro que corría." El gigante ardía en deseos de venganza. Y por más poderoso que fuese aquel monstruo, no temía enfrentarlo. Sin embargo, se sentía abatido y absolutamente solo ahora que sus dos hermanos habían muerto. Y fue precisamente eso lo que más me enfureció. Yo estaba a su lado aun. Podríamos habernos amado mutuamente, como antes ellos tres. Pero él no me tenía en cuenta, como tampoco me habían tenido en cuenta el mago y el adivino. Por eso, a él también lo maté.¿Me considerarían, tal vez, demasiado vulgar y débil por no contar con dones prodigiosos, como los que ellos poseían?, ¿acaso por eso me dejaban de lado? Pues bien, yo logré demostrarles que sin magia, sin ocultos poderes ni fuerza brutal, era más poderoso que ellos. Yo soy el cuarto hermano, el menor, el más cruel: el hombre.

MARY VICY


LA LUNA DE BETO

....................¿De quien sos?
......................................De yo.
.......................................Gaby

Aunque trató de esconderse, lo vi pasar y sonreí. Estaba segura que haría lo que cada mañana le causaba tanto placer.
El grupo de chicos, aliados en esa ceremonia secreta, se hicieron los desentendidos y continuaron prestando atención.
El intruso rodeó agachado la mesa en donde se desarrollaba la actividad de apoyo escolar y como quien llega a un altar, se arrodilló frente al armario. Sin hacer ruido, abrió el cajón de los CD y mirándome de reojo, buscó tranquilo el tema que tanto le gustaba.
-Zeño - susurró a mi lado.
-Campeón ¿Qué pasa? - contesté sonriendo, sabiendo de antemano la intención.
-¿Me lo pone? - los dedos morenos sostenían la caja de plástico a la altura de su nariz.
-Esperá un poquito - y sin mas, continué con la explicación de matemáticas interrumpida por el pequeño invasor.
Dispuesto a conseguir lo que quería, se sentó contra la ventana que daba al patio de recreo sin sacarme la vista de encima. Cuando lograba atraer mi atención, señalaba con su mejor sonrisa el CD, luego se inundaba de paciencia y continuaba inmóvil a la espera de torcer mi ruta.
Fortachón, de espaldas anchas, cabellos negros indomables, piel oscura y reluciente, los brillantes ojos de almíbar relamían la acidez de su pequeña historia. Una nariz de querubín de estampita se destacaba en su cara regordeta. La sonrisa jamás lo abandonaba.
La "z", dueña de casi todas sus palabras, surgía triunfante en cada petición, reclamo o comentario, era como una marca de nacimiento.
Conformaba una familia donde todos los hermanos tenían sólo el referente maternal.
Él, tan distinto al resto, se hacía notar.
Mi relación con el pequeño se fue dando de a poco. Día tras día jugaba y jugaba incansablemente en el inmenso patio. Era como si quisiera agotar su parte lúdica, limitada desde el nacimiento.
En una gran caja de cartón solía colocar todo aquello que encontraba a mano: cajas desarmadas y dobladas en los pliegues laterales, autitos de plástico, muñecos de peluche, escobas, trapos, la rejilla de la canaleta, mangueras, libros de cuentos, etc.
Cuando ya no quedaba espacio, empujaba muy concentrado la caja de un lado a otro sobre las baldosas, como un resabio del trabajo familiar.
Cierta mañana, mientras se desarrollaba la clase de apoyo, puse de fondo el CD de las grandes orquestas propuesta por los chicos. El pequeño, en su ir y venir rozaba las rejas al pasar, ahogando con el ruido la melodía de turno.
Un día, cansado vaya a saber por qué, se detuvo a escuchar y se le iluminó la cara. Fue como si hubieran nacido dos soles en plena primavera. Los grandes clásicos serenaron su espíritu y de ahí en más, pasó a ser un devoto oyente.
El tema que lograba transportarlo era "Claro de luna" de Beethoven.
-¿Qué hez? - ya la confianza le había marcado el camino hacia el equipo musical. Jugueteó con la caja del CD sin entender nada.
-La luna de Beto - aclaré sin preámbulos.
El pequeño nunca dejó de arrastrar su caja de cartón por el patio de recreo pero cuando el cansancio lo vencía, se acercaba como esa mañana, entraba despacito, elegía el tema y esperaba con santa paciencia la pregunta tan esperada.
-Campeón ¿Qué elegiste hoy?
-La luna de Beto, Zeño.

JUANA SCHUSTER


DESENCUENTROS

Rosario: Ayer ha muerto mi padre.
No es que no lo quisiera. No nos llevábamos bien.
"Quiero ser azafata".
"El ambiente no es bueno".
"Soy una mujer honrada".
"Así te hemos educado".
"Déjame seguir mi vocación".
"Te acosarán. Estarás ausente de la casa".
Me encerraba a llorar en mi cuarto.
Estudié corte y confección. Tengo alumnas en casa. No estoy satisfecha.
Además, prefería a Milagros. Ella fue siempre la mimada.
Pilar: Ha fallecido papá. Vino mucha gente al velatorio. Los amigos de Asturias estaban casi todos.
No teníamos una buena relación.
"Voy a estudiar medicina".
"Ni lo pienses".
" ¿ Por qué?".
"No es una carrera de mujer. Tendrás que hacer guardias nocturnas".
"No importa".
"Por la noche quiero a mis hijas en casa, como corresponde".
Me dediqué a estudiar piano. Doy clases en un conservatorio. Me siento frustrada.
Siempre quiso a Rosario. Nunca hubo un mimo para mí.
Milagros: Mi padre no está con nosotros fue muy trabajador como todos los inmigrantes.
Cierto es que discutíamos mucho.
"Seré arquitecta en el futuro".
"De ninguna manera".
"Qué razón tienes".
"No te puedo pagar esa carrera".
"Lo puedo intentar trabajando".
"¿ Dónde?".
"En la fábrica de tejidos piden una ayudante".
"No permitiré que exploten a una hija".
Acabé en un curso de mecanografía que no me sirvió cuando llegó la computadora.
Lo que más duele, es que su favorita era Pilar. Se desvivía por ella.
Esposa: Manuel ha partido. Dios lo tenga en la gloria.
Fue un buen compañero a pesar de su carácter. Tenía la sartén por el mango, como debe ser.
Le enseñé a las muchachas a no enfadarlo.
El siempre decía: "La mujer honrada, la pierna quebrada y en casa".
Hay algo que me mortifica. Siempre quedé a un lado. Sus caricias eran para las tres. Vivió sólo para ellas.

MARCOS R. RAMOS


EL RAPTO

Ella esperaba en su vitrina
verme doblar aquella esquina como una novia,
como un pajarillo
pidiéndome:
¡Liberame, liberame/
y huyamos a escribir la historia.
-Joan Manuel Serrat-

Son las diez de la noche. Estamos todos frente a nuestra víctima. Ya ni me acuerdo de quién fue la idea, lo importante es que todos queremos lo mismo. Allí está parada con sus piernas larguísimas y su minifalda. La remera ajustada le marca bien los pechos. Tiene tacos altos y sus rulos rubios le llegan hasta la cintura. Lo que más me gusta de ella es que sea tan alta. Los padres de Juan Carlos salieron y no vuelven hasta las doce por lo que disponemos por dos horas de la casa. No pasa ningún coche. Ella está, como todos los días y todas las noches, mostrando las piernas al costado de la ruta. Sola. Ya es tarde para arrepentimientos. Hicimos un sorteo y soy el segundo que va a la cama con ella. Para todos este es nuestro debut. La noche está fresca y ella con la ropa de siempre y esa sonrisa que nunca desaparece. No pasa nadie. Diego es el primero que cruza la avenida, nos hace una seña y lo seguimos...
Los seis la llevamos cargada. Sigue con los ojos abiertos. Vamos por lo oscuro en silencio. Yo la tengo por la cintura, aprovecho para meterle mano en su cola dura. De pronto Diego tropieza y nos caemos todos. La levanto de la cabeza y ahí sucede lo peor. Con los rulos en la mano me pongo a temblar. Juan Carlos me sacude y me grita:
-No te asustés tarado. Ahora le pongo de vuelta la cabeza.

RENÉ AGUILERA FIERRO


..................EL GATO

En un pueblo muy pequeño, vivía una familia muy feliz, don Manuel trabajaba en una fábrica cercana a su casa; hombre bueno, asequible a todo, apegado a la familia, esposa e hija, en sus ratos libres, se dedicaba a los quehaceres de la casa, del jardín, diligente y cariñoso con su única hija; aunque a veces se tornaba temperamental a raíz de imprevistos. Mientras que la esposa, una mujer totalmente dedicada a su hogar y a su hija. No descuidaba detalle a fin de mantener su hogar en orden. Por su parte, Mirtha, la pequeña niña hija, había adoptado el hábito del estudio, hacia sus tareas, leía, estudiaba, dibujaba y, sin que se lo pidieran, ayudaba a su madre en algunos quehaceres de la casa. Su propio dormitorio, era impecable en orden y limpieza. La felicidad reinaba en el hogar.
En cierta ocasión, la señora Consuelo, mientras preparaba el almuerzo, repentinamente escuchó un maullido, primero se sobresaltó por la sorpresa, luego giró la cabeza para un lado y para otro a fin descubrir de donde provenía el maullido del gato; caminó unos pasos hacia la sala y, para tranquilidad suya, se encontró con un pequeño gatito que se revolcaba en el sofá, pensó para sus adentros que en algún descuido, el felino se filtró en la sala, hasta llegó a pensar que pudo haber sido traído por su hija o, en todo caso, por su esposo. Se acercó al animal, lo tomó entre sus manos, el minino dócilmente se dejó acariciar; cerrando los ojos, con mimos le devolvía las atenciones. Era un gato gris oscuro, manchas blancas en las patas y cabeza, sus grandes ojos disimulaban con el ensueño de las caricias, tenía abundante pelaje, su larga cola le daba mayor tamaño al recogerse sobre el animal.
Doña Consuelo, encantada con el gato lo llevó hasta la cocina, vertió leche sobre un pocillo y se lo ofreció con bondadosas palabras, como si el animal pudiera entenderlas. El gato no probó la leche, la señora pensó que estaría recién comido o que su timidez le impedía comer. Llegado el medio día, la primera en llegar fue Mirtha, el horario de la escuela le permitía ser puntual en el almuerzo. Al encontrarse con el gato, se sorprendió y preguntó sobre el origen de su presencia en la casa, entonces la madre supo que no fue traído por ella; razón por la que se explayó contando los detalles de su encuentro con el minino. Al poco rato, llegó su esposo Manuel, quien también se sorprendió con la presencia del gato. Doña Consuelo, atenta como era, volvió a relatar su encuentro con el pequeño felino.
Durante todo el almuerzo, lo mimaron, unos y otros deseaban contribuir en su alimentación, incluso le pusieron nombre, la idea final fue de Mirtha, concluyendo en llamarle Gato Panza, en alusión a la mancha blanca que llevaba en el estomago.
Esa tarde, Mirtha mientras jugaba con el mimoso gatito Panza, hizo sus tareas escolares. Ya en la noche, se durmió con el gato apegado a su pecho, fue necesario despojarla del animal mientras dormía. Luego fue acomodado en un cajón, acondicionado con ropas que hacían a manera de colchón.
Cierto día, el esposo llegó de su trabajo, cansado, luego de saludar en voz alta a su esposa, ingresó al baño a lavarse las manos, mientras tanto llegaba también Mirtha de la escuela, ambos se sentaron a la mesa. En ese momento, ingresó al comedor la señora Consuelo, alterada, casi no podía hablar de nervios, comentó que la comida había desaparecido; era inaudito, el esposo primero lo tomó como una broma, la niña solo atinaba a observar, luego don Manuel reaccionó indicando que esas cosas no se evaporan así por así, la desaparición no ocurre en la realidad; más bien -decía- que no haya comida era producto de la irresponsabilidad y flojera. Con la culpa encima, doña Consuelo tuvo que improvisar otra comida.
Al día siguiente, casi había olvidado el incidente, preparó el almuerzo que más gustaba a su esposo, le dedicó un tiempo especial al arreglo de la mesa, el comedor estaba impecable, incluso, se dio un instante para arreglarse así misma a fin de presentarse bonita ante su esposo e hija. La rutina se cumplió, estaban sentados en la mesa, de pronto se repitió la misma escena, la comida había desaparecido. Padre e hija quedaron estupefactos, mudos, pasado el impacto, el esposo le recriminó de mil maneras, furioso abandonó la casa junto a su hija. Doña Consuelo, triste no llegaba a comprender que estaba sucediendo, mientras el gato le lamía una de sus manos. En la noche, la discusión continuó, la señora insistía en la desaparición, el esposo manifestaba que se trataba de un burdo cuento para estúpidos; la niña fantaseaba y no tomaba partido por ninguno de los dos pero se abrazaba a la madre. Lo peor de todo, el esposo comenzó a encontrar desordenes en la sala, en los dormitorios, en el jardín, suciedad por uno y otro lado y; para colmo, la escena del almuerzo se repitió un par de veces más. Cansada de pasar por mentirosa y holgazán, decidió medir su tiempo, agudizar sus sentidos, sus pasos y controlar con la vista sus alrededores en todo momento. Preparó como de costumbre el almuerzo, disimulando normalidad en sus actos, anticipadamente, preparó la mesa y los detalles, cuando la comida estuvo a punto, se dirigió al comedor, pero sorpresivamente volvió sobre sus pasos, la sorpresa que se llevó fue mayúscula; el gato, abriendo la boca en forma desmesurada engullía el contenido de una de las ollas, descubierto, con gesto diabólico se le acercó amenazante, a fin de protegerse, tomó una escoba, momento en que ingresaba su esposo, la encontró batiendo la escoba en actitud de defensa, en vano trató de contarle lo que estaba sucediendo, puesto que el gato, mansamente se revolcaba a los pies del incrédulo marido, actitud que lo encolerizó aún más, estaba a punto de golpearla cuando ingresó la pequeña Mirtha. La niña tomó entre sus manos al gato y se dirigió a la cocina, evidentemente, había la segunda olla intacta. Con la discusión, gritos y llantos de doña Consuelo, lloriqueos de Mirtha y los reproches de don Manuel, la situación se tornaba insostenible, hasta que finalmente los ánimos se calmaron, el plato que se sirvió en la mesa no fue probado por nadie.
El temor de doña Consuelo no tenia límites, por ello, al salir de casa el esposo, se refugió al lado de su hija, no se movía de su lado ni la dejaba sola un instante, de refilo, observaba al gato que la amenazaba con sus enormes dientes, mientras era acariciado por su hija.
Esa noche, se fue a dormir con Mirtha, religiosa como era, colocó en su cuello y en el de su hija una medalla con la imagen de Virgen María. Dormitaba, cuando observó que el gato no estaba en su lugar, silenciosamente se dirigió al aposento de su marido, instante en que el gato inhalaba el aliento de su esposo, su ira pudo más que el miedo, se abalanzó sobre el animal, el gato furioso saltó a un lado de la cama, de allí, mostrando sus enormes colmillos; las garras del animal se hicieron descomunales, dando zarpazos caminó amenazante hacia ella, instante en que la niña le arrojó una muñeca. Descubierto definitivamente, el gato se escurrió hacia la sala. Preocupadas por el estado de su esposo, le rodearon dándole aire, mientras don Manuel profería palabras incoherentes e inteligibles, sus gestos estaban perdidos y, con los ojos desorbitados, miraba desorientado a su alrededor, de mil maneras buscaron reanimarlo, luego de varios intentos, logró recuperarse y volver a la realidad. Entre los tres buscaron inútilmente al gato.
Los días que siguieron fueron de total normalidad. Un domingo, los tres salían de paseo al parque central, don Manuel se apostaba a cerrar la puerta de la casa, en ese momento se les acercó una niña acompañada de su madre, la pequeña portaba entre sus brazos un gatito, gris con manchas blancas en las patas y la cabeza, gentilmente les ofreció obsequiárselos.
La familia solo atinó a mirarse aterrada.

Extraído del Libro "María Venezia" (Cuentos) de René Aguilera Fierro. El autor es Presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Tarija; Secretario General de la Unión Latinoamericana de escritores", autor de quince obras literarias, promotor y conductor radial de Programas culturales.


HORACIO LAITANO


.........................MICRORELATOS

UN RECUERDO DEL SR. QUQ

Al llegar al Parque de las Nubes -esquina de las calles 2 y 3- el Sr. Quq agita su sombrero saludando a los vecinos. No todos contestan su saludo. Sin embargo, siempre se escuchan voces y murmullos, muestras de admiración y descontento, que se filtran por puertas y ventanas. El barrio se llena de rumores vaporosos y hasta en el aire que circula por la calle se descubre un aroma diferente. El Sr. Quq conoce este perfume. Como si algo recordara su presencia macerada por los años. Como si el viento que sopla desde entonces lo llevara más allá de su paso silencioso.

De su libro: Los apuntes del Sr. Quq, Ed. El Cañón Oxidado

EL SR. PERET Y SU MOSCA

Pasado el mediodía, el señor Peret salió a la calle con su mosca. Siempre negra, siempre inquieta, la mosca corría por la vereda, como si no pudiera desplegar sus alas. Luego de observar el recorrido, el señor Peret la reprendió severamente. Sin embargo, la mosca no se dio por aludida. Su atención estaba puesta en otras moscas: el moscardón de enfrente y la mosquita de la esquina.
-Siempre ocurre lo mismo con esta mosca -comentó el señor Peret a sus vecinos.
-En lugar de volar como las otras, se queda papando moscas. Como si nada le importara, como si todo le viniera desde arriba…

De su libro: Humores Familiares, Ed. de los Cuatro Vientos


UN VIAJE

Lino Unsuaga prepara las maletas. Faltan pocos días para el viaje. Sus brazos se estiran llevados por la prisa, mientras giran sus piernas al compás de los relojes.
-No es un viaje común -les dice a sus amigos-. Ni tampoco es un paseo de rutina. Es algo difícil de explicarles. Consiste en eyectar las propias ilusiones y dejarlas en suspenso por un rato. Después de unos minutos, sentirán un alivio refrescante. El punto de partida más propicio para volver a pensar en otro viaje.

LA VIDA DE LOS PÉREZ

La vida fragmentaria de los Pérez se fue deshilachando con el tiempo… Los jóvenes dejaron la familia, en busca de nuevos parentescos. Los viejos, resignados a quedarse, saludaban detrás de las ventanas. Sus manos se agitaban como insectos voladores hasta caer desplomados en el piso. Los niños corrían por el barrio, queriendo averiguar el paradero de sus padres. Un grupo de vecinos, preocupados por el hecho, organizó las primeras adopciones.
Al cabo de unos días, sus propias familias siguieron el camino de los Pérez…

EL GASISTA

Al pasar por la vereda, el gasista se detuvo. Algo le indicaba que había un desperfecto. Un olor penetrante invadía sus mucosas, alterando su sentido del olfato. La gente que pasaba lo miraba de soslayo. Él pensaba que tal vez lo percibían, pero acaso procuraban ocultarlo. Ni siquiera se atrevía a preguntarles. Prefería continuar conjeturando, hasta poder resolverlo por su cuenta.
Después de algunas horas, un hombre uniformado se detuvo. Mientras todos observaban azorados, el gasista yacía sobre el piso.

SERVICIOS PERSONALES

Cuando ella se informó sobre los robos, no dudó en llamar al detective. Un hombre canoso y regordete que siempre repetía alguna frase.
"El delito se expande sin medida". "Es preciso que adoptemos las primeras precauciones. No permita que nadie se le acerque o la salude. Aléjese de sus parientes y vecinos, hasta tanto lo autorice nuestra agencia. A partir de este momento, su casa estará altamente vigilada. Cierre por ahora la puerta y las ventanas y acostumbre hacer lo mismo con otras aberturas. Si escucha las noticias por la radio, apague el aparato al terminar el noticiero. No acepte invitaciones de otra gente ni frecuente los cines por la noche. Y recuerde: si algún turista pretende seducirla, procure convocarnos de inmediato".

(Los cuatro últimos microrelatos son inéditos)
*Otros fueron publicados por Analía Pascaner.

PAPELITOS


Certamen Internacional de Poesía "Literarte" (Munro, Buenos Aires, Argentina). Cierra: 15 de agosto. concursoedionesliterarte@gmail.com

3 de agosto: Primer Encuentro Poético de Mis Poetas Contemporáneos, organizado por Gustavo Tisocco. En Buenos Aires, Argentina. http://mispoetascontemporaneos.blogspot.com
6 al 8 de agosto: III Encuentro de Narradores Orales Villacuento 2010, en Villa María, Córdoba (Argentina). Convocado por el Taller de Narradores Orales. villacuento@yahoo.com.ar

9 al 14 de agosto: XXXIV Simposio Internacional de Literatura "Nuestra América en sus Bicentenarios. Homenaje a Ernesto Sábato. Organizado por Instituto Literario y Cultural Hispánico de California. En Buenos Aires, Argentina. ilchja@aol.com

13 al 15 de agosto: Encuentro en Tinogasta, Catamarca, en la semana de Tinogasta o demarcación del pueblo indio. La convocatoria se extiende a alfareros, pintores, escultores, caricaturistas, artesanos, fotógrafos, inventores, etc., quienes podrán exponer y vender sus productos en un espacio donde no pagarán alquiler ni porcentaje por las ventas. En el escenario mayor habrá recitales poéticos, cantantes, conjuntos de canto y baile, imitadores, recitadores, etc. kellycarrizoisa@hotmail.com

27 y 28 de agosto: Tercer Encuentro de Poetas, organizado por Sociedad Argentina de Letras Artes y Ciencias S.A.L.A.C. y Círculo Literario Sendero de Palabras. En la Ciudad de Las Varillas, Córdoba (Argentina). Información a los teléfonos: Eduardo Vaschetti - 03533 15437017 / Raquel Cucco - 03533 15580469 / Álida Allocco - 03533 15684346

IV ENCUENTRO NACIONAL DE NARRADORES Y POETAS "UNIDOS POR LAS LETRAS" BIALET MASSÉ" 2010. El mismo se llevará a cabo en la localidad de Bialet Massé, en: FATIDA "Hostal Colonial Serrano" durante los días 23,24 y 25 de Septiembre de 2010. Este evento contara con rondas de lectura tanto de cuento como de poesía, brindara un espacio a los escritores para que estos puedan presentar sus libros y nos permitirá crecer con diversas ponencias y espacios de debate.03541-440033/ 03541-15521765 (Selene) leanan_hp@hotmail.com/ mariposa_ocre@yahoo.com