miércoles, 5 de octubre de 2011

CARMEN FRONTERA QUIROGA



LA PLUMA

La pluma que días antes se deslizaba rápida, estaba detenida en un punto y aparte, caía un abismo. Sentado, escudado por la mesa del despacho miró hacia la puerta. Entonces la vio. Llevaba ese moño que a él le gustaba deshacer, y ese escote en el vestido que le gustaba dejar caer, y esas medias de seda que le gustaba acariciar, y esos tacones de aguja fina que le gustaba escuchar resonando en la madera de su habitación. La pluma se abrió paso por la cuartilla en blanco. La había encontrado. Era la mujer de su novela.

(Madrid)

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