lunes, 1 de septiembre de 2014

Juana Schuster



                      Las Cataratas del Niágara  Juana Schuster

Las aguas vienen hostigadas, corren con frenesí, llegan al borde y se deslizan al vacío.
Túnicas de encaje caen y se estrellan contra las rocas en un rugido.
El spray nos humedece el rostro. No podemos hablar debido al grito ronco del salto. Se ve la mano de Dios en la armónica elaboración de tanta belleza.
La espuma corre en vértigo y rueda al fatal e infinito derrumbe.
¡Qué armonía grandiosa la de aquel conjunto de cascadas armadas en la profunda altura!
Indescriptible, indescifrable, solemne gemido de los saltos, semejante a la nota de un
órgano, que hubiese quedado resonando, bajo la bóveda de un templo abandonado
Contemplo las barcazas con turistas, el paroxismo de cien arco iris que se tienden como
puentes de paz, tomo tu mano, nos miramos en estado hipnótico, entonces ,una voz 
íntima que en mi alma resuena, a esa voz potente del río se mezcla.

No hay comentarios: