sábado, 3 de marzo de 2012

MAURICIO KAPLAN

 

CARTONERITO

Flaco, mal vestido, Raulito el cartonero todas las noches toca el timbre. Lo hace respetuoso, sin miedo, pero con dignidad. Me dice: ¿Tenés algo para mí?.
El sabía que yo tenía que bajar en ascensor, porque viviendo muy arriba, tardaba unos minutos. Los vecinos ya lo conocían, y algunos de ellos, trataban de acercarle algo.
Lo veía y le decía ¡hola Raulito,
¿cómo andamos hoy ?
Raulito, con su pelo despeinado, sus ropas con olor a humedad, sus ojitos brillantes, miraba a los ojos, buscando algún mensaje oculto. Era un rayo entre sonriente y triste, buscando cariño y rebeldía, y siempre preparado para defenderse. Niño hermoso, descuidado, escuela de la calle.
Teníamos la costumbre de intercambiar frases ya estereotipadas, como ser: si le había gustado el guiso, o la tarta, o la pizza del día anterior,  y siempre respondía:  pa chuparse los dedos, patrón.
Un día me quedé en la puerta, semiescondido, y pude ver a Raulito -  que creyó que yo  ya había subido -, en la esquina, extender un papel blanco, y dividir la comida en más pequeñas porciones, muy bien preparadas.
Lo llamé y con respeto, como quien habla con un  amigo, pregunté: ¿porqué no te comés enseguida esos ricos manjares.
Su respuesta no se hizo esperar: ¡patroncito!, a vos. Te lo digo, ¿nunca tuvo un sueño, una magia para ir tras ella.
-Todos los días, muchacho.
-Entonces yo le voy a contar el mío, pero,… sin tomarlo a risa.- Sabés vos patroncito, yo vi matar por un plato de alimento. En mi casa, comen primero mis padres, y , si llevamos poco, una pequeña porción para los más chicos. Es muy triste tener hambre… deseás y te llenás  de bronca, che. La comida tan rica que me alcanzás, ya traigo bandejitas que mangueo, y las ofrezco a gente que me conoce, lo mejor arregladas que puedo y me las compran, porque ya saben que son ricas y limpias. Conocen mis trampas, y confían en que no las levanto de ningún tacho. No tienen tiempo para cocinar porqué trabajan como burros...y se las vendo baratito. Están locos, patroncitos, con las que llevo de vos. Guardo las chirolas, en lugar seguro, porque  sabés,  me lo afanan todo. Voy despacito pero seguro.
-Pero Raulito, si son tan ricas, ¿por qué no te la embuchas?
Y el niño desprolijo, sediento de contarle a alguien, me dice.
- Es un sueño.- No quiero autos grandes, ni trajes de lujo. Me da vergüenza decirlo, pero en vos, patroncito, no sé, te lo contaré. Cuando sea grande, sueño con hacer un gran comedor popular, para que otros chicos, cuando sea como vos, te dije ya, no les pase esto tan triste que yo padezco. Que no tengan hambre, y puedan descubrir tantas ilusiones … nunca pude. Ir al colegio, aprender un oficio, y qué sé yo, lo que me venga a la cabeza.
-Raulito, quiero darte un beso,¿me permitís?
 Raulito se echó hacia atrás.
- ¿para qué? ¿por qué? .¿Con este olor a mugre? No me lo vas a pedir más.
Me acerqué, y mirando  sus ojitos grises, pude agregar:
- No me importa rulitos despeinados, tengo nietos como vos.
- Aparte, siento que no beso a un niño, sino a un ángel disfrazado de cartonero.
Una sonrisa se esbozó en su rostro, y un suspiro con alas se desprendió con candor y magia, de sus labios lastimados.



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