jueves, 7 de mayo de 2009

NORMA PADRA


UN DÍA DE DOMINGO

Paseábamos por el barrio donde vivió Jorge Luis Borges, una tarde otoñal decidiendo entrar a nuestro refugio, el bar llamado MalasArtes. No había mucha gente, mientras mirábamos el menú, decidíamos qué tomar, nos acompañaba la voz inconfundible de Gal Costa, cantando "Un día de domingo".
Oscar miraba por la ventana abstraído en sus pensamientos, mientras yo leía el diario, buscando en la cartelera de cines alguna película que nos pudiera gustar a los dos, cosa que siempre resultaba difícil.
Buscar ese "algo" que nos uniera un poco más.
Como mencioné mucha música recorría el bar y pocas palabras para decirnos.
Optamos por ver Blade Runner, una vez más, y rever las imágenes de un futuro robotizado, como parecía que sería nuestras vidas.
Salimos del cine sin palabras para intercambiar, así llegamos a nuestra casa. Bastó un llamado telefónico para despertar del letargo en que se sumían nuestras vidas. Fue él quien atendió el llamado, yo cerca de él, sólo escuchaba monosílabos, un sí, un no, un después... Mi intriga se hizo notar tan pronto cortó el llamado, pero él no quiso contestar a ninguna de mis preguntas concretas. Las lógicas peleas una vez más se repitieron aquel feriado.
Salí de casa con lo puesto y la cartera. No quería regresar ya más a la rutina de vivir lo irremediable.
Ingresé a un locutorio, pedí una computadora, me conecté con un chat, me conecté con la vida, me conecté con el amor de mi vida!!!
Del otro lado estaba Ridley Scott, quien pronto me llevó al futuro que yo quería vivir.


Nunca más vi a Oscar, nunca regresé a esa casa, mi hogar fue lugar diferente donde me escuchaban con atención, donde todos hablaban, había mucho bullicio y vestían una especie de uniforme... era todo lo que quería.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Norma: un relato real, creo que en todas las épocas. La incomunicación y su problemática. Te saluda, Laura Beatriz Chiesa.