sábado, 3 de marzo de 2012

ALICIA CHILIFONI


NO ME PUEDO OLVIDAR

Después de amasar recojo cuidadosamente y tamizo la harina sobrante y la vierto en el correspondiente envase. Vale la pena? Cuánto puede costar ese puñadito? No importa. Sucede que no puedo dejar de pensar que hay gente que de buena gana haría una tortillita con los huevos que ponen sus gallinas, pero no tienen harina. Si hasta puedo imaginarlos… a ellos y a sus gallinas…
No puedo llegar a esa gente, pero siento que, no sé cómo, estoy ayudándolos,  que estoy haciendo algo por ellos.
Y me pasa con todo. Hoy, sin ir más lejos, haciendo las compras, oí que alguien comentaba la interrupción  del paso en un carril central de la ruta porque un camión mató a un motociclista. Ya con eso me bastaba para nublar por completo mi día de cielo radiante. No hacía falta el posterior sopapo asestado sádicamente: el agregado de que el cuerpo estaba despedazado y disperso. Cómo tendría yo un feliz domingo, con semejante prólogo?
Lavo los platos pensando "para qué?" . Me sumerjo en la bañera sintiendo culpa por mi deleite en el agua tibia. Él murió. No sé quién es. Con el correr de los días puede resultar, igual que ya me ha sucedido, que los chismes me enteren de que lo conocía, hasta de que era un amigo, o familiar de un amigo. Quisiera olvidarme y no puedo.
Me voy a una plaza poblada de gente distendida, con muchos chicos jugando. Quiero empacharme de vida.
Habitualmente asisto con mi equipo de mate a los ajedrecistas que se enfrentan en las mesas instaladas bajo los árboles. Demoro la preparación. Necesito desahogarme primero. A ese fin llevo siempre lápiz y papel. Es tan barato ser escritor!! Y tan caro tener la sensibilidad a flor de piel!!  Lloro disimuladamente, y recién ensillo el mate cuando creo que no hay riesgo de que se cuele en la infusión la sal de alguna lágrima que arruinaría el sabor.
Al levantar la cabeza para invitar al primero de la rueda, veo una mamá jovencísima, doblada sobre su cintura, enseñando a caminar a su bebé, que atropelladamente quiere alcanzarlo todo, tratando de abarcar el mundo con sus ojos inquietos, ansiosos, desorbitados. No puedo evitar preguntarme si llegará a manejar una moto algún día, quién sabe?  Sí sé que alguien agotó su cintura ayudando en su momento, a sostener el equilibrio al muchacho que hoy…. No. No puedo dejar de pensar.
El bebé me sonríe anchamente. Le devuelvo la sonrisa, pero no me puedo olvidar que la vida también es llanto. Que lo malo nos deja apreciar mejor lo bueno. Y que a pesar de los pesares, como canta Baglietto, no hay rima que rime con vivir. Y así seguimos, yendo hacia el fuego, como la mariposa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

no tengo autoridad moral para hacer una crítica literaria, pero puedo decir que me llegó hondo.