sábado, 3 de marzo de 2012

ALEJANDRO DREWES


BREVES

Oniria

Pasan largamente las horas observando, como siempre, tu retrato. Y todo pasa, y todo vuelve, excepto el amor, que apenas de vez en cuando pasa, que nunca vuelve.
Y la vida encadena días y noches en blanco, como páginas vírgenes, inexploradas tierras.
Todo pasa, y nada pasa, como estas nubes grises errantes barcas.
Deriva del tiempo, aguja marcando un norte trivial o absurdo de la existencia.
Extraños países del sueño, inseguras comarcas por donde he fatigado mis pies, hartos de andar sin poder encontrarte.
Paisajes de la mente, herméticos reinos que visita la luna en blanca carroza de hueso.
Por vosotros, para vosotros, el sueño de este instante tan increíblemente claro, como sueña el anillo de oro en el fondo de marinas aguas sombrías.
Buenos Aires, agosto 1995 - enero 2002

Escenas iluminadas

Solo en la gran ciudad desierta, salen a mi encuentro las mismas calles conocidas y ni siquiera la noche piadosa de Dios las cambia -apenas las borra un instante.
Esos balcones y flores y alguna ventana que en este momento preciso se enciende como un ojo tardío, a deshora, iluminan la escena de mi sueño. Pero despierto y te busco, y no estás.
Buenos Aires, octubre 2004 - mayo 2006

Saga

Escribir como la rosa se inclina sobre el agua oscura: como el agua indiferente a la pluma fluye. Como un canto de pájaros se pierde en la fronda de arboledas inmemoriales.
Entre uno y la soledad abisal de los otros, esta nada, estos golpes de humo contra el muro de la misma cárcel, su débil resonar hasta la más delgada cuerda del silencio que sucede a la última palabra del poema.
Escribir como quien aventura su paso inseguro en el bosque de la noche, y se sabe espejo de la propia noche.
Como la luna insomne en la eterna circunnavegación de otros cielos. Sin anclaje posible en el mar de las hierbas astrales, mientras abajo se hace uno el gemido del viento con la solitaria voz de los lobos.
Tal vez escribir que aún era la hora temprana del mundo y nunca lo vimos -ese simple reflejo de luz mortecina en las alas del ángel-

Tarot 2

Y verás entonces como se pierden los últimos pájaros en sus rutas celestes, y una grande sombra verás, como un árbol creciendo de pronto sobre la faz de la tierra.
Has de sentir aún otro temblor junto al tuyo en la desangelada casa vacía de tus años. Y verás por el vientre de la séptima carta que la casa es la Torre, y tu pulso unas olas que lento muy lento se hundirán en el mar, en esta misma noche, tan callando.
 
Ni otra música
1.
Preguntabas por los árboles que crecen en cada poema: por la sombra piadosa frente al incendio de sol en las caravanas de Persia. Por el rumor de las hojas al oído del peregrino ante aquella tumba de Konya.
2.
Quien escribe sabe bien de las consecuencias: del fragor y la línea oscura que raja los mundos, de la maldición que inaudita sobrevuela la cabeza del poeta y de la maleza sabe, la lenta invadiendo los palacios de toda memoria.
3.
Noli me tangere. Amada tú, que en verdad nunca jamás estuviste aquí. Toda tú en el infinito camino de la repetición y la ruina.
4.
Y entonces era el mundo en el arco del alba: blindado cristal en la cima de la parábola, escondías tal vez el rostro encriptado del dios. Oh música.
5.
Del invierno conoces la sombra de grandes ejércitos, la paciencia silente del asedio, la ceniza que ha de flotar por un tiempo entre el cielo y la tierra.
6.
Viajero, se te ha dicho que detengas el paso en Tubinga: su espejo quebrado es el tuyo, el himno austero de su inmensa noche es tuyo y te empuja. Su ardua luz entre la niebla, turbulentas aguas.

Publicado en la revista virtual Con voz propia, dirigida por Analía Pescaner.

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