lunes, 6 de diciembre de 2010

SANDRA VIDAL


UN DÍA DE ESTOS

Se acostó como todos los días pero se levanto diferente, no podía decir cómo o porqué pero lo sentía. Tomó un café fuerte, tenía que reaccionar, aunque cada vez duerme menos y cuando el despertador suena siente que no quiere despertarse. El tic, tic, tic, tic, le taladra los oídos y le dice: Tenés que preparar el desayuno, los chicos van a llegar tarde, tenés que usar el baño antes que entre tu marido, tu jefe te pidió el informe a primera hora…
Es una zombi, la cafetera automática ya no es suficiente ayuda. Despierta a sus hijos, abre la heladera, no hay manteca, se le rompe una taza, despierta a sus hijos por segunda vez, desde el fondo se escucha, se apagó el calefón, otra vez despierta a sus hijos, se le queman las tostadas, ¿Mamá, dónde están los pantalones verdes?, ¡El café está frío! No importa me tengo que ir volando, acordate de pagarme la facu, porfa. Llegan los otros, ¿Y la manteca?, otra vez gritos ¿Mamá el pantalón verde? Va al otro cuarto, abre el placard y se le cae en la cabeza la revista que había guardado con los precios de las playas de Cuba, lástima que su marido no puede pisar la misma tierra que Fidel, quién lo diría, cuando eran jóvenes, allá en la prehistoria, los dos militaban en el partido comunista. ¿Mamá el pantalón? Siguió buscando pero sentía como si se hubiera dado un golpe en la cabeza. Su marido viene a despedirse y le recuerda la reunión de consorcio, ¡El hijo de puta del administrador va a tener que explicar que hizo con el fondo de reserva! Viene su hija, ¡Mamá voy a llegar tarde! ésta casa es un desastre, nunca se puede encontrar nada, me pongo otra cosa, pero dejámelo en la silla que me lo quiero poner a la noche, chau.
Ella que se levantaba primero que todos siempre es la última en irse, abrió otro placard y en lugar del pantalón verde encontró una valija, en ese momento se dio cuenta que era eso lo que estaba buscando.

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