jueves, 4 de diciembre de 2008

CARLOS MARGIOTTA


LA NAVIDAD ES LA INFANCIA

La navidad es la infancia, es una mesa grande con mis padres jóvenes y mis hermanos, mis abuelos inmigrantes, mis tíos y mis primos.
Recuerdo que esperaba diciembre con la incertidumbre de un pibe que espera que sus anhelos se cumplan. Terminaban las clases y comenzaban las vacaciones. Las fiestas se estiraban hasta el 6 de enero y podía escribirle una carta a Papá Noel pidiéndole un regalo o visitar personalmente a los Reyes Magos en Gath y Chaves, con el mismo fin. Tenía suerte, siempre recibía el juguete que había elegido frente a la vidriera de la juguetería de la avenida Independencia, tomado de la mano de mamá.
La noche del veinticuatro los abuelos paternos nos esperaban en la casita de Florida con chimenea y todo. Allí se juntaba la familia grande de los tanos tan queridos. Éramos inocentes, no conocíamos todavía el mal ni la televisión, y creíamos en la palabra de los mayores. En la mesa larga, agregada con tablones y caballetes, nadie empezaba a comer hasta que Tatón, mi abuelo, daba la orden inclinando la cabeza. Los chicos aprendíamos el ritual y pedíamos permiso para levantarnos después del postre. Nos íbamos a jugar a la vereda con los pibes vecinos para olvidarnos de la hora de los regalos. Y a las doce, con la sirena de los bomberos volvíamos a la casa donde algún tío gordo aparecía vestido de rojo y con barba de algodón descargando una bolsa inmensa con paquetes multicolores que sacaba uno por uno, nombrándonos.
Los adultos esperaban el brindis para reparar alguna culpa y abrazarse con la copa en la mano con un gesto de reconciliación, mientras en el patio empezaba el baile de los mayores. En el fondo de la casa, que daba a un baldío, nosotros disparábamos cañitas voladoras apuntándole a la luna que nos miraba quieta con una sonrisa. A Carmencita le daba miedo los estampidos de los cohetes y se apretaba contra mi pecho.
Entonces la navidad era como un cuento fantástico donde el protagonista era un niño. Hablaba acerca de un nacimiento en un pesebre de Belén donde arribaban Tres Reyes de Oriente con sus ofrendas, persiguiendo una estrella a través del desierto. El niño era hijo Dios, nacido de una madre virgen llamada María y de un carpintero llamado José. Dios que había elegido ese modesto lugar entre los humildes, en una remota colonia del Imperio Romano, para liberarnos.
La navidad nos habla de la esperanza, de la buenaventura, de la alegría, del triunfo del bien sobre el mal, de un mensaje de amor revolucionario.
Los diciembres de hoy no se parecen en nada. Ya no marcan un fin ni un principio, sino la continuidad en el poder de otros dioses: los del mercado, los del individualismo, los de la imagen, los del miedo.
Los nuevos dioses nos han querido enseñar que es más importante el tener que el ser, que el yo está por sobre el nosotros, que el amor es tan fugaz... es una curda nada mas. Y en el medio de una crisis financiera mundial donde todo se derrumba, nos dicen que hay que salvar a los ricos.
Ahora, que ya no creo en los cuentos de hadas, la Navidad seguirá siendo aquél recuerdo junto a los humildes, el de los sueños que se cumplen, el de la llama de la esperanza, el de la lucha apasionada por un mundo mejor, el de la fe en el ser humano. Por eso mi deseo para todos en el año que pronto comienza es de tener trabajo, una mejor educación, una buena salud pública, y justicia igualitaria para todos.
Quizá parezca mucho pedir y no se ajuste a la realidad, pero igual seguiré apoyando mi dedo índice sobre la vidriera de la juguetería de la avenida Independencia, señalándole a mamá el regalo preferido. ¿Por que no ?

GABRIEL BRENNER


FIN DE SEMANA

Osvaldo estaba tentado de invitar a una compañera del curso de Historia Argentina. Pensó que tomarían un café en camino de regreso a sus casas y le propondría ir a pasar un fin de semana en Montevideo. Sabía que se arriesgaba haciendo la invitación teniendo en cuenta la forma cariñosa y familiar con que lo trataba, además las alusiones al contacto físico sin disimulo.
Se hablan conocido en este cursillo y se sentaron juntos, siempre estaban de gran conversación, que comenzaba disintiendo con el tema que se estaban tratando y terminaban contándose cosas personales. A veces hablan en viva voz, otras cuchicheaban, gastándose bromas
Osvaldo se levantó de su asiento, mientras hacían un resumen de la clase que el profesor había explicado y Le dio a entender al mismo que se iba al baño. Mientras se dirigía al lugar, pensaba "Le voy a decir que vayamos a tomar un café, quiero saber si realmente hay algo entre nosotros. Me tiene muy interesado, me gusta mucho y creo que corre buena onda entre los dos. Quiero invitarla a pasar un par de días juntos. ¿Y si ella no sentimos lo mismo? ¿Me estaré arriesgando al fracaso? ¿No me estaré apurando? ¿Qué haré si me llega a decir que no? No, mejor que no piense así, porque me va a faltar coraje para proponer el viaje. ¿No me convendría esperar un poco y tratar de sonsacarle haciendo una broma sobre el asunto, a ver como reaccionaría? ¿Qué dilema ... Por otro lado, si no lo intento me quedará la duda de no aprovechar la oportunidad. ¿Y si se lo presento como una pregunta de cómo lo tomaría? ¿Irías conmigo a Montevideo? Y según la cara que pone, darle un color de broma, o chiste, qué sé yo.
Salieron de la clase y él le propuso ir a cenar. Entraron al restaurante tomados de la mano. Se sentaron, ordenaron los platos y el infaltable vino. Ella hablaba y hablaba, Osvaldo escuchaba. Ella contaba cosas de su trabajo y por lo visto tenía mucho para decir. Terminaron de cenar, salieron y él la acompañó hasta donde habla dejado su coche. Mientras la toma del brazo le hizo la pregunta del millón ¿Vos vendrías a pasar juntos un par de días en Montevideo? Ella se sorprendió, y le contestó: Puede ser ¿Cuándo iríamos? Comenzaron a barajar fechas y él le dijo que debería hablar con la agencia de viajes para saber por las disponibilidades. ¡Ah, bueno, después elegimos! Llegaron hasta el coche, ella abrió la puerta, se dio vuelta y frente a frente, se abrazaron despidiéndose con un beso.
A la noche siguiente, ella lo llamó, pero antes Osvaldo había dejado un mensaje diciéndole que ya tenla las fechas. El galán atendió contento, pero se le hiela la sonrisa cuando ella le dice que no va a poder ir, porque al comentarlo con su novio, a éste no le pareció correcto.¿De donde habla salido este novio que nunca mencionó? ¿Habla llegado a su casa y lo consultó con la almohada? ¿El novio existía? ¿ 0 lo pensó mejor y se asustó? Después de todo era una tierna mujer, separada y con una hija veinteañera, a quién no podía dejar sola. No, no, el novio tenía razón. Y además ¿para qué estaba él. ¿No es cierto?

DARDO SEBASTIÁN DORRONZORO


EL HOMBRE LIBRE

Estaban los dos hombres en un calabozo.
- ¿Por qué estás preso? - preguntó uno.
- Porque soy libre - contestó el otro.
- ¿Y qué es la libertad?
- La libertad no existe, como no existe el hombre. Sólo existe el hombre hambriento y el hombre libre.
- ¿Y qué es ser un hombre libre?
- No decir y no hacer lo que los hombres libres quieren que uno diga y haga.
- ¿Y si te obligan?
El hombre libre se rió.
- Precisamente - dijo-, ahí está la fuerza del hombre libre. Nadie puede obligarlo a decir ni hacer lo que no quiere.
- Sin embargo - dijo el otro-, ahora, por ejemplo, te obligan a no estar con la mujer que amas.
- ¿Y quién te dijo - contestó el hombre libre- que no estoy con ella?

Dardo Sebastián Dorronzoro, Argentina, 1913. En junio de 1976 fue secuestrado por un Grupo de Tareas de las FFAA de su casa en el barrio La Loma, Luján (Buenos Aires).Tomado de Isla Negra, revista de poesía editada por Gabriel Impaglione

JUANA SCHUSTER


LA ENTREVISTA

Dios está agotado. De mal humor. San Pedro le da un sedante. Desde arriba el mundo se ve como una gran fogata: los bosques encendidos, el agua es hirviente y rojiza, su amada creación respira un humo negro.
Últimamente, todos los seres humanos habían ido al infierno. Se pasea nervioso de nube en nube. Los címbalos de sol le molestan.
Pronto llegaría el siguiente turno. Otra vez las mismas respuestas que muestran que Hobbes tenía razón: "El hombre es el lobo del hombre".
No halla explicación ante tanta demostración de codicia y egoísmo. Tanto varones como mujeres coinciden en los mismos defectos. Una de las cosas que más lo irritan es el desprecio por el sufrimiento ajeno. Se da cuenta que pronto habrá que construir otro averno.
Aparece el próximo a entrevistar.
-¿Durante cuánto tiempo estuvo en prisión?. - Nunca.
-¿Cuántas veces faltó a su trabajo con un pretexto?.
-Nunca.
El Altísimo marca las cejas. Presiente que le miente.
-¿Gozó al hacer daño?. - Jamás.
El Padre Eterno recuerda que en las guerras otorgan puntos por matar niños.
-¿Tuvo una vida plácida?. - No. Trabajé de la mañana a la noche. Conocí el estado de intensa fatiga.
-¿Qué órdenes desobedeció?. - Ninguna.
El Señor piensa que esto es imposible. El mundo está muy alterado. La oscura ambición humana despliega aceleradamente sus telas atrapando a la naturaleza. Las mayoría es inmune a los consejos de los ancestros.
-¿En qué ocasiones fue irascible?. - Estoy en contra de la violencia.
-¿Recuerda a sus padres?. - Por supuesto.
-¿Cómo eran?. -Se distinguieron por ser laboriosos (fue la respuesta con voz temblorosa). Me separaron de ellos muy pronto.
-¿Atacó en alguna ocasión?. -No.
Dios contempla los ojos cansados de intentar templar las penas, que tiene frente a Él. Se le notan demasiado los huesos. Observa que tiembla.
-¿Por qué tiene ese latido en el cuerpo?. -De debilidad.
-¿Vivió momentos de dicha?. -Muy pocos.
San Pedro le susurra que hay que apurarse. Deben hacerlo pasar sin prolongar el interrogatorio.
Dios se da cuenta que deben abrirse los portones celestiales. Un ángel lo guiará a su última morada.Rengueando pero feliz, entra el caballo.

CORA STÁBILE


DORMIR SIN TENER SUEÑO

Quise asegurarme que no me siguieran, había dicho con anterioridad y ya no podía volverme atrás, esa fue la única manera que se me ocurrió para justificar mi demora.
Era una reunión importante, por eso decidimos hacerlo en una confitería, tratábamos de encontrar la forma de escapar de la celosa vigilancia a la que nos venia sometiendo nuestro jefe. Últimamente controlaba más los horarios, nos presionaba mucho ya que las ventas habían caído vertiginosamente, nos exigía un parte con los informes de visitas a cada cliente y hasta llego a llamarnos por teléfono a nuestras casas en los horarios mas insólitos.
La situación se había tornado muy difícil por supuesto ¡si no vivíamos en una isla!... nos manejábamos dentro de un mercado que estaba sometido a una difícil e inestable situación económico-financiera.
¡¡¡Tiempos compartidos en Costa del Este!!! Era una locura total, que en un momento tuvo gran éxito, pero las cosas habían cambiado, no era mucha la gente que podía y quería entrar en un negocio así: utilizar un lugar, muy hermoso por cierto, quince días al año, pagando expensas todos los meses y sin tener la posibilidad de hacer reformas, modificar la decoración o cambiar el mobiliario.
Mis dos compañeros hablaban sin parar y yo sentía que me alejaba cada vez mas, sus voces retumbaban dentro de mi cabeza, pero poco a poco lo hacían más débilmente, y volvió a ocurrir… ¡Me quede dormida!
Me sobresaltó el sacudón que me dio Alberto, se asustaron mucho porque creyeron que estaba descompuesta y me acompañaron hasta casa.
Nunca iban a enterarse que precisamente ese había sido el motivo de mi llegada tarde, me había quedado dormida… sueño escapista que le dicen…
¿Te suena?

RICARDO ALLIEVI


LA LUZ DE TU MIRADA

Dos miradas.
Bastó que en ese lugar oscuro y de misterio, te adivinara acercándote a la barra para tomar algo. Bastó solamente que encontrara tu contorno insinuado.
Alcanzó sentarnos en dos butacas casi juntas en el mostrador. Pero fue apenas adivinarnos mutuamente en la penumbra del espacio.
Fue un "pleno" cruzar nuestras miradas con insistencia para vernos mejor.
No pude ver el color de tus ojos. No supe si eran marrones. Tampoco si eran azules o verdes; pero sí que me impactaban.
Con las luces celestes y el humo denso de los cigarrillos del lugar, más que el color de tus ojos, me sacudió la intensidad de la mirada.
Tus ojos no fueron un descanso pasajero, reminiscencias de madera de caoba, cielos intensos o campos tranquilos; sino de movilización y desasosiego.
Un hechizo desestabilizante y enriquecedor porque quedó prendado de tu mirada, en contemplación de deleite y éxtasis.
Persistí mirándote de soslayo, adivinándolos para definirlos.
Me levanté, me acerqué y me pegué de espalda a la barra, mirándote de frente con el despliegue de mis ganas y el aborde creciente y desbordado.
Recién entonces, tus ojos y tu mirada se hicieron luz y los vi. Fue como un calor intenso, un fuego arrebatador. Sentí que me incendiaba y me quemaba en una llama de pasión, cuando los cerraste y volviste a abrir, iluminándolos con un "¡Hola!", correspondiendo a mi insistente y desesperada contemplación embelesada.

NORMA TRAFERRI


BASTA UNA NOCHE

Nos conocimos, y bastó una noche para traerte conmigo.
Tengo que deshacerme de vos. Tengo que dejar que te vayas.
Tengo que dejarte, y no sé como podría.
Debo alejarme de vos, vivir otro cielo.
Dejo que me digas: Te quiero. Sé del embuste. Vivo el engaño, lo creo... Entonces me sumerjo en el infierno.
Tengo, tengo. Tengo que deshacerme de vos.
Mañana.
¿Cómo se olvida una piel, un perfume, un aliento?.
Sé que no son míos tus latidos, tu piel, ni tus sentidos.
Muñeca bajo mi techo. Dueña del engaño, y yo, con mi venda caída.
Cuando hoy abras la puerta, y te diga: Te vas. Sangraré por dentro, y si te niegas, sangrarás por fuera.
Cualquiera será el modo, cualquiera el costo. Te irás.En una noche de espanto, también, quizá, vaya contigo.

MARISA PRESTI


EL PAQUETE

Ángela se incorporó bruscamente de la cama, tiró las sábanas hacia un costado y me miró. No pude articular palabra. Estaba desnuda. Desnuda ante mí, que quién era yo para tener derecho a su intimidad. Su mirada era desafiante; no pude evitar recorrerla lentamente; desde su mentón, mis ojos se extasiaron sobre sus pechos turgentes y húmedos, bajaron hacia su ombligo y quedaron vedados sobre sus muslos cruzados. Seguí las suave línea de sus piernas hasta los pequeños dedos, con uñas atrevidamente pintadas de rojo. Al levantar de nuevo la vista, toda la habitación se nubló como en una madrugada de invierno. Sólo ella y su cuerpo quedaron en primer plano. Tuve deseos de tocarla, de comparar la suavidad de su piel con otras conocidas, y debiera haber avanzado unos pasos para lograrlo, pero me quedé quieto, inmóvil, casi infantil.
En el bar, los muchachos gritan. Hay un humo espeso mezclado con el desagradable olor a transpiración rancia. Los cuerpos, sudados, se amontonan en las rústicas mesas de madera, mojadas por los restos de interminables cervezas. Ruedan los dados con apuestas fuertes. Hay violencia contenida en algunas voces, y en otras una amargura silenciosa. Me acerco a una mesa de conocidos; hablan de mujeres con palabrotas fuertes, el alcohol parece corroer lo que les queda de humanos. Sonríen, sin embargo, cuando acerco la silla y los saludo. Entonces escucho el nombre de Ángela. Es una puta, grita Víctor, yo me la gocé varias veces. Los demás asienten alzando la voz, y todo se mezcla en una algarabía de versiones diferentes, de orgías vividas o fantaseadas.
Ángela me mira con una sonrisa irónica. Parece divertirse con mi estupor. Sigue en la misma pose; la luz del mediodía da justo sobre su pecho derecho, sonrosando el pezón altivo que parece desafiar mis labios ávidos. Ninguno de los dos habla, hasta que digo: Disculpe, no quería molestarla. Ella se lleva hacia atrás un mechón rojizo que cae sobre su frente y me pregunta: ¿Qué querés?
Con el movimiento de su brazo siento que las piernas me tiemblan porque ha quedado más desnuda aún para mi mirada. Toso suavemente. Intento disimular la excitación que me provoca levantando un pequeño paquete que llevo en la mano izquierda: Me pidieron que le trajera ésto, digo, mientras extiendo el recado frente a ella. Abrilo, ordena secamente. Imposible, respondo, debe ser algo personal. Ella se levanta y acerca toda su humanidad a mi cuerpo, tristemente vestido con un traje de franela gris áspero y gastado. Pone su dedo en mis labios y dice: Ya que viniste hasta acá, hacé lo que te pido.
Siento mi mano temblar sobre el paquete. El cordel de hilo sisal lastima mis dedos haciéndome olvidar, por un instante, de la urgencia de mi deseo. Toda desnuda frente a mí, toda desnuda frente a mí, vuelve a insistir de nuevo mi pensamiento.
Fue esa noche, en medio de la borrachera generalizada, que el turco José acercó su silla, y me abrazó efusivamente poniendo su boca cerca de mi oído: Pibe, tenés que hacerme un favor. La música y los gritos me impidieron escuchar su historia como merecía. Apenas fragmentos entrecortados: es mía… no quiere… la última vez. Asentí con un gesto, almacenando su confidencia in entendible junto a mis náuseas de cerveza. Y entonces se levantó, fue hasta la barra, y para mi sorpresa, volvió con un pequeño paquete entre las manos. Un paquete atado con hilo sisal.
Pasaron más de dos semanas. No fui al bar ni llevé el paquete hasta hoy. ¿Qué derecho tengo a abrirlo? Ábralo usted, dije de pronto con un enojo inesperado. Ángela rió con ganas. Su boca, de dientes amarillentos pero parejos, se desnudó ante mí, y un furioso deseo de atrapar su lengua hizo que la tirara violentamente sobre la cama. Quise succionarla entera, comerla a mordiscones, invadirla hasta dejarla exhausta y ella no se negó. Cabalgué mi instinto sobre sus caderas, socavé sus honduras hasta el fin de mis fuerzas enrojeciendo su carne blanca, ahogando sus gritos locos con mi boca atormentada.Me fui de la pensión dolorido de placer. Ángela me dio el paquete antes de cerrar la puerta: No me gustan los anónimos. Devolvéselo al que te lo dio. Caminé silbando dos cuadras, perdido en la serenidad de mi cuerpo hasta que me acordé del turco. El turco y el paquete. Podía abrirlo, pero no me pareció prudente. En un acto de respeto lo tiré a las turbulentas aguas del río color marrón; flotó un rato hasta que lo perdí de vista.

FRANCISCO D. GONZÁLEZ

MATURANA

Nadie podía explicarse cómo ese viejo cacharro fuera y viniera por los caminos del norte, metiéndose en los lugares más inhóspitos para llevar a las farras, a las fiestas, al centro mismo de la tierra, a dos íntimos amigos que hicieran de sus días una inspirada obra de arte. "El carnavalito" así es cómo llamaban al auto destartalado, conducía en esa mañana de agosto de 1975 a Manuel Castilla y Gustavo Leguizamón que fueran invitados por Maturana a comer un asado. Maturana había levantado su rancho a orillas del río Lavallén, en la provincia de Jujuy. Hachero de profesión y añorando a su Chile natal, se la pasaba cantando.
Luego de un largo viaje llegaron a destino. Los recibió con una sonrisa enorme la mujer de Maturana, también chilena, que había estado preparando las ensaladas y ordenaba la casa.
Entraron... ¿Y Maturana?
-Ahí está, ¿ves? ahí está haciendo el asado. Recién se ha estado quejando. Estaba acordándose de Chile. Dice que quiere volver. Yo no lo entiendo. Está aquí y vive llorando su tierra chilena, se va a Chile y vive llorando la tierra del Lavallen...
Manuel Castilla lo escuchaba muy atento y dijo, riendo: - ¡No!- hay que avisarle a Maturanita... Con la tierra no caben dos amores, se puede querer a dos tierras, pero cada una a su tiempo, no hay que armar entreveros, sino va a sufrir mucho...
No tardó en llegar el hachero con la ropa ahumada y el abrazo fuerte. Estaba muy feliz y honrado con sus amigos por los que puso un gran empeño en agasajarlos. Pronto el asado sabroso estuvo sobre la fuente, los corchos salían de las botellas y la charla tan amena corría como el río que miraban maravillados...
Gustavo observó que poco a poco Manuel se iba retirando de la conversación. Lo vio ensimismado, con la mirada perdida... Mientras Maturana contaba de su pueblo, el poeta tomó un papel y comenzó a escribir... Hablaron de las cosechas, del gobierno, de los hijos... Los temas se iban sucediendo y el tiempo pasaba pasaba...
Ya el sol se dirigía hacia las montañas y el frío se hacía sentir. Había sido un gran día, habían compartido el pan y el vino con ese hombre que querían. Se despidieron con promesas de futuros encuentros.
Ni bien "Carnavalito" arrancó, Manuel dijo, muy alegre: "Ya le he escrito la letra". Y mientras Gustavo conducía y Jujuy ofrecía los más bellos paisajes, leyó con claridad sus coplas recién amasadas:

"El que canta es Maturana
Chileno de nacimiento
anda rodando la tierra
con toda su tierra adentro

Andando por esos pagos
en Salta se ha vuelto hachero
si va a voltear un quebracho
llora su sangre primero

Chilenito, hay desterrado
en el vino que lo duerme
dormido llora su pago

Que será de ese hacherito
de ése que no ha sido nada
lo irán cantando los vinos
que ese chileno tomaba

Tal vez el carbón se acuerde
del hombre que lo quemaba
y que en el humo irá al cielo
machadito Maturana.

Gustavo sonrió al escuchar las coplas tan bellas y simples, tan llenas de verdades...El auto crujía con cada piedra, con cada hondonada, el polvo del camino entraba por las ventanas y el primer lucero asomaba en el firmamento; Entonces comenzó a pensar muy seriamente en una música para alumbras esos versos atardecidos

NORMA PADRA

EL INFINITO

El pozo infinito, que apareció de la nada, invadiendo terreno fue apoderándose de la gente que vivía en la más absoluta tranquilidad...
Algunos lo llamarían: "la máquina de Dios".
Protones, acelerador de partículas, el colisionador, símbolo elemental de Dios, el Big Bang.
Científicos y estudiosos reunidos ante infernales aparatos, juegan y manipulan, como niños traviesos, la vida de terceros.
¿Qué los impulsa?
¿El egocentrismo, la necesidad de destrucción?
¿Tantos cuidados intensivos para que colisionen partículas?
Cuanto bien le harían al mundo, si todo el esfuerzo fuese dirigido hacia el logro del bienestar de la humanidad, de los carenciados.
Y ahora mismo están matando con todo tipo de armas, peleando entre tribus rivales, por tierras, por religiones, por ideales.
Y por si fuera poco, ahora mismo están matando canguros, por sobre población.
Sangre, tiene que correr mucha sangre por este planeta, para que algunos pocos hombres sobrevivan, y pueda nacer una nueva raza, que no se llamaran Humanos.

Se llamaran Trasmutados.

VICTOR HUGO VALLEDOR


EL RELOJ DE EUCLIDIANA FONTANA

De tan joven se rebalsa en belleza. La Euclidiana Fontana como así la conocen, anda paseando sus caderas como si detrás de ellas se anclarán todas las miradas de todos los hombres de la tierra. Gira en torno a la plaza y de allí al muelle a esperar la llegada del gran barco que anuncian desde hace veinte años.
La primer noticia se tuvo cuando la niña tenía nueve años, ya han pasado veinte, como si una nube de relojes redondos con agujas de silex fueran regenerando el tiempo y comiéndose la vida de todos por igual. Sentada sobre durmientes de madera anciana, espera a que la chimenea diga; aquí estoy llegando Euclidiana, vengo a buscarte, pero la chimenea no aparece, sólo aparece el horizontes con su delgada línea de ojos misteriosos y con sus labios salados y apretados a los corales nonatos de las ilusiones irremediables.
Vuelve en el atardecer. Vuela sobre la tierra dando inestabilidad a las raíces y a los frutos a los que ruboriza sin compasión.
Los ancianos confirman que sólo suceden por la noche los hechos trascendentales y que esas mismas circunstancias son las que alimentan las pasiones y las leyendas de los pueblos que aún sostienen su peregrinación sobre un mundo imaginario, que las matrices se vuelcan sobre las calles y construyen ornamentos de viento a los monumentos que soportan estoicos los peores temporales de la ignorancia.
Euclidiana repite el fenómeno de la espera durante años impregnados de tedio, de aburrimiento conseguido a fuerza de no cambiar nada en la nada de esas personas concluidas.
En tanto y cuanto las voces sigan la vida continuará. Mas todo sería culminación si la chimenea negra apareciera en el horizonte y se llevara a Euclidiana hacia donde ella desea ir.
El consejo de los ancianos deportados de las redes y de las capturas se reunió en la estación meteorológica abandonada a raíz de que ya no era necesario saber el modo en que comportaría el clima. Ya no se zarpaba a capturar peces, los últimos ya habían sido muertos hacía más de una década. Los más intransigentes propusieron decir toda la verdad a Euclidiana antes que la belleza se alejara de su cuerpo, otros, más volátiles y soñadores propusieron guardar el secreto y dejar que la niña siguiera rebalsando ya que no había otra en el pueblo con esas condiciones naturales.
Finalmente llegaron a una decisión que sorprendió a los ancianos, aunque fuera propuesta por ellos mismos, harían imprimir mapas, con detalles de todos los puntos importantes del pueblo, nombres de calles, números de propiedades, accidentes geográficos y características del clima y el terreno que circunda el mar. Se les repartiría a todos los habitantes, por lo tanto llegaría a manos de Euclidiana y esta comprobaría que un barco de gran tamaño no podría llegar a este puerto pues carece de calado suficiente. Así se hizo.
La mujer más bella nacida desde la fundación del pueblo tomó el mapa y leyó detenidamente. No comprendió el objetivo de aquel mapa y comenzó a recorrer calle por calle y número por número, muelle por muelle, madero por madero hasta que divisó a lo lejos la gran chimenea de un barco que apuntaba su proa hacia el puerto.
Se paralizó. Su corazón hablaba más que su boca. Esperó cuatro horas hasta que pudo divisarlo perfectamente. Un gran trasatlántico blanco, con grandes banderolas al viento y mástiles erguidos como amantes en la primera cita. Corrió a su casa, tomó la valija preparada desde siempre y corrió nuevamente al puerto. Miró con una sonrisa amplia, el gran barco seguía avanzando. Lo hizo hasta que se detuvo y ancló a unos mil metros de la costa. Los ancianos sostuvieron que el calado no daba para un barco de ese tamaño. Del gran y portentoso objeto marino partió una pequeña embarcación con dos marinos negros, amarraron justo debajo de Euclidiana y la invitaron a embarcase con ellos. Euclidiana descendió la pequeña escalera y se sentó en el medio del pequeño bote, los dos remeros comenzaron a mover las palas que revolvían el agua del mar, la mujer más hermosa de todas las mujeres hermosas olió por primera vez el mar desde dentro del mar. Observaba a su pueblo que se alejaba y la soledad de aquellas casas, de su casa a la cual podía divisar y ver que había olvidado la puerta abierta.
Por fin embarcó. Un sonido de maquinas trabajando por mover aquel artefacto y la alegría profunda de Euclidiana por haber cumplido su sueño marítimo.
Giró sobre su quilla inmensa y se alejaron.
Un anciano muy anciano se acercó al muelle y con lágrimas vio que el mar se llevaba a la belleza. Pensó con un dejo de tristeza y de justificación humana:" El funeral más triste acaba de suceder en el mar"



Víctor Hugo Valledor: escritor nacido en La Plata y actualmente radicado en Posadas, Misiones, Argentina

MÓNICA TARRAB

A NICKY, CON AMOR

Tenía un nombre elegido, sin sospecha de poder llamar a alguien así. Mi adolescencia lo escuchó por primera vez. Armonioso, mitad dulzura y mitad firmeza. Reconozco que es polémico y difícil de sobrellevar. No es común, tampoco extraño. Casi veinte años después, resistí a cualquier tipo de consejo familiar. A tu papá no le pareció mal; con eso fue suficiente. Si es varón se va a llamar Nicanor, y que lo disfrute o lo padezca. Después supe que es de origen griego, y significa guerrero victorioso. Te lo dije las veces necesarias para que el estímulo entrara en tu cabezota rapadita. Por eso te lo puse, te decía cuando empezaste a reclamar. En verdad, te llamaste Nicanor por venir a donde estaba guardado el nombre de varón más lindo del mundo.
¡Llegó mamá, Nina! ¡Nina… Nina! Llegó mamá. Yo en el pasillo, tratando de embocar la llave a oscuras, imaginándote saltando de alegría detrás de la puerta. Tomando conciencia de cómo esperabas todos los días que llegara del trabajo. Cuando a veces lo cuento me río para que no se escape, que no vaya a rodar esa culpa húmeda y transparente.
Nicky… ¿Te sentís solo algunas veces?
Yo sabía que no, mami, estoy bien. ¿De verdad? Siii…maaaa, estoy acostumbrado.
Te creo, siempre te veo animado y con buenos amigos.
A tus diecisiete, insisto por oposición preguntándote si no preferirías en realidad que tarde un poco más así no rompo la delicia que tiene algunas veces la soledad, especialmente cuando sabemos que el otro vendrá indefectiblemente.
Estoy bien, pero igual me gusta que llegues, contestás cortante.
A mí me gustaron hace unos tres meses tus ojos profundos, mirándome fijo, conteniendo el eclipse de aquella luna. Tu palabra indagatoria y precisa, tan profunda como tus ojos, aliviando mis miedos inexplicables. Confirmé que ya no solamente dependías de mí. Me calmaste, me diste fuerza, y te quedaste a mi lado hasta tener la certeza de que yo estaba en paz.
Esa noche me fui a dormir resplandeciente de orgullo como una luna llena, sin lágrimas ni fantasmas.
Me deslumbra tu crecimiento permanente.
Tus sinceros abrazos, de cuando en cuando; tus manos antes regordetas y ahora estilizadas, palmeándome la espalda al pasar cerca. Siento el peso de tu cariño en ese instante. Que antes por la calle, tus bracitos apenas me bordearan a la altura de las rodillas y ahora me puedas abarcar los hombros.
Las ganas que ponés en todo lo que te interesa, y la responsabilidad en el hacer lo que pese a todo. Y que me digas dejame que yo me ocupo. Cómo nos cuidás a Nina y a mí, observándonos desde lejos para que no nos demos cuenta. Se nota igual.
Cómo querés a tu papá, conciente de su difusa presencia pero certera en los momentos oportunos.
Tus valores, tus amigos, tu solidaridad y capacidad de liderazgo natural de perfil bajo.
Que casi siempre tengas qué hacer y con quién, y tu ingenio inquieto dando vueltas como una fiera embravecida cuando estás ocioso. Que seas apasionado por el deporte y la música.
Verte reír, y saber que con otros disfrutás tanto, aunque no me lo cuentes. Se suele decir que lo último que se pierde es la esperanza. Agrego que entonces nos queda el humor.
Cómo resguardás tu intimidad, y que confíes en mí cuando te vale contarme.
El enigma de tus sueños; que me hayas revelado como a una amiga, algunas ilusiones de amor, aunque te suene inapropiada esta palabra. Enamorado no… copado, decís. El cariño y admiración que despertás en quienes te conocen.
Que distingas que tu alto coeficiente intelectual es sólo una herramienta, y peligrosa. Por eso, como si fuera un juego, les enseñé a vos y a Nina que lo más importante es…Y la respuesta viene a coro, después de tantas veces: "Que nos queremos mucho."
Nicanor, creo que ahora te gusta tu nombre, aunque te siga llamando Nicky. En esta etapa usás la cabeza rapada como cuando eras chiquito, y me acuerdo de tantas cosas al verte llegar…Y vos embocando a ciegas la llave en la cerradura, detrás de una puerta distinta. Es otro departamento y el mismo hogar.
Hubiera querido hacer la carta más linda del mundo, como tu nombre, y me salió este resumen de algunos motivos de mi vida que están en vos. Si en algún momento perdés la risa, se recupera con otros. La capacidad de asombro, también se rescata con empeño. La inocencia, no.
Permanezco cerca, aunque no me veas, como siempre supiste, y te doy un beso enorme.

Mamá. Que hay sólo una, y por suerte.

ALICIA CHILIFONI


ESPERANZA DEL DÍA

Me traspasa el canto mañanero del pájaro mientras pongo la pava, y va perfilándose el recuerdo de lo de anoche: señora déme la plata llévate el bolso no la plata quiero esperá que el monedero es chiquito. Escarbo en el gran bolso artesanal de arpillera que ostenta un arbolito al que hay que salvar. Y a mí quién me salva, che Green Peace? Se impacienta, me ayuda a buscar. ¡El movicom doña! ¡Déme el movicom! No tengo. ¡¿Cómo no va a tener movicom, doña?! No uso, pienso ahora me mata, yo y mi testarudez de ir siempre contra la corriente, compraré un celular cuando traiga microondas y secarropas incorporado.
Para que vea que no miento empiezo a tirar al suelo libros, revistas, en un intento de que me salve mi franqueza, que fue es y será mi único orgullo. Pero me salva la nicotina. Ve un rojo paquete de puchos, ¡bien, cigarrillos!.
El monedero no aparece. Me doy cuenta de que lo tomó junto con los cigarrillos. Ahí, en el monederito está la plata, pobrecito, tranquila señora, tranquila, sí, estoy tranquila, junte sus cositas y vaya. Pobrecito.
Mientras junto, digo perdón Juan Carlos de Mataderos, tiré La Vida en Lunfa que me diste en la radio, y hasta El Bronce que Sonríe de Mario Rojman, perdón gardelianos, y tu nuevo libro, hijo Padre José Barbosa, cura brasileñito y treintañero que me enoja con sus muletillas de la "cercanía del ocaso", ¡tan joven!, de "para qué todo si se avecina la muerte". Veo que es cierto, no hay edad, nos toca a cualquiera.
Suenan tiros y el grito ¡policía! Corro a protegerme. Cuando salgo de la ochava el supuesto salvador me pregunta qué me sacaron, tiene que estar enterado para reclamar su parte. Quiero saber de dónde salió. Su "no importa" tiene aire altruista, solidario, justiciero. Él no es un chico, los dos chicos sí.
Analizo mi estar viva. Si no lo estuviera el mundo no cambiaría. Si esos pobrecitos chicos estuvieran en algo positivo, entonces sí el mundo sería distinto, mejor. Por qué sus padres y sus maestros no les supieron enseñar a hacer en vez de deshacer; deberían estar en un taller de arte, o fabricando algo . .
Pero es evidente que las mochilas escolares van sobre ruedas para soportar el peso de tanto conocimiento bien guardadito en tantos manuales, al ras del suelo, bien lejos de los cerebros, que no quedan vacíos, no, en la naturaleza no existe el vacío. El lugar que no ocupa el saber lo ocupa el delirio.
Si los maestros no saben que un esqueleto infantil no soporta tanto peso sin las severas deformaciones derivadas del inhumano acarreo, y evidentemente no lo saben, no quiero creer que sean torturadores, si no saben eso, digo, no saben nada. Entonces . . .
Si los políticos hablan de disminuir la inseguridad comprando más patrulleros, haciendo más cárceles y pagándole más a la policía, y no tocan el tema droga, cuando hace días se les escapó el dato de que un "señor" que trabaja en el Congreso hace veinte años vende "tizas de cocaína", o sea no las de escribir en el pizarrón, o sea, es mayorista el tipo, y me frustré esperando detalles que nunca llegaron y la noticia se esfumó.
Entonces . . . tarea para el hogar, no guardarla en la mochila que queda lejos.
Lo último que levanté del suelo fue el libro de poemas "Esperanzas del día", que es como atravesar una noche negra, con fe en el amanecer. Nada mejor para abrazar sobre el pecho como un escudo invulnerable, y seguir caminando, ahora con más garra y firmeza.No sé si mis hijos rodearon la casa de poderosas rejas para que no entren los chorros, o para que no salga la vieja. Pero saben, y están resignados, y casi diría orgullosos, que mamá va a morir viviendo, y viviendo a su manera, que es aprendiendo de todo, de lo bueno y de lo malo, para crecer con la esperanza y la calma de quien sabe que ninguna bala la mata y ningún camión la aplasta, porque es eterna en ellos, los chicos, que merecen un mundo más digno. Y se lo debemos nosotros, que tenemos que salir a ocupar espacios en vez de quedarnos encerrados tras nuestras propias rejas, mirando narcotizados una tele culocrática, tetocrática e hijopútica a más poder, porque siempre se puede estar peor, aún cuando peor estemos. Es ahora o nunca.

LULÚ COLOMBO


EL PLATERO

¿Quién es? Soy yo, Jesucito, vengo a traerle su cafetera de plata. Pase... deje el paraguas en el patio. Permiso... Gracias... Qué lluvia fuerte, casi no vengo; aproveché que mi patrón salió... porque en esta época hay mucho trabajo. Gabriel me dijo que se la trajera, es una pieza muy buena... vale mucho. Ah, no sabía, en realidad, es como una hilacha del pasado de mi familia que me tocó por azar; la usaba todos los días y la puse al fuego. Y, claro, la plata no resiste; es plata pura, por eso. Bueno, no sabía, yo la usaba igual porque eso de tener las cosas guardadas, me parece una idiotez. Pero... siéntese, y tómese un cafecito. Gracias, Gabriel ya me había dicho que usted es muy amable. No, por favor, qué es eso, con este frío y usted que se tomó toda esta molestia, es lo menos que puedo hacer. Mire como le quedó la manija, mire aquí. Sí, está perfecta, sí... excelente trabajo. Lo felicito pero, dígame ¿su nombre, es realmente Jesús? No, la verdad es que no, pero me llaman Jesucito porque soy el que le hizo las sandalias a la Virgen. ¿Qué virgen? La patrona de la ciudad. ¿En serio? Sí, de verdad, yo le hice las sandalias. Son sandalias de plata pura, tiene que ver que lindas le quedaron. Mirá Jesús, disculpame que te trate de vos pero esto, qué querés, me parece tan extraño. Tenés un oficio realmente nada común. Bueno, la verdad es que me gusta lo que hago. Si viera la corona llena de piedras que le hice; seguro que usted la vio en la catedral. La hice hace unos años cuando se robaron la original. No me digas que se robaron la corona de la virgen. Ah, usted no se imagina las cosas que pasan en esos lugares; no le puedo contar muchas cosas porque son secretos. Y cuál es el problema si me contás algo; yo no se lo voy a decir a nadie. Mirá que día feo. Vamos, tomate un cafecito y contame; esas historias me encantan. Mi familia, Jesucito, era católica hasta la médula y también eran todos bastante misteriosos, así que de misterios yo tengo para hacer puré. ¿Sabés una cosa, Jesucito?, los míos se fueron muriendo como por un plan maléfico y siempre sospeché que era por causa de algún secreto que dejaron escapar. Todos tan religiosos. Y todos murieron de causas tan extrañas. Y bueno, ¿vio?, por eso le digo que son cosas de las que no se debe hablar. Ah, no, eso no, hace unos años vino un pariente de Italia, creo que era un obispo de la Iglesia de Roma; tenía mi mismo apellido. Sale siempre en los diarios acompañando al Papa, pero no te voy a decir mi apellido porque vos no me querés contar sobre el robo de la corona de la virgen. Ese pariente me dijo que las muertes habían ocurrido por causas relacionadas a unos documentos que estaban en poder de una de mis tías que era abadesa en un convento de aquí; y que alguien los vino a buscar de Roma; y que no indagara más porque me iba a meter en problemas. Pensé que estaba loco, pero después de varios extraños acontecimientos, comprendí. Y me fui del país. Hace poco que estoy aquí y ahora tengo otro apellido, así que me podés contar tranquilo. Esto que te cuento, tampoco lo sabe nadie, así que vos: cerrá el pico. Sí..., claro..., está bien. Lo del robo de la corona iba a ser un escándalo porque tenía 27 esmeraldas, 3 rubíes, 19 diamantes y 47 aguamarinas del tamaño de un garbanzo. Sin contar los 22 brillantes del tamaño de lentejas y no sé cuántos granates, creo que 76, y más de cien perlas verdaderas; algunas eran cultivadas y tenían el formato de grandes lágrimas. Oh..., yo conocía bien la corona porque yo era el encargado de limpiarla. Era hermosa. El engarce todo de oro amarillo, blanco y plata. No debe haber algo igual porque lo habían traído de Florencia en 1910, cuando se celebraba el Centenario de la República; un valor incalculable. Pobre la Virgencita, le tuve que hacer una imitación toda con piedras semipreciosas. Siempre voy a verla y a pedirle perdón por las piedras falsas; porque su corona desapareció. Pero vos no tuviste la culpa. Sí, pero es como si la hubiera engañado haciéndole una corona de piedras falsas. Me tuvieron trabajando en secreto durante dos años. Mi patrón no me dejaba salir ni hablar con nadie y como no tengo familia nadie me reclamó; menos mal que eso pasó hace muchos años porque ya he sufrido mucho por esas cosas. Qué increíble, contame cómo hicieron. Bueno, la verdad es que ellos son muy poderosos así que dijeron que la iglesia estaba en reformas y que el altar mayor no se podía visitar y así quedó todo; el seguro pagó una fortuna y el principal benefactor de la iglesia desapareció. Cómo que mayor no se podía visitar y así quedó todo; el seguro pagó una fortuna y el principal benefactor de la iglesia desapareció. Cómo que desapareció; nadie desaparece así como así. Bueno, pero en esa época desaparecía mucha gente y uno más no llamaba la atención: así que desapareció. Era coleccionista de objetos religiosos y platería. Dicen que ahora vive en Suiza.
Parece que este hombre se dedicaba a negocios con antigüedades y compraba en secreto todo lo que le ofrecían. En una época yo le limpiaba las platerías, eran tantas que me instalaba una semana por mes para hacer el trabajo. Siempre entraba gente con cosas para venderle, él no se fijaba en mí y mientras yo limpiaba, veía todas esas cosas. Llegué a ver cruces con esmeraldas del tamaño de una nuez y pesebres de oro y nácar. No me digas, qué locura. Sí, vi muchas cosas hermosas, de esas que ya no se hacen más. A veces venían a ofrecerle cuadros pero eso a él no le interesaba; era gente desesperada que le rogaba que se los comprase pero él era imperturbable. Dicen que era descendiente de nobles de Europa, no sé, decían tantas cosas en esa época. Contame cómo fue que desapareció, no lo puedo creer. La verdad es que ni yo lo puedo creer, a veces eso me parece como una película, pero le juro que no es ninguna película. No, si te lo creo, ¿acaso yo no te conté lo qué pasó con mi familia? Y..., sí. Hay tantas cosas que uno no sabe y yo, la verdad, yo no quería saber pero ¿vio?, esas cosas, todo sucedió prácticamente delante de mis ojos. Cómo que delante de tus ojos. Sí, yo estaba lustrando un candelabro y entró una mujer preguntando por el hombre. Él la recibió enseguida; y eso que él no recibía más que con horario anticipado. Ella me era cara conocida, yo había visto esa cara antes. Parecía asustada o preocupada, le entregó un paquete mal envuelto en papel madera y adentro varias capas de envoltura de papel de diario; él desgarró los papeles y blandió algo brillante en alto y escuché que le decía: lo conseguiste. Sí, ellos deben estar notando la falta ahora, en este momento deben estar encendiendo las luces para la misa de seis. Calma, el auto está abajo por calle Santa Fe y tiene chapa diplomática, aquí tienes los documentos, ahora lo que tienes que hacer, dijo, envolviendo ese brillo increíble en los estrujados papeles, es ir al puerto. No te preocupes, son pocas cuadras y Tomás tiene instrucciones. El barco es de bandera griega y el capitán es amigo mío. Irás a Montevideo donde mi gente te espera; allí debes entregarla; Norberto es el nombre de la persona, es pelirrojo y tiene el cabello largo. ¿Y qué pasó después? Bueno, yo me quedé quieto, tenía tanto miedo que sudaba frío, lustraba esas platerías como si fuera la última vez. Vi como el hombre despedía a la mujer, le dio también una valijita que no quise mirar mucho por el miedo, ¿vio? Y entonces, qué pasó. Bueno, ya era casi de noche y había que prender las luces donde yo estaba trabajando, hágase de cuenta que era como un museo. El hombre no vivía allí, en ese piso y otros era donde él tenía las colecciones; creo que él y la familia vivían en el último piso, imagínese, no sé cuántos pisos eran de él solo. Decían que era dueño de media ciudad, a mí me tenía confianza por mi patrón, ¿vio?, la verdad es que yo le tenía miedo. Y, no es para menos, yo en tu lugar también lo habría tenido; bueno, y qué pasó. Bueno, se puso escuro y yo me quería ir pero tenía que prender las luces; unas lámparas doradas enormes llenas de caireles facetados formando flores y con el centro lleno de cuentas enormes de cristal. Si yo prendía las luces, él se iba a dar cuenta de que yo estaba allí y que había escuchado todo; así que me quedé acurrucado con el candelabro en la mano, inmóvil, hasta que el hombre se fue. Qué miedo, no sabe lo que le recé a la Virgencita para que me ayudara, si yo le había hecho los zapatitos..., no me podía abandonar así. ¿Pero, en serio pensaste que el hombre era peligroso? Y, bueno, que quiere que le diga, en esa época se contaban unas cosas sobre el hombre, que no estaba como para dudar. Además, si usted lo miraba a los ojos, parecía que le salía fuego, le juro que le hacía bajar los ojos, daba miedo, mire. Bueno, y qué pasó. Pasó que me quedé un rato largo en el escuro, prendí un fósforo para ubicarme y buscar un lugar donde dormir escondido; encontré escondido; encontré un arcón grande y lo abrí para meterme, encendí otro fósforo y cuando miré adentro, casi me muero. ¿Qué había? Una estatua de una mujer del tamaño de una niña, bañada en plata, los ojos abiertos me miraron y me siguen mirando desde aquel día. Cerré la tapa sin aliento, fui gateando hasta la base de un piano de cola, estaba cubierto con un gran mantón bordado, tomé el almohadón de terciopelo de una banqueta y me estiré debajo del piano, aterrorizado. La cara de la mujer, vea, no la olvido. Mire, para mí, le voy a ser sincero, ésa no era una estatua..., ésa era una mujer de carne y hueso, una muerta; como una virgen, toda de plata, pero estoy seguro que no era una estatua.
Pasó un tiempo que me pareció infinito y de pronto se prendieron las luces y sentí los pasos de dos personas que entraban a la sala. Traté de ver por entre los encajes del mantón pero sólo veía los pies. Hablaban bajo y se movían como gatos, me acomodé para ver qué hacían. Fueron al arcón y lo abrieron, miraban admirados la mujer de plata, después la sacaron y la pusieron de pie, el horror me paralizó. El tratamiento de infiltración dio resultado, dijo uno. Sí, quedó perfecta, fijate la piel y la expresión de la cara, es maravillosa. Se ha solidificado bien el metal, palpó el otro, buscando alguna falla en la textura. Después no entendí lo que decían porque empezaron a hablar en otro idioma que no entiendo. No me digas que, en serio, era una muerta, y que estaba revestida de plata. Sí..., me parece que tenés una imaginación desbordante. No, es en serio, nunca se lo conté a nadie porque no quería meterme en problemas, todos estos años estuve buscando en los diarios alguna noticia sobre una mujer desaparecida, me acuerdo de su cara como si fuera ahora. Seguí, y qué pasó después. Y..., que la envolvieron en unos paños blancos y la metieron en una gran canasta de esas que se usan para las mudanzas y se la llevaron. ¿Y quiénes eran los tipos? No sé, porque sólo les vi los pies, eran grandes y con zapatos muy caros; le puedo decir cómo son esos pies porque no los he olvidado, no eran los pies del coleccionista. Mire, le pido que esto no se lo cuente a nadie, por favor, es peligroso. Sí, te creo, pero me parece que ahora ya no debe haber más problemas. Mire, sigue siendo peligroso; a mí, aunque usted no lo crea, me siguen hasta ahora. Bueno, calmate, contame más, cómo saliste esa noche de abajo del piano. Esperé hasta hacerse de día. A media mañana el frío me estaba matando; de repente la puerta se abrió y apareció la mucama para ventilar la sala. Los ventanales son inmensos, si pasa por allí, es por aquí cerca, en la calle Santa Fe y la bajada, las puede ver, en ese tiempo tenían cortinas de voile y por afuera eran de terciopelo granate; ella usaba un palo muy largo, especial para mover las cortinas, porque eran muy pesadas. Mientras las empujaba metida entre los pliegues de terciopelo yo me arrastré hacia la puerta, y salí. Me metí en el ascensor que es de esos de tijera, hacen un ruido bárbaro, qué miedo. Por suerte no me crucé con nadie. Llegué al hall de la planta baja; no había nadie. Abrí la puerta y vi el río Paraná allá abajo, como esperándome. No corrí, porque hubiera llamado la atención. En ese tiempo allí estaba siempre lleno de guardias, así que seguí caminando por la bajada de la calle Santa Fe hasta el monumento y me senté a mirar el río como si no hiciera frío y fuera domingo. Quién iba a creer lo que me había pasado, nadie, así que me guardé el secreto para mí. Se lo cuento porque Gabriel la conoce y he cargado con esto por muchos años; sé que usted no se lo va a contar a nadie. Claro que no se lo voy a contar a nadie, ¿acaso no te dije lo que pasó con mi familia?, además, a mí tampoco me creerían. Lo que te conté de mi familia pasó cuando yo era muy chica y traté de averiguar cuando crecí, pero se me apareció ese cura que venía de Italia y que me dijo que me quedara en el molde y aunque "me porté bien", igual pasó de todo. Y, decime, ¿ahora qué hacés? Y, ahora hago pequeños trabajos a coleccionistas, ¿vio?, porque acá se conocen todos; no abro la boca, no digo ni pío. Después de aquella noche, de hace tanto tiempo, parece que recién ahora están averiguando sobre la corona y la mujer de plata, unos dicen que es una desaparecida y otros dicen que es una virgen de plata maciza que fue comprada por el coleccionista que desapareció a unos contrabandistas que venían de Macedonia por la vía del Mediterráneo al río de la Plata, no sé, es lo que están diciendo ahora. ¿Y vos qué creés? Y, no sé, la cara de la virgencita de plata no me la puedo olvidar y lo que esos hombres hablaron esa noche, tampoco. He estado leyendo bastante sobre metales y aleaciones. Hasta me metí a hacer un curso de platería con el Profesor Noval que es una eminencia en eso, pero falleció y ha dejado sin terminar una investigación sobre el asunto. Noval fue el que hizo la réplica del sable curvo de San Martín, el hombre sabía sobre réplicas y sobre muchas cosas más, pero ahora está muerto y además, ahora están los herederos del coleccionista clasificando con especialistas la colección del desaparecido; aquí en la ciudad nadie sabe que esto existe, ni siquiera la gente que trabaja en los museos, el acervo es mayor que el del museo Julio Marc. Andá, cómo no lo van a saber. Le juro que no, si yo los conozco a todos y nunca nadie habló de la colección del hombre desaparecido. En el museo lo nombran, pero no saben nada sobre la colección. También sé que la gente de la Iglesia ha contratado especialistas internacionales para encontrar la corona robada; yo lo escuché al obispo el otro día hablando sobre eso con un cura de la catedral, si le llego a decir que la vi una noche, hace tanto tiempo, en las manos del hombre que desapareció, no cuento el cuento. No te preocupes, tomate otro cafecito, tengo que hacer una llamadita; esperame que enseguida vuelvo.Pronto, ciao Gianni, sono io, lo encontré, es él. Es bajito y de tez clara. Tiene los ojos negros y le llaman Jesucito. Va a salir dentro de diez minutos; ya saben lo que tienen que hacer.


Del libro "La coreografía de los Mares", UNR Editora. Rosario, 2002

GIOCONDA BELLI

PEQUEÑAS LECCIONES DE EROTISMO

I
Recorrer un cuerpo en su extensión de vela
es dar la vuelta al mundo
atravesar sin brújula la rosa de los vientos
islas golfos penínsulas diques de aguas embravecidas.
No es tarea fácil - si placentera -
No creas hacerlo en un día o noche de sábanas explayadas
hay secretos en los poros para llenar muchas lunas.

II
El cuerpo es carta astral en lenguaje cifrado.
Encuentras un astro y quizá deberás empezar
corregir el rumbo cuando nube huracán o aullido
profundo
te pongan estremecimientos ,
cuenco de la mano que no sospechaste.

III
Repasa muchas veces una extensión;
encuentra el lago de los nenúfares ,
acaricia con tu ancla el centro del lirio .
Sumérgete ahógate distiéndete
no te niegues el olor la sal el azúcar .
Los vientos profundos cúmulos nimbus de los pulmones
niebla en el cerebro
temblor de las piernas
maremoto adormecido de los besos.

IV
Instálate en el humus sin miedo al desgaste sin prisa
no quieras alcanzar la cima .
Retrasa la puerta del paraíso
acuna tu ángel caído revuélvele la espesa cabellera con la
espada de fuego usurpada
muerde la manzana.

V
Huele
duele
intercambia miradas saliva imprégnate
da vueltas imprime sollozos piel que se escurre
pie hallazgo al final de la pierna
persíguelo busca secreto del paso forma del talón
arco del andar bahías formando arqueado caminar
gústalos.

VI
Escucha caracola del oído
como gime la humedad
lóbulo que se acerca al labio sonido de la respiración .
Poros que se alzan formando diminutas montañas
sensación estremecida de piel insurrecta al tacto
suave puente nuca desciende al mar pecho
marea del corazón susúrrale
encuentra la gruta del agua.

VII
Traspasa la tierra del fuego la buena esperanza
navega loco en la juntura de los océanos
cruza las algas ármate de corales ulula gime
emerge con la rama de olivo llora socavando ternuras ocultas
desnuda miradas de asombro
despeña el sextante desde lo alto de la pestaña
arquea las cejas abre ventanas de la nariz.

VIII
Aspira suspira
muérete un poco
dulce lentamente muérete
agoniza contra la pupila extiende el goce
dobla el mástil hincha las velas
navega dobla hacia Venus
estrella de la mañana
el mar como un vasto cristal azogado
duérmete náufrago.

Poeta y novelista, Gioconda Belli nació en Managua. Participó, desde el año 1970 en la lucha contra la dictadura de Anastasio Somoza, Vivió exiliada en Mexico y Costa Rica. Ocupó varios cargos en la Revolución Sandinista en los 80. Es madre de cuatro hijos.