martes, 21 de octubre de 2014

María Fabiana Calderari


Circo inverso  María Fabiana Calderari


El famoso circo Comédie aterrizó en la ciudad a mediados de enero, instalándose en un baldío de la zona sur. Aquel armatoste policromo reunió a todos los personajes del lugar. Los payasos llegaron entusiastas, con sus trajes calandrados y las graciosas narices. Se ubicaron en los asientos de las primeras filas. Cargando famélicos animales domesticados, arribaron los domadores.

Sus torsos desnudos ensombrecían la figura esmirriada de los trapecistas.

Ocuparon, unos y otros, las gradas más altas ubicadas en la carpa.

Algunos enanos escabullidos por debajo de los toldos, se distraían enmelándose con copos de azúcar.

El anfitrión del espectáculo, un mago lenguaraz, inauguró la ceremonia.

Lentamente el jolgorio expandía un contagioso embobamiento.

Los aplausos estruendosos resonaban como viento, instando el comienzo del entretenimiento.

En medio del escenario, sumido en la más profunda soledad, el público. Monótono. Sin destrezas. Encarcelado en sus máscaras. Esbozando insulsas sonrisas.

Las ovaciones se convirtieron en chiflidos inarmónicos. Los espectadores se retiraron desconcertados, ante el fracaso de la función.

-Esta gente ha perdido la magia de mostrarse tal cual es -observó un conejo saltando de su galera. Una contorsionista anciana, conocida por sus facultades intuitivas, exclamó frunciendo el ceño: -¡Públicos, eran los de antes!


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