jueves, 11 de junio de 2009

LULÚ COLOMBO


UN PASAPORTE A LA FAMA

Yo la vi. Iba barriendo con un escobillón gigantesco que le habían comprado para barrer el largo corredor de la facultad. Cumplía su tarea con mansedumbre, los ojos bajos y el oído atento. Quería entender y aprender, pero no siempre las palabras le eran comprensibles. Había nacido a la orilla del Salado y tuvo la suerte de conseguir ese trabajo por medio de un pariente. Flora, nombre de diosa, limpiaba el corredor cerca de la sala de actos cuando escuchó unas palabras que la dejaron tan intrigada que intento memorizarlas: "Sí (como el griego afirma en el Cratilo)/ El nombre es arquetipo de la cosa, / En las letras de rosa está la rosa, /Y todo el Nilo en la palabra Nilo".
Dejó el escobillón y asomó su cabeza oscura por el vano de la puerta. La sala estaba llena, pero pudo ver de dónde venía aquello que no comprendía. Era el mismísimo profesor Vallejos, a quien sus colegas llamaban por el nombre, Adalberto. Vallejos miró al público con sus ojos redondos como dos dibujos en la luna de su cara redonda de asombro. Cerró la carpeta y carraspeó. Sentada a su derecha, una mujer muy flaca -según Flora-, con unos cabellos blancos y negros que a ella le recordaban las crines de un pony que tenía su tío, allá a la orilla del Salado donde naciera treinta años atrás. Observó que la mujer tenía unos ojitos oscuros y estirados y una boca fina con un rictus de desprecio que le llamaron la atención. La mujer miró al profesor Vallejos y con una breve mueca pareció aprobar lo que decía. Del lado izquierdo del profesor, una mujer rellena, de mediana edad, se retorcía las manos de dedos largos y uñas curvas pintadas de rojo. Parecía nerviosa, pero no se atrevía a interrumpir ese instante de complicidad entre el conferencista y la mujer delgada. El público aplaudió y el profesor siguió mirándolos como si los estuviera viendo por primera vez; no sabía si los aplausos eran legítimamente para él o para Borges, o para la mujer, que no dudó en levantarse y darle la mano fría y blanda como un cadáver fresco. El fotógrafo se acercó para sacar las fotos que inmortalizarían el homenaje y Flora hizo un esfuerzo para entrar a la sala, aunque apretada en el medio del público y en puntas de pie porque quería ver quiénes se sacaban la foto y qué homenaje era ése. Las palabras que había escuchado se grabaron en su memoria porque ella amaba las rosas y trataba de entender qué quería decir eso de que "en las letras de rosa está la rosa".
El profesor Vallejos, Adalberto, para sus colegas, se paró a la izquierda de la mujer flaca que tenía un traje de invierno blanco y se estaba acomodando el cabello tobiano, y a la derecha, la profesora Pastrana. Hoy fue a la peluquería,- pensó Flora -, está con el pelo hermoso.
Los tres estaban parados sobre la tarima del salón de actos y a su alrededor se acomodaron una treintena de personas. Flora reconoció a algunoprofesores y alumnos que se apiñaban para entrar en la foto. Intrigada por el revuelo que causaba la mujer de blanco con los ojos estirados, se quedó mirándola y preguntándose quién sería para que se armase tanta agitación. Flora recordó su única experiencia con fotos en la puerta del canal de televisión. Cuando apareció su actor favorito todos pujaban por tocarlo, y ella no había logrado fotografiarse con su galán soñado. Pero la foto del profesor era más ordenada, nadie tocaba a la mujer de blanco y parecía que las personas se ponían unas al lado de las otras en un cierto orden aunque discretamente se empujaban-observó la muchacha. Finalmente, cansada de mirar aquella escena en la que todos demoraban en ponerse para la foto, tomó el escobillón y siguió barriendo.
Y los días pasaron sin que en la facultad hubiera grandes novedades, salvo un indigente que habían encontrado medio muerto en el baño de las mujeres.
Cierto día, Flora pasaba prolijamente el escobillón, cuando el profesor Vallejos se le aproximó y le dijo con voz melosa: -Flora, necesito un favor, tengo que sacar unos mapas de la sala de la profesora Pastrana y me olvidé la llave.
Flora largó el escobillón y mirándolo con extrañeza sacó sin decir palabra la llave de la sala del bolsillo de su guardapolvo. El profesor la tomó y se marchó con paso rápido.
-Ah!, y no se olvide de dejarla en bedelía, profesor.
-No, quédese tranquila Flora.
Pasaron los meses y el profesor Vallejos fue invitado a dar una conferencia en un pueblo perdido en la pampa santafecina. Nada menos que el inten dente había mandado un auto a buscarlo para llevarlo junto a la viuda de Borges que venía de la capital. Se sentaron en el asiento trasero de un sedán azul y partieron. El profesor Vallejos no sabía cómo entrar en tema por lo que carraspeó varias veces. Finalmente se animó y dijo:
-Yo había pensado comenzar con algunas milongas de Borges para recrear ese mundo de malevos y cuchillos, luego hablar sobre el corpus y terminar con los dos poemas a Buenos Aires, si le parece bien.
-Si me permite, antes quisiera ver los poemas que va a leer, porque ya ha pasado en otros homenajes en los que he tenido que interrumpir el acto para alertar que no se trataba de un poema de mi marido. Sin ir muy lejos, esto pasó en Santa María del Río Seco hace poco, imagínese.
-No se preocupe, los he sacado de la primera edición de las obras completas de 1974- respondió el profesor Vallejos un poco avergonzado por ese examen pueril. No obstante, le extendió los papeles aunque con cierta cortedad.
La viuda se puso a leer detenidamente el trabajo; movía la cabeza en un además que Vallejos, afligido, no se atrevía a interpretar. Finalmente, le extendió los papeles sin hacer el menor comentario y esto dejó más nervioso a Vallejos, que enmudeció.
El coche recorría la ruta plana y por las ventanillas todo era un rico y monótono verdor.
Por fin llegaron al pueblo y posaron para la foto. Luego fueron a la intendencia donde se desarrolló el acto en un salón preparado para la ocasión. Todo transcurrió como había sido planeado y la viuda, complacida, volvió en el coche con el profesor hasta Rosario donde tomaría un vuelo a la capital.
La vuelta se hizo en silencio, pero el profesor no ocultaba su orgullo, había salido en dos fotos con la viuda y eso nadie podría negárselo. Lo mostraría a todos para que supieran quién era él y las influencias que tenía.
Cuando llegó a la facultad, pocos días después, con aire triunfal, se encontró con la profesora Pastrana que lo espetó:
-Adalberto, alguien robó la foto de María Kodama.
-¿Y quién habrá sido?
-Lo ignoro, pero sospecho de Flora. Ya se lo he preguntado y la muy zafada me dice que ella no tocó nada. No le creo, si ella es la que limpia, ella se la llevó.
-Y, Mabel, qué quiere que le diga, yo en su lugar también sospecharía de ella. ¿Se ha fijado si no faltan los equipos de vídeo, algún televisor, en fin, los equipos de audio?
-No, ¡para qué los querría donde vive ella!
-Bueno, un televisor no estaría mal-respondió Vallejos irónico.
-Yo creo que es alguien que quiere perjudicarme, pero esto no quedará aquí. Porque como mi estudio cuenta con subsidios del Consulado, tendremos hasta un problema internacional si no aparece la foto.
Vallejos la miró con sorna y decidió cortar por lo sano la conversación, por lo que dijo:
-Seguro que el que se la llevó sabía que era una foto importante, de modo que Flora no puede haber sido.
-Sí, seguro fue ella. Yo la vi espiando en el salón de actos el día de la foto.
Vallejos escondió una sonrisa y con voz suave agregó:
-Yo la interrogaría.
-Eso es lo que pensaba hacer- respondió la profesora alejándose por el pasillo.
Vallejos, por esos días, armó una reunión en su casa con poetas y funcionarios amigos y puso las dos fotos de Kodama, esperaba conseguir un subsidio para escribir un libro y las fotos eran para él un cheque en blanco. También quería el puesto de la profesora Pastrana y en una velada amable, lo consiguió gracias a la foto de Kodama.En cuanto a Flora, yo la vi, tiempo después en la facultad, perpleja y achicada como para hacerse invisible. Había tenido un sumario administrativo por la desaparición de la foto. Fue suspendida. Traté de explicarle que la foto era de una mujer muy importante, pero ella me retrucó que importante era el Papa, o Maradona, o el Gauchito Gil y que ella no conocía a nadie que conociera a esa mujer a no ser ellos en la facultad. Y, resignada, siguió barriendo.

HÉCTOR CEDIEL


HASTA QUE TENGAMOS QUE DECIR ADIOS...

Tengo que descifrar las cartas astrales o el significado de mis sueños; curiosamente nunca volví a tener pesadillas ni sueños húmedos; pero me encanta interpretar con más pasión a la vida y escuchar los gritos de los silencios de las pieles de mis amigas o las historias fantásticas que callaron por tanto tiempo sus vaginas. Los sentimientos y el sosiego son como la sístole y la diástole, en la danza amorosa de las ingles; ese amoroso y violento apareamiento de los cuerpos y de las sombras, ese espirar, inspirar, espirar, inspirar… que nos conducen de su mano a caminar sobre el mar y las nubes… Hay mundos fantásticos por descubrir en las situaciones más absurdas y extremas; no es bueno quedarnos quietos; solo la actividad nos permite vencer esa gelidez que nos consiente avanzar o realizar nuestros sueños… el reposo es sano, cuando la fatiga nos sofoca como si respiráramos fuego. La sabiduría nos ha robado esa humildad de reconocer nuestra insignificancia, frente a la majestuosidad de la naturaleza… tenemos la opción de amar y crecer, si aprendemos y aceptamos que somos efímeros… sensibles a los vientos del destino… que nuestro destino es pasar como el viento o las aves migratorias.

Tenemos que aprender a buscar y a reencontrarnos con la belleza de la vida, de los paisajes, con la desnudez de nuestros cuerpos… desnudarnos completamente y desnudarnos para zambullirnos dentro de las aguas cristalinas del mar y el azul de las miradas del cielo. No nos lamentemos de lo que heredamos o de la realidad que vivimos; pensemos en el como le podremos heredar a nuestros hijos, un mundo mejor; quizás tengamos que pagar un alto precio por errores que nunca cometimos, pero no podemos desperdiciar ni un segundo, intentando recuperar el daño que le hemos hecho a la naturaleza como especie y la dignidad del hombre, ese apasionado animal que se ha dejado arrastrar por los instintos mas bajos y salvajes, hasta elegir el raptar como los murtes. La belleza debe ser natural, la mujer como hembra no necesita de perfumes, maquillajes, operaciones, tinturas, tatuajes, prendas para lucir más hermosas o exóticas; la belleza natural es hermosa como una aurora o un fastuoso crepúsculo de la vida… todas las estaciones de la vida son bellas, cuando aprendemos a descifrar sus versos; tenemos que dejar que el mar fluya como la vida, porque es el tiempo el que se encargará de alimentar su caudal…el destino se encomienda de aportarle afluentes…hasta que se convierte en un majestuoso sendero de vida…en un arteria indispensable o trascendental. Hay tanta belleza en el otoño, en esos contrastes amarillos, naranjas, rojos, verdes e insipientes grises y ocres… así muta la vida; igualmente todo se recicla, se vigoriza y se revitaliza como un amor fresco y con ilusiones, para plasmar en realidades en la intimidad.

No podemos seguir pensando en solo tomar frutos de la vida, sin sembrar semillas para cosechar con abundancia, nuevas esperanzas. Desde hoy, no debemos desvelarnos por el pasado ni por el futuro; debemos vivir con una apasionada sabiduría: el hoy y el ahora. Grandes lecciones recibimos de la naturaleza que no caza por cazar, ni asesina por asesinar, sino que toma exactamente lo que necesita; los animales generan sus viviendas sin destruir los paisajes, sin encementar los valles, contaminar los ríos, sin contaminar el aire o mutilar las montañas… solo viendo con ojos bondadosos y con amor a la naturaleza, descubrimos una belleza que crece y que amerita que nos extasiemos contemplándola. La naturaleza no necesita esforzarse para arrancarnos suspiros o expresiones de asombro; así deberíamos actuar mujeres y hombres, nunca alterar nuestra belleza natural ni avergonzarnos de nuestros cuerpos… integrarnos a los paisajes… compartir con generosidad todos los espacios de nuestros cuerpos, a las sin malicia… tenemos que aprender a observarnos sin ruborizarnos… Nudelot no debe ser una utopía, ni un sueño de o para un exclusivo grupo…tenemos que generar paraísos donde el hombre se pueda reencontrar con sus estados primarios y naturales… la desnudez es el traje que nos permite soñar despiertos… la belleza es un concepto que nos permite volver a fantasear e imaginar despiertos… el amor y la amistad tienen que eslabonarse con la pasión de los colores de los pétalos… así como una rosa roja inspira versos, amorosos pensamientos y es casi imposible que florezca en pútridos pantanos.
No podemos seguir sobreviviendo y vegetando como parásitos, viviendo por inercia sin sueños ni ilusiones; tenemos que aprender a volar como los pájaros, a nadar como los peces; no temerle a las tormentas ni a las olas en la alta mar… ni a los icebergs estigmatizados por el hundimiento del Titanic… simplemente alejémonos de las personas con espíritus opacos, tristes, solitarios… para que su mala energía no nos influya… la vida siempre será: más realista de lo que imaginamos y menos surrealista de lo que pensamos.

MÓNICA TARRAB


DESPUÉS DE TODO

Cubierto de tierra te pedí que no te fueras, Brenda. Me aferré a tu brazo durante una eternidad reducida a minutos, y alguien te arrancó de mí. Me desvanecí hasta que me asistieron. El mundo conocido me echó a patadas, y con sólo quince años tuve que reconstruirme. Hubo afectos y cuidados. Hay que esperar con mucha paciencia, eran las respuestas de los médicos.
El día y la noche me daban por igual. Cerraba los ojos, apretaba los párpados, y me divertía jugando con el calidoscopio fantástico de estrellas que inventé. Ponía como fondo la música que se me antojaba, y mi estado de ánimo creaba danzas impensadas. Diseñaba plumas de fuego incandescentes. Algunas veces, entre la desesperación y el hastío, dirigía coreografías apocalípticas. Entonces desbarataba el orden simétrico de la geometría. Los astros fabulosos chocaban y se esparcían desgranados .Los fragmentos se reunían en constelaciones nuevas, después de combates siderales.
Esa era toda la luz que tenía.
Me había prometido darte el beso postergado, el día que cumplieras quince. Hoy es, pensé aquella mañana frente al espejo mientras me afeitaba la barba incipiente.
Entonces la invitación, las bicicletas, el ascenso con esfuerzo, el sudor, la fantasía. Un sendero caprichoso y el abismo al costado. La vuelta es más fácil, decíamos, y nos reíamos de miedo y de ganas.
Los alerces y araucarias no filtraban los rayos púrpuras que apuntaban de frente, como un presagio de sangre. Pronto va a oscurecer, ya cumplí un año más, dijiste.
Fueron unos diez metros rodando hasta el peñasco que me detuvo. No te vayas, Brenda, logré balbucear cuando pudiste acercarte.
Si entraba una voz nueva a la habitación del hospital, yo jugaba a adivinar el color del guardapolvo, porque tenía los ojos vendados. Estaban mis amigos cuando llegaste, y creían que dormía. Decíselo vos, te pidió Lucho. Decile que está ciego. Las gasas absorbieron todas mis lágrimas. Permanecí inmóvil. Supe que el infierno puede ser frío y oscuro.

***

Estás a punto, me anunció el especialista. Te espero mañana a las ocho en el quirófano. En cuanto pude me aislé en el dormitorio, cerré los ojos y fui un cometa loco entre mis estrellas sosegadas.
Lucho me dijo que ya lo sabés, y vas a estar cuando salga de la operación. Que durante estos tres años sólo tuviste valor para llamarme por teléfono de vez en cuando.Fue mucho tiempo para haberte imaginado, Brenda; te forjé a mi gusto; también desarmé la geometría de tus pecas infantiles. Habían sido parte del cielo, antes de las tinieblas. No te descubriré cuando aparezcas. Te recordaré como mi primer amor, a quien nunca pude besar.

OLIMPIA BORDES

BARRO

Mi vieja está gritando, seguro le está dando una biaba, a veces le pega cuando se porta mal, igual que a mí. Cuando me pega, no sé por qué, él dice que hice una macana, yo no me doy cuenta si lo que hice fue una macana o no pero ya me las va a pagar, cuando yo sea grande se las voy a devolver, conmigo no va a joder.
Cuando tengo que salir a ayudarlo con los cartones, me gusta. El otro día abrí una bolsa y encontré un pedazo de pizza, estaba media dura pero ¡qué rica!, la verdad ya estoy podrido de sopa y puré de papas, me gustaría comer otra cosa. Ayer, en el tren, pedí limosna y una señora me dio un caramelo, ¡se me llenó la boca de dulce!
Tengo los pieses fríos, cuando pisé el charco no me di cuenta y metí la pata en el agua. Quisiera tener unas lindas zapatillas como las que se consiguió El Cholo. Ni bien cumpla los ocho años, voy a salir con ellos y voy a chorear a gusto, entonces podré tener celular y bicicleta como ellos. ¡Cómo me gustaría tener una bicicleta!
Me dicen que soy muy chico para rajar después de robarle a la gente, no me dejan ir con ellos, lo mismo que no me prestan esas bolsitas blancas de plástico que respiran y después quedan con cara de felices pero cuando cumpla los ocho años ya van a ver, no me para nadie.
Seguro voy a conseguir una pistola como la que tienen el Colorado y sus amigos. Tengo que tener cuidado porque son bravos, ni siquiera me animo a mirarlos a la cara, acá todos los respetan o le tienen miedo, si te agarran te muelen a palos. A mí me gustaría ser como El Colorado, todos le obedecen porque es el que manda.
Voy a atar el matungo al carrito para que no me castiguen si no lo hago. ¡Pobre el matungo, está reflaco! ¡Claro! si no tenemos nada para darle de comer! A veces pesca algún pastito pero igual se muere de hambre.
Mañana voy a subirme al tren para pedir limosna a ver si consigo unas monedas para que no me pegue como a mi mamá.
Cuando me escapé y me fui a la Plaza Constitución, me encontraron y me trajeron de una oreja. Era divertido esperar que el semáforo se pusiera rojo y ahí manguear a los coches pero claro, me encontraron y recibí flor de paliza. A los otros chicos que estaban conmigo, nadie los buscaba, tenían suerte y se divertían.
Mi vieja sigue gritando ¡pobre! Algún día voy a tener fuerza como para pararlo a ese hijo de puta pero por ahora no puedo.
Al cheto de mierda ese, que me refrega la bicicleta por la naríz cuando ando por su barrio, en cuanto se distraiga hago como que tengo un revólver en el bolsillo, se la robo y me la traigo para mí. ¿Por qué yo no puedo tener una bicicleta? O al menos una pelota para jugar al fubol.
¡Qué feo es ser pobre! Me dan ganas de irme.Algún día cuando sea grande me voy a escapar, me voy a subir al tren y me voy a ir lejos, bien lejos, donde no puedan encontrarme.

RAÚL LELLI

UN FIN DE SEMANA DISTINTO
Ayer a la tarde fuimos a tomar mate sobre la ribera del río Cosquín en Bialet Massé con mi pochocha y cuando descendimos del auto la gente se dio vueltas para mirarnos, porque claro, éramos los recién llegados.
El río estaba muy bajo, el agua increíblemente cristalina y en los lugares más profundos no superaba el metro.
Nos dimos cuenta que debía estar fría por los gestos de la gente que se bañaba y nos quedamos observando su alegría.
Conversábamos con mi esposa sobre la crecida del río, días atrás, a causa de la lluvia en las sierras en este mismo río que hoy cobija a tanta gente en su incipiente primavera y mansedumbre que se cobró la vida de una madre con su hija cuando intentaban cruzarlo por una pasarela y lo que ayer fue un lecho de muerte, hoy es un lugar de algarabía, donde la gente disfruta en familia.
Que cosas que tiene esta vida, en la misma mortaja de arena, piedra y agua que ayer daba luto a una gente, hoy la felicidad escribe una nueva página entre pequeñas historias que representa cada uno de los que allí estamos.
A pocos metros, debajo de un sauce y acomodados haciendo rueda, una familia disfruta una ronda de mates y un señor gordito de unos cincuenta años que tiene una sonrisa contagiosa le acerca un mate a una anciana del clan mientras le dice en voz alta: -¡Doña Pocha es para usted!- Y la viejita lo recibe con una sonrisa que deja entrever sus encías brillantes por la ausencia de dientes y sus brazos arrugados como cogote de tortuga en lento movimiento van en busca del brebaje.
Todo alrededor es como una fantasía, un mundo de Disney donde no existen los problemas y hasta nos parece que en cualquier momento se empezarán a ver los fuegos de artificio, como si no hubieran caído las bolsas del mundo, nada de guerra en ninguna parte, ni existencia de pobreza o miseria.
Las heladeras portátiles están repletas de comida y bebidas y hay familias que tienen más de una, es tanta la exposición de alimentos y bebidas que escondemos disimuladamente entre los bártulos del equipo de mate una bolsa de nylon con seis criollitos y hasta tenemos preparada una respuesta por si intentaran burlarse, - es que estamos a dieta-, diríamos a coro, mientras nos palmearíamos las grasitas.
En realidad, la gente está tan divertida que sólo nos prestó atención al llegar, como para cerciorarse que no fuéramos gente de mal vivir y cada uno hace la suya como en el "anton pirulero" donde cada cual atiende su juego.
La cara cortada de la sierra que está enfrente, del otro lado del río a unos cincuenta o sesenta metros, me hace acordar a la entrada de una fabela, sólo que aquí hay nidos de palomas, cuises y ratas de agua.
El sol la castiga de frente y busca de irse acomodando en este nuevo horario impuesto desde la capital y me río, porque interpreto que la naturaleza no entiende de decretos, ni de estudios para que rinda más la energía eléctrica en un país donde las luces de sus avenidas principales funcionan día y noche porque quien debe apagarlas se ha dormido, o su sistema automatizado está dañado quedándome la duda si es más caro o más barato solucionar esto último o que sigan funcionando permanentemente.
Desfilan en mi mente las caras de los políticos de turno, giran como en una calesita donde cada animalito o juguete lleva sus rostros, el futuro presidente de los EEUU, mueve la sortija desde afuera y una música tipo pasodoble agita el aire con estridencia.
Mi esposa me llama a la realidad con un mate y con su vista me hace señas para vea una mujer que luce una bikini infartante porque ella siempre me avisa cuando hay algo interesante para ver y después hacemos las críticas como dos viejas chusmas sobre el atuendo que parece hecho con un hilo dental y dos lentejuelas.
Es la comidilla de la gente, no hay ojo que no esté pegado a su cuerpo y ella sabiendo y consentida camina apoyando primero la punta del pié y casi sin asentar la planta, lo que la hace más esbelta, menea su cuerpo y deja ver a las claras que se siente una reina; mueve sus pechos generosos y deja entrever por el vibrar de sus cachetes traseros que sus carnes no son tan tiernas y que quizá esté pisando los cincuenta, aunque el espectáculo vale la pena.
Algunos púberes la aplauden, y ella, camina por la playa de arena en busca del agua tan oronda como jirafa en pasarela; llega a la orilla, se agacha, moja sus manos y comienza a hacer lo mismo con el cuerpo, después va aguas adentro, se arrodilla y sumerge como haciendo un ejercicio de yoga y la gente mira y está expectante.
El tiempo va pasando y la mujer no saca la cabeza, los minutos corren y uno de los pibes que la aplaudía se mete al agua y la toma desde atrás cruzando las manos por el pecho; en ese mismo instante la gente comienza a gritar espantada, el joven cae hacia atrás horrorizado y la mujer se le va desarmando en trozos que el agua se va llevando, para dejar una calavera blanca entre sus manos y un bikini tan delgado como un hilo dental flota displicente aguas abajo.

ALICIA CHILIFONI


EL NOMBRE ES LO DE MENOS

No fuimos amigas. Cruzábamos algunas frases cuando nos encontrábamos. Tu sonrisa, tus ojos celestes alegres, chispeantes, te hacían luminosa, magnética. Nómade, me fui un día, sintiendo cómo "el alma tira para atrás". Tu imagen pasó a ser una más entre cientos que por turno acuden a la mente convocadas por cualquiera de esas pavaditas cotidianas que nos transportan al pasado si somos románticos.
Pero esto no es una pavadita cotidiana. Fue providencial la pregunta de mi hija acerca de si conocí en Aluminé a una maestra de nombre Amelia. En el living de una compañera de trabajo vio una manta cubriendo un sillón, y reconoció en ella el arte mapuche que tan bien conoce. Dijo entonces - ¡Qué bueno ese matrón!- Y eso la delató. -¿Cómo sabés que se llama así? Todos acá le dicen manta -
Entonces mi hija le contó de nuestra época en la cordillera patagónica donde ella nació. Y se enteró de que Carla, tal el nombre de su amiga, estuvo, de pequeña, en Aluminé, visitándote a vos, su abuela Amelia, una de tantos porteños que se enamoran de estos paraísos del sur y se quedan. Y que recuerda muy bien que fue allí, en el hospitalito rural, donde tuvo la primera consulta odontológica de su vida. Por la época y los detalles que recuerda, resulta que su primer odontóloga fui yo, Amelia. ¿Podés creer?
Cuando lo supe me dio un vuelco el corazón. Necesitaba volver a verte, pasados treinta y tantos años, en mi inminente viaje, y contarte esto de las vueltas de la vida, y de que el mundo es un pañuelo. Era demasiado mágico todo esto para mí.
Desagradable sorpresa fue saber que hacía tiempo que estabas internada en Buenos Aires. Entonces, con más razón, viviendo yo aquí, tenía que llamarte, visitarte. ¡Quería verte!
Pero la vida es cruel. La gente es cruel. Cuando uno anda en la mala, nadie tiene datos que aportarle al que averigua. Como que prefieren olvidarse, no pensar en "eso". Pero "eso" es un ser humano que puede estar necesitándonos.
Después de mucho insistir, una carta me trajo tu dirección, y allá me encaminé con mi mochila llena de ansiedad, para encontrarte tan bella y distinguida como sólo vos, aunque menos erguida. Avanzaste mirándome inquisidora, intrigada. Para ayudarte a identificarme nombré a Aluminé, y tu boca se abrió con un asombro redondo. Tomaste mis manos con las tuyas, y muda me llevaste hasta un sillón en un rincón apartado de la gran sala de estar del geriátrico. Pensé que ya había pasado el momento culminante. El tapizado me acogió blandamente, saboreando por anticipado el fresco manantial de remembranzas, y por qué no, intercalando algún sabroso chismecito inofensivo, que al fin y al cabo una será romántica, pero también es humana, y sobre todo mujer.
No fue así, sin embargo. Supe que estabas sola, salvo algún llamado de un hijo. Que de vez en cuando un nieto te saca a comer y te devuelve a "Los Años Dorados", tu lugar, aunque no te es para nada brillante vivirlos. Porque vos necesitás saber qué fue de tu hija, por qué "desapareció". Y pedís que te la busquen pero nadie la encuentra, según te dicen. Y tanto que le hacías los vestidos para las fiestas de quince años con tus propias manos, que lo diste todo por ella, y que no podés recordar cuándo, cómo ni por qué fue que la perdiste, o que se fue. Ése es tu martirio. Por eso ayer rezabas pidiéndole a Dios que te llevara. Hoy besás mi mano y con el alma en los ojos me decís que te devolví la vida, porque te digo que te voy a ayudar a buscarla. Es fácil, mi hija conoce a tu nieta Carla, y por ahí, vamos a encontrar a tu hija, prometo.
Cuando caminaba de regreso me aterroricé del compromiso asumido. Tuve tanto miedo de fallarte… Pero hoy, casi un mes después, me llamó Carla, y le di los datos para que se conecte.
Carla es hija de tu hija, que no sabemos cómo se llama, yo porque no la conocí, y vos porque hay cosas que olvidaste. Pero aún así, tener noticias de ella significa para vos el fin del martirio, el recuperar las ganas de seguir viviendo.Seguro vas a reconocerte en el retoño, vas a sentirte ante rasgos y gestos de tu hija, se llame como se llame. Hacé de cuenta que ella también se llama Carla, total, qué importa? No te parece que el nombre es lo de menos?

MARISA PRESTI


LA CUEVA

Castillos de fuego resplandecían en la llanura desierta, dando un aspecto fantasmal al ocaso de la tarde. Si era real o lo imaginaba, la pupila de Frederik ya no podía distinguirlo. El agotamiento lo hubiera paralizado de no contar con la fuerza de un espíritu brioso que lo impulsaba hacia delante, igual que a su fiel caballo Duque, llevándolo al galope por esas tierras de nadie.
Los castillos seguían ardiendo. Frederik se refregó los ojos porque amaba la verdad, amor que pagaba con soledad y peligros envuelto en la oscuridad de lo desconocido. Su enemigo era poderoso, bien lo sabía, una lucha desigual entre verdad y mentira.
A las siete en punto de la tarde, Asturián se refregó las manos. Un gesto de satisfacción se dibujó en su boca carnosa, el tonto del bodeguero había dicho más de lo que imaginaba. Ahora sabía que contaba con el arma más poderosa para terminar de una vez por todas con su rival. Desenvainó la espada y jugó una batalla imaginada, clavándola con fuerza sobre un poste de madera. Era tiempo de ser amo y señor de ese maldito pueblo. Todos deberán pagarme tributo, gritó en voz alta.
Lucrecia Antelo sintió como una puntada en su corazón. Inquieta, dejó de arreglar las frescas rosas amarillas que unos minutos antes había recogido del jardín y miró hacia la ventana. Era un hermoso día de sol, los pájaros parecían saludarla con su constante trinar, los árboles se mecían suavemente, y pensó que se preocupaba demasiado. Con delicadeza, colocó los largos tallos en el florero de cristal azul, tratando que sus manos no temblaran. Y fue entonces cuando sintió que alguien la agarraba por la espalda, tapando su boca con violencia.
Las preguntas caen como flechas, una tras otra. Pero nada responde. Llora por dentro, pero su mirada se clava altiva sobre el intruso. Asturian la observa sin lástima, le gustaría arruinar ese rostro perfecto, ese cuerpo delicado que trata de soltarse sin suerte de las fuertes ataduras. Pero por ahora sus planes son otros. Una risotada quiebra el silencio de la cueva hostil, la luz titilante de la vela dibuja un rostro demoníaco y Lucrecia queda sola con sus palabras: Cuando termine con ese maldito me voy a ocupar de vos.
La distancia separa los cuerpos, pero no los espíritus. Un mensaje de alarma llega rápido como el viento y detiene los cascos de Duque. Frederik mira en todas direcciones, buscando la respuesta a su inquietud y sin saber por qué aprieta fuerte el medallón que cuelga de su pecho, el que ella le regaló para que lo proteja. Ni un sonido a su alrededor, sólo noche cerrada, oscura y desafiante. Siente la angustia subir hasta su garganta, la valentía que lo animaba parece disolverse, no sabe adónde va ni cuál es su destino, sólo una debilidad que lo va inundando de a poco.
Y entonces, un relincho vibrante lo sobresalta. Ve unas enormes alas en su caballo y cree haber caído en el delirio. Pero Duque corcovea sacudiéndolo en su montura. Apenas tiene tiempo para agarrarse fuertemente de las riendas cuando se ve alzado en el aire, surcando la noche tenebrosa en un vuelo suave, delicadamente mágico. Inclina la cabeza sobre el cuello de su caballo y se deja llevar; la fortaleza de su compañero comienza a animarlo.
A escasos metros de la cueva, los cascos se asientan sobre la tierra. Frederik baja, mientras el hocico de Duque parece empujarlo hacia la entrada. Desenvaina su espada, atento al peligro, y ésta se convierte en una luz brillante que ilumina sus pasos. No sabe qué va a encontrar, pero entra con paso decidido. Orienta su espada hacia cada rincón de la cueva hasta que ve un bulto, se acerca cauteloso, dispuesto a todo, y con la punta de su arma toca al supuesto enemigo. Unos cabellos rubios lo sorprenden, en un instante Lucrecia levanta la cabeza y sus miradas se encuentran. Hay lágrimas en el rostro de ella y al mismo tiempo una sonrisa de felicidad. No hay mucho tiempo. Frederik lo sabe; corta rápidamente las rústicas sogas y tomándola de la mano la lleva hacia fuera.
Asturián ha hecho correr la noticia por todo el pueblo. La tristeza ensombrece los semblantes. Pocos días atrás confiaban en la victoria del joven, acaso el único capaz de vencer al opresor de sus esperanzas, pero ahora la victoria del joven, acaso el único capaz de vencer al opresor de sus esperanzas, pero ahora la vida de Lucrecia valía la aceptación de la derrota. Las puertas de las casas se cierran. Un silencio fantasmal recorre las calles. En la taberna, tres hombres llenan sus vasos de alcohol sumiéndose en el olvido.
Se refriega las manos, saboreando la victoria por anticipado. Asturián sabe que en poco tiempo, Frederik caerá a sus pies rogando por la vida de Lucrecia. Al calor del fuego, juguetea con la espada, imaginando cómo atravesará el corazón del que se atrevió a desafiarlo. Un leve ruido a sus espaldas lo sobresalta, y de pronto lo ve, frente a él. Nada sumiso, como lo pensaba, su espada lo apunta dispuesta al combate.Nunca se supo si la muerte fue invitada a esa pelea. Algunos dicen que Frederik le perdonó la vida echándolo del pueblo. Otros, que le cortó la cabeza, colgándola de un árbol cercano a la cueva. Pero poco les importó a los felices habitantes cuando tuvieron la certeza de que la libertad había vuelto a su territorio para siempre.

GRACIELA NUÑEZ


SU ÚLTIMA DECISIÓN

Muy de prisa ingresa la ambulancia al sanatorio. Con toda urgencia lo llevan al quirófano. La sala de operaciones lo aguardaba. Los médicos estaban listos y preparados para la intervención.
Se escuchaba el pedido desesperado del cirujano: ¡Rápido! ¡Máscara de oxígeno! ¡Inyecten 30 ml de adrenalina! ¿Presión arterial?
6-4 -contestaba la enfermera.
¡Preparen el desfibrilador que se nos va! ¡Lo estamos perdiendo!
Y pensar que en esa misma clínica 60 años atrás Raquel, apenas adolescente, ingresó a éste mismo quirófano con rotura de bolsa y con riesgo a que esa criatura, tan anhelada, pronta a nacer muriera en el parto.
¡Pero no! Nació y fue varón. Su madre lo llamó Juan Carlos.
No era ésta la primera vez que estaba al borde de la muerte. Cuando chico, se abrió la cabeza tirándose a una pileta. De adolescente y en estado de ebriedad se peleó con una "patota" y terminó internado en terapia intensiva por lesiones graves. Y ahora un accidente de tránsito lo puso nuevamente peleando por la vida, esa vida que a Raquel le había costado tanto darle.
A los 6 años, Juan Carlos, le escribió una carta a los reyes magos pidiéndoles una bicicleta. Esa fue su primer alegría que siempre recordó.
A los 13 años, sus pares y maestros, lo eligieron el mejor alumno y compañero. Por esa distinción fue portador de la bandera de ceremonias y de las palabras de despedida a su tan querida escuela primaria. Ingresó a la secundaria, los profesores lo consideraron siempre un buen alumno: responsable, educado, estudioso y buena persona. En 5to año realizó su viaje de egresado a San Carlos de Bariloche, experiencia que siempre recordó como inolvidable. Su vocación era la de curar y salvar vidas, por eso decidió estudiar en la Facultad de Medicina.
Se graduó de médico. Se casó a los 23 años. Tuvo 4 hijos. Su mayor logró fue realizar el primer transplante de hígado en el país devolviendo vidas a miles de personas. Se desesperaba cuando, ante la necesidad de conseguir un donante, no aparecía ninguno y la muerte era inevitable.
A los 40 años experimentó su primera gran tristeza: la muerte de su madre y hoy él se encontraba muy cerca de ella.
En la sala de terapia intensiva los médicos esperaban un donante para realizar un trasplante de hígado a una beba. No había tiempo de solicitar un donante. Sólo un milagro la salvaría.
Mientras tanto en el quirófano N° 6 el alma de Juan Carlos se le fue desprendiendo del cuerpo y viendo su propia operación. Miraba también el sufrimiento de su esposa e hijos que rezaban, en la capilla del sanatorio, para que los médicos salvaran su vida. Notaba además el esmero de sus colegas por compensar su presión, la permanente transfusión de sangre que le realizaban, el monitoreo continuo del corazón para mantenerlo vivo y además sentía que su madre lo llamaba desde el más allá extendiéndole sus brazos tratando de llevárselo con ella.
¡Lo perdimos! Esa fue la última palabra del cirujano de la sala de operaciones.Mientras tanto, en el quirófano N° 7 se escuchaba: ¡Preparen a la beba! ¡Tenemos el donante!

RICARDO ALLIEVI


MICRO CUENTOS


EL NIÑO AGUA

De recién nacido flotaba como un pez en el agua. Había adquirido experiencia en el líquido amniótico dentro de la panza de su madre y lo hacía muy bien.
Fue pasando el tiempo, creció rápidamente y empezó a tenerle miedo al agua. Poco a poco fue perdiendo todas sus habilidades y destrezas en el líquido elemento.
Ahora, de grande sólo se conecta con el agua bebiendo sus lágrimas saladas de pena.

LAS MEDIAS DE RED

Se pone suavemente las nuevas medias de red, cuidando de no engancharlas.
Por los agujeros le salen los pelos de las piernas. Son muy negros y gruesos. Por eso se saca las medias.
Se afeita las piernas y se rasura el bigote que también se le nota y le pica.
Ahora se maquilla con crema base, se pinta los labios de rojo señal y sale a ofrecer sus servicios a la noche y a los clientes, allá por los rosedales.

EL ADOLESCENTE SOFA

De chico, le gustaba ver televisión tirado cómodamente en el sofá del living.
Cuando tuvo televisor en su cuarto, miraba películas porno en la cama.
Ahora la vuelve a ver en el living con su noviecita.
Cuando la madre se va a dormir en el cuarto de la planta baja, él sigue imaginando escenas de películas de la tele en el dormitorio y los dos las viven juntos, con el susto de algún ruido que pudiera subir por la escalera.



PALOMAS Y PALOMITAS

Tenía la obsesión de las palomas más raras, las más difíciles y más costosas de cualquier parte del mundo.
Las tenía decorando el gran jardín de su fantástica residencia; pero todas estaban muertas y embalsamadas por miedo de que se fueran buscando cosas sencillas y la libertad.
Una mañana, al salir de su casa hacia su empresa, no las encontró en el jardín donde debían estar como siempre y pensó que se las habían robado por su alto costo.
Al pasar por la primera plaza, las creyó ver chapoteando y refrescándose contentas, en el agua que surgía de la fuente y comiendo "palomitas de maíz", que les entregaba con afecto un niño.
Sintió envidia de tanto gozo y el disfrute de plena libertad.


UN ARCOIRIS DE POSIBILIDADES

Verano frío en el Sur. Aguas de deshielo descendiendo cristalinas en rápidos torrentosos. Viaje fácil hacia abajo pero difícil para arriba, contra la fuerza de la corriente.
Los suyos no eran los primeros; los hacían todos los años. Con suerte llegarían al objetivo y allí descargarían las preciosas cargas y bolsas de sus hijos, que una vez nacidos,
emprenderían el descenso hacia la tranquilidad de los lagos y se reencontrarían con los padres.
Allí crecerían y serían hermosas truchas Arco Iris de la Patagonia Argentina.


BALLENA VACIA

Sensible como ninguna, percibía con sus barbas, señales difíciles y se preocupaba. El hombre no debe desafiar a la naturaleza.
Había oído y visto acciones de Green Pace que luchaba por ella y muchos otros; pero la humanidad, todavía no estaba concientizada y hacía malas acciones.
Quiso viajar hacia el norte por la muerte de sus congéneres australes; pero terminó en Ensenada, donde encalló se dejó morir vacía de esperanzas, en un río con nombre de metal precioso , cada vez más contaminado, esperando que lo limpien.
Su cuerpo no sirvió para estudio y su esqueleto no se mostró en ningún museo.
Algunos dijeron: "Una menos da igual; todavía hay muchas" y otros: ¿ Qué le hace una mancha más al tigre".

CORA STÁBILE


UN CUARTO DE HOTEL

Era un jueves frío, gris y lluvioso. Se encontraron en la esquina de siempre y caminaron hacia el hotel que visitaban semanalmente.
Lo habían elegido porque estaba ubicado en una calle tranquila, pero, tal vez lo que más les gustó fue el nombre: "Pedacito de cielo", y era precisamente eso lo que sentían, que allí estaba el pedacito de cielo que les correspondía y que podían disfrutar sin testigos molestos. Pero Florencia ese día estaba rara, inquieta, y finalmente le dijo:
-Mirá Rubén, ya estoy harta de esta situación… no aguanto más, debés decidirte, tu familia o yo.
Él la miró sorprendido, nunca le hizo un planteo de ese tipo, ni de ningún otro. Hablaron claro desde el primer momento y ella había aceptado, no iba a separarse, sus hijos eran muy chicos y lo necesitaban, tenían 10 y 12 años, era imposible que comprendieran y menos aún que aceptaran esa relación.
Sin embargo ella estaba muy firme en su planteo y no quería explicaciones de ningún tipo, exigía una definición.
El joven apeló a todo tipo de recursos y no lograba conmoverla, un no constante era la respuesta que recibía.
Le acariciaba esa larga y brillante cabellera esparcida sobre la almohada, ese perfume lo seguía embriagando, besaba con suavidad esa firme espalda bronceada, las redondeces de las nalgas y esas largas y bien torneadas piernas.
Se dio cuenta que envidiaba un poco esa constancia de Flor para trabajar su cuerpo, había logrado cambiarlo como si hubiera sido una dúctil arcilla modelada por manos expertas.
Sin embargo, sabía que no podía separarse de su esposa, Lydia era una buena mujer, si bien era cierto que jamás había disfrutado con ella como lo hacía con Flor, que le había permitido lograr el placer completo, llegando a límites ni siquiera sospechados alguna vez.
Sonó la campanilla del teléfono y ambos se sobresaltaron, aún no habían logrado ponerse de acuerdo.
Se dieron una rápida ducha, se vistieron en silencio y otra vez fue ella la que abrió el fuego:
- Estoy esperando una respuesta.
- Mi amor, no me hagas esto, te juro que no puedo.
Ella lo miró intensamente a los ojos, acarició su rostro con ternura y le dijo:- Ya está decidido querido, mañana vuelvo a ocupar mi parada en la calle Godoy Cruz.

MARCOS RODRIGO RAMOS

LA MEMORIA DE LO INTANGIBLE

Silenciosa como una sombra mi alma transita por las calles de Moreno. Entre prostitutas y jóvenes tomando cerveza en "otras"esquinas circula y nadie la ve ni la siente, ni siquiera como un susurro o una suave y casi imperceptible brisa. Nada. La nada es intangible y me he transformado en ella. Nada soy, nada tengo. Soy sólo el vacío caminando en medio de la noche. Quedan los recuerdos del pasado y sólo eso me da cierta sensación de corporeidad, de existencia pero sé que es falsa, que es un autoengaño y, sobre todo, que es efímera. Lo sé porque la memoria también se va yendo cada vez más rápido.
Ayer estuve en mi hogar y vi a mis seres queridos llorando mi ausencia. Hoy ya no puedo volver allí, ya no recuerdo el camino y los rostros, los nombres, el pasado compartido, todo se vuelve nada. ¿Habrán existido realmente alguna vez? ¿Habré tenido un hogar? ¿Existiré en la memoria de alguien?
Ya me cuesta precisar desde cuándo se fue mi alma del cuerpo. Miro los rostros de los que cruzo y no me ven y no me reconozco en ellos, no puedo diferenciarlos del animal recostado en la vereda, de la piedra caída a mis pies. Los rostros, los lugares, el cielo no me dicen nada.Comprendo que hace demasiado tiempo que no duermo y el temor me invade ¿Qué sucedería si cierro los ojos y no puedo despertar? Las luces en lo alto no me dicen nada ni este cuerpo mío que ya no puedo ver. El cansancio me vence. ¿Son dos o tres los días que llevo sin dormir? Ya no distingo los rostros, sólo siluetas que se transforman en manchas amarillas que indiferentes pasan a mi lado, manchas que no son nada para mí como yo no soy nada para ellas. Ya no tengo dudas, todo dentro de mí se está yendo. Ahora ellos son el susurro, la casi imperceptible y suave brisa. Esto no tiene más sentido. Ya no recuerdo porque no quería dormir. Respiro hondo (o creo que hago eso) y cierro los ojos con una sonrisa que nadie puede ver pero que adivino en mi rostro.

domingo, 7 de junio de 2009

SERGIO H. SPINELLI


ARENA Y OLVIDO

En el fin de Septiembre,
el deshielo en la montaña,
y en lo alto el viejo sol,
que de luz la tierra baña.

Con el agua los recuerdos,
la triste muchacha de la playa,
oh!, mar vasto y calmo,
comprenda cuando ella calla.

La sola golondrina,
que vuelo incierto emprende,
a nuevos lugares, islas nuevas,
un faro que en una playa se enciende.

Una esperanza,
en su alma joven,
mar haz furiosa ola,
que a sus pies mojen.

Sus lágrimas la arena,
terminen las golondrinas el vuelo eterno,
la triste muchacha abandona,
la playa que se cubrirá de nieve en invierno.



EL RIO

La vista de un río caudaloso,
que corre moviendo las piedras,
que en el cercano fondo,
nuestros ojos pueden ver.

Allá a lo alto el viejo y gordo sol,
reseca los árboles y evapora las lágrimas que caen
desde algún sueño anhelado.

Que mas hay después de ayer,
mas no volver por donde se ha pisado,
si caer al abismo fue una opción,
y cruzar a nado el río es una amenaza,
mas la pregunta es quien traza,
el puente que nos lleve a la otra orilla.

Si las piedras del fondo del río,
no son mas que lágrimas petrificadas,
que alguien lloró por nosotros,
o nosotros mismos frente al espejo.

Hemos de no pisar el fondo,
para clavarnos con lamentos o frustraciones,
mas si buscar el faro

en la lejanía que lleve a un puerto seguro.




ESCONDITE

El sol filtra entre los árboles,
y llama a los niños correr,
sobre aquel parque abandonado,
de la gran ciudad,
que es testigo de aquel,
tango silbado,
por el hombre ya viejo,
que esta allí,
en la casita de los papeles,
que arrumbados juntan polvo.

Cuando el día concluye,
los pequeños vuelven al hogar,
con barriga llena y pies cansados,
de carreras y escondites.
El murciélago de la historieta,
que el niño eligió esa noche,
atrapado en papel está.

Aquí y allá corren los niños,
en sus casas tirando papeles,
de los caramelos que han comido,
e interpretando el papel protagónico,
del héroe de su historieta favorita.

La violencia se esconde,
entre las hojas del periódico,
que el viejo tiene en su casita azul,
donde los niños van a comprar su revista,
del hombre murciélago.
Y la felicidad de ellos se descubre,
como el dulce, cuando el papel es quitado,
de la ficción e interpretado,
degustado y saboreado,
como la dulce victoria de sus héroes favoritos.

Y el hombre viejo,
que en su casa,
mira en la televisión,
las noticias,
que mañana venderá en papel,
está cansado de los años que pasan,
quiere empezar a correr al tiempo,
burlar al destino,
antes de que la tumba sea

su eterno escondite.