lunes, 6 de septiembre de 2010

JOSÉ MOLINA


UN CORTE A MEDIDA

Etelvina esperaba ansiosa el baile, donde encontraría a esa persona internauta, con quien todas las noches charlaba desde su PC.
Esa noche, la anterior al encuentro, soñaba como iría vestida para la ocasión. Su mente divagaba entre diversos modelos de prendas, solo ancló en un pensamiento y puso manos a la obra. Se acordó, entonces, de una tela que había comprado un verano en una tienda londinense.
Trajo el costurero nacarado de su madre y lo colocó sobre la mesa de roble del comedor. Luego apoyó la tela sobre su cuerpo para sentirla y recorrió con sus manos las distintas zonas de su cuerpo. Luego la desplegó sobre la mesa y busco la trama. Sin dudarlo tomo la tijera del costurero, la entrelazo entre sus dedos y abrió las hojas. Acerco el filo a la tela y fue cuando la fuerza aplicada por la mano sintió un dolo punzante, como si el ojo de la tijera se hubiera metido dentro de su mano. Pensó que el contacto con el género había trabado el elemento cortante y volvió a intentar. De pronto el loco instrumento arrancó raudamente cortando por donde quería.
Etelvina, desesperada intento frenar el frenesí del corte, pero no lo logró. Cuando el corte estuvo terminado, unió las partes sin preguntarse nada. Todo estaba resuelto, nada había por hacer, solo hilvanar las piezas. Estuvo sentada a la mesa por largo rato. La aguja recorría uniendo lo que la loca tijera había cortado. Fue entonces que al terminar una nueva prenda salió a la luz.
La emoción invadió el rostro de la mujer, que frente al espejo se mirada. Luego, se desvistió y con mucho cuidado fue colocándose la nueva prenda.
El calce quedo perfecto, la ilusión tomaba forma. Se sacó el vestido y retomó cada unión y la paso por la maquina. Respiro, la obra estaba terminada y lista para la noche ansiada.Esa noche brillo en el baile, gracias a la tijera viviente que la había mirado como nunca se había sentido observada.

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