viernes, 3 de octubre de 2014

Rodolfo Livingston



POEMAS Rodolfo Livingston (argentino, arquitecto)


GRACIAS
Suena la música inmensa del Brasil
bailo solo
mirando las nubes, en mi terraza.
Me río y lloro, poderoso de mí,
pobre de mí
que estoy tan triste y tan raro.
Mi corazón me dice sin embargo
que estoy terriblemente vivo
porque puedo amar
porque puedo llorar
y porque puedo bailar sobre mis lágrimas.
Gracias Gina,
Gracias María Luisa,
Gracias Juanito,
Gracias Laura, Orlando, Tato y todos mis amigos.
Gracias por ayudarme a vivir
por enseñarme a querer y
gracias a Dios por estar vivo.
Buenos Aires 10 de Noviembre de 1982
A  MI  HERMANA
A veces estoy muy lejos
De ustedes y cerca de mi infancia.
Que pasó, que fue lo que pasó María Luisa, en estos años
De pronto, ó poco a poco, no recuerdo, cambiaron los veranos.
Se derrumbaron las paredes queridas
De la infancia.
Esta tarde entré muy despacio
Y observé nuestra casa de Mar del Plata,
Blanca, con listones negros asomando.
La enredadera, la verja amarilla,
De madera.
Todos los cuartos guardan sonidos conocidos.
Era una casa con rincones, con escalera
Y con alma, como deben ser todas las casas.
Vereda de bicicletas, magnolia, banco,
Tarde y espera.
El almuerzo está servido.  Están todos en la mesa.
Unos son “los grandes”; mis primas, mamá (que llega tarde),
María Elena y Horacio querido con sus ojos azules.
Traemos el mar salado, arena en los bolsillos.
Todo está claro, entra luz por la ventana del jardín.
Papá llega en su moto colorada, el sol,
La siesta, los pantalones, el auto, todo estaba claro.
Yo quisiera que fuera todo de nuevo,
De nuevo el verano todos juntos,
Es que el mundo ha cambiado querida.
Me preguntás que pasó.
Por la calle pasaban otras gentes
Y yo empecé a mirarlas.
Remonté los trenes de mi patria,
Escuché las canciones de los pobres,
Ví una multitud con banderas, con cantos,
La esperanza colgando triste, a un costado.
Primero yo dí un paso.
Después ví sus ojos de espanto,
Miré sus harapos y fue mío su llanto.
Salté por la ventana (de mi infancia).
Ahora estoy con ellos para siempre,
Instalé mi juventud en su esperanza
Y levanté el lápiz, mi palabra, apoyé mi mano
Sobre el hombro de mi hermano anónimo,
Subo a sus camiones, con ellos,
Y veo pasar los días tan lejos de mi casa.
A veces, es cierto, estoy muy lejos.

A   MI   HERMANO  HORACIO
Yo volví para buscar
Los rostros de mi sangre que quedaban
Y encontré tu soledad
Guitarra triste
Tenías los ojos más cambiados
Te parecías a los retratos de papá
Cuando era joven.
Tenemos treinta años pensé
Esta noche y te reías y ví
Que estamos solos.
Entonces, hermano, querido,
Ví tu sangre y la mía,
Juntas,
Como si el mundo fuera otra vez
En tu sangre y en la mía.

                        EN  LA  PLAZA  DE  SANTIAGO  DE  CUBA
Festival de coros, en la plaza de Santiago. Las boinas rojas de los pioneros y sus caritas atentas. El niño Dios y pa´lante, pa´lante…. Los coros de Camagüey, de Santiago y de La Habana. Un coro baja del escenario bailando y el director baila con ellos.  Son coros de obreros, de campesinos, de ex - aburridas oficinistas, es el pueblo que canta y el público se convierte en coro bajo la luz blanca en el aire fresco de la plaza nocturna.
“…..milicianos adelante….. no somos uno, ni somos dos….”
La expresión concentrada del hombre de pelo blanco. Seguramente ha visto muchas cosas y medita. Los negritos en la punta del asiento, con la boca entreabierta.  Sube un coro, y otro coro, de niños, de adultos;  son las doce de la noche y estamos todos de pié, los brazos en alto entrelazados.  La Internacional.  Mi mano blanca, la veo en alto, apreta una mano negra; se recortan contra la cúpula de la iglesia.
Socialismo y navidad cubanos
En el aire tan fresco
De la plaza de Santiago.
Las espaldas de las negras
Y un ángel de yeso, allá en lo alto de la iglesia apagada.
                                                                        Santiago de Cuba, 25 de Diciembre de 1961.

                                    NAVIDAD  CON  LOS SOLDADOS
El horizonte es una línea tensa en los ojos fijos de las postas.
La silueta de un barco, la luz furtiva de un avión.   Las amenazas de siempre. Un llamado por la línea telefónica comunicando la novedad y los dedos repasando siempre las armas engrasadas, la precisa mira del cañón.  
Son lentas estas noches de la costa tendida, esperando al invasor.
- esta vez quedan.
-  ya lo dijo Fidel.
Y son muchachos de 16 años, son niños - hombres conscientes, responsables. Es la historia en las conversaciones simples, la mirada gravemente atenta de los milicianos que esperan día tras día, noche tras noche, en la trinchera húmeda, con los ojos fijos en el mar.
Hay baile y cerveza en la apretada plaza del pueblo. Por las luces de la bahía, llega a la trinchera la música lejana.
Es un danzón.
Pero la costa, está siempre despierta en los ojos innumerables del pueblo.
Porque se sabe que vendrán.
                                                                                      Baracoa, 24 de Diciembre de 1961.
Para Josefina, la enfermera más linda del Hospital
Dulce enfermera negra
de la risa blanca
y la capa roja.
Joven antigua
criatura nueva
alta y grave,
la risa fina,
Josefina.
Al Hospital lo están pintando
de colores
y los enfermos no quieren ya curar
porque ha llegado
alta y grave,
la risa fina,
Josefina,
la dulce enfermera nueva
de la capa roja
como tu sangre
como mi sangre
como la sangre del pueblo,
Josefina,
que tu vienes a cuidar.
                                          Baracoa, Cuba 7 Enero de 1963

Difunde - Eladio González Toto   Museo Ernesto Che Guevara Calle Rojas 129,
esq. Yerbal, Caballito, Buenos Aires, Argentina tel. 4 903 3285   museocheguevara@fibertel.com.ar
http://museocheguevaraargentina.blogspot.com

No hay comentarios: