martes, 6 de diciembre de 2011

MIRTA DEL CARMEN GAZIANO


AÚN NO CIERRO LA PUERTA

Como un traje pegado a su cuerpo, ajustando la situación a su gusto y complacencia, como una cosa que se modifica a cada momento.
Como si fuese la mejor de las ocurrencias, así como sacarse un par de guantes después de una tarea.
Como desprenderse de las migas de un mantel después de la cena, así como así, te fuiste yendo, te fuiste despegando de mi piel, deshaciendo cada una de las notas que escribimos juntos, cada una de las quimeras entretejidas entre madrugadas y noches desveladas, y no me resulta fácil cerrar la puerta por la que has salido, pues pienso que aún puedes volver, porque no me resulta lógica tu partida, y mucho menos si no hubo despedida.
Acomodaste tu retiro de la manera más natural y más ruin pues no me diste la oportunidad de darme cuenta y notar tu desamor.
Y me queda la boca vacía, los ojos expectantes tras la llovizna de lágrimas, la ilusión de verte nuevamente viniendo hacia mí.
Así, como si fuese un calzado a medida.
Como pelar una fruta, cepillarse los dientes, bajar las escaleras en calcetines, arrebujarte en el sillón acariciando al gato, dejar como al descuido las zapatillas al pie de la cama aún distendida luego del fragor del amor.
Como si fuese lo más natural, así te fuiste, como si nada, como algo que debía ser.
Y sí, quizás debía ser sólo que yo no lo tenía programado, no lo había pensado nunca, no lo había agendado, no lo vislumbré y ni siquiera medí el tiempo, porque sino lo hubiese aprovechado mejor.
Habría hecho quizás mejor las cosas, me habría quedado despierta más veces hasta la madrugada.
Habría acompañado más tus nostálgicas mañanas de caminatas a la vera del camino, habría adivinado tus deseos, me habría transformado en la mujer que acarician tus sueños.
Hubiese preferido el azul al verde, la naranja a la frutilla, la montaña al mar, la noche a la mañana, y quizás ahora te tendría aún a mi lado.
Sentiría tu respirar en mi nuca al despertar por las mañanas, sentiría la búsqueda de mi mano bajo la manta.
¿Dónde estás amor?
En qué paraje por mí desconocido te has metido.
Quedaré a la espera del amor perdido.
Gastaré mis ojos en el horizonte a la espera de ver asomarse tu figura.
Me hice amiga de la esperanza, compañera de la soledad, congenio con la angustia y acuno uno a uno los recuerdos…

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