domingo, 27 de septiembre de 2009

CARLOS MARGIOTTA




NO HAY MUJERES FEAS

No hay mujeres feas -dijo el poeta- todas tiene algo por el cual nos sentimos atraídos... o rechazados.

Espejito, espejito, ¿Hay alguien mas linda que yo? Pregunto la mujer. ¡Sí! Contestó el espejo. Entonces corrió hacia el teléfono, abrió su agenda y llamó al cirujano plástico.

Hablaba y hablaba sin detenerse, era un manojo de palabras vacías arrojadas sin piedad en ese café del centro porteño. Hablaba y hablaba mientras él la miraba amorosamente, esperando una pausa para decirle: te quiero. Pero eso no ocurrió nunca. Cuando salieron a la calle un torrente de palabras líquidas lo arrastró por la alcantarilla.

Podría renunciar a la gravedad y dejar que una mariposa me lleve atado en sus nervaduras hasta posarme en cualquier cielo. Podría desprenderme como una hoja echada al viento, ser azul, rojo, amarillo, si Marta lo quisiera.

Sobre la veja mesa de paño verde ruedan cinco dados gastados. No tiene los puntos negros que indican los números. El jugador abandonado a su suerte sólo mira en cada superficie la imagen de cinco mujeres.

Espera que la saquen a bailar, que la abracen, que la besen contra el árbol del jardín. Espera que le acaricien los pechos en la oscuridad y se derrita su sexo entre las piernas de él. Espera que la amen, la protejan, la consuelen. Algún día, sabe que algún día. La señorita Nieves espera.

Las mujeres de la ciudad son iguales a las de mi pueblo. Son lindas, trabajadoras, sufren y desean ser amadas. Nada las alcanza, y yo creyendo que puedo hacer algo al respecto. Quizá sólo baste con escucharlas.

Te esperé todo el día sabiendo que no vendrías esta noche, ni mañana, ni pasado... tal vez nunca. Entonces, mi amor, iré a buscarte al lugar de nuestro desencuentro.

La lluvia cae sobre nosotros en esa tarde de invierno llena de tristeza. Ibas a decirme adiós y terminamos en un cuarto de hotel, gota sobre gota, mojando la despedida.

Los objetos desaparecieron detrás de sus pasos desolados, inundando la casa con su cuerpo pequeño de porcelana. No hay palabras en su boca desesperada en besos, ni lágrimas azules goteando por la historia de sus mejillas. Sólo ella, encendida, ofreciendo ese instante.

Los ojos de mi madre están pintados de ausencia. Sus lágrimas corren como una muchedumbre prepotente, puedo verlas caer desvanecidas una a una, en el mismo lugar secreto donde me cobijó entonces.

Ella se había anotado en la lista de aspirantes del proyecto "Vida eterna", que le garantizaba volver a vivir después de la muerte. Y así fue, mediante el proceso bio-informático de hibernación volvió a nacer teniendo el aspecto de los 25 años. La experiencia había sido todo un éxito, salvo por un pequeño detalle: le habían congelado el alma.

El sexo de Marta es una brasa adormecida entre las sedas de su vestido. Bastará una suave brisa, un gesto, quizás una mirada para encenderla otra vez para incendiarnos en el fuego que aún nos queda.

Para toda la vida hermana, solteras y siempre juntas para cuidar a papá. Tu sabes bien que el amor de los hombres es cruel y efímero. El nuestro es eterno, abnegado y sombrío.

La mujer se desnudó lentamente mirándome sin pudor a los ojos. Entonces desabrochó su pecho y se arrancó su corazón herido. Es tuyo, dijo. Ni siquiera se quito la ropa.
Siempre lo supe Juan. Cada una de tus palabras vanas me dicen entre líneas que ya no me amas. No lo niegues, me lo dijo tu cuerpo tendido a mi lado en la siesta atormentada de los sábados.

GRACIELA NÚÑEZ


COLAS Y COLAS

Si de colas se trata, yo de eso, sé mucho. Desde que nací que sentí nombrar esa tierna palabra. Mi madre siempre atenta a que no se me paspara.En jardín de infantes jugaba a ponerle la cola al chancho con los ojos vendados. Me gustaba y divertía mucho. Toda la primaria fui peinada con una cola de caballo para que el pelo no se me cayera a los ojos y evitar el contagio de piojos. De adolescente presencié, en la playa, un concurso de la Cola Reef. Las chicas desfilaban mostrando sus colas redondas y levantaditas. Ya de grande las colas que me tocó hacer no eran tan divertidas: colas para pagar servicios, impuestos, tarjetas. Colas para cenar en restaurantes. Largas colas para ingresar al cine y a recitales. Cola de espera para abonar en el supermercado. Interminable cola para conseguir empleo y entregar currículum. La eterna cola en la parada del colectivo. Y nunca falta el que se cuela en la cola y te hace pasar un mal momento.
Descubrí que casi siempre se aplica la Ley de Murphy sobre las colas: fui a pagar el último día que vencía el ABL, había veinte personas delante mío. Miré la hora, calculé el tiempo de espera y decidí volver luego. Así lo hice y al regresar me encontré con que había ahora más personas que la primera vez. Recordé la dichosa ley que dice: llegue a la hora que llegue siempre habrá mas gente en la cola... Me puse en la que había menos gente a esperar mi turno y oh sorpresa la cola que tenía más gente avanzaba ligero. Nuevamente se daba otra ley: la otra cola siempre es mas rápida... Entonces me corrí rápidamente a la de al lado que casualmente quedó paralizada en una persona antes de mí, por la cantidad de facturas a pagar que llevaba. Mientras tanto observaba que la fila, que había abandonado un rato antes, avanzaba velozmente. Otra vez se dio la ley: "si cambia de cola la que acaba de dejar empezará a avanzar mas rápido que la nueva".
Pero eso no es todo. Cuando por fin logré llegar a que me atendieran y entregar mi factura para que me la cobraran, el cajero muy amablemente me señaló que se abonaban en la otra fila. Nuevamente se dio la ley: "cuanto más tiempo se lleva haciendo la cola, mas probabilidades hay de equivocarse de ventanilla".
Me rendí. Acepté mi destino, hice otra vez la cola correspondiente.Toda esta situación me trajo cola: pies hinchados, contractura, pésimo estado de ánimo, pérdida de tiempo. Pero mi impuesto fue abonado el día de su vencimiento.

RICARDO ALLIEVI


EL VERDE OLIVAR

Hechicera colmada de encantos, conjuro de brujerías. Piel oscura, pelo negro ensortijado; ojos vívidos con chispazos de arreboles, lunas llenas de madrugadas insomnes de adulterios y pecados. Brazos danzantes en vuelos de palomas extraviadas cuando no encuentran el palomar de sus deseos. Manos finas, dedos largos, dolidas uñas moradas de apretarse y clavarse en otras pieles.
Dagas, facas de su mirada, siempre altiva y provocante. Dos grandes aretes de oro bailotean en sus orejas y dos anchos brazaletes contienen sus ardientes pulsos de gitana.
Hombros desnudos, lechosos, rebozando su blusa de puntillas y volados, pechos erguidos, turgentes y dos oscuras cucardas por pezones. Cintura estrecha de avispa picando y despertando codicias, muslos deseosos de sexo, ebrios de calentura, satisfechos al final de su danza sin bata de cola.
Esa noche tenebrosa, con la oscuridad de la luna nueva, a escondidas de su marido que roncaba las faenas de todo el día en el campo, salió descalza, en puntas de pies, dejando el lecho y la casa.
Serpenteando los senderos, llegó a la cita acordada con un soldado, en el monte de los olivos. Él le arrancó sus blancas enaguas armadas de almidones y las tiró sobre la hierba del suelo para ver mejor su cuerpo oscuro. Escuchaba su crepitar y sentía su calor como las llamas del fuego. Ella le quitó el capote y la espada. Él mordía sus aretes y amasaba todo su pelo.
En sus grandes ojos negros veía dos lunas blancas y atrapaba sus palomas para dejar un mensaje sin palabras. Ella clavaba sus uñas en la espalda como si fueran diez dagas.
Ambos quedaron exhaustos, dormidos sobre las enaguas ajadas y estrujadas por la danza.
Los ganó la madrugada, el ladrido de los perros y el asalto del marido.
Ella, nunca más volvió a la casa. Él, nunca más entró al cuartel.
En el pueblo sólo dicen: -Quince cuchilladas cada uno, treinta chorros de sangre y el puñal de ese gitano que malgastó sus dineros regando un verde olivar colmado de buenos frutos.

GUY DE MAUPASSANT


EN UNA NOCHE DE PRIMAVERA

Jeanne iba a casarse con su primo Jacques. Se conocían desde la infancia y el amor no adoptaba entre ellos las formas ceremoniosas que toma generalmente en la buena sociedad. Habían sido criados juntos sin sospechar que se amaban. La joven, algo coqueta, le hacía, sí, algunos arrumacos inocentes al joven; lo encontraba agradable, además, y buen chico, y cada vez que lo volvía a ver, lo abrazaba con toda su alma, pero sin estremecimientos, sin ese estremecimiento que parece arrugar la carne, desde la punta de las manos a la punta de los pies.
Él pensaba simplemente: "Es linda, mi primita"; y la evocaba con esa especie de enternecimiento instintivo que un hombre experimenta siempre hacia una chica linda. Sus reflexiones no iban más lejos.
Puro he aquí que un día Jeanne oyó por casualidad a su madre decir a su tía (a su tía Alberte, pues la tía Lison se había quedado soltera): "Te aseguro que se amarán en seguida, esos chicos; se ve. Por mi parte, Jacques es enteramente el yerno sonado".
E inmediatamente Jeanne se había puesto a adorar a su primo Jacques. Entonces se había ruborizado al verlo, y su mano había temblado en la mano del joven; bajaba los ojos cuando encontraba su mirada, y se las arreglaba de mil maneras para que él la abrazase; hasta el punto de que él se había dado cuenta de todo. Había comprendido y, con un impulso en el cual se hallaba tanto la vanidad satisfecha cuanto un carino verdadero, había cogido a su prima entre sus brazos, susurrando a su oído: "!Te amo, te amo!".
A partir de ese día, todo fue arrullos, galanterías, etc., un despliegue de todos los modales amorosos que la pasada intimidad volvía libres y desenvueltos. En el salón, Jacques abrazaba a su novia delante de las tres ancianas senoras, las tres hermanas, su madre, la madre de Jeanne y su tía Lison. Paseaba con ella, solos los dos, días enteros por los bosques, a lo largo del pequeno río, a través de las praderas húmedas, donde la hierba estaba acribillada de flores campestres. Y esperaban el momento fijado para su unión, sin una impaciencia demasiado viva, pero envueltos, acunados por una deliciosa ternura, saboreando el exquisito encanto de las caricias insignificantes, de los dedos oprimidos, de las miradas apasionadas, tan largas que las almas parecen mezclarse; y vagamente atormentados por el deseo aún indeciso de los grandes abrazos, sintiendo como inquietudes en sus labios que se llamaban, parecían acecharse, esperarse, prometerse.
A veces, cuando habían pasado todo el día entre esta especie de tibieza apasionada, entre estas platónicas ternuras, tenían, por la noche, como un cansancio singular, y lanzaban ambos hondos suspiros, sin saber por qué, sin comprender, suspiros henchidos de espera.
Las dos madres y su hermana, la tía Lison, miraban este joven amor con risueno enternecimiento. Tía Lison, sobre todo, parecía muy emocionada al verlos.
Era una mujer bajita que hablaba poco, se borraba siempre, no hacía nada de ruido, aparecía solamente a las horas de las comidas, volvía a subir en seguida a su habitación, donde permanecía encerrada sin cesar. Tenía un aire bondadoso y anticuado, ojos dulces y tristes, y casi no contaba en la familia.
Las dos hermanas, que eran viudas, y que habían ocupado un puesto en la buena sociedad, la consideraban en parte como un ser insignificante. Se la trataba con una familiaridad sin miramientos que ocultaba una especie de bondad algo despreciativa hacia la solterona. Se llamaba Lise, pues había nacido por los días en que Béranger reinaba en Francia. Cuando se había visto que no se casaba, que ya no se casaría sin duda, de Lise había pasado a Lison. Hoy era "tía Lison", una humilde anciana muy limpita, espantosamente tímida incluso con los suyos, que la querían con un carino en el que entraban el hábito, la compasión y una benévola indiferencia.
Los ninos no subían nunca a besarla a su habitación. Sólo la criada penetraba allí. Para hablar con ella, la mandaban a buscar. Apenas se sabía dónde estaba situada esa habitación, esa habitación donde transcurría en solitario aquella pobre vida. No ocupaba un sitio. Cuando no estaba presente, nunca se hablaba de ella, jamás se pensaba en ella. Era uno de esos seres borrosos que sus mismos allegados desconocen, como inexplorados, y cuya muerte no deja un hueco ni un vacío en una casa, uno de esos seres que no saben entrar ni en la existencia ni en los hábitos, ni en el amor de quienes viven a su lado.
Caminaba siempre a pasitos presurosos y mudos, jamás hacía ruido, jamás chocaba con nada, semejaba comunicar a los objetos la propiedad de no producir el menor sonido; sus manos parecían hechas de una especie de algodón, al manejar tan leve y delicadamente los objetos que tocaban.
Cuando se pronunciaba: "tía Lison", esas dos palabras no despertaban, por así decirlo, el menor pensamiento en el espíritu de nadie. Es como si se hubiera dicho: "la cafetera" o "la azucarera".
La perra Lotte poseía ciertamente una personalidad mucho más acusada; la miraban sin cesar, la llamaban: "Mi querida Lotte, Lotte, bonita, mi pequena Lotte". La llorarían infinitamente más.
La boda de los dos primos debía celebrarse a finales del mes de mayo. Los jóvenes vivían con los ojos en los ojos, las manos en las manos, el pensamiento en el pensamiento, el corazón en el corazón. La primavera, tardía ese ano, vacilante, aterida hasta entonces bajo las blancas heladas de las noches y la brumosa frescura de las mananas, acababa de estallar de repente.
Algunos días cálidos, un poco velados, habían removido toda la savia de la tierra, abriendo las hojas como por milagro, y difundiendo por doquier ese buen olor debilitante de los brotes y de las primeras flores.
Después, una tarde, el sol victorioso, secando por fin los vahos flotantes, se había desplegado, irradiando sobre toda la llanura. Su clara alegría había llenado la campina, había penetrado por todas partes, en las plantas, los animales y los hombres. Los pájaros enamorados revoloteaban, batían las alas, se llamaban, Jeanne y Jacques, oprimidos por una deliciosa felicidad, pero más tímidos que de ordinario, inquietos por aquellos sobresaltos nuevos que entraban en ellos con la fermentación de los bosques, se habían quedado todo el día uno al lado de otro en un banco a la puerta de la quinta, no atreviéndose ya a alejarse solos, y mirando con ojos vagos, allá lejos, sobre el lienzo de agua, los grandes cisnes que se perseguían.
Luego, ya atardecido, se habían sentido apaciguados, más tranquilos, y, después de la cena, se habían acodado, charlando suavemente, en la ventana abierta del salón, mientras sus madres jugaban a los cientos en la claridad redonda que formaba la pantalla de la lámpara, y la tía Lison calcetaba medias para los pobres del pueblo.
Un alto oquedal se extendía a lo lejos, detrás del estanque, y entre el follaje aún menudo de los grandes árboles, la luna había aparecido de repente. Había subido poco a poco a través de las ramas que se dibujaban sobre su orbe, y, ascendiendo en el cielo, entre las estrellas que borraba, había empezado a derramar sobre el mundo ese resplandor melancólico en donde flotan blancuras y suenos, tan caro a los tiernos, a los poetas, a los enamorados.
Los jóvenes la habían mirado al principio, y después, totalmente impregnados por la tierna suavidad de la noche, por aquella iluminación vaporosa de césped y macizos, habían salido a pasos lentos y paseaban por la hierba blanca hasta el lienzo de agua que brillaba.
Cuando hubieron terminado las cuatro partidas de cientos de todas las noches, las dos madres, que se adormecían poco a poco, tuvieron ganas de acostarse.
"Hay que llamar a los chicos", dijo una.
La otra, de un vistazo, recorrió el horizonte pálido donde dos sombras erraban dulcemente.
"Déjalos, prosiguió, !está tan bien afuera! Lison los esperará, ¿verdad, Lison?".
La vieja senorita alzó sus ojos inquietos, y respondió con su voz tímida:
"Claro que sí, los esperaré."
Y las dos hermanas se fueron a la cama.
Entonces tía Lison se levantó a su vez, y, dejando en el brazo del sillón la labor iniciada, su lana y la gran aguja, fue a acodarse a la ventana y contempló la encantadora noche.
Los dos enamorados caminaban sin tregua, a través del césped, desde el estanque a la escalinata, desde la escalinata al estanque. Se estrechaban los dedos y ya no hablaban, como sacados de sí mismos, mezclados con la poesía visible que exhalaba la tierra. Jeanne vio de repente en el marco de la ventana la silueta de la vieja senorita, dibujada a la claridad de la lámpara.
"Vaya, dijo, tía Lison nos mira".
Jacques alzó la cabeza.
"Sí, repitió él, tía Lison nos mira".
Y continuaron sonando, marchando lentamente, amándose.
Pero el rocío cubría la hierba. Tuvieron un pequeno escalofrío de frescor.
"Volvamos ya", dijo ella.
Y regresaron.
Cuando penetraron en el salón, tía Lison se había puesto a calcetar otra vez; tenía la frente inclinada sobre su trabajo, y sus pequenos dedos flacos temblaban un poco como si hubieran estado muy fatigados.
Jeanne se acercó:
"Tía, nos vamos ya a dormir".
La vieja senorita volvió los ojos. Estaban rojos como si hubiese llorado. Jacques y su novia no le prestaron atención. Pero el joven vio los finos zapatos de la muchacha totalmente empapados de agua. Le asaltó la inquietud y preguntó tiernamente:
"¿No habrás cogido frío en tus piecitos?".
Y de repente los dedos de la tía fueron sacudidos por un temblor tan fuerte que la labor se le escapó de ellos; el ovillo de lana rodó a lo lejos por el entarimado; y ocultando bruscamente el rostro entre las manos, la vieja senorita se echó a llorar con grandes sollozos convulsivos.
Los dos jóvenes se lanzaron hacia ella; Jeanne, de rodillas, abrió los brazos, trastornada, repitiendo:
"¿Qué tienes, tía Lison? ¿Qué tienes, tía Lison?..."
Entonces la pobre vieja, balbuciente, con la voz banada en lágrimas y el cuerpo crispado de pena, respondió:"Es que. es que. cuando él te ha preguntado: ¿No habrás cogido frío. en. tus piecitos?... ¡Jamás me han... jamás me han dicho esas cosas a mí!... ¡Jamás!... ¡Jamás!".


Guy de Maupassant (Francia, 1850-1893) estudió en Yvetot y Ruán. Tras la guerra franco-prusiana trabajó en varios ministerios, y fue cronista en Le Figaro y Le Gaulois. En 1867 conoció a Flaubert, quien le presentó a Turgeniev y Zola, gracias a lo cual en 1880 publicó su primera obra, "Bola de sebo". Escribió más de trescientos cuentos (entre los que se destacan "El horla", "El miedo", "Claro de luna") y cinco novelas (Una vida, Bel-Ami o Fuerte como la muerte, Pierre y Jean, Mont-Oriol y Nuestro Corazón). En 1892, atacado por la sífilis, trató de suicidarse. Lo internaron y murió al año siguiente. Usó algunos seudónimos: Joseph Prunier, Guy de Valmont, Maufrigneuse.

ROBERTO ROMEO DI VITA



NUESTRO HIJO

Nuestro Hijo, madre
.........no duerme por las noches

Se levanta muy temprano
............a las mañanas
Anda pisando el suelo
............. como si volara
Come los alimentos
............. sin comer
y nos mira tan infinito
...........que a veces, no nos ve.

Nuestro hijo, madre
............ se va de ronda misteriosa
..........................con el pensamiento

Nuestro hijo, madre
............. compite en alegría
........................ con la primavera

Nuestro hijo, madre
..............se pone muy triste y melancólico
.........................con la lluvia.

Nuestro hijo, madre
............... a veces se refugia en su cuarto
........................ y nos pone corazas de silencios.

Nuestro hijo, madre
..............tiene un muy serio
...................... y hermoso problema
Está enamorado.



CHACARITA

Chaca es un sentimiento
que se viste de negro por las noches
de blanco puro persiguiendo estrellas
y rojo con la aurora cielizada.
Chacarita se forja con anhelos
de corazón, pecho y mirada.
Latidos que transportas emociones
en cada funebrero y su parada.
Desde un Mayo Primero, todos de obreros,
en ese 1906, rojo, socialista y combativo,
te fundaron en un Villa Crespo que no olvida,
y un San Martín que ya te pertenece.
Chaca, volvés a ser de Primera
como siempre, 1969 te jalona,
en ese campeonato inigualable
y hoy 2009, empuja desde abajo.
Con la frentes señeras de los viejos
que están ahí, que no se fueron
y atento Chaca, te quieren ver Primero!.

(a Antonio Devita, Carlos, Ricardo
y a los planteles héroes de 1969 y 2009) .




.........................."Tengo setenta y ocho años
........................y no quiero morirme"
....................................Osmar Luis Boldoni.

Te morirás muy pronto
dentro de cien años.
Quizás mañana
y yo te seguiré, amigo mío.
"No quiero morirme
....................sin ver el mar"
Verás el mar
la costa atlántica
el perfil del sol, del cielo
y los bosques australes
....................... amigo mío.
Verás el sur
..................y lo veremos.
Llegarán nuevos días
con sus trozos de otros soles
de pájaros y de cinturas.
Llegarán otros tiempos,
al sur, del sur,
de nuestros territorios,
al sur, del sur

...............de nuestros anhelos..



OSCAR VERCHILI GOTERRIS


DISOLVERNOS EN EL AHORA DELICIOSO

Como el universo en perpetua expansión disolvernos en el ahora delicioso.
Para percibir este transporte que nos ha sido fiado cada vez menos esclavo del carácter efímero de las naturalezas inútiles quisiera refugiarme en las bodas alquímicas.
El ser pasajero del corazón permito enlace tanto el alma eterna como el cuerpo efímero juntos saberse acompañados frente a la desaparición.
Fuera de lo perecedero en nosotros da comienzo un diamante interior.
Cuando me alegra profundamente dejar de avergonzarme en los sueños soy fiel a mí mismo también en la realidad.
¿Cómo pretenden poner al ego en su lugar al separarlo de uno?
A ellos sometió a una cruenta tiranía y con su sufrimiento se llenaron de una intensa pena.
Heme aquí entre cantos de las ballenas en nuestro océano los alaridos pavorosos son sofocados.
Saben que ganan todo mi respeto los que persiguen el don de invertir gran parte de su energía en una creación benéfica insondable.
Inmerso en bramidos tales una danza de pura naturaleza conservadora animal procedente de un estado habitual de impaciencia.
Abandono irresponsable no logro pretender alcanzar la evolución de los míos no son otros que deudas desperdigadas por la tierra.
Más allá de las pesadumbres allí donde hay una herida es donde nace el amor más fuerte que el inconsolable recuerdo germina y vegeta en mí a cada instante el yo renovado pedazo a pedazo.
Primavera de una idea que se extiende por todas partes en lugar de llorar por lo que he perdido.
Como una herramienta capaz de iniciar un minúsculo despertar es esencial pasar de lo íntimo a lo colectivo a la sazón que lo espléndido es arrancar no acaecen las párvulas casualidades.

-Castellón, España-

(Publicado en la revista virtual Con voz propia, dirigida por Analía Pescaner)

NORIS ROBERTS


MUCHACHO SOLITARIO

Una lágrima resbala a diario por las heridas de tus labios,
mirada de papel inerte que ya no teme a la muerte pues has sentido hundirte entre los acantilados de espinas donde un cerco de sal sólo respiras
Tus sueños siguen ausentes,
la esperanza se desvanece en el fragor de una lucha que apalea tu mente
lacerándote la soledad donde más hiere sin comprender porque sobrevives entre sombras de sauces y olvido escuchando del viento su quejido entre los péndulos del insomnio, entre la aridez de cartones que crujen miseria como si castigo merecieras
¿Acaso la vida desgajó tus sueños en las profundas desnudeces donde más que sobrevivir es un hálito de muerte condenándote a ser el niño que sucumbió ante los grandes desiertos pues vagas sin rumbo cierto donde no anida ningún consuelo?
Yaces lastimado en un universo de asfalto donde te preguntas…
¿Quién soy, el clamor metálico de una ilusión?
Porque en la pura indigencia, los gobernantes arrancaron de tus labios tu sonrisa risueña mientras sus ricas viandas lucen exuberantes en sus mesas
…y soñaste mil historias diferentes en tu territorio de relámpagos y torrentes con tu rutina vaga e hiriente
Muchacho solitario...

-Caracas, Venezuela-

(Tomado del sitio web de la autora. Con voz propia)

domingo, 20 de septiembre de 2009

ALICIA CHILIFONI


LA MILANESA VOLADORA

La noche de fines de setiembre se puso fría. Paseaba por la peatonal sin ganas de mirar vidrieras. Estaba para ver gente. Me gusta observar los rostros para tratar de adivinar qué les está pasando, pero el vientito más que fresco me produjo un vacío repentino en el estómago. Doblé por San Martín buscando un lugar donde comer. Un lugar simple, pero no de comida rápida, ¡por Dios, no! Ahí todo es rápido, no me gusta nada. Comer debe ser una ceremonia pausada.
Encontré un local largo y angosto, de ésos que parecen un tranvía. Me atraen esos lugares, porque me dan sensación de complicidad, de bohemia. Me acomodé en una mesa contra la pared mirando hacia la calle. Bastó un rápido vistazo al menú: la buseca me pareció ideal. "Por lo menos una vez al día, comed con cuchara" dice Arguiñano, y no se equivoca; igual que con lo de cascar la papa en vez de cortarla para que el puré salga más cremoso, o el corcho en el aceite de la sartén para que no se queme el pan rallado de las milanesas, o las gotitas de limón en el caramelo del flan para que no se endurezca pegado como piedra a la budinera.
Estaba picantita y bien caliente, la buseca, digo. Y el comer con cuchara me permitía pispear mejor a mi alrededor, fiel a mi propósito de estudiar a mis congéneres, de puro aburrida nomás. En una mesa cercana divisé una pareja despareja, y ahí me quedé. Un hombre mayor, una mujer mucho más joven, aunque ya no se cocinaba al primer hervor; de ésas que se dice diplomáticamente que todavía están en edad de merecer. Ignorando sus platos de comida, que estaban ahí como una excusa, charlaban. Mejor dicho, él no dejaba de hablar inclinado sobre el plato para mirarla a los ojos más de cerca. Ella, por momentos paseaba la mirada como distraída, y de vez en cuado lo miraba como diciendo te escucho pero igual no te hagas ilusiones. Sí. Tienen pinta de andar de trampas, me apeteció vaticinar.
Se acababa mi buseca y había pedido el postre, cuando el hombre en cuestión llamó al mozo. Pagó e iban saliendo mientras yo promediaba mi flan mixto. Me deleitaba pensando cuántas historias podía imaginar acerca de ellos, pero lo que no podía imaginar es que iba a olvidarlos ni bien traspusieran la puerta.
Una figura en la vereda me interesó mucho más. Un joven muy flaco, prematuramente canoso, con unas bermudas mugrientas, zapatillas ínfimas, de un color indefinido y un oscuro abrigo viejo al que mantenía cerrado con ambas manos en los bolsillos, escudriñaba el fondo del salón, donde estaban la barra y la caja registradora a cargo de una mujer. La situación debe haberle parecido propicia porque entró raudo. Al mismo tiempo que el flaco, también ingresó un chico de unos diez años, llevando en su mano izquierda un manojo de tarjetitas que repartía por las mesas, para luego recoger, con suerte, unas monedas.
Esto sí que estaba interesante. Los dos tenían la misma expresión en su semblante: tensos, recelosos, vigilantes, alerta como aves de presa, la musculatura facial literalmente congelada y los ojos clavados en el personal de la barra, que aún no reparaba en ellos, atareados como estaban.
Al pasar junto a la misma mesa a la que el flaco había procedido a sentarse de espaldas a la barra, cruzando las piernas, encorvándose como para que no pudieran detectarlo, y devoraba con velocidad inusitada la porción de ravioles con tuco que ella, la que no se cocinaba al primer hervor, había dejado prácticamente intacta, y las papas fritas del otro plato, el chico, en una fracción de segundo, manoteó con su derecha la milanesa que acompañara a las papas fritas, se la metió bajo el brazo izquierdo, y siguió con sus tarjetitas como si nada.
El muchacho flaco, luego de engullir con prontitud digna de un concurso, mientras se ponía de pie, tomaba sendos pancitos que habían quedado y se los iba metiendo en los bolsillos mientras salía, tan raudo como había entrado. Alcanzó la vereda y dobló a la derecha, desapareciendo de mi vista. Me pregunté si los panes en cuestión irían a complementar la milanesa del "socio", o si operaban por separado.
Era evidente que ambos personajes habían estado estudiando el panorama desde afuera, atentos a alguna mesa que quedara bien provista; y debían obrar con rapidez, antes de que algún mozo retirara el servicio.
Evidentemente, no sólo yo había estado siguiendo los movimientos de la pareja. También la vigilaban desde la vereda los dos muchachos, aunque con motivaciones totalmente diferentes a las mías.
Total que no escribí ninguna historia de parejas de trampas. Con el corazón arrugadito, me fui taconeando despacio, pensando que... ¡en mi barrio es tan distinto! En mi Catán, allá en Matanza, cada uno tiene lo suyo para comer. Cuando vuelvo a casa caminando por las noches, aspiro con emocionada fruición los olores a comida que salen de las casas: frituras, tuco, por ahí algún asado.
Sí. Cada uno cocina lo que quiere y como quiere, siempre y cuando el menú elegido esté al alcance de su plan trabajar, o de su plan jefas y jefes, o de su changa, si la tiene, o de su magro salario. Pero nadie acecha como animal hambriento, listo a arrebatar comida, o a la espera de que alguien le acerque las sobras. Debe ser porque acá no sobra nada. Desaparece todo, como la milanesa. ¡Pobre flaco! Si no eran socios, todavía debe estar tratando de explicarse cómo fue que crió patitas y se le escapó, o si tal vez habría sido de una especie voladora.Acá no falta nada. Y no queríamos creer cuando nos decían que estábamos en el primer mundo. Pensábamos que nos tomaban el pelo. ¿No ves que nos quejamos de llenos? Entonces ahora, decime vos, ¿por qué cuernos estoy llorando?

LEONARDO ZAPATA


A VUELA PLUMA
..........................................A Luis Taborda

Cuando salgas a la calle y descubras que todo lo que amaste ya no existe, es porque la mayoría se favoreció cambiando tu mundo o porque los que llegaron después de ti, heredaron como snob cursi el detalle de regalarle un mejor futuro a la humanidad, o porque la dicha del hombre inesperadamente ya no rima con el amor.
Cuando salgas a la calle y te cueste trabajo sonreír, es porque ya para otros tu risa les parecerá imposible, probablemente el último devoto de los homus seas tú, y más que una horrenda pesadilla, francamente contra ti, la vileza tachará las próximas centurias.
Cuando salgas a la calle y notes que la valiosa belleza de la vida igualmente tampoco existe, será porque algún sátiro torpe confundió el final con el principio, más bien porque no tuvo en cuenta que tú siempre vivirás insinuándole este mismo poema pero sin la redundancia brutal del verdugo de la especie.Cuando salgas a la calle y te des cuenta que el deseo de todos es la carencia de todos y, alguien te cuente el sueño de un hombre soñando que podía escribir versos, será porque la envidia inevitable espiritual, es no poder ser nunca ese hombre máximo escribiendo sin miedo contra los peores defectos de los hombres y su mala estrella.


-Cuba-

NORMA PADRA


LOS PECES

En la casa de mis abuelos, había una pecera muy grande, con peces de colores.
Eran muy llamativos y mi abuelo los cuidaba mucho; del calor, del frío de las enfermedades.
Los peces a través del tiempo lo reconocían en las horas exactas de poner su comida.
Mi abuelo y los peces formaban una familia muy particular.
Sólo los separaban las paredes de vidrio.
Los años fueron pasando, los peces, creciendo, mi abuelo, envejeciendo.
Un día me llevaron a verlo, estaba en una cama con tubos de oxigeno.
La pared interna del corazón de mi abuelo era frágil. En esa época no existían estudios especializados para detectar los problemas cardiacos.
Al día siguiente, toda la casa se vistió de gris, tristeza, lágrimas.
La caja de vidrio continuó con sus coloridos peces, que no repararon el cambio. Allí, a través de la pared de vidrio, todo era vida, color y alegría.

MARISA PRESTI


SERÁ JUSTICIA

A Shakespeare le hubiera reservado la mejor platea, bien cerca de la euforia de aquella noche en el Madison Square. Afloraban sin límite las pasiones humanas en el recinto oscuro y húmedo donde me encontraba por primera vez en mi vida. Rostros tensos, alterados, puños amenazantes y aquellos gritos violentos disfrazados de impaciencia.
Los minutos se volvieron estáticos liberando el temor por todo mi cuerpo, vivencia dura para un joven reportero en su primera nota para el Daily News. Encorvado, en un rincón, quiero pasar inadvertido, pero sé de las miradas torvas que me recorren cada tanto.
Una ovación sacude el lugar: Ortega, el lince de Avellaneda, entra al ring con desenfado. En pocos minutos, un verdadero trueno de voces recibe a Kurt Lewoni, campeón americano por cinco años consecutivos. El rugido de la multitud se sostiene por un largo rato, enardecida por la presencia del favorito.
Sentí la campana, y en segundos los dos estaban frente a frente. Lewoni esquivó un potente derechazo, justo para sorprender a Ortega con un golpe bajo. Los gritos atronaban en mis oídos. Un desagradable olor a tabaco rancio se filtraba por mi nariz. Sentí náuseas. Sospeché que la nota era la gran excusa para que no quedara efectivo, en pocos días se cumplían los tres meses de prueba en el diario y el jefe de Deportes estaría encantado de no verme más. Tenía que resistir, en menos de una hora estaría de nuevo en la calle, aspirando el aire fresco de la noche.
Volví a los dos contrincantes, mi vista quedó detenida sobre Lewoni sin que lo quisiera. Recorrí su rostro, anguloso, hosco, de nariz aplastada por tantos golpes, donde apenas pestañeaban dos ojos diminutos, perdidos entre ojeras prematuras. Percibí una invisible sonrisa mientras su cuerpo respondía ágilmente a los ataques, una sonrisa que parecía marcar un hábito de egolatría, como si su sola presencia diera por segura cualquier victoria. Una imagen penetró en mis huesos: un hombre soberbio, violento, estaba frente a mis cinco años, burlándose de mis lágrimas. Me esforcé en mirar el rostro, desdibujado por la niebla espesa que nos separaba, y sólo vi sus manos, cuadradas y duras, sosteniendo pedazos de un oso de peluche.
Acurrucado en sus brazos, siento a mi madre, regando de lágrimas mi cabello. Violencia de gritos apagan las velas celestes, rodeadas de crema y chocolate. Frente a mis pies, el canario naranja, mi pequeño amigo, con sus alas destrozadas sobre la baldosa.
Se disipa su rostro, un último portazo lo sacó de mi infancia para siempre, pero es sólo una trampa... Una carcajada brutal se extiende como un reguero de pólvora a mi alrededor. Me lanzo con furia para disipar la niebla. Pero el rostro se escurre de mis manos, en un juego cruel.
Una bilis amarga pugna por salir de mi garganta, vuelvo a sentir la desesperación de mi madre para que trague el jarabe de las habituales crisis de asma. Allí, en la pequeña pieza, con la ventana encarcelada con gruesas gotas de lluvia, me parece ver su rostro, furtivo, espiando mi impotencia.
Finaliza el primer round y apenas oigo la campana. Pregunto por el resultado, me miran con desprecio, sin contestar. Quiero comprar una gaseosa, creo llamar al pibe, creo que estoy donde estoy. Creo.Una sabiduría extraña calza los guantes en mis manos, con precisión. El cuadrilátero se entrega con sus potentes luces y apenas me esfuerzo en subir, animado por una energía que desconozco. Siento las ovaciones, gritan por mí hasta que el piso tiembla. Una sed largamente demorada me hace anhelar el sudor y la sangre que va a derramarse. Espero con impaciencia a mi rival con la euforia de un guerrero. No necesito que lo anuncien. Sé que la larga cita postergada hoy se cobrará su rostro. Y será justicia.

FERNANDO MEANA


LOS CAZADORES DE CONCEPTOS

Son personas que sólo se dedican a observar, con papel y lápiz en sus cerebros listos para captar un concepto cuando tengan una idea. Algunos, o algunas, son personas con rendimiento excelente, puesto que muchos conceptos son muy difíciles de escribir para que otra persona los vea y los acepte sin corregir, más difícil aún que crea que lo conceptualizado realmente existe y le de un lugarcito en su memoria, lo más difícil para un cazador de conceptos es tener que corregirlos en algunos casos, puesto que al hacerlo sienten penas y decepciones tremendas en ciertas ocasiones, en otras se alegran muchísimo por llegar a tener mejor encerrado al concepto descubierto; proceso por el cual deben pasar los más poderosos CAZADORES DE CONCEPTOS, por esos sentimientos que sienten es que los mejores conceptos, que son muy poderosos, que aprovechan esos momentos incautos, hacen que el cuaderno pequeño y palpable en el cual fue escrito se escape de su dueño tirándose de la mochila o morral que los contiene, los cazadores de conceptos atrapan verdades poderosas, pero no tienen mucho poder para mantenerlas en su lugar. Hubieron tiempos lejanos en los cuales los cazadores eran enemigos, ninguno se llevaba cordialmente con otro, fue justamente en esos momentos cuando hubo uno de ellos que logró atrapar el concepto de la realidad, y otro que logró captar el concepto de la mentira, a los que durante un corto tiempo mantuvieron cautivos. Ambos habían sido muy bien definidos en las palabras de sus captores, que no lograban congeniar. Habían sido muy bien definidos en las palabras de sus captores, hasta que lograron escapar. La realidad eligió para escaparse el momento en el que el cazador cruzaba distraído, por el puente que cruzaba el río Bermejo, para tirarse abriendo el cuaderno en la página en la que él se encontraba, siendo borrado lentamente por la corriente mientras el cuaderno era arrastrado por la misma y perdía sus hojas. La mentira tuvo la suerte que al tirarse con el cuaderno, al mismo lo encontrara un friolento que lo usó para encender una hoguera en la región de Atacama, entre Chile y Bolivia. Sus captores supieron momentos después de la gran pérdida que habían sufrido, ambos se dieron cuenta de lo que podía llegar a ocurrir, su concepto acabaría con el mundo, ambos estuvieron analizando qué hacer, cuando empezaron a notar cambios en el mundo era ya tarde: la realidad tomó conciencia que estaba presente en todos los libros del mundo y había comenzado a actuar con impunidad en las bibliotecas de Argentina, borrando todo lo que había sido escrito en los libros argentinos, impidiendo que muchos puedan ser reimpresos, también había logrado, con muchas artimañas, que otros de los suyos se escaparan. La mentira se había adueñado de la mayoría de los gobernantes de América para que establezcan gobiernos totalitarios que no toleren la verdad, y quemen todos los libros que están en sus límites territoriales. Llegaron a la misma conclusión, debían por todos los medios encontrarse con sus colegas, cosa que a ambos se les complicó mucho, porque estaban en territorios con gobiernos mentirosos, y los oficiales les impidieron ir por los pasos de fronteras, así que viajaron mucho tiempo por regiones completamente inhóspitas mientras los conceptos dominaban la mente del resto de las personas. Hasta que lograron reunirse y encontrarse con todos los colegas que estaban haciendo lo mismo que ellos. No tenían que ser vistos, entonces todos acordaron trabajar juntos para lograr salvar la mente de las demás personas evitando que la realidad se escape de los libros y luchando contra los gobiernos totalitarios avalados por la mentira. Lucha que se mantiene constante hasta nuestros días. Los cazadores menos poderosos cometían muchos errores al escribir, que debían ser corregidos por los colegas de mejor cerebro, que podían hacer mucho por la causa. Aunque en las épocas que hubieron gobiernos populares, nada podían hacer contra los "repasadores", porque éstos estaban en los medios masivos de comunicación, y al servicio de grandes fuerzas económicas mentirosas que dominan nuestra sociedad desinformada.

REGINA BRETT



Para celebrar la llegada a mi edad avanzada
Regina Brett, 90 años, de "The Plain Dealer",
Cleveland, Ohio

Para celebrar la llegada a mi edad avanzada, una vez escribí las 45 lecciones que la vida me ha enseñado. Es la columna más solicitada que jamás había escrito.
Mi odómetro llegó a los 90 en agosto, así que aquí les va la columna una vez más
:

1. La vida no es justa, pero aún así es buena.
2. Cuando tengas duda, sólo toma el siguiente paso pequeño.
3. La vida es demasiada corta para perder el tiempo odiando a alguien.
4. Tu trabajo no te cuidará cuando estés enfermo. Tus amigos y familia sí. Mantente en contacto.
5. Liquida tus tarjetas de crédito cada mes.
6. No tienes que ganar cada discusión. Debes estar de acuerdo en no estar de acuerdo.
7. Llora con alguien. Alivia más que llorar solo.
8. Está bien si te enojas con Dios. Él lo puede soportar.
9. Ahorra para el retiro comenzando con tu primer cheque de nómina.
10. Cuando se trata de chocolate, la resistencia es inútil.
11. Haz las paces con tu pasado para que no arruine el presente.
12. Está bien permitir que tus niños te vean llorar.
13. No compares tu vida con otros. No tienes ni idea de lo que se trata su travesía.
14. Si una relación tiene que ser secreta, no debes estar en ella.
15. Todo puede cambiar en un parpadear de ojos. Pero no te preocupes, Dios nunca parpadea.
16. Respira profundamente. Esto calma la mente.
17. Elimina todo lo que no sea útil, hermoso o gozoso.
18. Si algo no te mata, en realidad te hace más fuerte.
19. Nunca es demasiado tarde para tener una niñez feliz. Pero la segunda depende de ti y de nadie más.
20. Cuando se trata de perseguir aquello que amas en la vida, no aceptes un " no" por respuesta.
21. Enciende las velitas, utiliza las sábanas bonitas, ponte la lencería cara. No la guardes para una ocasión especial. Hoy es especial.
22. Prepárate de más, y después sigue la corriente.
23. Sé excéntrico ahora. No te esperes a ser viejo para usar el morado.
24. El órgano sexual más importante es el cerebro.
25. Nadie está a cargo de tu felicidad, más que tú.
26. Enmarca todo llamado "desastre" con estas palabras: "En cinco años, ¿esto importará?"
27. Siempre elige vida.
28. Perdonale todo a todos.
29. Lo que las otras personas piensen de ti no te incumbe.
30. El tiempo sana casi todo. Dale tiempo al tiempo.
31. Por más buena o mala que sea una situación, algún día cambiará.
32. No te tomes tan en serio. Nadie más lo hace.
33. Cree en los milagros.
34. Dios te ama por lo que Dios es, no por lo que hayas hecho o dejado de hacer.
35. No audites la vida. Sólo llega y aprovéchala al máximo hoy.
36. Llegar a viejo es mejor que la alternativa morir joven.
37. Tus niños sólo tienen una niñez.
38. Todo lo que verdaderamente importa al final es que hayas amado.
39. Sal todos los días. Los milagros están esperando en todas partes.
40. Si todos apiláramos nuestros problemas y viéramos los montones de los demás, rápido arrebataríamos de regreso los nuestros.
41. La envidia es una pérdida de tiempo. Tú ya tienes todo lo que necesitas.
42. Lo mejor está aún por llegar.
43. No importa cómo te sientas... párate, arréglate y preséntate.
44. Cede.45. La vida no está envuelta con un moño, pero sigue siendo un regalo.