lunes, 6 de diciembre de 2010

SANDRA BELANO



POMPEYA

Todas las mañanas salgo de casa, cruzo Av. Cruz y espero el colectivo 150 que me lleva a Pompeya y más allá la inundación. El trayecto es corto pero se hace largo, las paradas llenas de niños, abuelos, señoras y embarazadas. Bajo del colectivo, justo en el centro del barrio y veo gente que entra y sale de la Iglesia para pedirle a Dios.
Vendedores, facturas, muñecos, garrapiñadas, panes, y allí están ellos, los chicos de la calle durmiendo en cualquier parte, parecen estar muertos, sucios, con sus ropas harapientas sumergidos en un sueño profundo. La gente pasa y hace que no los ve. Les tengo miedo cuando están fumando paco y sus ojos están perdidos. Yo trato de entenderlos, pero no puedo. A ese lugar voy a trabajar todos los días. Allí está mi escuela.

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