jueves, 21 de noviembre de 2013

Lulú Colombo



NOCHES     

Noche mórbida de sueños
hoy  cabalga sobre el monte
con su vientre alhajado de estrellas
Noche ingrata de romances truncos
languidecida  en grillos
de oscura voz insistente

Nocturnidad orfebre del recuerdo
Noche platera do mis penas se espejan
Tu atalaje estival fulgura ileso
Noche turgente de memoria y ausencias
¿Acaso eres la misma noche estival
encerrada en ese infinito beso furtivo
como una pregunta sin respuesta?
¿La misma que enrojeciera el monte
y el llano de balas y de espanto?

Una silente gota de rocío cae en mí
El río, ese lupanar de luciérnagas,
murmura su urgencia sin descanso
Cuando tú, exquisita platera de estrellas,
amiga de los duendes y la luna
dibujabas juncos en el río, en mí
la esperanza azulaba los jazmines
y era impensable el dolor de la partida
Giraban dorados girasoles agitando
mi vestido verde entre alas tersas
como pétalos de rojas amapolas
Yo era entonces un ave, o una dríade
El mundo giraba conmigo como
un remolino de porvenir venturoso


Sin embargo hubo una larga noche,
dilatada noche de rojos barrotes,
de aceras rojas, de cerrojos, de trancas
y de voces apagadas cual rescoldo
El monte se contrajo rezumando rojo
la vida coaguló en su rudo pecho
Noche de estrellas opacas, de gallos
sin canto y de crespines llorando
Nadie pudo prohibir cantar a los grillos
ni acallar al coro de ranas en arroyos
y charcos, esos inocentes ojos de agua
La noche en el monte y en el llano
inmensa diosa negra de vientre
paridor  de estrellas y cometas
me acompaña incólume y magnífica
En los espíritus del monte
que la pueblan está mi tierra
Ellos han vuelto, y yo con ellos
Vuelvo hoy a preguntarme:
¿Serás la misma noche cuando
yo me pierda en el silencio
de la mía?


VIEJO AMAYA

                                                                  Cerro Colorado, 6 de junio de 2013


Amanece en el valle bermejo del Colorado

Los ladridos nocturnos han cesado ya

y  el templo, ese Cerro Colorado,

arropado en azules veladuras

relumbra enjoyado de trémulo rocío

El viejo Amaya surge entonces somnoliento

de su camastro de briznas y de cielo

atraviesa la casa del vecino, como un rey

Nadie ha visto ni sabe adónde duerme

Digna magrura encorvada, ropa ajada

y en la mano su cubo de agrio vino

Ha cantado la noche toda en los fogones

su alegría de zorzal esperando la mañana

La aurora lo cobija otra vez entre sus brazos

Él no necesita piedad, ni pan. Él lo tiene todo

Libre cantor, vendedor de ungüentos,

raicero absorto en el vino desde siempre

Acogido por la luna en tapera estrellada

una vez más, feliz de haber amanecido

bajo el templo del sol y el valle de la luna

(¡Pero, si ha bailado con ella hasta cansarse!)

Se mira en el espejo del venturoso río

Ha cantado dichoso hasta quedar mudo,

y  se ha quedado dormido entre los pastos

Nadie ha visto ni sabe adónde duerme

Él  es la felicidad lejana e imposible

asomando siempre fresca en la sonrisa

Cuando me dice: -Buen día, ¿cómo ha amanecido?

Todo su ser se despliega ante mis ojos

con esa mirada inaugural, con esos ojos suyos

que todo admiran, como si fuese siempre

la primera vez; y agrega: -¡Lindo día! ¿No?

Y es él mismo quien repone el milagro de la vida intacto,

la frescura de un río de montaña y todo el encanto

de los pájaros que se desperezan revoloteando en el aire

No es un desterrado, tampoco un extranjero

No es joven ni es errante. Parece que nunca será viejo,

a pesar de sus cabellos ralos y de su barba entrecana

¿Quién será? ¿De dónde vino? Dicen que de un pueblo

cercano. Tal vez lo trajo un amor y encalló en este valle

como un navío averiado

¿Será acaso el mismísimo Diógenes? ¿El desapego mismo?

¿El que nos lleva a la verdad que se oculta en todas las cosas?

¡Ah! La mañana intacta tiñe ya el caserío de rosado

y sólo alcanzo a oír mi voz tintineando entre las piedras.

- Buen día Amaya. Sí, tiene usted razón, es un bello día.



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