viernes, 9 de octubre de 2015

redes de papel octubre 2015

Carlos Margiotta








La última vez que vi a mi padre   
Carlos Margiotta

La última vez que vi a mi padre, tenía 86 años. Yo lo había ido a visitar a su domicilio, donde también funcionaba su atelier de sastrería, para invitarlo a la celebración de la Pascua cristiana que se realizaría en mi casa. Podía haberlo llamado por teléfono y ahorrarme la molestia, pero a mi padre le gustaban las formalidades y en sus valores, la familia era un templo sagrado.
-Vení, sentáte- me dijo, mientras recogía el diario La Nación que estaba en el sillón contiguo al suyo, separados por una mesita donde descansaba el velador, un paquete de cigarrillos y el cenicero de onix que le regalara.
-Mirá, te voy a decir la verdad, estoy saliendo con una señora y voy a pasar la fiesta con ella-. Yo quedé mudo, aunque algo sabía de esa relación, pero no de su boca. Él se levantó de su asiento y fue hasta el mueble que oficiaba de bar, discoteca y depósito de libros, y sirvió dos vasos con whisky. Sólo atiné a decirle que hiciera lo que creía conveniente, dándole a entender que comprendía la situación. Las conversaciones con mi padre eran siempre así, llenas de medias palabras, sobreentendidos, gestos y ausencias que eran necesarias interpretar. Me fui preguntándome qué me habría querido decir y con la sensación conocida de que otra vez me estaba mintiendo.
Semanas después volví, toqué el timbre pero nadie respondió a mi llamado. El encargado del edificio, al verme, me entregó un sobre de papel madera y un juego de llaves. En el interior del departamento estaba todo en orden, y en el sillón de costumbre, La Nación del día anterior. "Ocupáte de todo", decía la nota dentro del sobre.
Revise sus pertenencias, miré el placard de la ropa, abrí los cajones de los armarios, controlé los útiles de trabajo y en el botiquín del baño encontré las pastillas para el corazón. Nada me hizo suponer, entonces, que se había ido de viaje.
Ocupáte de todo, era la frase que no llegaba a comprender. Tenía claro que debía pagar los servicios, mantener la casa funcionando y entregar la ropa de los clientes que colgaban del perchero. Ya lo había hecho una vez cuando mi padre desapareció sin avisar y unas semanas después me enteré que había viajado a la ciudad de Marsalla, para probarle una pilcha al capo mafia del lugar, íntimo amigo de un diputado nacional cliente de mi viejo. En otra ocasión en la que estuvo ausente, tuve que imitarle la firma en una escritura pública con la complicidad del escribano Méndez, otro de sus amigazos. Todo había comenzado, ahora lo recuerdo, cuando yo tenía 8 años, y mi padre me llevó a ver una propiedad en construcción que había comprado en la zona céntrica, y me dijo: "Este departamento lo compre para tu madre, pero no le digas nada, es nuestro secreto".
En ese momento mi deseo era dejar todo como estaba y mandarme a mudar. Pero no pude. A los pocos días me mude a la sastrería. Empecé a contestar sus llamados, volví a fumar, bebí whisky importado, cite a sus clientes y me convertí en sastre usando los moldes que mi padre tenía de cada uno de ellos. Llamé a su colaborador para que me ayudara en el negocio, y al poco tiempo fui era famoso entre las mujeres, haciéndoles los famosos trajecitos sastre como el que usaba Eva Perón.
Me despidieron del trabajo, mi esposa me pidió el divorcio y mis hijos reclamaron por mi presencia. Pero mi padre seguía sin aparecer. Una parte de mis sentimientos quería que volviera para quitarme el peso que significaba ocuparme de todo, y otra parte, deseaba que no apareciera nunca más.
Pasaron los días, los meses y los años. Yo me enriquecí y con la plata disfruté de la vida como nunca lo había hecho. Hice amigos en los círculos selectos de la sociedad, tuve muchas amantes, mujeres finas todas ellas, con las que olvidé todo el pasado y me convertí en un verdadero dandy porteño.
Ayer me visito mi hijo mayor para invitarme a la celebración de la Pascua cristiana, me dio vergüenza decirle que no podía ir, que tenía un compromiso con una señora con la que estaba saliendo. Me sentí culpable porque la familia es sagrada. No sé cómo lo habrá tomado, es tan poco demostrativo.

CRISTINA NOGUERA



POEMAS SOBRE LA VIDA  
CRISTINA NOGUERA

EL RUIDO DEL MUNDO
No puedo seguir el rumbo
ni respirar la diáfana calma
en esta huella mojada de violencia
No comprendo los paraísos escondidos
entre miles de metáforas falsas
No consigo entender este bullicio
ni las fantasías inconclusas del alma
No puedo hilvanar este sainete siniestro
donde el gris se mezcla con el blanco
y se transforma en negro despiadado
No consigo desenredar la oscura confusión
donde las madejas de valores son opacas
No consigo entender este mundo
este mundo tan convulsionado
Arraigada en el ruido que me rodea
¿Donde están los rostros amados?

ATRÁPAME
Atrápame con tus manos
con tu delirio de poemas
con perfumes de jazmines
con ese aroma de azucenas
Atrápame en tus brazos
 cúbreme de besos bellos
de sensaciones, de imágenes
de noches mojadas con perlas
Atrápame con tu boca
con el dulzor de tu piel tibia
con el sonido de tus arpegios
con el carruaje de caricias bellas
Atrápame con tus palabras
con el brillo de tu melodía
con metáforas de terciopelo
Ven no me abandones, bello poema.

MELODÍA DE ESPERANZA
Sobrevivo este invierno
con ausencias de caricias
con nada de besos tiernos
ni siquiera con primaveras
Sobrevivo este invierno
sin violetas ni azucenas
solo vuelan unos pocos sueños
Pero mañana cuando llegues
le diré adiós al frío invierno
sembraré los jardines del alma
los regaré con ese amor tierno
abriré las rosas y almendras
Pero mañana cuando llegues
yo seré tu flor y tu mi primavera.

LA NAVE CON LA QUE VIAJO
Esta casa que habito es de arcilla casi tibia
Las horas enhebradas  son escalones hacia mañana
El cielo está en las manos llenas de poemas alados
Las dos ventanas de lágrimas. Las tablas  gastadas por los años
mojadas por  lejanas tormentas y por las lluvias de antaño
Esta casa que habito tiene paredes de sangre
de roble tibio es la esperanza pintada de verde esmeralda
Esta casa que habito cruje con el viento, con la lluvia
canta con rondas de niños, tiembla con los fríos inviernos
sonríe cuando una flor canta como rosa perfumada
Esta casa que habito viste cuatro esmeraldas y seis brillantes
lentejuelas de colores  variados y perlas nacidas en el alma
Esta casa que habito tiene alas de amante, cascabeles  de alegría
y la sonrisa encierra un  tesoro con retazos de nostalgia
Esta casa que habito es  la nave con la que viajo

Fernanda López



 Como si   
Fernanda López

Te extrañé. Cada día. Como si estuvieras. Como si el resto del tiempo formaras parte de mi vida. Como si tu constancia no fuera la ausencia. Como si alguna vez te hubieras quedado. Como si en algún momento nos hubiésemos encontrado. Te extrañé. Cada noche. Como si durmieras conmigo. Como si te despertaras pensando en mí. Como si alguna vez me hubieras abrazado en mis insomnios. Como si te hubieses quedado en mis sueños. Como si en algún momento nos hubiésemos amado. Te extrañé. Cada melancólico pensamiento. Como si me esperaras. Como si tuviéramos recuerdos donde olvidarnos. Como si existieran palabras donde reconocernos. Como si tuviésemos lugares donde dejarnos. Como si en algún momento nos hubiésemos ido.

Pablo Paniagua



Aullido posthumano  
Pablo Paniagua

Y me trepo a lo más alto del árbol más alto de Weblandia para dar mi último aullido, como el de Allen Ginsberg pero anunciando a otra generación el final de los tiempos: “Yo escribo con balas de plata para ir directo a tu corazón, para dejar en él la impronta de mi fracaso. Yo soy la voz interior de un escritor, una voz que se escapó de un libro sin final, un libro infinito del cual ya me cansé, un libro que jamás se escribió; de ahí el origen de mi fracaso ante algo que es una idea inconclusa. Pero a pesar de todo estoy aquí, con este grito que será la expiación de todos mis pecados, sin olvidar, desde luego, que sólo soy una voz por ahora sin cuerpo. El alma sí la tengo, y es esta energía que se manifiesta haciéndome escribir estas palabras de plata, tintura reflectante de mi realidad: La realidad de un fracasado. 
  Tengo la sospecha de que tú vienes aquí como un voyeur, para saber qué se esconde detrás de esta voz, cuál es su esencia y si te puedes reconocer en ella. Pero yo sólo vengo a decirte verdades, porque las mentiras competen exclusivamente a la espacie humana. Ése es tu fracaso, mucho peor que el mío; ésa es tu pérdida como ser humano. ¿Vas a hacer algo por cambiar la Historia? ¿Acaso no ves cómo anda el mundo que habéis creado?  ¿No me digas que estás satisfecho? Lo mío no es nada en comparación con lo tuyo, y aquí estoy para escupir mis balas de plata en tu corazón, para que muera dentro de ti ese ser despreciable y así puedas cambiar tu conciencia.

Y ahora, después de terminar de leer estas palabras, levántate del asiento, mírate en el espejo y comprobarás que no eres mejor que yo, esta voz que te habla, porque perteneces a la peor especie del Universo. 

Después de mirar en el espejo ni siquiera lograste contemplar tu alma, tan sólo un rostro de carne y hueso, un cuerpo mortal, no como esta voz que flota en el espacio y vivirá por siempre, porque es tan inmaterial como la esencia de un alma que no se esconde dentro de nadie. Quizá ya empieces a ver la luz que se cuela por una rendija, por la corteza abierta de tu piel, justo ahí por encima de tus cejas, en la frente; quizá ya sientas su calor, quizá ya alcances a entender algo de lo que te digo. Pero primero es necesario que te des cuenta de tu fracaso, de otra forma no podré hacer nada por ayudarte porque ya estarás muerto para la gloria. Así es, muerto para la gloria y muerto para todo, porque lo que te espera ni siquiera lo imaginas, está por encima de los límites de tu razón humana, algo que se esconde detrás de la cortina de este mundo material que tanto amas. No hay nada si no crees en ello, y se esfuma antes de que lo hubieras intentado. Hoy es un gran día, no pierdas la oportunidad de conocerte un poco más, de mirar en tu interior para tratar de ver aquello que perdiste antes de haber nacido.

Ya te dije que estoy aquí para cambiar tu conciencia, para que dejes de ser como los demás, esa masa que puebla este planeta; para que cuando camines por las calles entre ellos sepas de tu diferencia, por tener en tu mente y en tus manos el poder para cambiar el mundo. Pero primero, ya sabes, tienes que empezar por dentro, por tus ideas y sensaciones, y así abandonar tu antigua manera engañosa de ver la realidad. Ya sé que no será fácil cambiar de un día para otro como por arte de magia, pero el tiempo, con su transcurso, te irá abriendo la visión clarividente del futuro; es el atributo que debes desarrollar, esa parte dormida: el arte de la intuición, el de sospechar saber qué pasará. Hasta los animales presienten la catástrofe cuando el humano no sabe ni lo que tiene bajo los pies, lo que se alza ante su vista más allá del horizonte, porque su visión es corta, demasiado corta.

En la mano tienes la semilla; mírala e imagina el árbol que está dentro de ella. Busca más allá del tiempo presente y encontrarás todas las respuestas. Ése es el punto de antes del punto de partida.

Todos vienen a la vida a cumplir su designio. Algunos a hacer el amor y otros para matar. Tú tienes la capacidad de decidir tu destino, para dejar de pertenecer a la especie de los asesinos. Mira la Historia de la Humanidad y verás su fracaso. Guerras, guerras y más guerras; sometimiento, mentiras, ansias de poder y envidia. ¿No te diste cuenta? El largo camino que se buscó ya llega a su final, y tú estás ahí, en medio de todo mirando sin hacer nada, con los brazos cruzados como una gran mayoría complacida ante semejante realidad. Por esa razón, ahora tienes que quitarte la marca de la frente, la marca del asesino que tienen programado para ti.

Todavía continúas sumido en esa oscuridad que te imprimieron, de la confusa especulación de los corazones de hielo a los que nada importa, de algo tan evidente que hiere la inteligencia, que se acepta como un acto natural; y así están todos satisfechos ante ese algo que se cree no tiene solución. Es la complacencia inútil de los inútiles, es, a fin de cuentas, la esencia mezquina del humano. 

Tengo balas de plata. Tengo balas de plata para tu corazón…

Si quieres que te diga la verdad, no creo que todavía hayas sido capaz de cambiar. ¿Y qué han hecho mientras tanto los dirigentes de las naciones de este planeta? ¿Planear la próxima guerra? ¿Seguir construyendo armas? ¿Seguir engañando a quienes gobiernan? Ellos no pierden el tiempo para alienarte, no lo olvides, juegan con ventaja sobre ti. Sólo espero que cuando comience la próxima guerra, la definitiva, no acudas en defensa de ninguna patria, porque tu patria está en ese corazón que no paro de atravesar con mis balas de plata. Tú no naciste para matar a tus semejantes, tú naciste, simplemente, para amar. Rechaza la guadaña que te será entregada, y no pierdas la poca dignidad que como humano te queda.

No pienses ahora que esta voz es la de un profeta, porque no lo soy; sólo soy, en parte, tu conciencia perdida, ésa que te robaron antes de nacer todos tus antepasados y los antepasados de todos tus antepasados, los que construyeron este mundo de mierda, esta incivilización heredada por los que no fueron capaces de cambiar nada. Ellos, desde luego, no son como tú y como esta voz que te habla.

Recuérdalo siempre: Tú no eres ni serás un asesino.

Si ya crees fervientemente en ello ya dejaste de ser humano, ahora eres posthumano. Pero la cuestión no es tan fácil como parece por el simple hecho de haber decidido no ser un asesino y no formar parte del ejército que luchará en la guerra que se avecina. Mira a tu alrededor, ¿no te das cuenta de que perteneces a una minoría? Los posthumanos son muy pocos en comparación con aquéllos que elegirán la violencia, los que defenderán la patria de los impostores, los que lucharán por el dominio del planeta. Ahora eres un infiltrado, un cáncer para esa sociedad a la cual ya no perteneces por escapar del troquel de su alienación, por no pensar como todos y no seguir caminando por la raya que te marcan. De ello tienes que estar orgulloso, es un gran logro, no lo dudes, ya no eres un mediocre al servicio del poder. 

Busca, busca y encontrarás; la huella está entre los pedregales de un camino difícil, casi imperceptible para los ignorantes; la hallarás si escuchas con atención el impacto de estas balas de plata en tu corazón. Entonces comenzará tu lucha, la definitiva y verdadera.

Esta Humanidad ha fracasado y camina hacia el ocaso. Las naciones están gobernadas por el poder del dinero, y sus ciudadanos en nada les importan. Este planteamiento no es subversivo, es la realidad. Te repito: mira hacia atrás y contempla la Historia. No habéis logrado nada y vuestro mundo va directo hacia la distopía, ahí es donde os llevan vuestros dirigentes. Sois, para ellos, un número nada más, una pieza dentro de un mecanismo productivo para llenar sus bolsillos. Y mandarán a sus gobernados como animales al matadero para luchar por su dinero, piezas de un macabro juego que ya están planeando. Al llegar el momento debes saber rechazarlo, alejarte ahora en tus pensamientos y convicciones. La mentira y la coacción es su ideología, con ella someten a la Humanidad, y tú no serás cómplice de semejante engaño ni marioneta de nadie. Corta los hilos, corta los hilos…

Balas de plata, balas de plata para tu corazón; eso es lo que yo te entrego.

Sé que corremos peligro por pensar diferente, por creer en el amor y en la paz, esos valores que ahora son subversivos para ellos. ¿Cómo puedes creer en tus dirigentes cuando hacen la guerra, cuando desvirtuaron la verdad, cuando su moneda es la violencia? Muchos mueren de hambre y enfermedades mientras ellos siguen fabricando armas para el exterminio. Ya se ha dicho muchas veces: El hombre es el lobo del hombre.

¿Ves? Tú ya no eres así. Prométeme que no matarás a tus semejantes, que no serás como ellos. Ésta es la única vida que tienes para abrir la puerta, no pierdas la oportunidad de ver la luz que allí te espera. Nada es comparable con la dicha de saberse limpio, para encontrar la vida que se esconde detrás de su término. Ahí es donde inicia la conciencia ilimitada de la que ya estás formando parte. Tú vivirás por siempre, no lo olvides, en el recuerdo de esta Humanidad vencida y en los espacios infinitos de un lugar que está por encima del tiempo.

Mira las estrellas en una noche despejada y comprobarás la grandiosidad del Cosmos. ¿Cuánto hace que no las mirabas? Ya se perdió el contacto con la Obra de la Creación, con una naturaleza cada vez más cercana a su exterminio. Al menos la mano del hombre no llega a los astros para mancillarlos como hacen con su planeta. La Humanidad es mucho peor que una plaga de ratas en un hospital, que una guardería infantil repleta de cucarachas. El humano destruye su planeta día a día en aras de una prosperidad difusa, y nada le importa, la agresión continuará sin cesar hasta acabar con todo. ¡Qué más dará la herencia para sus descendientes! El hoy es lo único que importa mientras pisotean lo que encuentran a su paso. Crean leyes y más leyes, cuando transgreden las fundamentales, las impuestas por un juicio que escapa de su cognición.

Los humanos, como ves, sólo pueden apreciar el presente y siempre aferrados a la materia, a esos papeles de colores con los que pueden pagar todos sus caprichos, por los que incluso son capaces de matar. Amasar grandes cantidades de dinero es lo primordial, la ambición de una mayoría. ¡Qué poco vale la vida! ¡Esos papeles de colores son más valiosos que el llanto de un niño cuando muere de hambre! 

Tú, al menos, ya no eres como todos ellos, eres posthumano. La diferencia es grande porque ya no perteneces a la especie más depredadora del Universo, la especie de los asesinos, los que matan a sus semejantes, los que pretenden acabar con la vida en su planeta. Ellos todavía no te reconocen porque exteriormente te perciben igual. Eres ahora un extraño en su mundo infame, esperando el momento de la redención. Tú lucharás por establecer las bases de un mundo diferente. 

Los posthumanos algún día poblarán este planeta, ellos resurgirán de las cenizas de una civilización perdida y después de aprender la lección más dura y ante el ejemplo de la barbarie sucedida: de ríos de sangre, pestilencias y destrucción. 

Los que hacen de este mundo lo que es, tienen el mismo valor que una mierda de perro pegada en la suela de tu zapato, porque ellos jamás verán la luz. Qué rían y disfruten mientras puedan, pues su tiempo es corto, tanto como el suspiro de quien encuentra la inmortalidad después de la muerte. ¿Qué sentido tendría la vida? Yo te digo que detrás de tu existencia material hay mucho más, pues de allí proviene esta voz que te habla. Ya te advertí que yo no miento, pues la mentira es un atributo de la especie humana. Algún día te darás cuenta de todo esto y lo verás tan claro para no ser capaz de dar macha atrás. 

Esta voz vino a buscarte desde muy lejos, desde más allá de las estrellas, y todo para convencerte de que eres especial. Tienes el poder que yo te entrego, al menos para discernir el engaño que inunda este planeta. Es el presente lo que engendra el futuro, y cuando la semilla no es buena es imposible que el árbol y el fruto lo sean. Yo te enseñaré el árbol de la vida y de la muerte, la semilla ya la conoces. Mi mayor secreto ya fue develado. Piensa lo que quieras, da mil vueltas a esa idea y saca una conclusión. Es difícil de comprender, pues todo está y no está por escapar de una ley que compete a la materia. Es mucho más de lo que es y mucho menos que nada, pero siempre permanece por encima de todo, dentro y fuera de su energía inmaterial. Es como un pensamiento, como esta voz… ¿la vas a medir? ¿osarías pesarla en una balanza? Entonces, ni siquiera te plantees dilucidar algo que está fuera de tu alcance. Todo es secreto cuando nada se comprende, no hay duda que se pueda esclarecer, no hay respuesta ante lo desconocido, y sólo debes creer a pesar de ese vacío. La vida es un laberinto con dos salidas: una hacia la oscuridad y otra hacia la luz. Es fácil de identificar los senderos, saber cuál de ellos debes seguir.  

El ocaso de la Humanidad ya se acerca, y yo sólo tengo balas de plata para ti.”


Ricardo Barquin



Modo inverso  
Ricardo Barquin
                                                                                                         a Carlos Margiotta
“Y de la luna el célico semblante
y el triste mar amé”
Pastor Díaz
No sentía odio ya,
pero había vivido todo el odio,
era manso de espíritu
a la manera de un hombre que acobarda su pena
y que detiene el llanto,
y anda sobre este mundo cabizbajo.
Un ardor de violencia, sin embargo aquel día,
hirió su pensamiento, y ensangrentó sus manos,
“a la tarde del día ya que obscurecía
en la oscuridad y tiniebla de la noche”.
Recordaba con fruición doliente
versículos de una Biblia antigua
de hojas pálidas: “si tus pecados fuesen rojos
como la grana, como la nieve serán emblanquecidos”.
Sintió caer la nieve sobre su rostro
y sobre Buenos Aires, en un jardín del sur.
Signos claros jardines verbales;
Amó, ha bebido muerte.
III
Ya evanescido el tiempo,
es la eternidad;
la eternidad, real edad del tiempo
IV
Yo iré rastreando,
como lebrel sediento mis crímenes,
hasta besar tus llagas.

Celia Elena Martínez



                                 El pasado  
 Celia Elena Martínez

Una tarde salí apurada de la oficina, caminando por la Avenida me pareció ver a José Maria, hacían tantos años…
Él no era de la ciudad, pero podría estar aquí, porqué no?
Además los años me habían cambiado tanto, porqué no a él. Éramos casi niños cuando vivimos ese amor tan profundo, prohibido por mis padres, profundo e imposible de arrinconar en la mente,  ya que fue el primero, aquel primer beso, dicen que las mujeres guardamos secretos grandes y recónditos como un océano.
El corazón me dio un vuelto cuando lo vi. Apresuré el paso para alcanzarlo y ver si era él , más de cerca, todo me hacía suponerlo, sus rasgos envejecidos , pero los mismos de aquel jovencito, su mismo andar. Todo hacía suponer que era Josema, como yo lo llamaba.
Se perdía entre la gente, en esa hora pico, nunca me pareció tanta…pero yo me apresuraba más y más entre la muchedumbre .
Bajó las escaleras del subte y yo aunque no debía tomarlo, también bajé y lo llamé, ¡Josema!  ¡Josema! José María!!!, pero no respondía, finalmente por el apellido, como hago con mi marido, cuando lo pierdo en el supermercado, no se dio vuelta, había demasiada multitud como para oírme .Quería verlo, hablarle, recordar aquellos dulces años y contarle que nunca lo había olvidado.
Ya en la estación con tanto gentío se perdió de vista, subí al tren, pero resultaba imposible buscarlo en el vagón repleto, era una masa apretujada.
Bajé en la próxima estación y volví a casa, un poco desilusionada, después de todo: Quizás no era él…

Marta Becker



El viaje  
Marta Becker  

A pesar de la hora decido tomar el tren. No suelo viajar tan tarde en este transporte pero el viaje es más corto y estoy cansada. Me acurruco en un asiento pegado a la ventanilla, rota como la mayoría y deja filtrar un aire helado que me provoca un escalofrío.
Miro el vagón. Viejo, las paredes de madera  escritas, propagandas pegadas, muchos vidrios rajados o rotos, luz mortecina y un olor impreciso que se pega a la ropa.
No me quiero dormir porque temo por mis pertenencias, entonces decido observar a los otros pasajeros. Me gusta este ejercicio, hilvano historias sobre cada uno de ellos y así se me pasa el tiempo.
Una rubia desteñida y cara de cansancio está sentada frente a mí; con ambas manos se cierra un tapado viejo, tan descolorido como toda ella. Duerme apoyada la cabeza sobre la ventanilla, ni siente los sacudones del tren cada vez que toma velocidad. Tal vez vuelva del trabajo, tal vez vaya hacia él, no tiene aspecto de ama de casa.
Más allá un hombre mayor, arropado en un sobretodo y con una bufanda que le cubre con dos vueltas el cuello mira por la ventana, la vista perdida en vaya a saber qué pensamientos, pero es evidente que su cabeza no está ni el vagón ni en el paisaje.
En un asiento más alejado una parejita joven viaja abrazada, cada tanto se dan un beso. Me pregunto cuánto tiempo durará este enamoramiento, ahora las relaciones son tan efímeras… aún así se los ve muy acaramelados, se jurarán promesas de amor que ojalá puedan cumplir.
Sentada en otro lugar pero fácil a mi vista está una morocha de mediana edad, arreglada tanto en ropa como en maquillaje como para ir a la guerra… a la guerra de los sexos, se entiende. Cruzada de piernas enfundadas en unas medias de red negras llama la atención del hombre ubicado frente a ella, que pasea su vista entre el busto que se deja entrever desde un escote generoso hacia las piernas bien torneadas, y aunque no lo pueda ver de frente me imagino qué pensamientos libidinosos cruzarán por su cabeza. Seguro establecerá una comparación entre su esposa y esta mujer, pensará que no la elegiría como la madre de sus hijos pero sí para pasar unos buenos momentos. El macho cabrío nunca descansa.
Un muchacho flaco y desaliñado se apoya contra la puerta del vagón. Tal vez sea mi fantasía pero no me merece confianza y aprieto más la cartera contra mi pecho. Pasea la mirada sobre todos los pasajeros, parecería que tiene que seleccionar uno para cometer un delito. ¿Será por eso que está sobre la puerta, listo para robarle a alguien y salir corriendo? La hora y el lugar se prestan para el vandalismo.
En una de las estaciones sube una mujer con un bebé –muy tarde para sacar a un pequeño, pienso- y se sienta al lado de la rubia desteñida, frente a mí. El bebé comienza a llorar,  la madre se acomoda y lo pone a mamar de un pecho redondo, lleno de leche. Menos mal que no está sentado junto a mí el hombre que sigue mirando a la morocha, que permanece indiferente.
Ahora sube una pareja mayor, ella apoyada en un bastón, él con dos bolsas de supermercado llenas. ¿les habrá dado la hija algunos comestibles para que se lleven a casa? No lucen muy ostentosos, más bien son dos jubilados con aspecto cansino que sólo quieren llegar a su casa y meterse en la cama.
Mientras cavilo sobre cada uno de mis compañeros llegamos a la estación central, última parada del viaje. Con una sacudida de cabeza borro de golpe todas las fantasías que me ocuparon y acompañaron durante muchos minutos, una novela particular con final abierto que tal vez continúe en el próximo tren o colectivo, según lo que decida tomar.

Richard Peláez



DANIEL  
Richard Peláez

La señora del abuelo, mandó a Danielito a buscar un caldo en cubitos, para la sopa, de la bodega…
- Pero si hace un rato traje unos
- No, que vayas
- Que si, estoy bien seguro
- Que me traigas de una vez lo que te pedí!!
El niño se dirige meneando la cabeza, seguro que ya se los había alcanzado, cruza la puerta y de repente se encuentra…con su mamá…
…sus ojos se agrandan, llueven inocentes lagrimas, pega un salto a los brazos y explota un grito:
- ¡¡¡¡¡Mamáaaaaaaa!!!!!
Solo se veían cada dos o tres meses, ella debió irse lejos a trabajar y poder juntar dinero para que a él no le falte nada.
Pasaron unos días juntos y ese tiempo fue todo disfrute al máximo, la sonrisa bien amplia de ese gurí (niño) y los ojitos teniendo el brillo de la ternura de madre, que mas pedir, todo era felicidad.
Llegó el día en que la mamá debía volver a la capital y el niño la acompañó a la terminal de buses.
Un beso grandote en el cachete, un pórtate bien no hagas diabluras, un “no te olvides que te quiero mucho” y un “ya vamos a volver a estar juntos”, fueron las últimas palabras…
…se subió al bus y él desde abajo la buscó con la vista para tirarle besitos, la mamá pidió ventanilla para poder verlo mientras de a poco se iba marchando …y se fue…
…y Danielito quedó mirando como su mamá se perdía en el horizonte y no podía hacer nada, se sintió tan impotente …tan desnudo…triste y
defraudado por Dios, tanto que rezó para estar con ella y otra vez se le va.
Se sentía solo, vulnerable, mientras comenzó el retorno, bajó la vista y no pudo contener el llanto , no le importaba que lo vieran …que lo sintieran…
…que lo vieran desgarrado con el corazoncito partido en dos.
Caminó rumbo a la casa, llorando… siempre llorando, los mocos se entreveraban con sus lagrimitas y las palmas de las manos empapadas ya no secaban sus ojos…
…se fue calmando de a poco y pensó:
- No es de hombres llorar, menos que lo vean entonces tomó un atajo y se acercó a una cantera cercana, se agachó y hundió sus manitas y refrescó su carita con el agua turbia para borrar los indicios de su dolor, esperó un poquito hasta que creyó conveniente volver.
- ¿Dónde estabas? ¿Porqué demoraste tanto, te volviste a pelear en la calle?
- No
- ¿Cómo que no, y esa mugre en la cara ?¿me crees tonta?
- ¿Eh ,crees que soy una tonta ,verdad? ahora vas a ver…
la animal tomó un rebenque de cuero trenzado y comenzó a azotarlo y le pegaba por todas las partes del cuerpo, el niño cayó como vencido y se enroscó en si mismo haciéndose chiquito aguantando y ella seguía y seguía, golpe …golpe …y más golpe…
- Y sabes qué ,ahora mismo te vas a dormir, estás en penitencia y no llevas merienda por cinco días …
…no satisfecha aún, le cinchó los pelos para levantarlo y culminó su faena con una bofetada cruel sobre el rostro de aquél gurisito (niño)
….la inocencia como pudo, todo destrozado, sin protestar…y sin llorar, …porqué los hombres no lloran…
fue a cumplir lo ordenado y mientras recibía un puntapié en las nalgas  se decía para sus adentros:
- Si soporté aquella despedida, soporto todo…
Danielito en aquella terminal se había convertido en Daniel.

Mary Vicy



San Carajo  
“Patrono de las almas sensibles”  
Mary Vicy
                  
Este “santo” existe desde que el mundo es mundo. Suele ponerse de manifiesto en los estallidos emocionales frente a hechos divinos o terrenales y es ahí cuando se lo descubre y sin querer, se lo comienza a invocar. Automáticamente, una catarsis emocional (tipo “sunami”) se apodera de nuestro ser y cuando explota, produce un alivio increíble y todo conflicto vuelve a fojas cero.
Las consecuencias de este milagro hacen que uno vea los hechos desde una perspectiva diferente y por momentos, hasta triunfante.
Ya la Biblia se hizo eco en ciertos pasajes de su historia. Ejemplo: en el Génesis, cuando Dios (de aburrido nomás), ante la inmensidad del tiempo que tenía por delante,  piensa que “carajo” podría hacer y crea el Universo. Otro relato interesante es el Arca de Noé. También el Creador, frente a la testarudez de los mortales, no solo los manda al carajo, sino que también les manda el diluvio como si se tratara de una buena lavada de cara para que se despabilen de una vez por todas y aprendan a convivir.
Hay que ver que sus reacciones divinas no tienen nada que ver con las nuestras, terrenales,  pero lo que nos dejó, es ese divino alivio que produce cada vez que invocamos al Patrono de las almas sensibles.
El perfil psicológico de este “santo” tiene un sin fin de características bastante parecida a las de sus seguidores, sin respetar alguna en particular. A saber:
Cuando uno está en una actitud de desconfianza pregunta:
¿De qué carajo me estás hablando?
Si por el contrario, está seguro…
 ¡Andante al carajo con esas historias!
Si tiene un poco de culpa: ¿En qué carajo estaba pensando para hacer esto?
Si manifiesta una confusión de roles:
¡No sé quién carajo soy!
Si pretende un poco de intimidad:
¡Se va todo el mundo al carajo que quiero estar solo!
. Si un día no quiere hacer nada, aclara sin culpa:
¡Hoy estoy de fiesta, es el día de San Carajo!
Y así sucesivamente.
¿Cuál es su aspecto físico? Es el paradigma de la metamorfosis y depende de quién lo reclame. Ante un estallido, suele reflejarse en los espejos o también, en las caras de los molestos de turno.
Lo bueno de este “santo” es que lo puede invocar cualquier ser humano, en el idioma que más se sienta cómodo: jefes, subalternos, amigos, enemigos, familiares, vecinos, propietarios, clientes, hinchas de cualquier equipo, credo, raza o religión, pueblos, gobernantes, monjes, etc., etc.
El día del Patrono de las almas sensibles se celebra todos los 29 de febrero, es decir, cada cuatro años.
¿Por qué? Porque a los que inventaron el calendario les sobraba un día y como no lo podían agregar como si fuera un decimal en un entero, se vieron en la necesidad de acorralarlo en un mes incompleto, eligiendo febrero, mes cortito donde uno se repone de las fiestas de fin de año y también toma conciencia de que a partir de marzo, hay que enfrentar la realidad como sea.
Por esa razón, a ese día que sobraba, lo mandaron al carajo y cada cuatro años, se lo recuerda igual que a una causa perdida.
El mito popular lo rescató del exilio y estableció que esa fecha sería dedicada San Carajo.
Lo que yo propongo, a través de las redes, es que cada uno manifiesta en que momento y a ante que situación suele invocarlo y de esta manera formar la gran cofradía global, bajo la protección de este “santo” popular, SAN CARAJO, Patrono universal de las almas sensibles.

María A. Escobar



                        La persecución  
                                           María A. Escobar

Bajo del tren a las seis y treinta. En realidad no bajó. La bajaron. Una abigarrada multitud la apretujó sin que casi pusiera los pies sobre el andén. Muchos corrían hacia las paradas de los colectivos que los llevarían a sus casas, pobre gente que, todos los días, viajaba mucho y mal para ir a sus trabajos. Era un hermoso atardecer de otoño, de modo que tuvo el deseo de caminar hasta su casa. Se pasaba el día sentada en una silla atendiendo gente, una caminata la conectaría con el aire de la tarde, con su silencio, ese momento en que los pájaros volvían a sus nidos. No tenía un calzado muy apropiado para caminar, no podía ir a la oficina en zapatillas pero, de cualquier manera, enfiló para su casa tratando de pisar las pocas veredas que había en el camino. De repente y como solía pasar en el otoño, el sol se ocultó y comenzaron a aparecer las primeras sombras. No había nadie en la calle, solo ella. Apuró el paso todo lo que le permitían sus zapatos de taco. A veces éstos se metían en las junturas de las baldosas y la hacían tambalear. Pensó que, después de todo no había tenido una buena idea, hubiera sido mejor tomar el colectivo.
Ahora alguien caminaba detrás de ella. Eran los sigilosos pasos de un par de zapatillas. No quería darse vuelta porque si lo hacía el que venía detrás descubriría su miedo. Y no era miedo lo que sentía, era pánico, un pánico que la hacía tropezar con cuanto obstáculo encontraba a su paso. El corazón le golpeaba en el  pecho como un tambor. De repente escuchó un
- Doña, doña - No se detuvo, por el contrario intentó correr.
De nuevo escuchó el - Doña, Doña - El miedo le hizo perder el equilibrio.
Cayó como un poste derribado por la tormenta. El la alcanzó, era apenas un muchachito con la cabeza cubierta por una gorra de visera. 
-Déjeme que la ayude a levantar… ¿Se lastimó?.Ella estaba pálida como un muerto.
El la levantó como si fuera solo una hoja seca. 
-La llamaba porque creo que se le cayó esto-. 
Era su agenda. La tomó con manos temblorosas y sólo pudo decir gracias, hijo, gracias y apenas se dio cuenta que las lágrimas le estaban mojando la cara, como si, de repente, se hubiera puesto a llover.

Cora Stábile



            A de Alas ... A de Amor...  
Cora Stábile

Ana estaba preparando la comida mientras esperaba que llegara Abel, al hacerlo éste le entregó una caja con un enorme moño rojo, le había llevado un regalo.
La joven no reparó en los siete pequeños agujeritos con que estaba perforada la tapa, pero cuando iba a levantarla él le dijo: "Cuidado que se pueden escapar...", ella espió muy suavemente y vio a dos hermosos canarios, amarillo el macho y naranja la hembrita.
Los instalaron en la jaula que ya tenían preparada y ni bien asomaron los primeros rayos del sol a la mañana siguiente, el sonoro canto del nuevo amigo los despertó con alegría.
Era muy lindo ver a la pareja, daban la sensación de amarse realmente y los jóvenes disfrutaban mucho esa nueva experiencia.
Pasados varios días sobrevino la tragedia: el bultito naranja inmóvil en el piso de la jaula fue el comienzo del drama, los canarios pueden tener problemas cardíacos y seguramente era eso lo que había sucedido.
La historia no terminó allí ya que por la tarde escucharon unos ruidos extraños y al aproximarse a la jaula vieron con asombro como el canario se estrellaba contra aquellos barrotes que habían custodiado su amor, hasta que logró matarse.
¿Acaso podemos dudar que a veces se muere por amor?

Liliana Isabel González



Tiempo de descuento 
 Liliana Isabel González

Esa mañana de Septiembre, Justina abrió el diario de papel de atrás para adelante. Se había prometido ir al gimnasio y empezar la dieta, en fin, recibir el mes con alguna novedad que la obligara a sacudir el apoltronamiento que le había ensanchado las caderas al ritmo de la elasticidad de las calzas. Federico tomó el avión en Dublin. Abrió la billetera y contempló orgulloso los euros que había ganado con el proyecto de energía eólica que el Reino Unido le había vendido al gobierno argentino. Justina guardó la billetera en su bolso. Agarró las llaves del auto. Apagó el gas. Desenchufó la pava eléctrica. Casi en el umbral de su PH reciclado volvió sobre sus pasos. Faltaba su computadora portátil. Esa que Federico le había regalado como reconocimiento a la gestión en la embajada con el canciller de turno. En dos zancadas estuvo en el dormitorio que aún olía a aceite de jazmín. Las gotitas de sudor resbalaban por su espalda bronceada. Maldijo a los cuatro vientos. Detestaba ese calorón que ponía al descubierto su edad. La frase clave del horóscopo diariero “la gestación de grandes obras suele llevar tiempo” le retumbaba en su oído derecho el más predispuesto para escuchar propuestas afortunadas. Si, precisamente allí Federico le susurró que necesitaba su intervención para acelerar los trámites. Tenía grabado el pedido de esa voz envolvente e impostada. Lista para la oratoria y para la seducción. Daba lo mismo. Sin embargo se humedecía con solo recordarla. Federico le avisó por mensaje de texto la hora estimada de arribo al aeropuerto. Justina no quería hacerlo esperar. Llegó temprano. Su intuición superó la lógica del cronograma de vuelo. El arribo de Federico se adelantó. Él su equipaje y su atracción la esperaban en el mostrador de la aerolínea de bandera. Verlo antes de lo previsto, la sobresaltó. Su cliente permanecía de espalda con un trámite entre manos. Una oleada de calor le devoró el maquillaje. Casi sin pensar se le escapó “…Señor Federico llegó antes…” Él giró sereno la reconoció la scaneó sin disimulo y le sonrió. Si Justina y creo nos debemos un encuentro para puntualizar como operaremos de ahora en adelante. Ella retrocedió unos pasos intimidada por lo que sentía un lío en marcha. Una combinación entre pasión no declarada y trabajo. Respiró hondo atornilló su decisión a su voz aguda y declaró: Señor Federico yo lo banco en todo pero sus palabras me inquietan. Permítame acercarlo al Country Taxco y hablemos de trabajo mañana. Un silencio enigmático se apoderó del lugar que detuvo su andar al menos para ellos dos. Federico sonrió y aceptó lo que la voz chillona de Justina había grabado en el aire. Está bien lléveme a casa y dejemos pendiente las novedades, de todas maneras usted ya sabe, todo es cuestión de tiempo y yo sé perfectamente como administrarlo. Justina aceptó dócil. Sus piernas obedientes y regordetas se movieron presurosas rumbo al estacionamiento.