MIS ABUELOS Juana Rosa Schuster
Al
amanecer, en alta mar, el abuelo Pablo estaba aún despierto. El barco se movía
hacia arriba para descender luego en un empujón desesperado.
La
abuela Catalina tampoco podía conciliar el sueño,: un ofrecimiento de dos
hombres, estaba vivo en sus cabezas. Se
escuchaban los acordeones de otros viajeros, canciones conocidas que podían
haberlos colmado de nostalgia, pero ellos no los percibían.
Sólo
la nena, Clarita, dormía ajena a los avatares. Ya tendría tiempo de ser una
muchachita hecha mujer en el dolor y la alegría del vivir.
Conversaron
acerca de la propuesta, mientras tenían la sensación que el buque subía y bajaba
respirando.
Dos
hombres le dijeron a Pablo que en Argentina no se conocían los inviernos. Ellos
solían hacer el trayecto desde Rusia y jamás habían usado ropa de lana en
Buenos Aires. Parecían dominar todo tema referente al clima durante las cuatro
estaciones.
Los
padres de Clarita, debían hacer frente al pago de la pensión, comidas,
medicamentos para el asma. Estos individuos se ofrecieron a comprarles los
abrigos de piel que llevaban puestos y los que guardaban en los baúles.
Las
prendas habían sido cosidas en una pequeña ciudad rusa por el padre de
Catalina. Ofrecían menos de la mitad de su valor.
La
decisión no era fácil. Cierto fue que atrás quedaron las persecuciones de los
soldados del zar y el horror de la guerra donde Tánatos se presentaba todos los
días. El nuevo enemigo era entonces la carencia de dinero.
Al
día siguiente, la abuela se desprendió de la mayor parte de sus ropas, producto
de noches y noches de costura del mejor sastre de aquella zona.
No
conociendo las proporciones exactas, fueron víctimas de un juego macabro.
En
la larga cola en el puerto, antes de entrar al hotel de los inmigrantes, donde
estuvieron tres días, notaron el engaño: el frío era cruel. Los cabellos de
Catalina despeinaban los vientos.
No
tuvieron acceso durante horas a tomar algo caliente.
Los
buscaron. Habían desaparecido. Se dedicaban a este tipo de estafas.
Ellos
sufrieron. No supieron expresarse en castellano. Sus palabras a las autoridades
chocaron contra paredones y se estrellaron como las mariposas nocturnas atraídas
por la luz de un faro.
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