lunes, 2 de febrero de 2009

MARISA PRESTI


VOLVER ATRÁS

El día que instalaron la computadora, Sebastián se juró a sí mismo que nunca la tocaría. Por mí, pensó, se puede quedar como un adorno más. Tanto había insistido el hijo de Lorena, que no hubo más remedio que salir a comprarla. En el fondo, le generaba bronca. Hacía tiempo que vivía ajeno a la tecnología. Ni computadoras, ni celulares, ni internet. Nada. Podía vivir dignamente sin someterse a las presiones sociales.
Quedó ubicada en un rincón del living, justo al costado de la ventana que daba al jardín de la planta baja. La madre insistió en aprovechar la luz, aunque él hubiera preferido que el pibe se la llevara a su cuarto. ¿No te das cuenta que así puedo controlarlo?, le dijo en voz baja. Lo del control le causó risa, si tuviera control no se la habría comprado.
Como no quiso discutir, mudó su rincón de lectura al dormitorio y decidió seguir con su vida ignorando a la recién llegada. Varias veces vio a la madre y a su hijo sentados frente a la pantalla, apretados en una misma banqueta, metidos en un mundo de colores fuertes que irritaban la vista. El primer domingo que no quisieron salir, se sintió aliviado. El placer de una buena siesta, sin tener que manejar por toda la ciudad para pasearlos, le pareció el mejor de los programas. Lorena se quedó en deshabillé, apenas se permitió un rato en la cocina para preparar unos fideos y volver rápidamente al lado de su hijo.
Ignoró la comida desabrida, dispuesto a disfrutar de un domingo a pura siesta, pero cuando llegó la noche una cierta molestia lo llevó a pararse frente a ellos. ¿Hasta cuándo la piensan seguir? Vení, sentate, vas a ver qué interesante, estamos en el museo del Louvre, le dijo ella con una sonrisa. El pibe no dijo nada, lo que generalmente sucedía cuando le hablaba. En el tiempo que llevaban juntos, un muro de concreto parecía cortar toda posibilidad de diálogo. Es la edad, le había dicho Lorena, tenés que tener paciencia. Si no fuera porque tres veces por semana se iba con el padre, no hubiera podido reprimir el fastidio. Al final, decidió que lo mejor era ignorarlo.
No, gracias, me voy a la cama, ¿venís? No hay respuesta. Sólo risas y comentarios del destino virtual. Se acomoda entre las sábanas frías, la mirada se fija en el techo, en ese punto justo donde el destino de los hombres queda atado a un nudo de interrogantes. Y algo parecido al miedo, pero mucho más sutil, empieza a moverse en su interior. Lo rechaza, no quiere sucumbir a presagios nocturnos. Apaga el velador y se obliga a pensar en los problemas de trabajo que lo esperan a la mañana.
Che, Sebastián, el jefe dice que falta tu e-mail en la planilla de datos. No tengo. ¿No tenés?, la voz del tano suena especialmente asombrada. ¿Cómo que no tenés?
Es lunes y no quiere empezar la semana con discusiones. Respira hondo y echa para adentro la bronca que siente ¿Es obligatorio? Bueno, todo el mundo tiene e-mail, acá es necesario. Tenés mi teléfono, más que suficiente.
Oficina negra en un lunes negro. ¿Y los derechos humanos? Sebastián se mira la punta de los zapatos mientras escucha las palabras seudo amables de su jefe. Oiga, Beltrani, usted es un hombre inteligente, no puede permanecer al margen de la civilización. Si es porque no sabe (se ríe), aquí los chicos pueden ayudarlo (...) pero hoy mismo se saca su e-mail y completa la ficha, ¿entendió?
Siente que no puede destruirlo todo, y entonces asiente. Abre la puerta para irse, pero el tipo agrega Otra cosa, no puede ir a ver a los clientes sin celular, hable con Menéndez para que le de uno hoy mismo.
¿Te acordás, vieja, de los juegos infantiles? De las latitas unidas con un piolín, el gordo en una punta y yo en la otra, ¡y cómo hablábamos! Se escuchaba, no era joda, yo al gordo lo escuchaba lo más bien. Y no necesitábamos más que eso para divertirnos. Si me buscabas, ponías una toalla roja en la ventana de la cocina. La veía enseguida, a tomar la leche o a bañarme. Así de fácil, sin complicaciones. ¿Y las cartas? ¿Te acordás cuando recibíamos una carta del viejo? ¡Qué emoción! Primero mirábamos el sobre, como si fuera un milagro, y después, de a poco lo abríamos y nos encontrábamos con esa letra tan conocida! Después, la carta quedaba toda la semana sobre el mueble del comedor, como un trofeo.
En cada paso, Sebastián arrastra el peso de sus pensamientos. Tarda más de lo habitual en llegar a su casa. Ni Lorena ni el pibe, no hay nadie. Cae en el sillón como un peso muerto, derrotado por la batalla perdida. Indignado por traicionar sus convicciones.Y entonces la ve. Frente a él. Sola, sin nadie que la defienda. El pibe la dejó prendida y hasta parece invitarlo a que la toque. Sebastián clava los ojos en ella con tanta intensidad que hasta le parece que parpadea. En ese momento suena el portero eléctrico. Sebastián atiende con fastidio ¿Quién es? Botellero, botellas, diarios, algo para vender...la voz aguda lastima sus oídos, pero por primera vez una amplia sonrisa se dibuja en su rostro.

ALICIA CHILIFONI


¡HOLA NONO!

Siempre estuviste encerrado en ese pesado retrato ovalado que colgaba en la pared, atrapado tras el vidrio en medio del anchísimo marco negro y lustrado.
Tu gesto adusto, desafiando al mundo con tus bigotes como manubrios, y a tu lado . . . la nona. Lirio frágil, dulcísima en los quince años de vida, y ya casándose.
Siempre creí que por entonces eras un cuarentón. Y quedó tu imagen en mí como la de los próceres, a los que nos cuesta bajar a la vida del hombre común. Es porque no te llegué a conocer. La diabetes se llevó primero tu vista, y ya ciego, también te llevó a vos, un día de Año Nuevo. Los estruendos, las luces y las campanadas me encontraron en la panza de mi mami, a meses de nacer.
En cambio la nona Carmen estaba también afuera del retrato. Con más kilos, y muchas arrugas y achaques, seguía llevando puestas la sonrisa y la mirada calmas, amorosas, de la foto. Nunca la vi enojada. Y hablaba suave y golpeadito, como aleteo de paloma. ¡Qué cosa! Las voces me siguen nítidas por más que pasen los años. El recuerdo de la voz de los seres queridos que ya no están es con mucho, más fiel que el de los rasgos físicos, que se me desdibujan un poco con el tiempo. Pero tu voz, nono, no la tengo, no por haberla perdido. Es que nunca la escuché.
Ahora José, el último pimpollo de mi jardín, el menor de mis hijos, está tramitando la ciudadanía italiana, y me pide ayuda en la compleja tarea de recolectar datos para conseguir la documentación necesaria: "má, sabés en qué fecha se casaron tus abuelos?" Y . . . si mi papi fue el primero de los catorce hermanos, y nació en octubre de 1913, siendo tan prolíficos, deben haberse casado a fines del 12, o principios del 13.
¡Y ahí fue que "me cayó la ficha"! Si en el pasaporte, expedido exactamente en 1900, figura que llegó a Buenos Aires con su mamá y dos hermanitas menores cuando era un nene de 11 años, significa que se casó a los 23, lo que ahora sería un chico.
Nunca se me había ocurrido hacer ese cálculo. Dulce cálculo. Por fin encuentro poesía en las matemáticas.
Eras el prócer en su pedestal, pero ahora te siento bajar, te veo cerca mío, ya me llega tu calor. Quiero armar tu vida, que no tuve la dicha de compartir, como si fuera un rompecabezas.
Me asaltan muchas cosas, efervescencias, por dentro ¿sabés? Me pregunto si vos desde algún lugar te das cuenta de lo que me pasa. Ojalá nos pase a los dos.
Ahora cierro los ojos, y te veo salir despacito, despacito, de la foto que siempre permaneció estática en el recuerdo. Te me vas acercando. . . Sin darme cuenta, como si no fuera yo quien habla, y mientras noto mis ojos mojados, me encuentro diciéndote "Hola, nono. Vení, sentáte conmigo. ¡Tenemos tanto de qué hablar!"

NORMA TRAFERRI

ASÍ ME SIENTO

Deseo comprenderte hoy, tratando de ver lo que no hice, o lo que hice, lo que callé (está perdido).Como veo tu vida, y los porque de este hoy entre nosotras. Son imaginerías o quizá realidades, que siempre martillan dentro mío. Recibilas con amor, eso es lo más importante. El texto son pensamientos, que realmente no tienen más valor que el de mis sentimientos. Así siento te sentiste, y sentís.

Porque me sentí olvidada.
Porque no me sentí nada.
Porque me juzgué nada
Porque callé, cuando debí ser oída.
Porque cubrí por amor, cuando callar no debía.
Porque siempre fui noble, sin que nadie lo notara.
Porque callé errores de otros, cuando debí ser oída.
Porque años de silencio, hoy los siento con encono.
Porque era normal entonces, guardar las tropelías ajenas.
Porque era normal, no hacerles ver lo que no querían mis padres.
Porque hoy no te confío, como que no te siento de los míos.
Porque té oculto mi vida, como si fuera un secreto.
Porque no quiero que toques nada, de lo que es mío.
Porque no quiero que sepas más, que me diste la vida.
Porque ya tengo cuarenta, y, madre, no te has dado cuenta.
Se puede matar el amor, si en el amor hay olvido.
Se puede encarcelar la voz, y así tapar los oídos.
Se pueden recluir pasados, que no deseas sean percibidos.
Se puede imaginar, que tuvieron otro sentido.
Se puede sentir a salvo, como cambiando el destino.
Se pueden desfigurar pasados, como si se hubieran vivido.
Se pueden enjaular dolores, por creerse no queridos.
Se pueden acumular enconos, que te desangran la vida.
Se pueden alejar presencias que no tienen olvido.
Se puede vivir aceptando todo lo que hemos vivido.
Se puede crecer, si digo lo que tengo escondido
Se puede creer diciendo un: "te dije"... y no vemos todos los sentidos.
Se puede deplorar el creerse no entendido.
Se puede creer que no aceptando, prevengo, creyendo que no me lastimo.
Se puede negar, con un no quiero, no te doy, y padecer sin sentido.
Se puede vivir el hoy, aceptando que el amor, no sabe de un tiempo compartido.
Se puede aceptar que un día, no importa cuando, solo quede de nosotros el amor, y todas las cuentas saldadas.
...............................................................Mamá

NORMA PADRA


ENTRE PARÉNTESIS

Palabras que están protegidas por esos signos semi-curvos, para aclarar algo, para no dejar lugar a las dudas.
Los signos, también pueden abrazar toda una larga frase intercalada, para que no haya malos entendidos.
También hay gente que vive entre esos signos.
La puntuación, los cobija, quieren disimuladamente, (que no se mal entienda, que desean ser claros y estar a resguardo).
En definitiva, estar y sentir ese largo abrazo que los contiene.

GABRIELA BRUCH


UN CUENTO PARA ADRIANA(*)

Hay cosas que añora, el espacio todo azul en la ventana, ir a la panadería a comprar medialunas, acariciar a su gato color humo. Entonces piensa: si con tan poquito puedo ser feliz, qué es lo que pasa aquí...
Es otoño, el viento ha pelado los árboles, las hojas amarillas pueblan su visión, parece un paisaje bello, aunque apenas pueda sentarse en la cama a mirar. Se siente débil, su mente se está ordenando de a poco. Emergen los recuerdos de días anteriores, la policía en la casa, Grillo, explicando todo con un certificado médico en las manos, luego la ambulancia.
Recuerda el vaso contra la pared, los vidrios, el agua resbalando y la mano de Grillo cubierta con sangre. Ella lo vio cuando agarró un vidrio y se cortó, también se tajeó un poco la cara, y claro, poquito, Grillo siempre fue un cagón.
Ahora tan amable, tan señor, con la policía, con los médicos, tan ordenado con los papeles y los remedios; cuando siempre a solas, él mezclaba todo, las pastillitas azules con las blanquitas chiquitas, las gotas con el agua.
En fin, la gente cambia y Grillo debe estar pensando en el futuro bienestar de ella. Prefiere olvidar el día que volvió del cementerio y encontró una bombacha amarilla en la cocina, ella nunca usó bombachas amarillas, detesta ese color, pero él le hizo recordar que se la compró en Once, que era una oferta. Y claro, puede ser, tantas cosas en la cabeza, una puede olvidarse nimiedades.
El placard abierto siempre le había dado miedo,porque le hacía acordar las veces que su padre la encerraba en él cuando se portaba mal, ella era una niña mala, muy mala. Por eso se enfermó la madre, así decía su papá.
Y Grillo siempre abría el placard y sonreía, también hacía cuentas, revolvía los papeles, revisaba la escritura de su casa; porque era su casa, la casa de sus padres, Grillo era un invitado, pero no lo parecía.
El día que vino la policía ,la puerta del placard estaba bien cerradita, con llave, como nunca.
En fin, cambios que tiene la gente. Le han sacado los documentos y el reloj, pero deben ser las seis de la tarde porque está oscureciéndose el cielo y es otoño, eso ya lo dijimos. Se siente más fuerte y quiere llamar a alguien, ya que no sabe bien donde está aunque lo supone. Ella nunca quiso que la internaran, porque su mamá había muerto en un hospital; pero bueno, volvió a portarse mal.
¿Porqué tiró ese vaso contra la pared? ¿Porqué se enfureció tanto con Grillo? Al fin y al cabo, él era el único que se había mantenido a su lado, que la llevaba al médico, que le daba las pastillas. Al intentar erguirse se dio cuenta de que estaba atada. El terror la invadió, quiso gritar pero la voz no le salía.
Alguien vendría acaso, alguien vendría... ¿Era así el poema de Neruda?. Mirá que acordarse de eso ahora, atada a los barrotes de una cama de un hospital psiquiátrico. ¿Será estatal o privado ?, pensó. La cuestión que estaba en una habitación individual, o sea que Grillo había pensado en todo, él quería que ella estuviera bien, que se curase, que se fueran a vivir a la casita de Chapadmalal.
Le faltaban cosas a este rompecabezas de recuerdos difusos, el vaso, la mano de Grillo, la sangre, la policía, la ambulancia, la inyección. ¿Y antes?.
Hizo tanto esfuerzo en recordar que hasta se olvidó de que estaba atada y de que no podía gritar.
Al rato entró una enfermera, ella quiso preguntarle cosas, pero aún no tenía voz; la enfermera le acarició el pelo y a ella se le llenaron los ojos de lágrimas, luego le hizo abrir la boca, le dio dos pastillas blancas y grandes, desconocidas, la arropó y corrió las cortinas. Del pasillo venía una luz difusa y poco a poco, los párpados empezaron a caer: No quería dormirse pero iba a ser inevitable.
Después de todo a la gente le sucede siempre lo mismo y que más da, que el resto de su vida pase así. Lo único que pediría es que de ahora en más no la aten. No va a hacer falta.



(*)Publicado en la revsita literaria La Iguana

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ


YA NADIE SE ACUEDA DE DIOS EN NAVIDAD

Ya nadie se acuerda de Dios en Navidad. Hay tanto estruendo de cornetas y fuegos de artificio, tantas guirnaldas de focos de colores, tantos pavos inocentes degollados y tantas angustias de dinero para quedar bien por encima de nuestros recursos reales que uno se pregunta si a alguien le queda un instante para darse cuenta de que semejante despelote es para celebrar el cumpleaños de un niño que nació hace 2.000 años en una caballeriza de miseria, a poca distancia de donde había nacido, unos mil años antes, el rey David . 954 millones de cristianos creen que ese niño era Dios encarnado, pero muchos lo celebran como si en realidad no lo creyeran. Lo celebran además muchos millones que no lo han creído nunca, pero le gusta la parranda, y muchos otros que estarían dispuestos a voltear el mundo al revés para que nadie lo siguiera creyendo. Seria interesante averiguar cuantos de ellos creen también en el fondo de su alma que la Navidad de ahora es una fiesta abominable, y no se atreven a decirlo por un prejuicio que ya no es religioso sino social. Lo más grave de todo es el desastre cultural que estas Navidades pervertidas están causando en América Latina. Antes, cuando solo teníamos costumbres heredadas de España, los pesebres domésticos eran prodigios de imaginación familiar. El niño Dios era más grande que el buey, las casitas encaramadas en las colinas eran mas grande que la virgen, y nadie se fijaba en anacronismos: el paisaje de Belén era completado con un tren de cuerda, con un pato de peluche mas grande que un león que nadaba en el espejo de la sala, o con un agente de transito que dirigía un rebaño de corderos en una esquina de Jerusalén. Encima de todo se ponía una estrella de papel dorado con una bombilla en el centro, y un rayo de seda amarilla que habría de indicar a los Reyes Magos el camino de la salvación. El resultado era mas bien feo, pero se parecía a nosotros, y desde luego era mejor que tantos cuadros mal copiados del aduanero Rousseau.
La mitificación empezó con la costumbre de que los juguetes no los trajeron los Reyes Magos -como sucede en España con toda razón -, sino el niño Dios. Los niños nos acostábamos mas temprano para que los regalos llegaran pronto, y éramos felices oyendo las mentiras poéticas de los adultos. Sin embargo, yo no tenía mas de cinco años cuando alguien en mi casa decidió que ya era tiempo de revelarme la verdad. Fue una desilusión no sólo porque yo creía de veras que era el niño Dios quien traía los juguetes, sino también porque hubiera querido seguir creyéndolo. Además, por pura lógica de adulto, pensé entonces que también los otros misterios católicos eran inventados por los padres para entretener a los niños, y me quede en el limbo.
Aquel día -como decían los maestros jesuitas en la escuela primaria -perdía la inocencia, pues descubrí que tampoco a los niños los traían las cigüeñas de Paris, que es algo que todavía me gustaría seguir creyendo para pensar mas en el amor y menos en la píldoraTodo aquello cambio en los últimos treinta años, mediante una operación comercial de proporciones mundiales que es al mismo tiempo una devastadora agresión cultural.
El niño Dios fue destronado por el Santa Claus de los gringos y los ingleses, que es el mismo Papa Noel de los franceses, y a quienes todos conocemos demasiado. Nos llegó con todo: el trineo tirado por un alce, y el abeto cargado de juguetes bajo una fantástica tempestad de nieve.
En realidad, este usurpador con nariz de cervecero no es otro que el buen San Nicolás, un santo al que yo quiero mucho y porque es el de mi abuelo el coronel, pero que no tiene nada que ver con la Navidad, y mucho menos con la Nochebuena tropical de la América Latina. Según la leyenda nórdica, San Nicolás reconstruyó y revivió a varios escolares que un oso había descuartizado en la nieve, y por eso lo proclamaron el patrón de los niños. Pero su fiesta se celebra el 6 de diciembre y no el 25 . La leyenda se volvió institucional en las provincias germánicas del Norte a fines del siglo XVIII, junto al árbol de los juguetes , y hace poco mas de cien años paso a Gran Bretaña y Francia. Luego paso a Estados Unidos, y estos nos lo mandaron para América Latina, con toda una cultura de contrabando: la nieve artificial, las candilejas de colores, el pavo relleno y estos quince días de consumismo frenético al que muy pocos nos atrevemos a escapar. Con tod, tal vez lo más siniestro de estas Navidades de consumo sea la estética miserable que trajeron consigo: esas tarjetas postales indigentes, esas ristras de foquitos de colores, esas campanitas de vidrio, esas coronas de muerdago colgadas en el umbral, esas canciones de retrasados mentales que son los villancicos traducidos del ingles; y tantas otras estupideces gloriosas para las cuales ni siquiera valía la pena de haber inventado la electricidad.
Todo eso, en torno a la fiesta más espantosa del año. Una noche infernal en que los niños no pueden dormir con la casa llena de borrachos que se equivocan de puerta buscando donde desaguar, o persiguiendo a la esposa de otro que acaso tuvo la buena suerte de quedarse dormido en la sala. Mentira: no es una noche de paz y amor, sino todo lo contrario. Es la ocasión solemne de la gente que no se quiere. La oportunidad providencial de salir por fin de los compromisos aplazados por indeseables: la invitación al pobre ciego que nadie invita, a la prima Isabel que se quedo viuda hace quince años, a la abuela paralítica que nadie se atreve a mostrar. Es la alegría por decreto, el cariño por lastima, el momento de regalar porque nos regalan, y de llorar en publico sin dar explicaciones. Es la hora feliz de que los invitados se beban todo lo que sobro de la Navidad anterior: la crema de menta, el licor de chocolate, el vino de plátano. No es raro, como sucede a menudo, que la fiesta termine a tiros. Ni es raro tampoco que los niños -viendo tantas cosas atroces -terminen por creer de veras que el niño Jesús no nació en Belén, sino en Estados Unidos.

FEDERICO MATÍA LÓPEZ


TÁCHEME, BÓRREME


Retina impregnada desde afuera y esa gente que no justifica su vida

En la boca o en barracas debe haber cantinas
Dónde los hombres se reúnen y conversan
Y juegan a los naipes.
Yo no tengo fe en estar solo.
Se transmite un partido cualquiera.
Se impregna mi retina.
-Imagino fiambres colgados
Y voces honestas
Y madres acomodando chupetes.
Me repito que no creo
En estar solo
...................una vez más.

DOS MUÑECOS


Me colé en la fiesta para comer y beber gratis. El servicio acercaba bandejas con copas llenas hasta la mitad y tentempiés insospechables.
Me detuve en la torta: los muñequitos parecían hablarse; la muñequita le reprochaba a él ser egoísta.
Miré en rededor (no quería que me tomasen por loco).
EI muñequito caminó por la torta, tomó el cuchillo, se cortó la cabecita de mazapán y se la llevó a la muñequita para que no esté tan trist, supongo.
Se acercaban invitados a servirse. No podía permitir que viesen esto, así que los tomé en mi puñ, los guardé en mi bolsillo y fui a buscar otra copa.

SPEAKING UP


Táchenme, bórrenme
No puede tener esta cara, ya no
Que aflore la máscara de debajo
Qué la máscara
...........................Es real como lo encubierto
Mátenme, entiérrenme
Estallaré en nupcias de abono
Para renacer en sus recuerdos

Celébrenme en cada campanada
Gusanos y lombrices de amor sincero
..........................................................Podrán mi anatomía
Y así, para los siempres
.................................Ser estamentos de mundo.

CUENTOS BREVES "ALLIEVI-TARRAB"


EN LA LUNA

Ni llena ni media; ni siquiera un cuarto. Apenas una lunita finita, acostada, reposando en un cielo celeste, como una estilizada góndola en un canal de Venecia.
Anclada entre nubes transparentes que la rozan, la pasan, la traspasan y acarician. Parece que la ondulan y la mecen.
Estar en esta góndola, como Armstrong y tantos que la visitaron y visitan es atrapante y misterioso.
Tengo temor de caerme de este barquito chico, desde tan alto.
Somos tantos los que estamos "en ella" y "con ella"... Mujeres enojadas por múltiples motivos, hombres por causa de ellas y otras. Jóvenes de facultades, adolescentes de secundarios, chicos de primaria, automovilistas, transeúntes, colectiveros, pasajeros, choferes...
..............-Luna... ¡Lo estoy llamando! ¿Va a seguir en su homónima? Deje de mirar el cielo por la ventana, haciéndose el distraído y pase. ¿Estudió...? ¡Bueno, hable, por favor, lo escucho!
Señor... no me haga perder el tiempo. Señor... ¿Dónde está...?, aquí o en la luna? A usted, le estoy hablando... ¡Bueno, cuando aterrice se va a enterar de que tiene un aplazo! Siga en lo suyo, siga viajando.... nomás.-

RICARDO ALLIEVI


CARTA DE UN PEZ A SU AMO

Te miro desde donde me pusiste por tu voluntad y no la mía. Estaba mejor en el acuario. Por lo menos, allá tenía compañía.
En cambio, aquí estoy solo. La verdad, no sé por qué, si cuando me elegiste había otros mejores, yo no era el más lindo ni el más grande. Bueno... cosa de gustos.
Pero en esta pecera, yo no estoy gustoso. Piedras artificiales, plantas de plástico, un buzo de acrílico que burbujea pareciendo hablarme; pero sólo silencio con aire en globitos.
Por aquí no pasa un bote, un velero, ni ningún transatlántico sobre la superficie ni un submarino por abajo. Sólo la vibración de la mesa y el trepidar del agua, cuando pasa el subterráneo por el túnel de la calle, en breves y repetidos momentos del día.
Por eso te pido una cosa: -"Por favor, no apagués la luz de la pecera. Sabés que nunca duermo, nunca cierro los ojos porque no tengo párpados.
Permanentemente voy, vengo, subo, bajo, investigo este hábitat artificial, buscando algo natural par comer porque te olvidás de ponerme el polvito de alimento. Estoy solo; pero todavía luzco bien. Estoy sano y gordo; tengo hermosa cola y aletas coloridas.
Dejá la luz de la pecera encendida. Cuando vos venís, yo me arrimo al vidrio que nos separa para saludarte. No doy vueltas sin ton ni son, como un tonto. Quiero contarte mi soledad y mi tristeza. Acercate. No puede hablarte. Por eso te escribí esta carta. Tal vez entiendas. Quizás me comprendas. Entonces hablaremos.
Quizás nademos juntos... Me traigas una compañera, aunque sea una mojarrita para alegrar este tiempo, en este lugar artificial, solitario y oscuro. Disculpá la tinta corrida y la chorreadura. También es difícil escribirte bajo el agua. Por favor.... Contestame. Espero ansioso tu respuesta, nadando tranquilo y muy aburrido en tu pecera."-

MÓNICA TARRAB


EMERGENCIAS MÉDICAS

Este viernes la cena semanal de los colegas amigos, se interrumpe con un llamado de emergencia que era de esperar en cualquiera de ellos por cubrir guardias médicas nocturnas en distintas entidades y siempre con el maletín de primeros auxilios y el guardapolvo a mano. Edgardo urgente se lo va poniendo ganándole tiempo al nubarrón que ya dispara los anticipos del inminente diluvio, y el médico avanza traspasando el cordón de la vereda como acelerando en su fantasía al colectivo que está por llegar, él conoce los horarios nocturnos de la línea y esta vez la emergencia es un anciano a pocas cuadras, por lo que una ambulancia tardaría más que este colectivo ya aproximándose y seguro que es el mío piensa Edgardo aunque no distinga el número de la línea si el agua ensombrece todo como un telón opaco y él está empapado pero conserva la blancura del guardapolvo hasta el instante en que el transporte pasa humillándolo con una ola de agua oscura y hedionda, y el médico sube al que llega detrás; el tiempo aún es el previsto para asistir al enfermo, y éste sabrá comprender o no, según su estado de conciencia, que el profesional se haya quitado el guardapolvo y la remera, y que toque el timbre con el torso desnudo y quién es pregunta la voz de una mujer desde el portero eléctrico y entonces Edgardo piensa seguro que me está mirando, tiene cámara de seguridad, y contesta que el médico, y como la mujer insiste ¿quiéeen?, él levanta el delantal para que la cámara justifique el efecto deshonroso de la tormenta sobre el galeno y repite que el médico, y una respuesta seca dice disculpe, doctor, me olvidé de avisar que mi marido ya se repuso de un ataque de estornudos que me había alarmado, pero ahora ya duerme tranquilo.

MARCOS RODRIGO RAMOS


TE MANDA SALUDOS SILVIA (*)

En la banquina de la ruta encontré el diario tirado. Sentado debajo de un árbol me puse a leerlo. No dejé sección sin ver. Me detuve en los avisos fúnebres al reconocer el nombre de alguien demasiado importante en mi vida. Había muerto Silvia, la mujer con la que pensaba casarme, tener hijos y que una mañana descubrí con quien creía que era mi mejor amigo en la cama.
En cierta medida me alegré por todo el odio que todavía siento por ella. Tiré el diario. Las hojas se esparcieron por todo el campo hasta desaparecer de mi vista. Comenzaba a anochecer. Dentro de un monte de eucaliptos divisé una luz blanca. Me dirigí hacia ella. Había un pequeño fogón y al costado un hombre concentrado en algo que no podía ver bien qué era. Vi la pava, sentí el olor a las tortafritas. Mi estomago crujió. Tomé valor y le dije:
-Buenas noches.
No se sobresaltó con mi presencia. Siguió trabajando con un pedazo de masa en sus manos. Por fin me miró.
-¿Qué querés? La verdad que hace más de tres días que vengo caminando por la ruta sin rumbo fijo y sin hablar con nadie. Vi el fuego y me acerqué cuando sentí ese olor. Te juro que vendería mi alma al diablo por una de esas tortafritas.
Sonrió festejando mi ocurrencia y contestó:
-Cada vez están más regaladas las almas de los hombres. Antes las vendían por ser los más ricos, los más poderosos, los más virtuosos. Ahora las venden por una tortafrita.
En fin. Vení, sentate y esperá un poco que ya van a estar listas. Comé tranquilo que no te voy a cobrar.
-Gracias. Me llamo Diego. ¿Y vos?.
-Me pusieron tantos nombres. ¿Qué sé yo? Decime "Flaco".
Mientras yo preparaba el mate, el "Flaco" estiraba la masa con un pequeño palo de madera sobre una chapa lisa. Con un cuchillo las cortaba en círculos perfectos y las pinchaba tres veces. A posteriori iban a la ollita negra a bailar en aceite. Probé la primera. Riquísima. El "Flaco" sonreía. De pelo negro lleno de rulos y barba tipo candado el "Flaco" hacía honor a su sobrenombre. Por sus ropas parecía un pordiosero. No olía bien, pero bueno, yo tampoco con casi una semana sin bañarme. Tomé el primer mate y me quemé la lengua.
-¡Por Dios que está caliente! ¡Ave María Purísima! Lo vi blanco al flaco.
-¿Qué te pasa?
-No repitas lo que dijiste recién.
-¿Qué cosa?
-Eso que dijiste después de quemarte.
-Di...
-¡No! Te lo pido por favor. Me hace mal que la gente repita esas palabras, esos nombres. Me baja la presión, me mareo cuando los escucho, me da nausea acordarme de ellos.
-¿Por qué? El "flaco" no me contestó y se levantó enseguida.
Con el viento llegaban los ladridos de una jauría de perros que se iba acercando.
-Me tengo que ir. Creo que me están buscando. Te regalo la pava, el mate, la olla y las tortafritas. En la bolsa tenés harina, aceite, grasa y sal. Cuando te vayas para arriba contale al jefe, para que sepa que no siempre hago porquerías.
Salió corriendo luego de darme un abrazo. No eran sólo perros sino también humanos los que se iban acercando.
Curioso me puse a leer la inscripción que tenía el mate: "Instituto Neuropsiquiátrico San Cristóbal". En ese mismo instante, sin saber de dónde provenía la voz, lo escucho que me grita:
-¡Te manda saludos Silvia!


(*)Publicado en la revsita literaria Letras Rojas de Moreno

CORA STABILE


SOY CORA

Mi primer nombre nunca me perteneció, no es el que había sido elegido para mí.
Cuando se confirma un embarazo, los futuros padres comienzan a proponer nombres para el heredero, es lo normal. Mis padres habían decidido que si nacía una mujer la iban a llamar Mirta Cora, pero cuando yo llegué y fueron a anotarme Mirta fue rechazado porque no figuraba en el santoral ...? Fue entonces que a mi padre se le ocurrió el de su mujer y dijo:
- Entonces Silvia Cora. -
Por supuesto que siempre me llamaron Cora y a mí no me gustaba, es por eso que a partir de mi adolescencia pasé a ser Silvia.
Mis compañeros de estudios, mis amigos, mis novios, todos conocieron a Silvia , la rebelde, la que quería ser diferente de la Silvia titular y además que se notara.
Pero, como dice la canción, "La vida te da sorpresas" y, después de un par de ellas muy fuertes, apareció Cora, que es la auténtica, la de verdad, la que se animó después de mucho luchar, a recorrer únicamente los caminos que le producen placer y a bucear en todos aquellos temas que son de su interés, así como lo puede hacer una esponja grande y muy absorbente cuando se la sumerge en el agua.