martes, 15 de julio de 2008

CARLOS MARGIOTTA


MI PADRE HA MUERTO

Hoy es el día más triste de mi vida.
Mi padre ha muerto.
Tendido en la cama parece dormido,
mi mano se posa en su frente con miedo
esta tibia todavía, agónica.
Demasiado tarde, pienso,
demasiado tarde.
La cruz cuelga de la cadenita de oro
atravesando su nuez prominente
como una mentira.
Su boca, en una mueca,
exhala el humo de un cigarrillo
dibujando secretos en el aire.
Esos que atados en el paquete
descansan sobre la mesita de luz
entre la boquilla negra y el cenicero
entre la vergüenza y el remordimiento.
Tengo ganas de fumarme uno
y me contengo.
Tengo ganas de gritar
y no lo hago.
Tengo ganas de llorar
y lloro para adentro.
Cada gota de mis lágrimas
caen perforándome el corazón
y me lastiman,
y me sangran,
y me tiemblan
y me dejan desamparado.
Hoy es el día más triste de mi vida
mi padre ha muerto,
y todos los padres
y con él una parte mía
para siempre.

FEDERICO MARÍAS LÓPEZ


RECAMBIO

-... No se puede seguir así... No sospecha, pero podría intuirlo,
- No ze puede seguid azí. La intuición es el sentimiento menos frecuente. Aquí calló y soltó una risita (había tomado una copa de más, una copa culpógena) continuó en silencio dejando que sus palabras resonasen en la ahora irrespirable atmósfera de la culpa.
En la casual estancia la decoración era útil y tosca. Y estaba esa imagen; ese icono concupiscente y rayano en la pornografía.
Fumaron en silencio. La alarma sonó como un veredicto.
Durante el viaje de regreso tampoco se habló. La despedida fue como siempre... como siempre pero esta vez algo distinta: el no bajó del auto siquiera.
Unas manzanas luego maldijo cuando pinchó un neumático. Al abrir la puerta y apoyar el pie notó que comenzaba a lloviznar.
Caía una lluvia diferente de las pretéritas.
Maldijo de nuevo, terminó de bajar y buscó el críquet.

RICARDO ALLIEVI


EL MISTERIO DE LOS PRÍNCIPES

Todos dicen que es mentira, una mentira más de las que todavía circulan y se cuentan en el viaducto, el día de su inauguración con el nombre de Fontevecchia, en el homenaje. La primera son sus títulos de nobleza. En realidad no fueron príncipes sino condes y, como tales, escondieron los secretos de sus intimidades.
Aún no se han develado las dudas, lo que sí se sabe es que siempre presidió la sala principal del palacio el retrato de Enzo Carlo Vittorio Fontevecchia, bisabuelo del último de ellos. La figura y la vida del primer conde se contrapusieron con las del último.
El primero, según la leyenda, se había casado siete veces. Todas sus esposas, decían quienes habían vivido en la época, murieron en accidentes que hubieran podio prevenirse, pero no se hizo.
El bisabuelo falleció al llegar a los cincuenta años, a poco de su casamiento con una virginal joven de diecisiete años, de una ataque cardíaco, en una desenfrenada carrera de sexo, erotismo y pornografía.
Entonces, en el palacio, circulaban rumores, sotto voce, que eran contradictorios, pero, como siempre, traspasaron los muros. Otra vez, al igual que con las muertes de las siete esposas, no llegó a saberse la verdad de los hechos.
Su abuelo resolvió todos los problemas médicos y legales para arreglar las cosas y evitar casi un escándalo y dedicó la mayor parte de su vida a viajar por el mundo, conocer tierras lejanas y mujeres exóticas, de costumbres y hábitos extraños.
Sobre él circula otra leyenda. Dice que modificó el palacio con construcciones de nuevos pabellones temáticos y pasadizos secretos que conocía de memoria y por los cuales circulaba todas las noches para visitar ambientes diferentes en los que alojaba los recuerdos preciados de sus viajes por el mundo.
El abuelo falleció de una enfermedad desconocida, según parece, una fiebre proveniente de Asia, al decir de los sirvientes.
Su padre dilapidó la fortuna heredada en excentricidades: objetos de arte, estatuas, platería y cristales.
Casi a diario recibía clérigos que lo asistían espiritualmente sobre problemas con su hijo, Enzo Carlo Vittorio IV, apodado por todos, conde de Vita Rosa.
Decían que era distinto a todos los hombres de la familia, tenía trato arrogante con sus pares y despectivo y gritón con la servidumbre.
Se comenta todavía que tenía obsesión por la ropa elegante y excéntrica, los afeites personales, las fiestas Dionisíacas, las Bacanales y orgías; pero diferentes a las de sus antecesores, porque odiaba a las mujeres.
Murió joven, soltero, sin descendencia reconocida ni paternidad reclamada por un bastardo y dilapidó lo adquirido por su padre a causa de las dádivas y regalos a sus amigos. Su enfermedad fue larga y penosa, lo tuvo postrado muchos meses con infecciones permanentes y que lo redujeron de piel a huesos.
Sin herederos, el palacio fue demolido para construir un viaducto que acelerara el tránsito entre el pueblo y la capital de la provincia.
Junto a la placa del Viaducto Fontevecchia que hoy se inaugura, están los cuatro retratos.

EMILIO NÚÑEZ FERREIRO


ENSEÑANZA

Siempre me decía lo mismo: "Ven Emilito, vamos a hacer una pulseada". Mi inocencia y mi manito se aferraban a su diestra y hacían lo imposible; pero jamás se dejó ganar. Por momentos, llegué a odiarlo. ¿Qué le hubiera costado?.
Pasaban los años, y a cada tanto, me repetía lo mismo: "Ven Emilito, vamos a hacer una pulseada".
Mientras el almanaque me hacía crecer y a él lo llenaba de canas, supuse que de aquel "juego" ya se había olvidado. Pero una noche me sorprendió y volvió a desafiarme. Al principio me negué. ¡Qué se yo!. Hasta ridículo me pareció, pero insistió tanto... En cuanto nos fusionamos, comprendí que mi mano de dieciocho años ya estaba acorde a la suya.
Recuerdo su cara congestionándose y como se dilataban las venas de su frente. Tengo presente, como un estigma, su mano, debajo de la mía, sobre la "O" de vino que dejara aquel vaso sobre el mantel. Evoco su mirada con un dejo de orgullo, y su diestra cansada en mi hombro, diciéndome: "Bueno, ya eres un hombre"...
... Jamás olvidaré mi llanto en aquel baño. No porque yo fuera un hombre, ¡me faltaba tanto!. Si no, porque papá se estaba poniendo viejo.

*Este cuento obtuvo en Abril de 2008 el tercer premio del concurso auspiciado por la SADE de Morón

MATÍAS LUQUE


ESTA MINA

A esta mina en un auto, contando que tiene 27 años, y que es psicóloga, con pacientes, te lo cuenta entre un viento a joda y uno de experiencia, recién se tomo un cuarto de pepa, y parece saber de lo que habla.
Vos también sos un protagonista de la odisea. Vas en el asiento de atrás, a su lado, y vas a ser el que les entregue la droga. Nunca fuiste dealer, y tampoco un asiduo fumador de marihuana, pero te intereso la idea de mandarlo todo a chagra, quizás conocer un poco de "lo otro", ese submundo que vive a tu lado, pero también adentro tuyo.
El tipo que maneja es un conocido de un amigo. Quizás me podía hacer un favor: conectarme de alguna forma con el periodismo, uno de mis intereses actuales. Por eso y porque lo aprecio, decidí ofrecerle el porrito nuevo que me había llegado a casa, casi sin querer. Él te dice que la mina esta con vos. Y bueno mi experiencia con minas de la noche esta un poco caduca. La verdad no sabía como encararla, como demostrarle mi interés, que al principio era improvisado y hasta fingido, pero después termino siendo muy real.
En la medida que íbamos camino a casa improvisamos unas palabras entre los cuatro (había una mina más en el asiento del acompañante), pero antes de llegar me encontré que estaba peleando con la psicóloga casi a los gritos, disputando nuestros egos y haciéndonos los intelectuales.
Ahí fue cuando se despertó mi apetito sexual...
Por ende, mis técnicas de seducción se empezaron a agudizar. En mí luchaba el deseo de permanecer siendo yo y conquistar a la mina. Cuando terminó el viaje y le di un par de besos, me di cuenta que quizás, con las dos juntas, podría llevarla a la cama.

NORMA TRAFERRI


EL DESTINO DE BALDOMIR

El aspecto es lo de menos, me dije. El agente de la inmobiliaria, tenía razón. Mi presupuesto como fotógrafo de eventos, era muy bajo y no podía pretender más de que lo que estaba mirando. El aviso decía: Mono ambiente en PB Interno y luminoso. El gancho como anuncio. La verdad sobre el cuartito del fondo, sí, estaba al fondo de la destartalada casa. Era mi realidad, algo mejor no lo podría pagar.
Pude vivir allí. Construí dentro de ese pequeño sitio, mi lugar. Al entrar, sobre la pared del fondo, mis amores imposibles, las platinadas rubias de Hollywood: Marilyn, Rita, como una llama, Ingrid de Casablanca, Marlene y Greta Garbo, deslumbrándome, enigmática, con una ceja levemente levantada, diciendo no te metas con mi vida. En la pared de la derecha, sobre mi cama turca, a los que admiro muy dentro mío. Desde abajo y con la diáfana certidumbre de no poder alcanzarlos. Están inexpresivos, Shakespeare, Cervantes, Cortázar, con su mirada fuerte, Hemingway derramando vida, Kafka, Capote, María Elena Walsh, que endulzaba mi niñez, supe entonces como eran los jacarandas, también el Borges regordete y joven junto a Bioy, y el otro, sosteniendo un bastón, con la mirada perdida, contemplando su Aleph.
Los que no lo viven, no lo entienden. Pocas son mis pertenencias, delante de mi cama turca, la manta que la cubre está ya descolorida, hay almohadones, de los que he olvidado su origen una mesa baja, en ella acumuló objetos que me recuerdan un lugar, un instante, o alguien a quien quise y ya no está. La repisa con la vajilla necesaria, y no más. Un par de máquinas de fotografiar, y la estrella, el equipo de audio y mi música. Ella que templa mis días, o mi soledad. Un par de sillas con papeles, cuadernos y más cuadernos, donde algún día, pueda editar algo, si a una editorial le resultara de interés.
Conocí a Cornelius en un café irlandés. Estaba tomando una tibia cerveza negra. Él trataba de cantar canciones en un idioma que yo no conocía. De cualquier manera las sentía como algo mío que hubiera perdido. Nos pusimos a conversar. Así supe del origen celta de sus letras. Terminamos de madrugada, inmersos entre cuentos de Bardos y dioses Celtas que yo desconocía. Nos hicimos amigos. Teníamos una afinidad que nos extrañó a ambos. Me invitó a su casa. No podría ser otra, luego supe era arquitecto. Era de una áspera estructura Celta. Presidiendo la sala se erguía una columna, réplica de una que se encontraba en la puerta de una iglesia en Irlanda. Todo allí era una perfecta mixtura, cálida y pagana. Me subyugaba. Él se sorprendía por mi interés y conocimiento. Sin él saberlo, estaba ante un loco por la lectura y las raíces de los pueblos. Mañana te invito a mi castillo. Le dije. Cenaremos pizza.
Nos encontramos en el centro, y de allí hasta Floresta, cuadras de casas viejas. Caminamos el largo pasillo. Conocerás la verdad sobre el cuartito del fondo. El aspecto es lo de menos, me contestó. Cuando entró, me dijo: Tu ambiente es tu reflejo. ¿Es un elogio? ¡Si, hombre! me dijo riendo. Pasó un tiempo y Cornelius casi prefería mí casa. En el barrio se hablaba del inquilino del cuartito del fondo y ése extraño amigo que solía pasar casi toda la noche. Les resonaba orgiástico, casi un escándalo.
Luego de un tiempo, regresaba esa noche Baldomir a su cuartito. Los bomberos estaban en la puerta de calle y los vecinos mirando. Al acercarse, vio su vivienda envuelta en llamas. La desolación se pintó en su cara. Había perdido todo. Lloró sentado en el cordón de la vereda. Amanecía cuando los bomberos recogían sus mangueras y los vecinos se volvían a sus casas. Baldomir quedó solo. Fue hasta un teléfono público, y habló con Cornelius, le contó su desgracia. Salgo para allí, dijo.
Sería un lunes bien negro. Eso cambiaría el destino de Baldomir.
Llegó Cornelius y lo abrazó con afecto. Se sentaron sobre el cordón de la vereda, frente a la puerta abierta del pasillo. Miraron. No quedaba más que un poco de mampostería en pié. Baldomir, dijo Cornelius: Tengo una invitación para hacerte. En un mes, viajaré a Paris, allí visitaré a mis padres, y luego me largo a la aventura del camino Celta en la Bretaña. Muchas veces lo postergué. Quiero andar, ver, tocar esas piedras. Vos sabés a lo que me refiero. Sería para mí una alegría poder hacerlo con un amigo y mis padres se alegrarán.¿Me acompañás?
Mañana te contesto que sí, Cornelius. Quizá, sea tiempo de parar y dar de nuevo.

CORA STÁBILE

YO, EGLÉ

Llegué a Buenos Aires a mediados del mes de abril en uno de esos años de la agitada década del setenta.
Nací casi sin pelo, esmirriada y enclenque, única hembra de una camada de cuatro pequeños gatitos.
Mi dueña decidió llamarme Eglé, un tiempo después supe por qué: ese era el nombre que Horacio Quiroga le había puesto a su primera hija y él era uno de sus escritores preferidos (escuché esa historia una tarde en que yo reposaba sobre su falda y ella charlaba con una amiga).
Me gustaba mucho tomar leche y corretear tras las pelotitas de papel que los chicos hacían para mí, pero lo más lindo era jugar con los ovillos de lana del canasto cuando Doña Elisa tejía sentada cómodamente en el sillón de mimbre que ubicaba dentro de ese cuadrado de sol que entraba por la ventana. Yo muchas veces me echaba en el sillón verde simplemente para disfrutar de los cálidos rayos dorados.
Fui creciendo amparada por los tiernos cuidados de mi ama y jugando entre las piernas de Fede y de Nico.
Cuando comenzaron a suceder cosas extrañas en mi cuerpo me sentí inquieta.
Un día aparecieron unas gotitas rojas en el piso y yo rápidamente pasé la lengua y las hice desaparecer, tenía miedo que se enojaran conmigo.
Una noche escuché el imperioso y lastimero llamado del gato del vecino, sin dudarlo fui a su encuentro. Una inmensa luna llena iluminaba la azotea en la que nos encontramos: allí conocí el amor.
Mis maullidos eran cada vez más agudos y yo no podía evitarlo, el dolor y el placer habían hecho presa de mí.
Al poco tiempo advertí que empezaba a engordar en forma exagerada y sentí vida creciendo en mi interior.
Un tiempo después nacieron tres gatitos que se me parecían mucho, supe que había sido madre y los cuidé con amor; los amamanté con placer, felizmente mis amos no nos separaron, pero a los treinta días del nacimiento comencé a sentirme enferma, casi no podía caminar y me dolían hasta las uñas.
Una noche serena que presentaba un cielo tachonado de brillantes estrellas y con una hermosa luna llena, como la de la primera vez, me acosté junto a mis hijitos que se acurrucaron cariñosos a mi lado. Al rato me dormí profundamente y nunca más desperté.

ALICIA INÉS CHILIFONI

TU BESO

Mirá que hay formas y formas de decir las cosas, pero esta manera tuya, es la primera vez que la escucho. Fue como si me hablara la parra grande del patio aquel, en cuya sombra anidábamos todos, con tero y tortuga, y el brocal, anticipo de la chorreante frescura dulce del agua del pozo.
Porque me contaste a mí sola, en un código secreto que sólo vos y yo desciframos, lo que valen una vida con sentido, la gratitud por lo más simple, el disfrute de cada instante, el mirar el hoy sin perder tiempo en masticar rencores, el poder del amor que te rodea, y te penetra hasta rebalsar, como el balde de mi pozo trepando pesadote con su soga y su roldana.
Tus ojos, dos carboncitos santiagueños, me dijeron en clave: acercáte. Y te hice caso. Me incliné sobre la cama, y tu brazo agarrotado desde el día fatídico, rodeó, como pudo, mi cuello, y llevó mi cara, que se dejaba llevar, a tu beso. Silencioso, blando, largo beso, demorándose tanto como duró tu abrazo. Fue sólo el dormirse en mi mejilla un pétalo .
Como alas de mariposa se posaron tus labios entreabiertos, para decirlo todo. ¡Cuánto me hablaste en ese silencio mucho más hondo que un himno de amor y más sentido que todas las poesías del mundo juntas!
Ahí tenés. Lo conseguiste, ¿ves? Pero, no! No vas a verme así. Corro al patio, a llorar a gusto. Es mi modo de celebrar.

ADRIÁN N. ESCUDERO


AQUEL HOMBRE, AQUELLA MUJER

........................................A los que intentan y no pueden amar

Aquella figura, olvidada durante tanto tiempo, ahora me salía al paso, venía en mi ayuda, me ofrecía un punto de apoyo; tanto para ella como para mí. Como en un cerrar y abrir de ojos después de su larga ausencia.
Le rogué, casi temblando por la emoción -al recordar nuestras noches de café literario, de vino, chanzas y amores malhabidos-: "Quédate en el surco de la ternura... Y nunca más vuelvas a alejarte. Déjame mirarte como aquella última vez cuando el buquebús partió hacia el Uruguay, y te perdí de vista junto a la bruma del Río de la Plata. Mira que, no lo dudo ya: estamos tan solos con nuestra propia vida en las manos...".
Hubo esperanza en mi ruego. "Vi también sus ojos, que efectivamente no dejaban de mirarme, llenos de promesas".
"Finalmente, ¿lo habré conseguido?", pregunté a la luna, anhelante y alelado, como tratando de colocar los pies en las huellas invisibles que dejaban los suyos.
Claro, porque por un instante dudé y creí que todo no sería más que vana ilusión. Fue cuando prendió el cigarrillo que extrajo con aquellos dedos finos que me habían hecho sufrir el dolor de su aguijón de mujer despechada por los celos y la desconfianza en mis caricias trasnochadas ya por muchos desencantos, pero también gozar del arrebato furioso de sus arrullos de amante, mientras el silencio, ese agujero negro que no cesaba de crecer y devorar palabras, nos ahuecaba en un perfecto nido de jadeos compartidos...
"Pero, ¿y si él no era más que una brizna de polen arrastrada por el viento?", pensó ella volteando la cabeza y arrojando a la oscuridad de la noche portuaria su inútil dosis de cigarrillo no fumado.
Un buque bramó cercano su lamento nocturno, y la luna, tembló en lo alto.
Su mágico influjo no bastaría para convencerla de que alguien como él, cuando lo que en realidad destacaba era su mediocridad de hombre solo y egocéntrico (incapaz de superar la prueba del arrojo y de la fortaleza como suprema cualidad para la valoración de cualquier situación extrema), podría volver a amarla con sinceridad...
"¿Entonces, qué hago de nuevo acá -se planteó-, en esta Buenos Aires fría y desolada a pesar de su arrogante multitud de alturas olímpicas pero sin el olor a canela ni a fragancia a sándalo o a dulce de vainilla, como las que respiro a diario en mi silvestre pueblo de líquenes y sueños, de ríos charrúas y entrerrianos, trasegados por barcas turbulentas de naranjas...? ¿Buenos Aires, con sus vidas eléctricas y punzantes, pero arrumbada yo como un mendigo en el pecho de un hombre al que todo dolor le llega sin asombro?"·.
"Mas no puedo volver a partir, y que todo sea como un deja vu para mi vida. Si debo quedarme con él, es el momento. No habrá retorno. Pero si vuelvo a partir, debo encontrar la manera de hacerlo con dignidad. Con dignidad para él y para mí, de suerte que la decisión que adopte no dependa del miedo a una nueva traición, ni tampoco demasiado de esos testigos fizgones y borrachos que asoman, desafiantes, tras los lúgubres contenedores de acero del puerto, apilados como muertos innominados en la fosa de una noche que me abraza, ahora, con sus presagios ominosos... Aterrada locamente yo, estremecida por sus bocas desdentadas y sus barbas raídas por la intemperie del tiempo y la mezquindad del mundo...".
"Porque le va a doler... Sí, y ya no quiero que me haga y hacerme más daño".
Entonces, con aquellos dedos de aguijones y caricias, hurgó con valentía y destreza su bolso de viajera, extrajo la pistola y, sin hesitar, le explotó un disparo en el centro del pecho asombrado de dolor por vez primera, abriéndole una rosa de sangre mutilada que, esa noche, de absurdo reencuentro, festejaría como propia...
Mientras, la luna, herida y olvidada como supremo testigo del despecho consumado, veló el rostro y apagó su magia incomprendida.-

GABRIEL BRENNER

LA VECINITA

Estoy en el Café de La Subasta. Veo un largo local en la penumbra, sólo interrumpida por los dos focos que dan claridad sobre las cabezas de los visitantes. En el fondo del local, donde estoy sentado, hay más de cinco mesitas cuadradas de madera muy oscura, algunas están rodeadas por duras sillas.
Enfrente mío hay una vitrina refrigerada con estantes llenos de botellas de gaseosas, cervezas y algún espumante. Luego un mostrador con una exhibición de cristalería, platos, copas, platos, y unos botellones. Hace demasiado frío para disfrutar un largo trago. Se escuchan las voces lejanas del cajero que habla con el mozo, y un joven parroquiano ,con una gorra de béisbol con larga visera, está charlando con el dueño del local para impresionar a la bella joven que lo acompaña.
Me levanto y atravieso el largo pasillo buscado la puerta de esta vieja casa que en otros tiempos tenía un jardín convertido, ahora, en parte del salón cubierto con un techo de vidrio y una salamandra de hierro calentando la tarde.
De pronto me encuentro mirando la cara de una chica esperando, me mira y da vuelta la cabeza y yo me quedo intrigado al no reconocerla. Trato de recordar, pero las imágenes se fugan. Me voy caminado una pocas cuadras y cuando llego a puerta de mi casa se me aclara su figura. La he visto muchas veces subiendo y bajando por el ascensor del edificio. Cuando llegué a mi departamento me olvidé de todo el asunto.
A la mañana siguiente, cuando salgo de casa, me encuentro en el palier de mi piso con dos jóvenes esperando el ascensor para ir a la planta baja. De pronto, al abrirse la puerta aparece ella que venía de un piso superior. Todos entramos al elevador. Linda carita, lindo cuerpo, una cálida sonrisa, muy simpática, pienso. Buen día, me dijo, alargando las palabras y sus mejillas, como esprando un beso. Nos volvemos a encontrar, dije con vergüenza, quizá por la diferencia de edad. ¿Me invita a desayunar? Sugiere. Yo, sorprendido no pude decir una palabra. Uno de los jóvenes intervino: Así da gusto empezar el día con una tan linda chica. Todos nos reímos y yo le contesté balbuceando: Si, será un placer, y comenzaron las bromas de los muchachos. Cuando llegamos a la planta baja lo jovenes se despidieron deseándome suerte.
Yo me quedé sólo con ella, aún no conocía su nombre y no sabía por donde empezar tan apabullado que estaba por su belleza y juventud y menos sabía qué decir. Ella me volvió a la realidad antes de cruzar la avenida ¿Le parece tomar un buen café en el bar de la esquina?. Ahí, bueno y mi corazón se tranquilizó.

JUANA SCHUSTER


COINCIDENCIA

Él también iba de faroles en faroles que llegaban desde los navíos.
Éramos dos mariposas nocturnas. Tenía todos los atributos: misterioso, oscuro, movedizo. Se acercaba al agua atrapado por su retrato que hacía pequeños movimientos ondulantes.
Sus labios parecían rezar una plegaria. Me miró, contemplé su rostro de rasgos griegos.
Por la mejilla se deslizaba una lágrima perdida que no hallaba el camino de regreso.
Algo nos unía. A los dos nos vestía una melancolía infinita. Tal vez él, cansado de amontonar desdichas.
Mi sombra se había apartado para recostarse en un paredón grisáceo junto al muelle. Nos observamos de cerca, anhelantes. Él pasó su brazo sobre mi hombro. Apoyé mi cabeza en su pecho.
No lo hagamos, -dijo.
Volveremos mañana.

MARISA PRESTI

AQUILES Y EL DOCTOR OCHOA

Las cosas que Carmela tenía para decir podrían haber llenado varios tomos, si se le hubiera ocurrido escribir su biografía, hecho que nunca ocurrió por la sencilla razón que su temperamento no estaba inclinado a la escritura. Pero lo que no dijo, fue guardado celosamente en su interior. Y acumuló palabras, buenas y de las otras. Guardó sinsabores, angustias, pero sobre todo guardó una bronca tan grande que le faltó espacio. Fue cuando empezó a comer de más; los kilos se le notaban, aumentando al mismo tiempo que sus frustraciones. Todo iba para adentro, nada salía de ella más que el lenguaje básico y necesario para mantener la diaria rutina de la convivencia.
Federico Ochoa era uno de los médicos más renombrados en su especialidad. Además de ser el marido de Carmela, era el favorito de cientos de mujeres que iban periódicamente a consultarlo. Había visto más genitales femeninos que taxis en la calle, y Carmela lo sabía. Pero ése no hubiera sido un problema si el doctor Ochoa, fiel a su compromiso médico, hubiera respetado los límites de su profesión.
En el último cajón del placard habían quedado olvidados los dos conjuntos de broderie negros, el body rojo y la tanga diminuta que en otras épocas los dedos de él desnudaban de su cuerpo. No quiso pensar cuánto hacía que no la tocaba, pero su piel se fue poniendo áspera y sus células lloraban la celulitis prematura.
No tengo pruebas, pero estoy segura, se decía Carmela a toda hora, mientras iba y venía por la casa silenciosa, obligada ella misma a cumplir con lo que consideraba deberes de una buena esposa. Un día se le cayó un florero de cristal de Murano, uno de los tantos obsequios que el doctor Ochoa recibía de sus pacientes, y fue cuando se dio cuenta que le temblaban las manos. Unas semanas más tarde, resbaló en la cocina y cayó duramente sobre el piso de mosaicos, haciéndose un esguince que la obligó a guardar reposo por bastante tiempo.
Federico no parecía preocupado.
En realidad, no lo afectaba lo que sucedía en su casa, su prioridad era el trabajo en la clínica, atender el consultorio, mantener el prestigio. Se iba temprano a la mañana, después de un ligero café y un rápido beso en la frente que le daba a su esposa. Cuidate, cariño, eran las palabras de despedida hasta casi la medianoche, si puedo te llamo. Pero nunca tenía tiempo, hacía llamar a su secretaria, y Carmela resistía la voz melosa e impersonal de la mujer que compartía más horas con su marido que ella misma.
Cuando llegó el crudo frío del invierno, la gripe se apoderó de su cuerpo. Temblaba en la cama, arropada con varias mantas, con la vista fija en la ventana del cuarto, mientras su mente sumaba más angustias y sus órganos se estremecían de broncas viejas y nuevas. Emilse, la mucama, fue la compañía que Fernando le dejó para compensar su ausencia. A pesar de las horas que pasaban juntas, no habló con ella más de lo necesario.
Unos meses atrás, su médico clínico le recomendó hacer terapia: Usted necesita descargar, está muy tensionada, le puedo recomendar un buen psicólogo. Se lo agradeció, hasta guardó la tarjeta con los datos en el bolsillo de su tapado por varios días. Pero interiormente pensó: No tengo por qué contarle mis problemas a un extraño, que me dejen de joder con la psicología.
En la cocina, que siempre había sido su lugar de creación, empezó a enredarse con sales y condimentos. Se le pasaba la cocción o la dureza se sentía en los dientes. Caldos aceitosos, salsas picantes que insultaban el paladar, pollos de pechugas crudas, todo quedaba en el plato frente a la mirada indiferente de Fernando. A veces le decía con tono sereno: No te preocupes, comí algo en el consultorio. Carmela supo entonces que el abismo era más profundo de lo que suponía. Y agregó más pan y golosinas a su dieta.
Una mañana, Federico la despertó, sacudiéndola por los hombros. ¡No pude dormir en toda la noche, te la pasaste roncando! Carmela se sobresalta, se asusta, se disculpa con voz tenue. Pero el malhumor de él da vueltas alrededor de la cama: ¡Vos sabés que si no duermo bien no sirvo para nada! ¡Y tengo un montón de mujeres esperándome!
Se sorprende al verlo salir, por fin, de su amable desprecio cotidiano. Carmela vuelve a disculparse. Promete no hacerlo más, como los chicos, y por primera vez sonríe para sus adentros. El talón de Aquiles del doctor Federico Ochoa ha sido descubierto.

FRANCISCO DIEGO GONZÁLEZ


UN PUTUTU EN LA NOCHE DE LOMAS DEL MIRADOR

Fui a dar clases de violín, como todos los martes, a la escuela de música que dirige Luis Mounier en Lomas del Mirador. Faltaron mis dos alumnos, así que durante la primer hora, mientras los esperaba, nos pusimos a tocar. Yo el violín, él, la guitarra. El haber egresado en el conservatorio Leopoldo Marechal más su vasta experiencia en grupos y dúos, lo acreditaban de una gran solvencia a la hora del acompañamiento y la improvisación. Hicimos una zamba, un tango y una chacarera. Tomamos mate cocido, conversamos... Luis es un gran conversador, los temas se iban sucediendo, pero todos estaban relacionados con la música. Además de enseñar guitarra, bajo, piano, flauta y canto, se había especializado en el estudio y fabricación de instrumentos que ejecutaban los pueblos originarios de América, pero también reprodujo algunos ejemplares de África y Asia. Los distintos, innumerables objetos musicales decoraban las paredes del pequeño local. A muchos yo los conocía y los había observado la primera vez que fui: Allí estaban las quenas y quenachos, las tarkas, los sikus...
Sobre una de las paredes había una tira de hierro dónde colgó su colección de cuerdas; Sus guitarras criollas, su guitarra eléctrica, el bajo... En clases anteriores había tocado el tiple (Parecido a la guitarra pero más pequeño, con cuerdas triples. Es originario de Colombia, y ha llegado también a Cuba y a los países del caribe)
Tampoco había mostrado dificultad para sacarle melodías a su violín. (Le fabricó el puente y una clavija) Le indiqué algunas cuestiones técnicas y la forma correcta de tomar el arco.
Me contó que tocaba el charango, y que siendo profesor había conocido a su mujer...
Arriba de la puerta colgaban sus trompetas autóctonas que él mismo había confeccionado a la manera antigua: El erke utilizado en el carnaval en el noroeste Argentino. (Consiste en dos cañas insertadas de al menos un metro y medio cada una. Para sacarle los nudos a la caña había tenido que introducir con verdadera paciencia y dedicación, un fierro que fue abriendo camino) En la punta tenía una trompeta de metal por dónde salía el sonido. "Entre los graves y los agudos podés hacer un acorde mayor"...
Tenía otra caña con una trompeta de cuero que tocan los mapuches. En esta ocasión había abierto la caña en forma transversal, le había sacado los nudos y vuelta a cerrar, y para que no se escape el aire selló la junta con tripa de no sé que animal...
Otra trompeta consistía en un pliegue de una corteza de laurel que tocan en África. Le costó hacerla sonar y finalmente lo consiguió. Era algo así como el barritar de un elefante tímido. ( El ojo musical de Luis esta muy preparado para buscar en la naturaleza y en todas partes los distintos materiales para producir sonidos)...
Pero la trompeta que más sonaba era el Pututu: Aquel gran caracol que usaban los incas en toda la costa del pacífico. Soplaban de uno de los extremos previamente acondicionado y el sonido salía fuerte y puro, como un balido de cabra ronca que atravesaba las montañas. (Era tanto el volumen que hizo vibrar los parches y las cuerdas de los otros instrumentos que había en la escuela) Los incas lo utilizaban para anunciar la presencia del enemigo, y en las fiestas de la agricultura, cuando salía el sol, para rendirle culto a la Pachamama.
Me mostró unos cuantos arcos que colgaban de la pared. Eran, creo, de origen mataco. Tenían distintos largos y curvaturas, los extremos unidos por un hilo que frotaba con otro arco más pequeño. La verdad es que no pude comprender muy bien sus sonidos...
En una estantería había piedras redondas y chatas, de distintos tamaños, dispuestas en forma vertical a imitación de los países de oriente. Al golpear las piedras producían un sonido seco, y cada piedra era una nota musical...
Y así el maestro siguió contando historias, tocando uno y otro instrumento, soplando otras cañas que le resultaban difíciles " Cada vea que voy a dar una charla semana porque enseguida Me contó de cómo había hecho los sikus de Pvc y de los tapones que le puso para poder regular la afinación.
Me enseñó sus tachos de helado, parches de cinta mediante y decorados con las coloridas palmas de las manos de sus alumnos de jardín, convertidos en tambores.
Hice sonar unas semillas que recolectó al pie de un árbol. Las unió con unas lanas y, al agitarlas, sonaban cual sonajero. Al lado de las semillas estaba el bombo y unos platillos.
Luis es un gran lector de historia y arqueología. Un investigador, un antropólogo musical. Con las fotografías publicadas en los libros reprodujo okarinas en cerámica. Me contó que tenía muchas okarinas con distintas afinaciones que representaban a múltiples étnias de los pueblos originarios...
Abajo del título del conservatorio y de una foto dónde se lo ve cantando en una formación de trío, está la biblioteca en cuyos estantes hay libros de partituras, sonatas de Bach, libros de pedagogía, de confección de instrumentos, biografías de músicos...
Seguimos hablando y hablando y escuché con atención sus teorías y pensamientos. "Los europeos no inventaron nada. El violín y la guitarra, por ejemplo, son evoluciones de la cítara que inventaron los griegos. Muchos instrumentos vienen de oriente, de dónde ahora es Irak" ...
Sopló una flauta hecha con Pvc, de afinación muy distinta a la convencional. Con un afinador electrónico me mostraba las alturas de los sonidos que no guardaban ninguna relación entre sí, sin embargo lo que tocaba resultaba armonioso. Me mostró un gráfico con una anotación musical que había inventando para leer la música compuesta para esa flauta...
La clase de violín que no pude dar se convirtió en una hora y media de clase magistral de musicología. El tiempo pasó volando. De pronto eran las diez y me estaban esperando mis mujeres... Lleno de historias y de música, pedaleé los cuatro kilómetros hasta Liniers. Pensaba en Luis, en su escuela y en sus palabras. "Mi sueño es abrir un museo para exhibir todos estos instrumentos"
En la semana las ideas fueron macerando lentamente. Poco a poco rumiaron sus palabras para escribir esta crónica.
Pensé que la imagen del Pututu era la más fuerte, la más representativa, sin dudas la más sonora.
Quinientos años de masacre y colonización no habían podido exterminar con la cultura de los pueblos originarios... Aún sobrevivían sus historias, sus instrumentos, su música.... En un pequeño rincón de Lomas del Mirador volvía a crepitar el fuego de nuestras raíces. El pututu nos reconciliaba con la memoria ancestral de los hombres y mujeres que vivieron libres en nuestro continente.

MARCOS RODRIGO RAMOS


HACER ALGO

En su sueño se había visto desnudo, en medio del campo, solo. Nada en el horizonte. El sol lo acariciaba sin excederse y una suave brisa traía una melodía que no podía reconocer pero que disfrutaba. La música, o el viento, le traía paz, tranquilidad, libertad.
Despertó molesto, sin querer despertar. La nausea se apoderó rápido de sus sentidos y corrió al baño. Ya repuesto prendió la luz de la mugrienta pieza de hotel y fue a despertar a Gloria. Notó que ya comenzaba a notarse el embarazo. Pensó en la frase de su "viejo" y en silencio le dio la razón: "lo barato sale caro".
La dejó en su casa. "Mamá me dio como plazo hasta que nazca el bebé para que me vaya", le dijo Gloria con sus apenas recién cumplidos catorce años.
Pensó en no entrar, en mejor dormir en el auto pero desistió. Los chicos estaban durmiendo. Su mujer le acercó la comida recalentada y le sirvió mientras fumaba en silencio. "A mí no me importa lo que hagas afuera pero de acá no te vas" le dijo sin gritos, sin nerviosismo, sin amor.
Él prendió un cigarrillo y se sentó frente al televisor con el mate mientras miraba las boletas de los impuestos vencidos, los comprobantes de las cuotas a pagar, la nota del almacenero diciendo que no hay más fiado hasta que pague.
El bebé comenzó a llorar con todas sus fuerzas. La madre le dio una mamadera con agua para calmarlo pero no hubo caso, cada vez gritaba peor. "La criatura necesita leche" le dijo entregándoselo. Sintió asco del tremendo olor a pis y a vómito de su hijo pero sabía que decir algo hubiera sido para peor.
Aprovechó cuando su mujer fue al baño para irse despacio dejando al bebé llorando en el sillón. Oyó que lo llamaban pero siguió de largo. Tanteó su pantalón, encontró diez pesos, eso era todo lo que le quedaba hasta dentro de quince días en que le pagarían en la remisera.
En la esquina una mujer, o alguien que parecía serlo, esperaba fumando.
Pensó que con diez pesos quizás pueda hacer algo.


VERÓNICA IGNATTI


ELLA COMO TODAS

Ninguna será como ella, la tarea de sustituirla se torna difícil...
Aún recuerdo la mañana que la vi por primera vez. La firmeza de sus formas, su cabello sedoso, su cuerpo curvilíneo me cautivó al instante. Pero como siempre sucede, los años dejaron sus huellas y la figura otrora cautivante, está magullada, fofa, deforme. La tersura es propiedad del pasado, todo en ella se ha vuelto áspero, rugoso, sus caricias lastiman. Los cabellos quebradizos y opacos, caen irremediablemente o asoman desde lugares insólitos. Me cuesta admitir (y ver) que ella fue la primera que rozó las paredes de mi cuarto, llenándolo de vida, vida que hoy se empeña en descascarar. Si hasta me avergüenzo al evocarlo.
-Señor, son veinte pesos.
-¿qué? Ah!! sí...tome.
Finalmente, quien creí eterna sucumbió a la suerte de todas. La brocha gorda se resiste a realizar su trabajo decentemente.

NORMA PADRA


LA MODISTA

Estaba hojeando una revista de modas, cuando a Corolina se le ocurrió tener un vestido similar a que estaba luciendo la modelo que posaba para la foto del día de la primavera.
Salió a comprar la tela y llamó a Raquel, la modista que le habían recomendado.
Le entregó la tela, el molde, la revista, los botones, el cierre de ropa, la cinta de gros.
Raquel en la primera prueba, le demostró su ineficiencia.
No tenía ni el diseño!!!
Puesto el "vestido" en Carolina, tomó los alfileres, y tomó la tiza, y la tijera, y el centímetro, y pinchó la tela, Carolina también estaba sintiendo pinchazos.
Y no le puso el cierre, ni los botones, ni la cintura, ni el dobladillo, ni los ojales, ni las mangas, ni el cuello, ni las pinzas, ni los bolsillos, ni las hombreras, ni el pespunte, ni el bies, ni el cinturón.
¿Qué era eso? Acaso una bolsa de papas...
Carolina trató de superar ese mal rato, juntó toda su paciencia, sabía que la tela estaba destrozada por los tijeretazos.
Le dijo a Raquel que se llevara esa tela mal cortada, los alfileres, los moldes, las agujas, el centímetro, los ojales, y las ganas de ir a la fiesta con ese vestido.
Agregó: "no te olvides de borrar mis iniciales, de sacar los pespuntes, de borrar mi teléfono de la lista de clientas y tirá el vestido al basurero".
Ambas rompieron en un llanto.

MARTA JULIA RAVIZZI


A LA DISTANCIA

"… la vista, se ha dicho, es un tacto
a la distancia…"

Macedonio Fernández

Repetido en los espejos que de noche alejás
o brillan porque la luna se ha instalado allí.
Acaricio tu figura te traigo a este presente
desde más allá de la distancia,
tan lleno del verdor de aquellas horas
en que teníamos
calidez y frescura en las palabras.
Éramos huerta recién sembrada,
algunos brotes,
la cosecha.
El viento no intentaba dividirnos.
Hoy, a lo lejos,
mi mano es caricia que intenta enredarte,
sin que vos te des cuenta.

Del libro "DECIR PALOMAS"

QUICKLY QUICKLY


Primero
los puntos naranja
diez parecen ser
la luz estaba apagada
y cuando se encendió
la vi a
ella
nacimiento de la imagen
sus cabellos ocres
y sus pechos jóvenes
la circundan

Los ojos miran a un lado
entre tristeza y bronca
asombra increíble
la boca calla
-no mientes-
me tomas del brazo
pero no del sentir

Ángel
ocre dormido
la boca descansa
y los ojos miran el interior
ancha nariz
absorbe el aire
naranja jazmín
dormita en encanto

Algo esconde
oculta
ojos traicioneros
piden comparación
nariz en punta
hace sombra sobre
la comisura de los labios
los huesos marcados se ven
hundida clavícula
aumenta oscuridad


DANIEL PÉREZ


DEL ASTILLERO DE LOS OJOS

del astillero de los ojos
partían barcos a la deriva

velas de nada desplegadas a los vientos

popa sin proa sin timón
promesas entre los dientes de la memoria

cuervos de colores
escarbando la caries
donde se gesta la historia

GALERIA DE ARTE ALBA

GALERIA DE ARTE ALBA
Calendario 2008

5 al 19 de Marzo - Liliana Voss
26 de Marzo al 11 de Abril - Colectiva Liliana Voss
30 de Abril al 15 de Mayo - Celina Dubin
21 de Mayo al 5 de Junio - José Luis Crichigno
11 al 26 de Junio - Colectiva Beatriz Pappoto
16 al 31 de Julio Elsa Nélida Arena
27 de Agosto al 26 de Septiembre
22 de Octubre al 7 de Noviembre
12 de noviembre - Muestra colectiva de AAPAS

Av. Belgrano 875 - Capital Federal (1092) Telefax : 4343-9411
Inauguraciones : de 19 a 21 hs. Galería ; Lunes a Viernes de 11 a 17 hs.
Remitir material y antecedentes para evaluación
o conectarse telefónicamente con Paula Sánchez

PAPELITOS


Concurso de Cuentos de Ciencia-Ficción El Mono Confundido
Con motivo de celebrarse los 25 años de su creación, el Instituto de Física "Arroyo Seco" (IFAS) de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, convoca al Concurso de Cuentos de Ciencia-Ficció. Las obras concursantes deberán enviarse a IFAS, UNCPBA, Tandil 7000, Buenos Aires, Argentina. Para recabar información adicional, escribir a Héctor F. Ranea Sandoval hranea[@]exa.unicen.edu.ar
XV CONCURSO de Cuento y Poesía "LEOPOLDO MARECHAL" 2008
La Dirección de Arte y Cultura del Municipio de Morón informa que está abierta la convocatoria del XV Concurso de Cuento y Poesía Leopoldo Marechal Cierre: 15 de septiembre de 2008. Los trabajos pueden presentarse personalmente o remitirse por correo a: Concurso Literario "Leopoldo Marechal", Biblioteca Municipal "Domingo F. Sarmiento", Brown 763, Morón (1708). INFORMES: (011) 4483-2142 - Lunes a Viernes de 9.00 a 18.00.
El Instituto Estudios Turolenses convoca el XX Concurso "TERUEL" de Relatos
Los trabajos se enviarán al Instituto de Estudios Turolenses antes 1ºde septiembre(Apartadode Correos 77, 44080- TERUEL, España), indicando en el sobre: Para el Concurso "TERUEL" de Relatos. Mayor información: E-mail: ieturolenses@dpteruel. es
La Asociación Argentina Tango al Mundo y EL FORO DE LA MEMORIA DE POMPEYA
"PEDRO JOULIE" entidades sin fines de lucro, cuyo propósito es difundir el Tango en todas sus manifestaciones y la Cultura en general, realizan, con el Auspicio de la Academia Porteña del Lunfardo, Acho Manzi, Club Atlético Boca Juniors, y Distribuidora IOANNE,Certamen Internacional de "Cuentos Breves Lunfardos" Tema: El Barrio" Asociación Argentina Tango al Mundo - Lima 1693 - 6º -"52"- Buenos Aires - República Argentina - CP (1138). La recepción de los trabajos quedará cerrada el 30 de Septiembre de 2008.