miércoles, 6 de abril de 2011

RAMÓN SANDOVAL


LA DECISIÓN

Me sobresalte, pensé que había vuelto aunque sabía que era imposible, de todos modos lo pensé. Es que cuando todo se terminó con Liliana traté de no tener nada que me la recordara, saque sus fotos de los portarretratos y las reemplacé por otras, guardé en recónditos lugares sus regalos y las pocas cosas que me escribió alguna vez. Cambie los lugares y los caminos recorridos en algún tiempo con ella; es decir, traté de realizar como si fueran mágicos conjuros todos los actos racionales y los irracionales, también todo aquello que me alejara de su recuerdo. No podía permitir que aquello que fue una promesa de felicidad total, me asaltara hoy como un recuerdo de amargo sabor.
Pero no contaba con él, abandonado también, igualmente careciente del sabor de su boca, me recordaba mejores tiempos. Siempre en su lugar, rígido, silencioso, parecía reprocharme no haber hecho lo necesario para retenerla. Trataba de ignorarlo, de negar su existencia, pero él siempre estaba allí, mudo testigo de mi pasada alegría y mi actual pena, recordándome que apareció cuando despertarme era celebrar la vida porque la compartía con ella.
Supe que era necesario terminar con esa forma de acoso, que se imponía tomar la decisión liberadora. Tenía que terminar con él, hacer que desapareciera, sin embargo no reunía el coraje para hacerlo, me decía era un absurdo no tener el valor. La acción más difícil la había llevado a cabo, pude terminar esa relación que ya no era placentera, doloroso fue más, lo hice.
Eliminarlo a él, algo de la más simple realización, me costaba tanto. En realidad no era por él simbolizaba su presencia el corte definitivo, aceptar que todo estaba perdido sin remedio.
Se imponía la decisión y una mañana, no se como, reuní el coraje y casi trémulamente, con paso vacilante, manos temblorosas, me aproxime a él y lo hice ¡Si lo hice! tomé su cepillo de dientes y lo arroje al cesto.

No hay comentarios: