miércoles, 6 de julio de 2011

MARÍA PUGLIESE


CARTA II
  
Desde mi habitación, lejos, tan lejos de nosotros…


¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Quiénes se alejaron para dejarnos ahora enfrentados, tan solos, con tanto desamparo? ¿Cuál fue la negación que nos convirtió en cómplices de sangre? ¿Qué perdimos o qué buscamos para encontrarnos? En principio conté con pedazos dispersos en una veintena de espejos, superpuestos, y ese sobresalto en las comisuras por explorar el sabor de los besos. Aunque rocé cien veces con la parte exterior de mi mano las líneas de tu cara, nunca supe quién sos, ni si este desorden de los sentidos no es más que la reproducción de secuencias amatorias que tejí y destejí por mí, sólo por mí.
Las caricias modelaron en cada encuentro, con ímpetu de animal, la convicción de que al darnos la espalda, olvidaríamos todo.
"En aquel lugar permanecerán los aromas, los ecos, las acequias, la expectativa de que después del después no habrá horizontes ni vistas hacia atrás. Esta historia se nutre de detalles pero prescinde de datos en tiempos y en espacios. Nuestra historia de amor invita a una fiesta que exige tan sólo de la intención y merece un desorden arremolinado entre paños de seda". Este fue nuestro pacto.
En fin, ya no tenemos lugar y la única certeza es simulacro.

(Muñiz, Buenos Aires)

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