sábado, 23 de julio de 2016

Juana Rosa Schuster

                 MIS ABUELOS   Juana Rosa Schuster

Al amanecer, en alta mar, el abuelo Pablo estaba aún despierto. El barco se movía hacia arriba para descender luego en un empujón desesperado.
La abuela Catalina tampoco podía conciliar el sueño,: un ofrecimiento de dos hombres, estaba  vivo en sus cabezas. Se escuchaban los acordeones de otros viajeros, canciones conocidas que podían haberlos colmado de nostalgia, pero ellos no los percibían.
Sólo la nena, Clarita, dormía ajena a los avatares. Ya tendría tiempo de ser una muchachita hecha mujer en el dolor y la alegría del vivir.
Conversaron acerca de la propuesta, mientras tenían la sensación que el buque subía y bajaba respirando.
Dos hombres le dijeron a Pablo que en Argentina no se conocían los inviernos. Ellos solían hacer el trayecto desde Rusia y jamás habían usado ropa de lana en Buenos Aires. Parecían dominar todo tema referente al clima durante las cuatro estaciones.
Los padres de Clarita, debían hacer frente al pago de la pensión, comidas, medicamentos para el asma. Estos individuos se ofrecieron a comprarles los abrigos de piel que llevaban puestos y los que guardaban en los baúles.
Las prendas habían sido cosidas en una pequeña ciudad rusa por el padre de Catalina. Ofrecían menos de la mitad de su valor.
La decisión no era fácil. Cierto fue que atrás quedaron las persecuciones de los soldados del zar y el horror de la guerra donde Tánatos se presentaba todos los días. El nuevo enemigo era entonces la carencia de dinero.
Al día siguiente, la abuela se desprendió de la mayor parte de sus ropas, producto de noches y noches de costura del mejor sastre de aquella zona.
No conociendo las proporciones exactas, fueron víctimas de un juego macabro.
En la larga cola en el puerto, antes de entrar al hotel de los inmigrantes, donde estuvieron tres días, notaron el engaño: el frío era cruel. Los cabellos de Catalina despeinaban los vientos.
No tuvieron acceso durante horas a tomar algo caliente.
Los buscaron. Habían desaparecido. Se dedicaban a este tipo de estafas.
Ellos sufrieron. No supieron expresarse en castellano. Sus palabras a las autoridades chocaron contra paredones y se estrellaron como las mariposas nocturnas atraídas por la luz de un faro.

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