domingo, 13 de septiembre de 2015

María A. Escobar



                     Otra vez lluvia María A. Escobar

Otra vez  lluvia. Otra vez en domingo. Y truenos y si llegaba a caer un rayo  se sacudiría como una espiga doblada por el viento. De pánico, porque había escuchado lo que narraba su padre de hombres o ganado fulminados por éste. Por eso y aunque sólo tenía tres cigarrillos no saldría por nada del mundo. Se mantendría en su pequeña cueva y trataría de hacer cosas que iban quedando relegadas siempre para después, como ordenar los papeles que se apilaban sobre el bargueño-biblioteca-guardarropas, etc. ¿Por dónde empezar?  Aquello era cueva de cucarachas, ese bicho invencible pese a todos los venenos. “Se vuelven resistentes” me dijo el gasista que, por un trabajito, se había llevado la mitad de mi jubilación. ¿Cómo serían de resistentes los sobrevivientes de la bomba atómica o del napalm?  Parece ser que somos más frágiles que un insecto, que moriremos por miles el día que alguien apriete el fatídico botón, que ya lo están haciendo pero no van al fondo, al exterminio total.
Todo esto pienso porque llueve y recuerdo a Pessoa, que era otro desencantado. ¿los papeles, y la heladera que alguna vez deberé limpiar y el baño que necesita una buena fregatina? Bueno, me gana la metafísica. Nada importa verdaderamente y por eso es mejor sentarse a escribir y olvidar la escoba y el plumero. Onetti nunca salió de la cama. Pessoa murió a los cuarenta y nueve años quemado por el alcohol. Pavese se  suicidó a los cuarenta, Cuando se toca fondo……
Bueno, me arriesgaré a salir para buscar cigarrillos. Nada más y luego me meteré en la cama para escuchar la lluvia que, después de todo, es una bendición. Me lo dice el  jubiloso cantar de los horneros.

No hay comentarios: