miércoles, 6 de abril de 2011

MARCOS RODRIGO RAMOS



GANSOS

Pajarito cumple once años. Está solo en la estancia. Una bandada de gansos viene por la parte alta de la loma. Él se dirige a su encuentro. Al verlo cambian de dirección. Asustados comienzan a correr pero es inútil, los alcanza enseguida. Uno queda más rezagado. Al verse arrinconado decide hacer frente a su contrincante, o por lo menos simular que hace eso. Extiende sus alas a más no poder y lanza abriendo el pico un graznido seco. Pajarito no le teme. Con un movimiento rápido toma el cuello del ganso, lo levanta y se ríe por su triunfo. Toma una soga, le hace un nudo en la garganta y lo lanza hacia arriba. El ganso cae pesadamente, intenta volar pero le han sacado las plumas. Empieza a correr con su andar torpe. Pajarito le da con todas sus fuerzas una patada mientras le grita: "¡Volá!". Cae. Otra patada. Se siente todopoderoso ante su indefensa víctima. Toma la soga y tira para arriba llevándolo colgado en el aire. El remate final es la patada en la cabeza. El animal ya no se mueve. Pajarito lo deja tirado y enfila hacia la bandada.
Da unos pasos hacia ella pero se detiene al notar que no están huyendo. Lo están mirando de frente pero él no les teme. De repente se corren hacia los costados dando paso a un ganso que viene con las alas extendidas, lo reconoce por la soga en el cuello. Va a enfrentarlo más al verlo bien se estremece y sale corriendo en dirección contraria. Grita pero nadie lo oye. A pesar de que se apura siente cada vez más cerca el graznido seco. Corre sin atreverse a darse vuelta mientras en su mente sigue fresca la imagen de la cabeza del ganso con dos orificios llenos de sangre en lugar de ojos.

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