miércoles, 5 de octubre de 2011

RAQUEL SEVILLA



REBELIÓN

La lluvia cae lentamente, la veo a través de la ventana, el pasto está mojado, el cemento un espejo, las gotas rebotan al caer, es una fiesta ver esa imagen. Me encuentro frente al hogar lleno de leños de mil colores, abrigada con ese calor que da solo la madera, un rico y humeante café entre mis manos. En ese maravilloso momento se vienen los recuerdos, mis pensamientos vuelan y llego a mi infancia cuando chapoteaba en los charcos de la lluvia, ¡qué felicidad! ¡qué inmensa alegría sentía cuando la lluvia me mojaba, las gotas recorrían todo mi cuerpo! Que bien se sentía hacerlo…
Y ¿Por qué no? Por qué no hacerlo ahora, siempre me llenó de felicidad hacerlo. Los años, la madurez, la reflexión, la pregunta de siempre, ¿lo hago? ¿No lo hago? ¿Corresponde? ¿A mi edad?
A mi edad ¿qué?
Cuando era chica mis padres decían lo que se debe hacer, en la juventud, bueno etapa especial si la hay, (no estaba autorizada al cigarrillo y lo hacía) pero cuando aparecía el muchacho de mis sueños, e esa edad el de turno, ¿qué hacer? ¿Cómo gustarle? Así vino el noviazgo, el matrimonio, los hijos, la profesión o sea; hacer y comportarse como una dama, una señora, una madre, una profesional…
¿Cuándo volveré a ser yo? En meses cumplo 50 y quiero recuperar esos momentos de carcajadas, alegría, inconciencia y hasta irresponsabilidad. Pero si me mojo y me enfermo?
Ma´ si, yo salgo a correr para que la lluvia caiga y los charcos me mojen.

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